Me refiero al programa de televisión “La Voz”. También a otros por el estilo: “Gran Hermano”, “Master Chef”, “Saber y ganar”, “Ahora caigo”, “¿Quién quiere ser millonario?”, “El rival más débil”, “Sálvame”, etc. y tertulias de cotilleos varias. No son emisiones baladí. Son grandes negocios de la imagen para producir mentalidad. Ésta afecta a la economía, la cultura y la política. Es un mecanismo implacable al que deberíamos de prestar mucha atención.
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Lo que hoy llamamos competitividad en economía es más que una ideología, se trata de un modelo de control. Sucede en la política y para perfeccionarlo se introduce en las aulas bajo el eufemismo de «educación emprendedora». Un mecanismo en el que hemos caído víctimas de la mentalidad dominante que hace que sea “lo normal”. Me voy a referir a este aspecto porque empieza a funcionar sin que sea visible dicho proceso.
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La programación diseñada para la televisión, que luego se refuerza en las redes sociales, radio, prensa, no es inocua. Se trata de una estrategia que se ejecuta mediante una táctica muy calculada en la que en conjunto se invierten miles de millones de euros. Supone el mayor gasto de las empresas privadas, reforzadas por la publicidad. Supone un incremento de la inversión de grandes cantidades de dinero con el objetivo de condicionar la conciencia. Se argumenta que tal programación es lo que la gente quiere ver, por tal motivo son programas de máxima audiencia, pero no es cierto, porque otros anteriores, de otra etapa, se dejaron de emitir con máximas audiencias. Las personas se sientan ante el televisor y se quedan en un canal o varios para no pensar, entretenerse, descansar un rato, evadirse. Pero en esa operación ve un programa que embute la mente como a los gansos se les da de comer con un embudo.
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¿Cuál es el objetivo?: la construcción de la realidad que decide el Poder, porque son programas carísimos, en los que se enfrentan diversos canales, se enfrentan unos programas a otros que parece que rivalizan y que se llevan la contraria, pero todo dentro de una misma mentalidad. De esta manera nos afecta (atrapa) a toda la ciudadanía.
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Hoy la política se reduce a discusiones infantiles sobre políticos y advenedizos dejando las ideas a un lado. Se oyen auténticas chorradas en todo el espectro político, sin análisis, sin estudios sobre lo que hablan, sin argumentaciones, sino sentenciando y colocando a “expertos” o autoridades en una materia, pero que no comprenden en absoluto la realidad. Se ha vaciado la política de ideas y las que emergen se tergiversan según convenga en este juego de lo superfluo. Se adaptan al debate simple sin profundizar en las consecuencias ni en el proceso histórico de aquello que se quiere superar. Tal es la función del vedettismo político que funciona y se presenta como radical lo que es una caricatura del pensamiento crítico.
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El cambio político que inició el movimiento social hace una década, que aglutinó a una parte de la sociedad indignada, ha quedado reducido a una acción mediática, de comunicación social, la cual ha sido diseñada en un espacio universitario para trasladar la protesta y la incipiente revuelta a la mentalidad del Poder. Se aparenta un cambio que ha desmantelado a la izquierda organizada y disuelve una oposición meliflua en favor de un triunfo venidero muy indefinido. Esta política de comunicación es necesaria, pero no como está sucediendo. Y cada vez se hace más visible lo que se nos viene encima si lo analizamos. Pero crea un efecto óptico que hace que no se perciba a simple vista.
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Voy a poner un ejemplo sobre el que se ha debatido mucho, que ha dado lugar a ríos de tinta de un lado a otro, pero no se ha planteado su esencia. De esta manera lo podemos observar. Me refiero al caso de Guillermo Zapata y el de Rita Maestre. No voy a repetir todo lo que se ha dicho. Ambos tienen razón en la defensa que hacen de sus acciones pasadas, por ser cosas que no afectan a su gestión y que se han usado torticeramente y que se sacaron de contexto. Se podrán dar mil vueltas a favor y en contra. Pero hay algo, que es lo que critiqué y que, al mismo tiempo, define lo que está sucediendo. Sobre todo ante la defensa a ultranza de permanecer con el cargo institucional. La consecuencia es mantener una política de Poder que es la que se ha instalado en la sociedad y en lo que presuntamente iba a transformar tal estado de cosas también. Se acabó la esperanza por este camino.
