El año 1890 el ingeniero de minas Lucas Mallada, escribe la obra «Los males de la patria», referida a España. Advierte que uno de los males de este país es la escasez de arbolado por el irracional egoísmo.
Propone una económica de aprovechamiento de madera y otros productos forestales, lo cual evitaría además muchos incendios.
Un año más nos echaremos las manos a la cabeza tras ver los incendios a través de la televisión. Y un año más pasará y volveremos a echarnos las manos a la cabeza si no cambia el enfoque y el análisis del problema forestal, que viene de hace años y años, sin que se quiera reparar en ello. Los incendios no son una noticia sino un problema de hace cientos de años.
Cuando queda ya un 12% de arbolado y somos conscientes del problema es cuando se puede y se debe hacer algo, si se quiere. Se avanza en la política forestal, sí, pero tan lentamente que no se dan los pasos decisivos ni se ve la repercusión global de la reducción de la masa forestal y de la falta de bosques ante una política de replantación de árboles de crecimiento rápido, lo que evita poner las bases para dentro de cincuenta años.
Hay también una hipocresía enorme con tanto golpe de pecho ante los incendios, sin ver que es una parte mínima, muy visual, pero mínima del problema de la destrucción de ecosistemas. Han pasado veinte años para que los partidos e instituciones reconozcan que la mayoría de los incendios son provocados, algo que cuando fue expuesto por los ecologistas les tildaron de todo y no se tomaron las medidas necesarias.
Es difícil evitar un fuego, sobre todo cuando hay intencionalidad, pero puede ser fácil evitar que se expanda. Siempre dijimos, aquellos ecologistas, que los incendios se apagan en invierno y todavía hoy no hay una política seria al respecto. Se invierte en apagar, pero prácticamente nada en evitarlo, lo cual exige una política de gestión forestal, de un proyecto de silvicultura y la creación de un ministerio del bosque y consejerías acordes, específicamente para este tema que afecta de manera grave nuestra propia subsistencia como modelo de sociedad.
Ante un incendio todos nos echamos las manos a la cabeza, pero las políticas urbanísticas y proyectos de turismo se aplauden. Hace poco más de dos años se quiso eliminar una parte del monte de San Isidro para urbanizar, luego se incrementaría su destrucción para hacer una franja de seguridad entre el arbolado restante y las casas. Como lo destruyen grúas y no el fuego fue apoyado por una parte de la población.
Se hacen manifestaciones en favor de pistas de esquís y hoteles de montaña, de campos de golf que destruyen bosques y ecosistemas. Se consideran progreso y desarrollo y se dice que crean riqueza. Visto así, el fuego crea puestos de trabajo para apagarlos y permite que se construya en esos terrenos para hacer lo que en otras partes se hace mediante una recalificación del suelo.
El tema viene de lejos. En 1900 el dramaturgo ruso, Anton Chejov, en su obra «El tío Vania», expone como los bosques adornan la tierra, dulcifican la severidad del clima, lo cual influye en el desarrollo de las sociedades. Uno de sus personajes, Astrov, explica: los bosques rusos crujen bajo las hachas, perecen millones de árboles, se vacían las moradas de los animales y los ríos pierden su profundidad y se secan. Desaparecen para nunca volver. Y añade: Admito que se corten por necesidad, pero destruirlos ¿por que?… Cuando paso por los bosques que he salvado de la tala reconozco que el clima está un poco en mis manos. Hace un siglo este autor ya observó lo que hoy es el centro de las instituciones internacionales, sobre el enlace que hay entre la destrucción de bosques y el cambio climático que afecta a la agricultura, a la contaminación, sequía, el hambre en países pobres y como consecuencia de ello el estallido de guerras y conflictos.
El año 1890 el ingeniero de minas Lucas Mallada, escribe la obra «Los males de la patria», referida a España. Advierte que uno de los males de este país es la escasez de arbolado por el irracional egoísmo. La falta de previsión y el acabar con enormes masas forestales para tierra de pastos o para hacer tierras agrarias poco eficientes y que por lo tanto cada vez necesitaron más terreno sin ver que el bosque, dice, es interesante para el fomento de lluvias y la creación de suelo fértil. Propone finalmente una económica de aprovechamiento de madera y otros productos forestales, lo cual evitaría además muchos incendios.
