Es curioso que lo que hoy vivimos como una novedad hace un siglo se dijo sobre cuestiones que reflejan una situación muy parecida a lo que hoy sucede, por lo que deberíamos de aprender cuáles pueden ser las funestas consecuencias si no abordamos los temas con amplitud de mira y generosidad. Me ha sorprendido leer lo que cuenta Friedrich Nietzsche.
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Este verano he paseado mucho por el camino de Santibañez de la Isla a Villarnera, cuyas imágenes de lejos me inspiraron hace tiempo un cuento. Otro camino es a orillas del río Tuerto para ir desde Santibañez a Santa María de la Isla, o el paseo que lleva a la presa, siempre con la montaña del Teleno al fondo, los garbanzales que llaman al otro lado, y paseos interminables entre paisajes de ribera con sinuosas veredas de árboles, chopos, paleras, robles, castaños y hasta sauces. Entre cultivos de remolacha, maíz, patatas, trigo, alfalfa y este año por primera vez girasoles.
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Paseos como años atrás, los mismos caminos siempre diferentes, porque el paisaje del cielo es peculiar, el color rosado del atardecer que nunca he visto en otro lugar, las formas diferentes de las nubes, caminos por los que fui con mis hijos cuando fueron pequeños, antes con Yolanda, hoy ando por ellos tranquilamente dejando que la vista se esparza, que de alguna manera vuele.
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Sabiendo que iba a venir a pasear fundamentalmente me llamó la atención un libro en la inmensa biblioteca de Miguel Ángel Castro, profesor de Filosofía en el instituto Padre Isla y autor del prólogo del libro “Tratado del enamoramiento”, amén de obras que escribe de reflexiones sobre las que discutimos con menos frecuencia de las deseadas. En el paseo visual de la biblioteca, que siempre que voy a su casa hago, vi a vista de pájaro el libro “El caminante y su sombra” de Nietzsche. Me llamó la atención el título y no haber leído esa obra ni saber de ella pues creí conocer todas las de este autor. La primera vez que lo leí me causó una gran fascinación, pero una segunda lectura de algunas de sus obras al cabo del tiempo me hizo ver que muchas de sus aseveraciones son discutibles, que es hábil con el lenguaje como buen filólogo y he aprendido que hay que dialogar con los autores, no dejarnos llevar por su aureola de “gran escritor” o “filosofo nihilista” sobre lo cual habría mucho de qué hablar.
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Le pedí el libro a Miguel Ángel, que me lo dejó, pero otro amigo que estaba con nosotros dos y Ana, Joaquín Colín, me dijo que no lo cogiera, que me lo regalaba él pues tiene varios ejemplares y así, me dijo, lo subrayas. No quiero decir que Miguel Ángel sea un roña, pues al contrario me ha regalado varios libros de mucho interés, uno de ellos el que leo ahora, “Conocimiento del hombre” de Alfred Adler. Al leer este libro de Adler me ha llamado la atención la casualidad, tremenda casualidad, que lo que plantea escribe Nietzsche también este psicoanalista crítico con su maestro Freud: que el excesivo desarrollo de la ambición y de la vanidad es lo que impide el ordenado progreso de individuo, lo que explica que son impulsos ocultos que afectan a todas las capas de la población. Es lo mismo que reitera en esta obra que he leído Nietzsche: la vanidad como rebrote de un estado social; la sombra del hombre era su vanidad, aunque no sea esta la cuestión que voy a tratar.
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Ruego me disculpes, amable lector, por la largura de esta introducción, que a mí no me parece tal, pero en internet lo que no sea twitear da la sensación de ser un desierto de palabras, lo cual desde mi punto de vista nos está llevando a un desierto mental, porque todo ha de quedar enunciado sin argumentar, sin contar, sin prosapia que se decía hace años. Es necesaria la hondura de la palabra, por ejemplo la revolución no es una ideología, sino la manera de mirar el mundo, de mirar la realidad, por esta razón he contado mis paseos en los que miro las nubes, es ahí donde está la revolución, en la mirada, algo que se quiso tratar en Santa Eufemia del Arroyo, las formas de mirar, pero todo el mundo está demasiado ocupado, no tenemos tiempo.
