Nos queda el teatro


El teatro es la única expresión artística que queda fuera de la virtualidad. Todas las demás artes pueden ser vista, escuchadas y leídas a través del ordenador y expuestas a través de internet.

Una representación teatral se puede grabar y trasportar por internet o colocarse en un CD y ser vista en una pantalla, pero no de una actuación de teatro, al menos no lo que se  representa directamente, porque el teatro no es imagen ni se puede reducir a ella, ya que es el contenido de la imagen.

No basta ver el teatro o escucharlo, sino que es necesaria la presencia del actor frente al espectador. Ese contacto es lo que hace que sea teatro. No puede ser trasladado a través de una imagen o sonido al espectador, porque ya es otra cosa. El arte escénico requiere del impacto que el actor causa al público. El actor de teatro tiene que «tocar» con su interpretación a quien asiste a su representación.

Este valor único puede entenderse como un atraso ya que el mundo del teatro no forma  parte de la modernidad en la comunicación. Más aún , se puede pensar que se acabará extinguiendo. Sin embargo al quedar fuera de la tecnología de la imagen y del sonido adquiere un valor genuino.

¿Cuál es la función del teatro en el mundo moderno?. Quizá sea la eterna pregunta que hay que plantear permanentemente con el fin de evitar que la dramatización se convierta en otra cosa de lo que es. Es decir que pierda su esencia al quedar reducido el arte teatral a una imagen vacía. Por tal motivo es necesario recuperar el texto en el teatro.

El problema es que pueden presentarse  espectáculos «teatrales» más atractivos de cara al público, más «modernos» , más cómodos de ver, pero alejándose de lo que es el teatro, en cuanto a la palabra y al gesto, a la trasmisión de las emociones y quede reducido el arte dramático a una mera sensación.

Por un lado el teatro se convierte en un espectáculo en sí mismo, más allá del drama, la comedia o cualquier forma teatral, pero lo es para atraer hacia sus contenidos,  no para lo que se represente simplemente en una imagen con sonidos, movimientos y una historia que queda reducida al resumen aludido por algún crítico de aquello que representa. De esta manera se diseñan montajes, en los que el autor no necesita elaborar un guión.

El  espectáculo queda vaciado de contenido y el aspecto teatral anulado. Lo cual no es nuevo, ya Gustave Flaubert en su obra «Bouvart y Pecuchet» escribe: «El teatro es un objeto de consumo como cualquier otro».

Por otra parte el teatro pierde actualidad. Cada vez se representan más obras del pasado, como si el teatro fuera eso, algo pretérito, como un hecho cultural lejano que se hizo en tiempo de los griegos y que luego se siguió haciendo. Y esto no es el teatro, es una parte histórica del teatro, a lo que se le quiere reducir desde las instituciones.

El teatro o es actualidad o no es nada. Y es que cada vez es menos teatro porque cada vez se reduce más su dimensión de arte y de comunicación.

Este verano he visto varias representaciones basadas en antiguas historias que hoy apenas dicen nada real al público. Sí, entretienen, cuando están bien representados los papeles,se pasa buen rato, pero hoy poco dice a la gente que va a ver el teatro, más que nada por ir a distraerse, que una madre quiera ofrecer a su hija a un hombre rico, o historias de amores imposibles, o engañifas de que enseñando una dama el escote le hace una encerrona a un varón que se cree muy seguro de sí mismo.

El teatro es fundamentalmente comunicación, y comunicación presente. Con el teatro se quiere decir algo al público. Y esto es algo esencial, forma parte de la esencia del teatro, sin  lo cual es exhibición, sin más., actuar para ser visto. Y a este modelo del teatro vaciado se enfoca hoy la enseñanza del teatro en cuanto a la preparación de actores, productores y técnicos del teatro.

Se ha perdido el mundo de los grupos de teatro, que actúan porque quieren decir algo. Pudo faltarles a muchos la técnica pero mantuvieron el alma del teatro. A través de certámenes cada vez se tecnifica más la labor de los  que quedan. Y es que el teatro cada vez dice menos, porque no se cuenta con autores de hoy, cuyos guiones podrán ser mejores o peores, pero quieren comunicar algo. Se escogen obras de dramaturgos del pasado que en su momento dijeron algo, pero hoy apenas es un recuerdo. Cierto que el fondo de lo que plantean los clásicos es universal e imperecedero, pero el teatro es la historia del presente, y es provechoso, en su inmediatez. Es interesante que se representen obras de otros tiempos, pero no reducirse a ello nada más.