Pero nada de esto se ha querido ver, salvo excepciones locales, y se repiten las estériles lamentaciones. Este mismo año ha salido un libro del estadounidense Jared Diamond, «Colapso», que analiza por qué unas sociedades perduran y otras no. Llega a la conclusión de que la deforesatación fue uno de los principales factores en la desaparición de sociedades, lo que incluye modelos de sociedad. Analiza cómo el planeta pierde a marchas forzadas sus bosques, a pesar de las leyes y recomendaciones ante el peligro que supone, pero los cambios de estructuras de los hábitats boscosos se traduce en que los incendios cada vez sea más catastróficos. Reconoce que no sólo el entorno es importante sino la adecuada elección de una economía que se ajuste al mismo. Y añade: el problema más importante es nuestro enfoque erróneo que trata de identificar el problema más importante. Para concluir que hace falta la planificación a largo plazo y la voluntad de revisar valores fundamentales de nuestra sociedad.
En este sentido pensemos que lo que ha servido para construir nuestro modelo de bienestar, el trabajo y el capital, si no se adapta a la nueva realidad que han creado, será lo mismo que destruya nuestra forma de vida ante la inercia de seguir igual, sin ver la necesidad de un cambio que permita adaptar la economía a una nueva realidad, definida por la globalización, el progreso de la tecnología aplicada al trabajo, la pujanza y liderazgo de la economía financiera y la necesidad de un desarrollo sostenible. Todo lo cual exige un reparto de la riqueza a nivel mundial que evite flujos migratorios y desequilibrios entre poblaciones.
Para evitar que se extiendan los fanatismos de toda índole y lograr la repoblación del medio rural cuyas políticas al uso han fracasado. Entre otras algo que la PAC ya empieza a revisar como es el modelo de subvenciones agrarias, que permiten que el 6% de la población se lleve el 55% del presupuesto europeo. Y además impide el despegue de un mínimo desarrollo económico del Tercer Mundo que no puede comercializar su producción.
Es necesario establecer nuevos ecosistemas y su aprovechamiento económico, así como el desarrollo masivo de nuevas fuentes de energía, renovables, ante la reducción del petróleo cuyo uso va a exigir cada vez más proyectos bélicos. Un cambio de esta índole exige una base económica acorde y consecuente con un desarrollo sostenible, como lo es la aplicación de la Renta Básica, que precisamente surgió como teoría económica a partir de hacer un análisis que tiene en cuenta los límites del medio ambiente.
El bosque se quema porque no es de nadie. O porque es de todos, que es lo mismo. Y, por otro lado el incentivo o beneficio económico es mayor por deforestar o quemar que por mantenerlo.
Por ejemplo, es absurdo que haya gente que sólo cobra o trabaja cuando se quema el monte. No se puede adjudicar a una empresa la extinción de incendios. Habría que adjudicar la conservación del monte (y si se quema, no cobras). Pero no digo que los que apagan fuegos quemen montes; esto es sólo un ejemplo de pésima gestión.
Por otro lado, enlazando con la renta básica, ¿qué te parece «La suerte de pinos»?, http://forestman.espacioblog.com/post/2009/09/20/tierra-pinares-suerte-pinos-y-bosque-modelo-urbion
Puedes estar seguro de que donde la población se beneficia del monte, se queman menos montes.
Tampoco el planteamiento tradicional de los «Ecologistas» ayuda mucho. Si vamos a conservar el monte a costa de que nos cueste más, apaga y vámonos. Hay que dejar a cada pueblo que explote su monte (y si quieren hacer una pista de esquí, que la hagan) para que tengan interés en conservarlo.
Es muy cómodo vivir en una ciudad y querer que todos los demás conserven el monte para el día que nos apetezca dar un paseo. Si yo vivo en el pueblo y me llegan con esas, creo que ya habría quemado el bosque hace tiempo.
Efectivamente lo que hay que lograr es integrar el bosque en la economía lo que hará que esta sea sostenible.
Sí, efectivamente, en los pinares resineros no hay fuegos, ergo…
Hay una propuesta que se debate en Europa que es pagar a las poblaciones que tengan bosques por producir oxígeno. En caso de incendio se penalizaría. 😉