¿Alguien se imagina que a Cervantes le dijeran resume tu libro en 140 caracteres, podría hacerlo: un señor que lee libros de caballería, se vuelve loco, idealiza a una mujer y sale de aventuras con un criado hasta que un estudiante le reta, le vence y se vuelve cuerdo, reniega de su locura y muere, ¿para qué tantas páginas?, pero este resumen que dice lo que es la obra del Quijote no lo es, no es nada y a eso reducimos nuestros mensajes hoy, a nada.
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Por ejemplo “La montaña mágica” de Thomas Mann tiene cerca de quinientas páginas en la que describe la montaña a la que sube el protagonista, se hace tedioso, pesado, es cierto, por lo menos para mí, pero gracias a esas páginas el lector se va metiendo en una atmósfera cerrada, se aísla con los protagonistas para llegar a la esencia del debate entre Naptha y Settembrini, un debate entre un mundo libre y un mundo totalitario, donde nos advierte el autor de la gran trampa de éste último, a pesar de lo cual Castorp, el protagonista, se encuentra al final en la página ochocientas y pico, tirado en el lodo de una guerra a la que no quiso ir, convencido de que es un error. Sin la largura de la palabra esta novela carecería de trayecto, y esto ocurre con los artículos rápidos de internet.
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¿Cómo trasmitir la emoción que me ha causado la lectura de los textos de Nietzsche, si no cuento el contexto, la forma en qué los leí?, si no cuento por qué me llamó la atención el título, que lo leí en el parque de Santíbañez de la Isla, lleno de gran variedad de tipos de árboles, en la sombra de varios de ellos, cuidado el parque por Servando, misionero lleno de vitalidad que me contó el nombre de los árboles, su historia en el parque, que quita los pulgones con las manos y ha cazado no sé cuantas topas, que está haciendo un diccionario de palabras de su pueblo en el que está de vuelta de su labor misionera para cuidar a su hermana, ¿cómo aislar esto de la lectura en la que descubro estos textos?, ¡tan de actualidad!. No podemos tecnificar el lenguaje porque es lo que nos atenaza, es lo que descompone la lucha social. Lo que nos hace leer y donde leemos forma parte de lo que leemos. Dicho lo cual Nietzsche dejó escrito, (11 de septiembre de 1879):
* “Robar y economizar: todos los movimientos intelectuales (políticas económicas) logran éxito cuando tienen por resultado que los ricos vean la posibilidad de robar y los pobres la de economizar, por eso hizo tantos progresos la Reforma (laboral) alemana”. Los paréntesis los he añadido yo para concretar la actualización de los textos.
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* “Toda la política, incuso La de los hombres de estado, consiste en una improvisación al hilo de los acontecimientos”.
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* “Para que el futuro sea … impedir el enriquecimiento fácil y repentino, retirar lo que favorece la acumulación de grandes fortunas… tan peligrosos son los que poseen demasiado como los que no tienen nada”.
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* “La explotación laboral es una necedad, un robo en perjuicio del futuro, un peligro para la sociedad”.
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* “La humillación de la máquina consiste en que quita el trabajo a un aparte de la humanidad… vivimos en medio de una esclavitud anónima e impersonal”.
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* “Moral para constructores: una vez construida la casa, hay que quitar los andamios”. Digamos hoy que una vez construida la sociedad de la opulencia o del bienestar hay que quitar los andamios.
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Y yo me pregunto ¿no seremos la humanidad caminantes y la Historia nuestra sombra?.
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La sombra: ¿Es más la sombra que la luz?…. Se pone el sol.
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Caminante: ¿dónde estás?, ¿dónde estás?.
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La forma de entender al enriquecimiento como algo inverso al daño tal vez no sea la más adecuada, la lógica nos dice que el enriquecimiento es inverso al empobrecimiento, y nada más simple que eso.