Se habla mucho de las ayudas al teatro, a la cultura, al cine. Parece que es el único debate posible y todo lo demás se da por supuesto. El teatro es cultura, se dice. ¿Y qué?. Es como decir que el cine es cine o que la cultura es cultura y que la poesía es poesía.
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Si no hay discurso sobre la literatura se convierte en mera técnica, la de escribir, pintar, crear imágenes. El discurso fue la razón de ser del arte, porque es la salida a la comunicación colectiva. Hoy está mal visto, porque se mira erróneamente al arte. El autor se convierte en un comunicador al que se encumbra y entra a ser un referente que es valorado más allá de ser un escritor. El objetivo de eficiencia es que su obra llegue al público. De esta manera el lector pasa a ser “público”. Su obra no pasa al otro, sino a la gente convertida en cliente del mercadeo de obras, se hace un negocio de las representaciones, igual que los cuadros, libros o lo que sea. El «producto» se convierte en mercancía. El arte contemporáneo ha trasformado la relación entre el artista y quien recibe su mensaje. Ha convertido (pervertido) la relación obra / oferta-demanda de manera que la mercancía en sí se convierte en arte por definición de unos técnicos que son los mercaderes del arte.
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La cultura se ha convertido en un mercadillo de compra y venta, con promociones a través de premios en los que se ha creado un subproducto: la fama, que es otra inversión (en los dos sentidos de la palabra) de lo que es la cultura. Tiempo ha una persona importante adquiría fama por lo que había realizado. En la modernidad el famoso, por el hecho de serlo, se convierte en alguien importante que influye en las opiniones, que impulsa la moda.
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A partir de esta situación la cultura se ha trasformado en entretenimiento, en diversión colectiva o apariencia artística. Hay quien pregunta que por qué el arte ha de tener una función. Pero no es algo añadido, es que es una función social en sí misma. Cualquier hecho cultural es necesario definirlo, porque de otra manera la funcionalidad la da “lo otro”, no el arte. Es por tal motivo que el arte moderno va a la deriva, nunca tantas expresiones y posibilidades de ejercer la creatividad, pero sin efecto alguno, ni personal ni social. Se da el caso de buscar relevancia a través del arte, de hacer talleres para combatir el aburrimiento, o como terapia. ¿Qué tiene de malo?, preguntan en ocasiones. Nada, sólo que no es la función del arte. Pero ¿por qué sucede?, porque no se plantea, porque se evade el discurso. De esta manera el arte se ha tecnificado.
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¿Cuál es la función del arte?. La individuación, porque una obra si es arte parte del sí mismo del artista para llegar a sí mismo a través del receptor de su mensaje, porque tal es al efecto de la comunicación del arte: hacer expansiva la palabra, la imagen. Sin tal componente el arte se diseca, aparenta, para lo cual se ha credo una pantalla social de inautenticidad que encumbra lo banal. El arte queda postergado. Sin embargo es el único baluarte desde donde se intenta reaccionar y responder a una crisis de absorción, porque la política, hasta la más radical, se sustenta en la misma mentalidad social, sólo el arte emerge, si es arte, hacia la creación de lo increado. Por eso el Poder hace lo posible para falsificar los ambientes desde donde pueda manar la palabra. Pero todavía quedan espacios donde «versan la revolución…» sin complejos.
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Con respecto a la literatura su función es ella misma, pero se ha perdido el discurso, tenemos los premios, las promociones, las críticas en los medios de comunicación, las noticias, todo lo cual tapa su funcionalidad, que es convertir en lenguaje lo que es difícil de explicar y las diferentes formas de expresión ocupan estos espacios invisibles, pero que percibimos y que necesitamos manifestar y vivir, a veces indirectamente. Sucede que sin la función de lo literario se falsifican las sensaciones y nos trasladamos a un espejismo que llamamos «realidad», por tal motivo se generaliza la sensación de vacío.
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La poesía es el lenguaje de los sentimientos, a veces reflejados únicamente en estados de ánimo. Fuera de este territorio es una simple construcción poética, técnica literaria sin arte. La poesía no es buena o mala, sino que conmueve o no, y depende de la existencia determinada del lector en un determinado momento. El teatro escenifica emociones, lo que hace que se perciba su mensaje en la historia o trama que representa. Lo que sucede no es suficiente, por eso resalta las reacciones interiores que acompañan los hechos, por eso el teatro emociona. La novela narra cómo actúan los personajes a partir de las emociones y sentimientos, hace visible su conducta, las pasiones, que se viven de manera diferente en cada época, aunque el fondo sea el mismo a lo largo de la Historia.
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Sin su medio, es decir: sin su discurso, el arte es como un pez fuera del agua, lo cual hace que vivamos fuera de nosotros mismos.
