Hablar o escribir sin concierto ni propósito fijo y determinado. Esta definición de «divagar» tiene para mí dos aspectos en cierta manera contradictorios.
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Por un lado divagar para argumentar conduce a la abstracción, a dar vueltas con las palabras sobre términos y conceptos no comprobables, que pueden ser ciertos, pero también lo contrario. Como se suele decir “el mentir de las estrellas es muy fácil de mentir, porque nadie va a ir a preguntárselo a ellas”.
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Por eso Karl Marx dijo que es necesario hacer un análisis concreto de la realidad concreta, para superar el socialismo abstracto, que se tradujo como “utópico”. Mezclar vaguedades éticas, filosóficas con proclamas políticas no explica nada, de ahí la necesidad de un método de análisis que se fundamente en hechos concretos.
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Por otro lado está la divagación literaria, la cual es un camino de creación y de arte. No sirve para decir algo concreto, sino para descubrir y descubrirnos como autor y como lector. Consiste en ponerse a escribir sin tener claro qué, o habiendo comenzado un proyecto el autor se desvía de él. Es importante atender eso que parece que se escribe por escribir porque nos está diciendo algo y siguiendo su rastro nos permite llegar a nuevas dimensiones que son las que escribiremos posteriormente.
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¿El inconsciente?. Más bien diría que es aquello que sólo aparece en la escritura, lo que únicamente puede ser escrito y no poderse comunicar de otra manera: lo escritural.
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Muchas veces nos da miedo dejarnos llevar por la palabra, porque no sabemos a dónde nos lleva. Ponernos detrás de lo que escribimos es lo más grandioso y, al mismo tiempo, lo revelador del arte. Hay versos que manan, no son buenos ni malos, son lo que surge y permite al lector beber de ellos. A mí me gusta leerlos, identificar esta característica y ver que quien los escribe no sabe por qué lo hace y a veces los explica para ocultar su origen oculto.
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¿De qué hablamos al referirnos a divagar?¿ A un andar errante por los espacio vitales, intelectuales, artísticos, personales? ¿A sentir el vacío a nuestro alrededor y a desplazarnos por él? ¿Con voluntad propia o más bien sin saber motivos y razones que nos impulsan a ello? ¿Es buscar verdades absolutas o más bien perderse en ellas? ¿O las dos cosas?
La creación es subjetividad cultural. Es nuestra responsabilidad ser subjetivos.
Hemos de hacer realidad el imperativo del Templo de Apolo en Delfos: el conócete a tí mismo, gnosce te ipsum.
Y ¿acaso la mejor forma de conocernos cada uno de nosotros no es sino vagando por nuestras intuiciones, sensaciones y pensamientos para constituir una realidad autónoma producto del diálogo con nosotros mismos?