No es lo mismo “silencio” que “el silencio”. El primero es callar, el segundo un estado interior que puede suceder inmersos en el mundanal ruido.
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El silencio como algo físico es la ausencia de sonido. Como algo psicológico supone un estado de ánimo, una forma de mirar, una distancia. Es desde esta perspectiva una forma de ser. Un silencio interior, mientras que el silencio físico es exterior.
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También podemos entender el silencio como ausencia o como plenitud. O el silencio que provoca un sonido, como por ejemplo el de una fuente. A mí me sucede esta sensación con la del parque del Cid en León. La manera de sonar el agua silencia lo demás.
Puede ser un descanso. Nos lleva a estados místicos, deformando incluso la percepción de lo real. O hace que sea más intenso. O descubre nuevas dimensiones.
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Mientras que el silencio externo es ausencia de sonido, el silencio interior es ausencia de interferencias. Este silencio no interroga, percibe. O el silencio de un sentimiento no correspondido… Suena a un ruido muy lejano que no se oye, pero crea un estruendo que se percibe corporalmente.
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Es también calma y sosiego. Podemos analizar cómo el silencio va asociado a la lentitud. El ruido nos agita. Por eso la poesía es inquietud que da forma escrita y voz en palabras a los ruidos sentimentales. Cuando el amor o cualquier otro sentimiento se calma nos acurrucamos, dormimos… y la poesía transcurre silenciosa sin ser escrita, por regla general.
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La palabra escrita es silencio que mira el tumulto interior y lo quiere describir, sacar afuera. Leemos en silencio, porque la escritura lleva algo de éste.
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Una situación sublime es pasear con alguien en silencio, sin decir nada… la vida baila porque se unen los dos silencios si se aceptan, cuando además de callados hay una sintonía que forma un latido común.
El silencio de callar puede ser cobardía o prudencia. El que es una forma de ser puede ir acompañado de soledad o de identificación con los demás. Hay un silencio de amistad y otro de rencor. Y es que el silencio depende de si lo saboreamos o si nos aplasta. Si nos sirve para dialogar con nosotros mismos o para escondernos.
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El silencio no es silencio, es lo que queda fuera de él. O más bien el resto de todo lo demás.
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Acepto de brazos abiertos el silencio para los sentidos, pero estoy totalmente en contra del silencio en la comunicación, en sus disfraces de autocensura, miedo o indiferencia. Es arma de doble filo el silencio.
Esta mujer tiene un blog. Aquí sigue con Cezanne:
http://www.aceytuno.com/index.php?sec=desarrollo&anterior=&id=3862
El blog:
http://www.aceytuno.com/
Mirad por dónde: No hay nada más solitario que la belleza pura. ¿Y no será ella la que exige esa misma soledad si queremos que nos hable?
http://www.republica.com/2014/02/24/la-misantropia-de-cezanne_769927/
El final de este artículo me recuerda a la última frase pronunciada por Hamlet: «El resto es el silencio». Yo creo que el silencio es un elemento clave de la comunicación, cuando se sabe administrar con sabiduría. Esto es así incluso en la música. Otra cosa más criticable es el callarse, por cobardía o comodidad, cuando debiéramos hablar.
En cualquier caso, debo admitir que desde hace tiempo he sustituido la creencia en Dios por el culto al silencio. No hay nada que me proporcione mayor placer. El silencio nos capacita mejor para oír lo verdaderamente importante. Por eso no comprendo por qué la gente parece sentir a día de hoy tal debilidad por el ruido y las aglomeraciones (partidos de fútbol, bares de copas, etc.).
Se me ocurre que tal vez pretendan acallar con ello el incómodo runrún de la voz interior.
No sólo estoy de acuerdo sino que además me ha gustado. El silencio interior es un ‘sonoroso’ silencio, porque no deja de ser una manera de hablar; es como si el alma se abandonase a escuchar lo que hay dentro de la conciencia y que estaba allí sin uno saberlo, y sin que importe si aquello que se va encontrando es obra ajena o de uno mismo.
Y precisamente al no poder desentrañarlo el silencio tiene mucho de soliloquio. Es decir, que es un silencio que escucha y habla, de ahí lo que dices, que no sea lo mismo silencio que el silencio. Tan es así, que ‘el silencio’ nos puede fatigar y necesitamos acallarlo. O quizá él apartarse de nosotros, que nunca se sabe.