Realidad y fanatismo

sueño raz goyaUn grabado de Goya se titula “El sueño de la razón produce monstruos”. No aprendemos, porque la historia de la humanidad está repleta de ejemplos. Más bien diría que son la Historia misma. El problema es sufrir las consecuencias y sobre todo que llega un momento en el que debido al desarrollo tecnológico puede llegar a que deje de haber Historia, porque desaparezcan los seres humanos que la construimos.

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Vivimos una realidad tremendamente cruel, que lo es más que nunca porque siempre fue admitida como apoyo para el Poder, o como fundamento para el desarrollo de los pueblos y como una forma de sobrevivir ante el ataque de los demás. Pero hoy se disfraza. Por lo cual carecemos de conciencia de lo que sucede. Se niega y se achaca al otro bando, a los “malos” porque cada cual considera que está con los “buenos”. El cruel es el otro.

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El problema aparece cuando se junta la evolución del conocimiento humano, que desemboca en la ciencia y en los avances tecnológicos, con lo más ancestral que es el fanatismo. No es algo que se enfrente como pueda parecer, sino que forman una unidad que no vemos y lo peor es que no tiene salida. Sólo si somos capaces de reconocer nuestra parte y reaccionamos en consecuencia puede desactivarse. El enfrentamiento de un lado contra otro refuerza el fanatismo en ambos lados. Es como cuando se juntan el nitrato de potasio, de carbono y de azufre, no desaparece uno de estos componentes, sino los tres. Porque estallan. Es algo que puede suceder a nivel histórico.

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Los problemas del mundo árabe han dejado de ser problemas políticos, sociales o territoriales, para pasar a ser problemas sin fondo al degenerar en una contienda religiosa, en donde las muertes de las personas forma parte del contenido ideológico y de la fe, sea ésta la que sea. La de un lado y la de otro. El conflicto del Estado de Israel respecto los palestinos fue un asunto territorial, histórico, político. Se ha convertido en un problema sin solución al ser una cuestión religiosa entre el estado teocrático de Israel, el sionismo, y el Movimiento de Resistencia Islámica de Hamás (fervor).

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Parece resolverse una amenaza y aparece otra más intensa. Primero los dictadores de países árabes y musulmanes, luego la red de Al Queda, ahora el Estado Islámico. Lo vivimos desde occidente como una amenaza, pero ¿no seremos nosotros la amenaza?. De hecho la hemos ejercido directamente, pero se ha hecho ver como una acción de defensa, preventiva, cuando fueron ataques en toda regla para el saqueo de las materias primas y fuentes de energía de otros países que quisieron participar en el reparto, y sobre todo que empezaron a ver otros mercados emergentes, como el de China y Rusia. Se busca una alianza entre las oligarquías de los grande países, tal es la globalización, para dejar un lado al 80% de la población. Pero esto tiene sus consecuencias, y son graves.

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El mundo tecnológico y del dinero, como la nueva patria global, se ha cerrado en sí mismo y deja fuera de su realidad a la inmensa mayoría de la población mundial. Cada vez se cierra más y ha empezado a desplazar de su realidad a la mitad de las personas de países desarrollados. Esto es fruto de haber convertido el egoísmo, la codicia y la avaricia en una ideología que se ha explicado como “competitividad”, “individualismo”, que se trata de reproducir mediante programa de “emprendedores” con el fin de crear un modelo que ciega a quienes lo ejercen y a quienes lo vivan como algo normal. Las pateras que se hunden en el mar, las guerras que suceden es algo que se ve fuera, una noticia más, y por eso se acoraza y amurallan las fronteras.

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Como toda realidad cerrada que se construye impide ver qué actúa de manera similar al “enemigo”. Por ejemplo, ha salido en la televisión la decapitación de un periodista estadounidense de la mano de un soldado del Estado Islámico. Pero no se informa sobre que otros dos soldados, al servicio de la fuerza militar de la OTAN en Libia, decapitan a dos «rebeldes». El problema no es sólo que se oculte información, sino que se cierra la mente de la población y se acaba actuando fanáticamente. Tampoco se ha contado lo de las violaciones de soldados uniformados de la OTAN en Haití. O cómo se trató a los presos en las cárceles de Irak, viéndose la punta del iceberg, y que formó de uns estrategia de terror para rendir a los iraquíes. O cuando televisaron la muerte de Gadafi tras ser violado y lo expusieron como un trofeo de caza, lo mismo que Sadam Husein. Crearon una mentalidad a la que ahora toca dar una respuesta.

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Nuestra sociedad del dinero ha dejado fuera de su realidad a un masa de gente enorme, que necesita crear su propia realidad. Muchos jóvenes que hoy forman el Estado Islámico han vivido toda su vida en un ambiente de muerte y destrucción, ¿qué han aprendido?. Para ellos quienes les atacan son diablos, gentes que vienen del infierno porque la creencia que les ha integrado les hace ver así la realidad que viven. Y ellos se consideran baluartes de la lucha por su realidad, la guerra santa.