Sobre esta situación tiene mucho que ver la enseñanza del teatro en la actualidad, cada vez más técnica, más sofisticada, pero en la que muchas veces se orienta a ser un paso para el cine, lo que tiene que ver de refilón con el arte dramático. Muchos actores acaban haciendo series de televisión, o películas que es lo que les da la fama, el reconocimiento del público y esto ha ido erosionando el arte del teatro.

Un actor quiere serlo porque le gusta, y le atrae el mundo del espectáculo. Quiere formar parte de él. Pero sobre todo porque quiere decir algo, comunicarse con el público, con la gente. Es la necesidad de comunicar, de contar alguna historia el impulso que necesita el teatro. Lo que cuenta  forma parte de la obra que se va a realizar. El actor se convierte en un altavoz de la palabra y en un gesticulador.

Marcel Proust escribe en el tomo «El camino de Swann», de su obra «En busca del tiempo perdido»que al personaje narrador de la obra le poseía la afición al teatro, afición platónica. Define al actor como la primera forma con la que se hace presente el arte.

Es necesario defender el arte dramático, abrir espacios para él . Es el único arte que necesita a las personas para hacerse presente, tanto para emitir el mensaje como para recibirlo. Es el único arte que únicamente es presente.  Necesita unir las dos partes,  lo inmediato y la persona, que en cualquier otro medio de expresión artística puede suplirlo la técnica, en la pintura, la música, el cine, poesía. La escultura es una técnica de la imagen, que tampoco puede meterse en el mundo virtual, pero no tiene inmediatez, es imagen, no palabra.

Pero la función interpretativa cada vez se desplaza más del interés del actor y del teatro, por cuento se busca la fama, el éxito que muchas veces se encuentra en la frivolidad, en lo que se aleja del teatro. Y se invierte y se paga para conseguir el fin del teatro porque molesta. Molesta que desnude la realidad.

La realidad  muchas veces no se ve, no se quiere ver y pasa desapercibida. El  arte-teatro quiere llegar a ciertos rincones del mundo olvidados para hacerlos visibles. Quiere interrogar al mundo sobre qué es el amor y la libertad en la actualidad, las relaciones humanas, la vida hoy.

Un autor escribe porque quiere decir algo, contar como ve el mundo que le rodea, que sentimientos pasan desapercibidos, quiere comunicarse con el mundo.

Sin el factor central de la comunicación no hay teatro. Hay coreografía, actores que representan un personaje, hay aplausos, hay críticas en la prensa, pero no hay un mensaje. No es lo mismo decir te quiero mirando a la otra persona a la cara, que decir que hace dos siglos una maestra fue amada por el alcalde de su pueblo. El teatro pierde emoción de esta manera, porque la comunicación es presente.

Los fósiles, los documentos, la obras pictóricas de otras épocas nos comunican información del pasado, que hay que estudiar y saber, pero no nos trasmiten emoción. El teatro busca comunicarse con las emociones del público agitar su silencio cotidiano, porque  quiere llamar a su conciencia para que sea capaz de hablar consigo mismo.

Se cae en actuar para un público acomodado en ir al teatro como gimnasia cultural. Las instituciones mantienen mal que bien subvenciones y apoyos al teatro, crean escuelas para que exista el teatro y no poder decir que no hay teatro, aunque si no lo hubiera ¿qué más da?. Hay otros estímulos culturales, pero quedaría feo y se mantiene un teatro muerto y anodino, el cual se alaba para perpetuar su trivialidad y cercar al teatro en lo superfluo.

Los jóvenes que buscan el teatro como salida a sus inquietudes, a su capacidad expresiva ven que se les encauza su vocación y se les profesionaliza. Pero se echa de menos su rebeldía, su querer decir lo que quieren decir, su contacto con autores que llaman a las puertas del escenario y las ven cerradas, ocupadas por obras que fueron revolucionarias en su tiempo y hoy crean un espejismo del arte, un juego de espejos del teatro.

Y cada vez hay menos ambiente teatral, menos comidillas, menos encuentros en los que se discuta y reflexione. Se cae en el vanguardismo por el vanguardismo, no como algo experimental, como algo nuevo que abre horizontes en la creación teatral, sino como un fin en sí mismo.

Y es que el teatro no se puede medir por la taquilla, necesaria, sí, pero su grado de actuación en la sociedad es por la conciencia social, por lo que el  arte  impulsa y trasmite al espectador.