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Es curioso, pero al tiempo que van ganando terreno las tendencias no figurativas en el ámbito de las artes plásticas, se produce un proceso a la inversa en plano literario. Se consolidan como best-sellers aquellas obras que dejan escaso margen para la imaginación o la reflexión, posiblemente (o más bien sin duda) como consecuencia del influjo ejercido por los avances en el terreno de la tecnología audiovisual.
La explicación es, tal vez, sencilla: no es tan fácil tener un gurú al lado que te explique la obra durante el tiempo más o menos prolongado que requiere la lectura, cosa que sí es absolutamente factible en un museo. Por eso es imprescindible que la barra de pan salga de la tahona perfectamente horneada y migadita, para su consumo posterior. No vaya a ser que nos hagan perder el tiempo, obligándonos a pensar demasiado…
Lo suscribo de la A a la Zeta. Muy bien explicado además. Y sentido.
Sólo una cosa: a veces conviene ser rigurosos en los términos y evitar el sentido amplio que les damos, para evitar abusos. Lo digo por lo de ‘creador’, ‘creación’, para referirnos al arte o al artista, ya que produce una enorme confusión, y además nos mete de lleno en el fetichismo del arte actual, donde la única explicación queda en manos del gurú o chamán que se ha ganado la fama de experto. Por eso sólo los expertos, los iniciados, los coleccionistas que quieren impresionar a otros de sus mismas creencias, se les confiere autoridad para hablar.
El artista trabaja con materiales concretos y construye algo que antes no existía. Esa ‘construcción’ material, sea con palabras, colores, volúmenes no es ninguna creación. Crear consiste en construir o producir desde la nada, y solo los dioses están capacitados para eso. De ahí que haya tanto diosecillo engreído, sobre todo en las artes plásticas, y tant@ pendej@ embobad@ por la creación. Sé que tú no caes en eso, pero es que lo de crear y el creacionismo en el arte es un mal que veo desde hace treinta años. Y creciendo. No hay manera de reconducirlo. Cualquier idiota se cree un creador: «¿Y usted a qué hora crea?» «Pues yo creo a primera hora de la mañana, de cinco a ocho. A esa hora me paro a desayunar y luego sigo creando» Y me imagino que a las siete de la tarde (por aquello del séptimo día de la creación), descansa. Dios lo hizo todo en seis días; pero nuestros creadores son más que dioses y crean incesantemente.
Sobre las memeces del arte contemporáneo hay un librito excelente de Tom Wolfe, La palabra pintada, donde cuenta cómo se fraguó todo el arte abstracto, que fue obra de los críticos cuando a sí mismos se consideraron imprescindibles. Nada mejor que lo incomprensible para así dar importancia al experto gurú, más que la pintor y a la obra.
Psdt/ No es conspiranoia; no es que la CIA se inventara el arte conceptual, pero sí que abrió los cauces para que se divulgara profusamente:
Horacio Vázquez Rial:
Con lo cual, el realismo real se esfumó sin necesidad de críticos, aunque sin que nadie se diera cuenta. Pero en la guerra fría, donde a los Estados Unidos le cabía el papel de la derecha, se pensaba que había que oponerse a aquello, que, según les parecía, iba ganando espacio día a día. Pero nadie sabía cómo. Hasta que surgió una solución fuera de Langley. Sin necesidad de teoría alguna –la teoría vino después–, aparecieron por sus propios medios los expresionistas abstractos. Lo he contado más extensamente, pero lo resumo aquí: en los círculos de pensamiento de la CIA, a algún genio se le ocurrió que al exitoso realismo de los soviéticos había que oponerle una tendencia no realista, de modo que lo más conveniente era promover el expresionismo abstracto, con lo que empezaron a sobornar a galeristas, críticos y museos para que dieran lugar al nuevo paradigma.
Por supuesto, ni Jackson Pollock, ni Willem de Kooning, ni Franz Kline, ni Robert Motherwell ni otros colegas eran conscientes de la operación en que los habían metido. No estoy seguro de que Kooning haya llegado a ver el documental de Channel Four en que el hombre de la CIA encargado de aquella tarea reveló las entretelas del arreglo.
http://www.libertaddigital.com/opinion/ideas/para-que-sirve-el-arte-1276238683.html
Por aquí hay más. Para que veáis que eso que comúnmente la gente llama libertad ya vino orientada. No es, como digo, que todo obedezca a un plan, puesto que la mayor parte de las veces la novedad o incluso la originalidad nace al margen del poder, sólo que éste se encarga de sacarle todo el partido posible.
http://www.burbuja.info/inmobiliaria/conspiraciones/327760-que-les-parece-de-robert-allen-zimmerman-alias-bob-dylan.html