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La ideología del dinero viene de una mentalidad calvinista, cristiana y judía, o sea judeocristiana, según la cual la riqueza pertenece a quien la posee es porque ha sido predestinado para ello, o al menos sucede así porque Dios quiere y aunque se deje a un lado la fe, la mentalidad continúa funcionando en ese sentido y sus acólitos se ven obligados a defender su posición y su hegemonía, porque son llamados a dominar el mundo. La palabra “católico” significa “universal”. El problema es que las otras ideologías de fe tienen el mismo guión y unos para otros son infieles que hay que eliminar.

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El Estado Islámico es una construcción de occidente, no sólo porque financiara su arsenal de armas para ser utilizados contra el Estado sirio, sino por crear tal mentalidad, que también parece dentro de su población, porque ha dejado a mucha gente fuer de la realidad que ha construido. Es algo que se vio venir. Occidente quiso crear sus fuerzas de choque, con organizaciones fanatizadas, pero el problema es que actuaban contra la misma realidad que les construyó, porque crearon la suya propia. De ahí los suicidios colectivos de los dawinianos, en la Guayana, los del templo Solar y otras, porque llegaron al final de su ciclo: la vivencia del Apocalipsis, que es lo que se está fraguando. Pero con la tecnología moderna puede ser una hecatombe y que sea una realidad real si no se controla a tiempo. No podemos dejar que se desboque. Pero no una realidad, sino las dos en conflicto, la nuestra también.

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El poder romano fue bestial, cruel. Pero de nada le sirvió cuando los cristianos cantaron alegres cuando iban a ser devorados por los leones. “La sangre de los mártires es semilla de nuevos creyentes”. O cuando les colocaban en hogueras para torturarles y se santificó a quien dijo, san Lorenzo, que ya se había tostado una parte que faltaba la otra. Estás historias pasaron de padres a hijos durante generaciones por los siglos de los siglos. El Poder de Roma sucumbió y se creó otro fanatismo que llevó a la Inquisición y a evangelizar con la espada, sembrando de sangre la fe y el mensaje de amar al prójimo. Hoy el gobierno comunista potencia cursos de budismo y sobre Confucio para preparar y relajar a los altos ejecutivos de empresas con el fin de que sean implacables para devorar los mercados internacionales, al precio que sea.

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Lo que nos devora finalmente es la misma realidad. Y es lo que no vemos. Una obra de Alfonso Sastre cuenta como un niño en brazos de su madre oye desde un refugio las bombas que tiran contra su ciudad. Sus hermanos murieron. Pregunta a su mamá que ¿por qué?, que ¿quién hace eso?… Finalmente dice a su madre: “mamá cuando sea mayor quiero ser bomba”. Es estremecedor, pero es así lo que sucede. Se ha bombardeado a poblaciones y al final tales han convertido a sus habitantes en bombas humanas.

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La única solución es hacer que la realidad sea de todos, no cerrada, para que no necesiten destruir la otra realidad porque son incompatibles. Salir de la espiral apocalíptica y que cada cual viva su realidad sin necesidad de atacar a la otra. Lo que impide, por ejemplo, que exista el Estado palestino y el Estado de Israel es el fanatismo de un lado y de otro. Solamente compartiendo una realidad común, global, que permita la coexistencia de realidades paralelas, se evitará el trágico final. El Estado islámico es la respuesta a la muerte de sus gentes, necesitan construir una realidad visible que les haga ir al Paraíso como un realidad de combate. Un taque contra ellos creará una respuesta aún mayor y más peligrosa. El fanatismo actúa tanto dentro de sus filas como fuera, contra quienes cuestionan su realidad.

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El fanatismo construye una realidad desde la destrucción de otras realidades. Si cualquier realidad puede ser construida no hará falta que destruya las demás. Y evolucionarán sus fieles, en lugar de agarrase a lo lo textual de escrituras simbólicas del pasado. O conviven las diferentes mentalidades o se destruirán a la vez mutuamente. Es necesario extirpar el fanatismo y aquello que lo provoca, porque los fanatismos se reafirman y provocan unos a otros. Sólo desde la razón y la no violencia podremos salir de esta espiral que nos arrastra al abismo.Empezando por el que nos afecta de la realidad que vivimos, en la que estamos, para poder encajar las demás. «La paz no es la meta, es el camino». Y la racionalidad su idioma universal.

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2 comentarios en “Realidad y fanatismo

  1. Muy interesante el hermanamiento entre tecnología y fanatismo. Prueba de ello es que, cada vez en mayor medida, las filas del fundamentalismo islámico se nutren de jóvenes occidentales, probablemente desengañados de un sistema que no les deja entrever ninguna perspectiva de futuro.

    Cuando veo a un grupo de jóvenes haciendo botellón, me pregunto cuánto tardará en aparecer el mesías iluminado que los arrastre hacia una «guerra santa», aunque sea en términos laicos. Será más fácil de lo que parece.

    Hace cien años, cuando se produjo la atrocidad de la I Guerra Mundial, los centros de reclutamiento de uno y otro lado estaban literalmente atestados de jóvenes idealistas, que acariciaban la promesa de un futuro mejor que pasaba necesariamente por la aniquilación del rival. Parafraseando a Sartre (aunque él no le diera ese sentido), el infierno siempre son los otros.

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