Para convencernos de que las antenas de telefonía móvil no son peligrosas, en lugar de ofrecer argumentos e investigaciones científicas, se pretende hacer una manipulación masiva. Lo cual incluye posteriores fases, con informes de científicos a los que han pagado las mismas empresas, con el fin dar un aire de ciencia a la propaganda.
Se basa en repetir una falsedad las veces que sea necesario para convertirla en verdad, al menos para la conciencia de los ciudadanos. Los encargados de la propaganda enmascaran con terminología científica las ideas que lanzan, con tal de apabullar al oyente. Y los mensajes calan por tener un componente emocional, a través de músicas determinadas que llegan al corazón de las personas e introduce en el pensamiento unos mensajes que se asumen sin pensar.
Dentro de poco veremos a los jefes de estas compañías, acompañando a alcaldes y concejales, dando besos a niñas y niños para que veamos su bondad y, vestidos de lagarteranos, darán de comer a un cervatillo para presumir de respeto al medio ambiente ¿Publicidad de algo que no se vende?. O ¿quién puede comprar una antena, vistas lo maravillosas que son? ¿Cuál es la función de los miles de millones gastados en tales anuncios, cuyo coste exige que se unan tres multinacionales del sector?. El anuncio se basa en tres mensajes: las antenas son necesarias, es un símbolo de progreso y cumplen la normativa legal. Veamos la verdad de los hechos.
El caso de las enfermedades ocasionadas por la electropolución es similar a la historia del tabaco. Se negó en ambos casos la relación de una causa con los efectos morbosos. En el primero se acaba de dictar una sentencia en la que se reconoce la relación directa del tabaco y el cáncer de pulmón. Ha sido cuestión de tiempo. Los muertos y desgracias que han quedado en el camino se pudren en el olvido. En el segundo caso hay una certeza estadística: El incremento de casos en las cercanías de las antenas. Lo que se desconoce es el modo en qué sucede, el cómo ocurre, pero no porque no se produzca tal relación sino porque no se sabe y por eso se sigue investigando. Si no produce efectos nocivos ¿por qué se habla de zonas sensibles en cercanías a colegios?.
Hay numerosas investigaciones experimentales y de comprobación de efectos, que demuestran la peligrosidad de las ondas que emiten estas antenas para la salud humana. ¿Por qué no se informa al respecto?. Sólo falta saber el mecanismo de cómo se produce y ante la falta de un conocimiento los que negocian con la salud de los ciudadanos dicen que no hay pruebas concluyentes, cuando sí las hay desde el punto de vista estadístico y experimental, de ahí la necesidad de medidas de precaución, como si fuera un acto generoso de las empresas.
No se puede confundir la necesidad social de una cosa, con el deseo caprichoso, pero aún así, admitiendo la «necesidad» en la sociedad de consumo, hay que ver que no se puede equivocar el uso de una cosa con los beneficios de los directivos, ejecutivos y accionistas de determinadas empresas y las «mordidas» de otros. La necesidad real, de la que no dicen nada, es para mantener su parte de ganancias a costa de la salud de los ciudadanos. La expansión empresarial cotiza en Bolsa.
Hay diversas formas de evitar los efectos nocivos de las antenas de telefonía móvil, que simplemente exigen más inversión. Defender el bien público frente al beneficio privado es el cometido de los políticos, cuya labor es defender a los ciudadanos, pero cuenta más el dinero y eso lo proporcionan las grandes empresas, que han convertido la política en un negocio de engaño al ciudadano. Los partidos saben que el voto depende de la inversión en una campaña, no del criterio de los sujetos. Este es el quid de la cuestión. También el silencio de los borregos de la mayoría. Es lo que ampara este estado de cosas. Falta movilización social que frene este desamparo tan ruin.
¿Hace falta información? pues que se publiquen las investigaciones a favor y en contra. Que se debata. Que mientras tanto se pongan medidas de precaución. Pero estamos ante una guerra sucia que es propia de los verdugos y mercaderes de siempre.
Se indica que las antenas cumplen con los requisitos legales cuando ni siquiera se han colocado muchas de ellas con licencia. Hay diversos pleitos abiertos, que se alargan con argucias judiciales. ¿Cómo es posible que si es cierto que se cumplen las normas en algunas ciudades las hayan alejado de los núcleos habitados? ¿o que se exija a las empresas pólizas civiles, y ellas por si las moscas, cuando se ven obligadas a firmarlas se alejan?. ¿Por qué no informan de todo esto?.
Los poderosos montan una farsa. Llenan las alforjas de dinero y cuando aparezcan las consecuencias dentro de unos años, destrozando mientras tanto a miles de familias, las expresiones serán la de siempre: «que se va a hacer», «no teníamos información fidedigna años atrás», «el dinero que gané me ha venido muy bien». Los ciudadanos, pasivos, maldecirán y se quejaran de todo. Cuando su protesta no sirva para nada, más que para maldecir y cobrar una indemnización. Pero, eso sí, no faltará un anuncio que nos convenza de lo feliz que somos y de lo maravillosas que son las herramientas mortales del progreso, porque crean riqueza para quienes carecen de escrúpulos.