Queda un reducto a través de la Asociación de Autores de Teatro (AAT) que representa monólogos anualmente y textos breves de autores actuales. Con textos comprometidos con la actualidad, lleno de contenido se hace una representación nada más, sin lanzar este trabajo a la sociedad, con ánimo de convencer, porque el teatro tiene antes que nada que crear a su público, crear una nueva conciencia que guste y necesite del teatro.

El teatro necesita de la sociedad, sin ella es nada, es su materia prima y a la vez su escenario y  tiene que hacer, sociedad, tiene que conquistarla y que convencer. Se ha caído en cierta inercia, cierta apatía. Se acepta que la realidad es así y poco o nada se puede hacer, cuando precisamente el teatro es capaz de crear nuevas realidades para abrir cauces y caminos al pensamiento, a la mentalidad

La sociedad sin embargo necesita del teatro, para ser una sociedad comprometida, solidaria. Es necesario porque es su espejo, donde puede verse y comunicarse consigo como sociedad, a través de sus individuos, de quienes buscan reflexionar a partir del teatro y conviven con su mentalidad abierta en la sociedad. Como diría Elís Claudio Prieto, directos del grupo de teatro Aa Di Parpant, “la vida es teatro porque es espejo de la vida”.

El teatro es la palabra que genera una onda expansiva. Es uno de los motores de la conciencia social. Para John Priefley (1978) «una obra bien escrita y bien representada es más eficaz que los los cincuenta discursos mejor intencionados».

Sin el teatro activo, el que actúa ante el público y no el que se expone, el que se muestra, sin  teatro el mundo actual pierde esa parte dinámica de la sociedad, un aspecto crítico de las personas necesario para ejercer la libertad. Y el arte dramático conlleva el contacto directo con el público, por ser la  razón de ser del teatro.

Muchas veces se hacen encargos a autores por su prestigio o por conocer a quien hace el encargo para que realicen montajes con el fin de rellenar espacios culturales, para ofrecer un acto vistoso y se pone como modelo de teatro, cuando el teatro es lo contrario, es silencioso, susurra con fuerza, porque es para el público, no para las masas.

El teatro busca la individualidad del espectador, necesita su complicidad personal. Y la labor de los actores y el autor, con el director de escena, debe ser conjunta, ofreciendo posibilidades de comunicación con la sociedad, saber qué quieren decir el guión, no actuar por actuar, para ocupar un espacio en una programa de fiestas, o de actividades culturales generalmente propagandísticas. Mucho se escribe sobre antiguas dictaduras, pero sobre el control actual, el anestesiamiento de la cultura moderna poco se representa.

Un actor puede repetir mil veces un papel, hacer una obra cuantas veces sean, pero su acto es único, su acción es nueva cuando quiere decir algo, cuando pretende trasmitir su deseo de ser escuchado, mirado y atraer a quien le atienda para transportarle a la escena que representa, hacérsela creíble mediante su actuación.

Cando se repite una obra donde lo preponderante es la técnica de actuar se convierte en una representación  tediosa, repetitiva pues cada vez se automatizan los gestos y las entonaciones. Se hace una representación, pero nada más. Actuar es transformar en acto lo que es un texto en potencia, lo cual exige un esfuerzo de conciencia y de querer dar vida al mensaje que trasmite el autor.

Es necesario actuar desde la rebeldía por parte del mundo del teatro. Sus protagonistas tienen  que llamar a quien quiera captar algo en el teatro, evitar ceder a quien va por entretenimiento o  a pasar el rato, a posar entre el público, pero aceptar que gracias a este reclamo se ayuda a mantener el teatro, pero  hay que actuar sobre el público tedioso, conformista y seducirle para atraer su conciencia a la dimensión del arte.

Sin esta intención de lucha el teatro se pierde, ni siquiera queda su reflejo en el mundo virtual, porque el teatro es lo más real que existe en el arte, pues  lo que se inventa lo convierte en real, tal es la capacidad metamórfica del teatro. No cabe en el mundo virtual, mientras que no se puedan hacer enanas a unas personas y meterlas en una pantalla.

Cuando di clases de teatro en colegios y talleres infantiles se despertaron vocaciones para ser actores que nunca culminaron porque el teatro se vio como un apéndice y un adorno de lo que tenían que estudiar, algo que les hiciera importantes. Hicimos creaciones a partir de ideas de los que participaron, sobre cuestiones que querían decir.


