John Stuart Mill (año 1848) explica que muchos contratos se hacen en función a la costumbre, sin tener que ver con la ley de la oferta y la demanda. Algo que de otra manera también sucede en la actualidad. Esta situación, no reconocida, no se usa con los mismos criterios para compensar las situaciones de pobreza.
Y a la vez poder entender que establecer medidas como la Renta Básica puedan venir de un criterio que no salga exactamente del mercado, pero sí de la sociedad del libre mercado, porque “la distribución – dice J. S. Mill – depende de las instituciones humanas, de las leyes y las costumbres de la sociedad”. Se trata de una consecuencia de la naturaleza humana, no del mecanismo de los mercados.
Herrero de Miñón expone en su obra económica: “Resulta absurdo admitir del capitalismo su motor (la libre empresa) y su mecanismo (el mercado) como sistema de producción y corregir, sin embargo su sistema de distribución, como quieren los socialdemócratas (sector público y alta presión fiscal). A la hora de la distribuir el producto se atiende a criterios exógenos al propio sistema, en pro de una hipotética justicia social”. Retoma los argumentos de Hayet. Mill más de un siglo antes explicó y demostró cómo las leyes del mercado dependen de la oferta y la demanda. Lo cual no se puede cambiar sin perjuicio de la economía. Sin embargo “la distribución – dice – depende de las instituciones humanas, de las leyes y las costumbres de la sociedad”. Se trata de una consecuencia de la naturaleza humana, no del mecanismo de los mercados.
J.S. Mill usó el sentido común en sus análisis de teoría económica. Lo que le llevó a buscar un conocimiento basado en la razón y la experiencia. Se empapó del positivismo de Augusto Compte. El iniciador de la sociología le advirtió de los defectos científicos de la economía política, al analizar los métodos con que se establecían las teorías. Lo que corroboró Mill sobre la vacuidad de muchos postulados, basados en “estériles discusiones sobre términos”. Comprendió que todas las leyes se pueden alterar por el progreso de los adelantos sociales, algo que tuvo muy en cuenta Keynes. Hoy por hoy no hay ninguna teoría económica que funcione. Sin embargo siguen los “popes” de las finanzas empeñados en buscar fórmulas, echándose la culpa de los fracasos unos economistas a otros. La aplicación del sentido común y la observación del desarrollo social y económico muestran claramente el objetivo necesario para actualizar la economía a la realidad: la Renta Básica.
Stuart Mill descubre que no es realidad que compremos las cosas con dinero, sino que se trata de una medida común para valores de igual clase. Han funcionado en otras culturas “monedas” como las pieles, el ganado el thé comprimido o las conchas, cauris. “El dinero es un artificio – dice – para ahorrar tiempo y trabajo”. Se trata de un instrumento para hacer transferencias. El dinero se compra y se vende, y eso es lo que lo da valor. No se cambia por un producto. “Cuando un apersona compra pan, vende dinero al comerciante”. Tener claro esta idea nos permite ver la función de la Renta Básica. Ya que no se trataría de regalar un dinero a nadie, sino de ponerlo en circulación desde la unidad de consumo de base, el individuo.
Lo mismo que se pone con estrategias de variar los tipos de interés para impulsar o frenar las inversiones de capital, de tal modo que las inversiones se conviertan en ganancia y tras un proceso de rentabilidad crear un mecanismo de ampliación de la población activa y disminuir el paro. Ineficaz y absurdo en la actual sociedad tecnológica. Se puede hacer de manera directa lo mismo, simplemente por eficacia, para vender y comprar el dinero desde la base de la economía, el consumidor, en muchas pequeñas partes en lugar de hacerlo en muy pocas grandes cantidades, lo que beneficia a los centros financieros, de ahí que la banca obtenga constantemente, año tras año, miles de millones de beneficios mientras que los ciudadanos cada vez tienen menos poder adquisitivo, especialmente en los sectores más necesitados.
Llegamos así a otra de las conclusiones de Mill: no sólo el dinero es riqueza, pero no porque haya otras variables, como acciones y demás, sino porque la riqueza es también elementos intangibles, como pueda ser la cultura o las relaciones humanas gratificantes.
Stuart Mill es tajante sobre la evolución de la economía industrial: “No me agrada el ideal de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha incesante por avanzar; y que el pisotear, empujar, dar codazos y pisarle los talones al que va delante, que son características del tipo actual de vida social, constituye el género de vida más deseable; Para mí no son otra cosa que síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial”. Para indicar en la página siguiente: “en los países avanzados económicamente lo que se necesita es una mejor distribución”. De manera que si el adelanto industrial abrevia el trabajo humano habrá que usarlo para incrementar las comodidades.