Alguien dijo: «las civilizaciones nacen en los pueblos y mueren en las ciudades«. Asistimos al final de una época, la del petróleo, la de las concentraciones industriales y de los servicios y comercios, con la consecuente despoblación de los pueblos y saturación de las ciudades, las cueles se han convertido en espacios insostenibles, que para mantenerse exigen una red de transportes de mercancías, de energía, de agua, lo que supone un pozo sin fondo de contaminación y despilfarro de recursos.
Este modelo es el gran destructor de nuestro medio ambiente y de la conciencia individual de las personas. Por esto reclamamos espacios más humanos y sostenibles, que sin embargo quieren eliminarse, para controlar a las masas, para que los sujetos carezcan de un entorno favorable y sano para su desarrollo intelectual, emocional, físico y que permita unas relaciones humanas más vitales, más sinceras y directas.
Se crea un universo virtual al que todos quedamos abocados, sustituyendo en él nuestras vidas. Se ocupan los pueblos con macrourbanizaciones y ciudades paralelas con el fin de convertir a los ciudadanos en clientes y números de un modelo tecnológico de sociedad, amparándose en ayudas europeas y dando a este proceso forma de progreso «necesario».
El ser humano para sobrevivir tiene dos opciones, descentralizar el poder, recuperar los pequeños entornos con capacidad de decisión y de autodesarrollo basándose en la sosteniblidad o anular la capacidad individual de decidir y sobrevivir como parte de una masa cuyo único fin es ser explotada en el trabajo y en el consumo.
En definitiva abrir un espacio social de libertad, en el que cada persona tiene un valor en sí mismo en relación a su entorno, u otro basado en el control en el que sobran millones de individuos a las que hay que dejar a un lado de diferentes formas: hambre, guerra, explotación, enfermedades no atendidas, locura.
Es por todo esto que reivindicamos la recuperación demográfica de los pueblos, con medidas como la financiación de los asentamientos y reconocer el papel que supone vivir en un pueblo, lo cual puede ser el inicio de un nuevo modelo de sociedad y de relaciones humanas, más directas, estéticas y sensibles. Y sobre todo evitar el control y la usura con los medios de supervivencia como el agua, los alimentos en manos de grandes redes especulativas que usurpan el espacio natural para concentrar a las poblaciones y venderles lo que es suyo y que siempre han dispuesto de ello.
Queremos lanzar una nueva conciencia que permita no ver como «normal» lo que nos sucede y la destrucción del individuo primero y luego la de nuestra especie y el planeta entero, pues se ha querido convertir todo, a las personas, a los seres vivos, a la vida misma en una mercancía, como estrategia final de los dueños del capital, para ejercer su poder y hacer de los sujetos sociales, desposeídos de sus bienes naturales y económico, seres pasivos para ser usados como simples piezas de este engranaje que sólo puede ser vencido desenmascarándole y enfrentándose a sus planes perversos.
Pongámonos en retirada, volvamos a los pueblos y hagamos de las ciudades espacios afectivos y de convivencia más pequeños, más bellos, más humanos. Exigimos una base de supervivencia, económica, demográfica y social, lo que sólo es posible con la aplicación de la Renta Básica, una medida que es posible y muy necesaria.