Recuerdo especialmente las obras de Navidad en que planteaban como la veían las chicas y chicos que participaban, o como se puede ver de una manera diferente, o la obra “Y cuando el Principito se fue”, en la que recoge la crítica  a los padres y profesores que van de buen rollito, pero que imponen un ritmo de estudios, de exámenes, de exigencias de ser el mejor, de pensar en hacer una carrera para tener un buen puesto el día de mañana, sin que eso sea lo que importe inmediatamente al joven, que ven cómo se les encarrila y se le va de esta manera castrando su juventud y vitalidad. Ven como se les roba el presente en pro de un futuro que ellos quieren elegir y no les dejan. En esta obra se plantea que mucha gente ha leído la obra de d’Antoine de Saint-Exupéry, «El Principito», pero una vez que cierra el libro parece que  no se hace ni caso a lo que cuenta, que la imaginación, la bondad, el ser uno mismo y desarrollar el niño que llevamos dentro se deja a un lado.

Hace un mes representaron en León la obra de Henrik Ibsen, “Casa de muñecas”, una obra que revolucionó la literatura a finales del s. XIX, que impulsó una conciencia feminista que ayudó a un movimiento en favor de la libertad e independencia de la mujer. Como recuerdo literario, como obra de un repertorio está bien, pero fue una mera exhibición de dicho texto, con poca fuerza hasta el punto de obviar el portazo final, «el portazo de Ibsen«. La obra fue bien representada por los actores, pero faltó comunicación. Comunicación con el presente, comunicación con el público, la comunicación del texto.

Se llenó el auditorio, pero el público fue a ver esa obra de la que han oído hablar, que fue revolucionaria en su momento. Pero no se palpó emoción, ni complicidad con la obra. El espectador puede darse cuenta de que actualmente hay muchas situaciones a las que dar un portazo, pero los actores, conocidos los dos protagonistas por participar en series de televisión, y la compañía, se limitaron a mostrar la obra, a hacer técnicamente muy bien el texto, pero no hubo una comunicación del fondo del drama. Al menos no se percibió.

La comunicación se cierra cada vez más en Internet, es muy amplia su proyección, pero carece de impacto en la conciencia, puede tenerlo en la opinión pública, unido a otros medios, pero carece de profundidad en cuanto la conciencia va unida a la acción, a la manera de vivir, de ver las cosas, el mundo que nos rodea.

Internet crea la sensación de comunicación, las redes sociales, los correos electrónicos, bajar información de cualquier parte del mundo, lo cual, por paradójico que parezca es una parte ínfima de comunicar, sin embargo se apodera esa pequeña parte de otras formas de comunicación.

Y otra paradoja, para salir de esta trampa es necesario meterse en ella, pero dándonos cuenta que metemos la palabra en una pecera, que como al pez le parece infinita, no ve sus límites, porque es de cristal, da vueltas pensando que avanza, que va a donde quiere y desde fuera se ve que no es cierto, pero sólo es posible darse cuenta desde fuera. ¿Romper la pecera?. Se desparramaría el agua y el pez moriría. Hay que llevar la pecera al río. He aquí la cuestión. Como dijeron los representantes estudiantiles de los años 80, si nos metemos en la boca del dragón (al aceptar cargos representativos) convirtámonos en veneno.

Es necesario defender el arte dramático, abrir espacios para él . Es el único arte que necesita a las personas para hacerse presente, tanto para emitir el mensaje como para recibirlo. Es el único arte que únicamente es presente.  Necesita unir las dos partes,  lo inmediato y la persona, que en cualquier otro medio de expresión artística puede suplirlo la técnica, en la pintura, la música, el cine, poesía. La escultura es una técnica de la imagen, que tampoco puede meterse en el mundo virtual, pero no tiene inmediatez, es imagen, no palabra.

Este mismo texto que lees, si fuera un monólogo tendría que ser representado, pero escrito es pura técnica, aunque lleve dentro el pensamiento de su autor. Puede circular por Internet sin necesidad de nadie que lo represente una vez está escrito. La representación de un texto dramático no puede funcionar por sí mismo.  Lo escrito naufraga en el mundo virtual de la palabra, o duerme en el olvido de las estanterías. Su fuerza sólo está en el impulso que pueda dar en un escenario como filosofía escénica, lo cual es una responsabilidad de los actores.  La esperanza de la palabra escrita es llegar a la otra orilla, al otro. La del teatro necesita la barca del escenario y todo lo demás.

En el mundo de hoy, del no pensamiento, nos queda el teatro.

2 comentarios en “Nos queda el teatro

  1. El teatro es vida, es contacto, es sentidos despiertos a un cien por cien. El día que desaparezca será el día que muera el último hombre sobre la tierra.

  2. …y encima siempre sale distinto…no está enlatado…pero sobre todo y entre todos, todavía se escucha el latido del corazón en directo.

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