Vivimos en una sociedad que llega al límite de su degradación moral. No porque haya casos de corrupción, bien sean de manera aislada pero significativos, o porque sea algo generalizado. Sino por una cuestión que nos desarma como ciudadanía para luchar: la sociedad de hoy es corruptora.
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Los mecanismos de actuación institucional en la justicia, economía, política, cultura y demás funcionan corruptamente, y lo que es peor, no pueden funcionar de otra manera sin que se haga una revolución. Un efecto de esta situación es la apatía social.
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Por una parte nos hemos adaptado a esta forma de hacer y de ser. El debate político se centra en los casos de corrupción, sin que se hable para nada de modelos de sociedad, de propuestas de índole económica que se puedan debatir en profundidad.
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No es que haya corrupción, es que la sociedad es corrupta en su esencia. Se ha llegado a tal situación porque se ha integrado en lo que consideramos la normalidad. Es una noticia más, sin que veamos que es un mecanismo de poder que nos doblega psicológicamente al ser incapaces de reaccionar colectivamente. La mayor parte de los casos de corrupción que sabemos por los medios de comunicación, más bien confirman lo que supimos, aquello que se comenta, sin que nadie haga nada. Sin que nadie pueda hacer nada.
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La corrupción se ha convertido en un enfermedad que afecta a toda la sociedad. Si la quitásemos nos quedaríamos sin instituciones, sin resortes empresariales, desparecería la sociedad como tal sin nada que sustituya su estructura. Lo único que podemos hacer es curarnos de esta grave patología.
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Se sabe que con el dinero publico se pagaban las obras a empresas privadas, sin que sirviesen para nada. Y no es delito porque lo ampra la ley. La burocracia judicial y el poder político que conlleva esta connivencia dejarían de servir ante tal situación. El poder judicial ha reaccionado en el último momento ante casos extremos para sobrevivir como institución jurídica. En los casos más delicados, que afectan a la corrupción económica los jueces encargados de tales causas judiciales han sido apartados p0r mecanismos mafiosos que acompañan a la corrupción.
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No voy caer en la falsa pantomima de decir que todo el mundo es corrupto en su vida ordinaria, oni planteo que de poder todas las personas se llevarían el dinero que pudieran coger. No es eso, porque además no es lo mismo incumplir ciertas leyes para sobrevivir que saltarlas para enriquecerse. Porque además la supervivencia no afecta a los demás, pero acumular bienes, patrimonio y dinero se hace costa de los demás, de quitar dinero público a quienes más lo necesitan.
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Pondré unos ejemplos de la enfermedad moral que padecemos como sociedad y nos asola. Se habla y publica mucho sobre los desempleados que trabajan en la economía sumergida. Y es cierto, como posibilidad extrema de subsistencia. Pero hay algo que todos sabemos, que no se dice porque está amparado por quienes garantizan la legitimidad de los documentos y cuyos actos se hallan investidos de la presunción de verdad: los notarios. Es en sus despachos donde se hacen las escrituras de la compra y venta de pisos, lo cual es con un 40% del precio, por regla general, en dinero negro, mediante un sobre con billetes. El notario sale de la sala para que lleguen a un acuerdo, cundo sabe que es para pasar el sobre. Sucede en el 97% de las ventas de pisos. Lo saben los jueces, los funcionarios, los periodistas, porque la mayoría lo ha realizado así, y no dicen nada. Hablamos de miles de millones de euros que van a parar a paraísos fiscales o a tramas de blanqueo de dinero.
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Otro caso muy particular, pero extrapolable a muchos más es algo que ha sucedido en León. Se amplió el hospital, unas obras muy costosas, cuyo presupuesto fue en aumento año tas año. Al finalizar tales obras cerraron dos plantas y varios quirófanos. Cuando se criticó los recortes en sanidad sacaron a relucir el incremento de inversión público en “sanidad”, incluyendo tales obras cuyo dinero fue para un empresa constructora en forma de beneficios directamente una parte del presupuesto.
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Desde hace dos años se intensificó la eliminación de prestaciones y subsidios a las personas sin empleo. Se aprueba una presupuesto para todos las que lo necesiten. A medida que iban quitándolas o no dándolas directamente el dinero que sobra pasa a un caja general con el que se contrata un empresa privada para hacer alguna obra, sea o no necesaria. Una parte de ese dinero va directamente los beneficios empresariales. De esta manera se quiso demostrar que semejante manera de actuarar, para lo cual se aprobó una ley acorde a dicha práctica, puede ser muy lucrativa. Ahora se plantea privatizar la gestión de los subsidios y prestaciones. De manera que aquello que usurpen a las familias más necesitados se un negocio. Esto es una canallada de la que nadie dice nada. Es una manera más de presionar sobre quienes carecen de un empleo para convertir las medidas contra el paro en medidas contra los parados y las paradas de forma que la clase trabajadora se atemorice y acepte cualquier reforma laboral por draconiana que sea. Así se ha mitigado la protesta social. Si queda una minoría que pueda impulsar la conciencia social se aprueba la ley mordaza.
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La deuda con las empresas se ha pagado con favores por parte de la administración: adjudicaciones con un presupuesto inflado, como presión ante la deuda, pero tales prebendas no se consideran pago de la misma, sino que ésta se mantiene y ha aumentado, de manera que las grandes empresas, en convivencia con las administraciones públicas,han hecho un negocio de la deuda, cuya carga la soportan las personas que en nada se han beneficiado de la misma.
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El problema es que ante una situación así no hay respuesta social, ni una resistencia colectiva: esta es la enfermedad moral, la falta de defensas como ciudadanía. Lo mismo que considerar que salir de la crisis es gastar más, para tener más poder adquisitivo y no pensar en la solidaridad ni, por supuesto, ejercerla.
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Por tales motivos no podemos hacer nada. Es necesario plantearnos una pregunta previa: ¿qué podemos hacer para poder algo?. La respuesta es: adquirir salud moral, cargar de fuerza moral nuestra lucha, resaltar las contradicciones de lo que nos rodea, actuar y hacer visible un lucha minoritaria para trasladar a la calle conciencia de despertar. De otra manera la misma dinámica de resultados electorales corrompe las ideas y las organizaciones.
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La salud moral se adquiere en la calle no en los despachos ni en los medios de comunicación dirigidos por quienes controlan los resortes del Poder, el cual ejercen creando muchas veces su propia oposición y la crítica contra ellos para tenerla bajo control y limitar su función al espectáculo mediático e inocular miedo en la sociedad.
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Convirtamos la pobreza en un arma de lucha para un salida que no ha de ser de la crisis, sino de un modelo corruptor y corrupto al máximo. La Navidad es un ejemplo de hipocresía. Hagamos de la esperanza una puerta al cambio social, del amor que se desea empalagosamente hagamos solidaridad. Menos turrón y más pan. Menos champán y más aceite. Menos comilonas de empresas y de partidos y más compromiso Menos usar la palabra «esperanza» y más esperanza. Menos decir «año nuevo vida nueva» y más acción. Será bueno para la salud moral.
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SALVO EN MÍNIMAS APRECIACIONES COMPARTO TU ARTÍCULO….. (Existe un DIEZ o doce POR CIENTO de un pueblo que ha sido tan degradado y pisoteado que ya jamás levantará cabeza social,física y mental-cultural-ideológicamente…..
ESTE FENÓMENO ES FÁCILMENTE EXPLICABLE Y COMPRENSIBLE ….. MAS EXISTE AHORA UNA AMALGAMA DE CÁSCARAS DE ALMENDRO Y NUECES REBOZADAS CON LEVES ASFALTOS, MAL LLAMADA CIUDADANÍA, QUE ME CAUSA REPULSIÓN.
CONOZCO MUY BIEN A ESTA CLASE DE CIUDADANOS DE LOS QUE ME DISTANCIO COMO DE LOS VIRUS «VISIBLES» MÁS LETALES….
(Imagino que vamos hacia UNA LIGERA BIFURCACIÓN QUE TARDE O TEMPRANO acabará REFORTALECIENDO EL SISTEMA…. Simple imaginación con pequeñas dosis de intuición.
Luis. (HE ASISTIDO, A MI AVANZADA EDAD COMO UN JOVEN MÁS, A CASI TODAS LAS MANIFESTACIONES O MAREAS ORGANIZADAS en Madrid)