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Se ha perdido una ocasión para despreciar los cargos, para quitar importancia al apego institucional y dejar de adorar los órganos de Poder, que por el contrario se ha reforzado. Pudieron los protagonistas de ambos casos explicar qué sucedió, quitar importancia a los hechos de los que se les acusa, y dejar sus concejalías y puesto institucional para plantear que van a seguir luchando desde la base social, desde los movimientos ciudadanos. Hubieran trasladado el mensaje de que lo importante es la asamblea, el colectivo, las ideas y que se coloca el siguiente. Hubiera sido una lección y más que un gesto un golpe al Poder que se ve fortalecido al lograr que quienes lo critican han quedado pegados a su puesto institucional. Pero se han aferrado a su condición electa y han creado un precedente, de manera que la política vuelve a ser el juego del rey de la montaña, me subo a la parte de arriba de un montículo empujando a los demás y a codazos, para cuando llega empujar a los que quieren quitarle y así dejar el lugar. Se ha creado una alcurnia de la nueva política que la separa de sus bases y anula la lucha social. Se perpetua la idolatría a los puestos en las listas, a ser elegido, a lo he conseguido y no decir «lo henos conseguido» y estamos todos. Una vez más yo y yo. Sube el nosotros y el yo se agarra al Poder. Algo que legalmente no se puede deshacer, sólo desde la fuerza moral y y una lucha real contra el modelo.
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Tal es la clave de lo que ha venido sucediendo, que se hace visible en el estudio académico que realizó Pablo Iglesias sobre la serie “Juego de tronos”, que escenificó cuando se lo regaló al rey. ¿Cuál es el mensaje?, consciente o inconsciente: la pleitesía al poder. No a quién lo detenta, sino al Poder mismo. Y éste es el mecanismo que acaba dominando en la sociedad y convierte a la crítica y a la oposición en una pieza más del juego. Si la dinámica social se pasa de un ingrediente se echa otro que lo compense al terreno de juego para equilibrar fuerzas. Contra el bipartidismo que ha degenerado en tramas de corrupción se crea otro bipartidismo de nuevas fuerzas antes de que surja una fuerza social real. Aparecen así partidos políticos con una rapidez inusitada, en pocos meses se crea la imagen del líder, se extiende el partido y divulgan nuevas e ilusionantes expectativas. Logran una masa de votos que les hace útiles en el ajuste de las nuevas formas necesarias porque se adaptan a una nueva manera de controlar la sociedad. Y lo uno y lo contrario siguen el mismo modelo de intervenir a través de los medios de comunicación.
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Son los grandes capitales financieros los que han creado un cauce mediático y ahora llevan el agua, a las corrientes sociales, a ese cauce para que circulen. Los nuevos partidos no se presentan como alternativas AL Poder, sino que se jactan de ser una alternancia DE Poder. Aparece la estofa política: quienes están en una institución y a sus aledaños y quienes quedan fuera. Quienes son usados e instrumentalizados por los medios de comunicación y quienes son ninguneados por éstos, callados y silenciados. Con lo cual, como dice el título de la obra de Rafael Sánchez Ferlosio, “Mientras no cambien los dioses nada habrá cambiado”. Esta es la clave.
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No despreciar la institución para la actuación de la política equivale a eliminar el valor real a la asamblea e instalar la mentalidad de asentamiento al organismo para el que ha sido elegido, de manera que han perdido la fuerza del cambio porque se ha creado una resistencia a ser desplazado, «echado», típica de los concursos televisivos y en sintonía con los programas de eliminar a los participantes. En la mentalidad del premio como objetivo, de ganar y aguantar que es en lo que ha caído y ha sido atrapada la nueva política. Se simula una transformación, que se exagera, se mete miedo, se muestra el pavoneo de los líderes formados en la pantalla, cuando no es sino la apariencia con la que maniobran los prestidigitadores sociales. La manera de responder de los nuevos partidos es el mismo que en estos programas, donde su ensalza la lealtad a cualquier precio, donde el triunfo es mantenerse en el «trono» y justificar todo de uno y condenar lo de los demás.
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Como enseña Theodor Asdorno: “Quien quiera conocer la verdad sobre la vida inmediata tendrá que estudiar su forma alienada, los poderes objetivos que determinan la existencia individual hasta en sus zonas más ocultas”. O como más explícitamente explica Michael Foucault: “El Poder no es una institución, ni una estructura, es una situación estratégica compleja de una sociedad dada”. Por lo tanto crea su circunstancia para modelarla previo haber dado forma al individuo. Si el movimiento social de cambio se presenta para ganar y no para trasformar un modelo acaba organizando una parcela del mismo sistema al que quiere vencer. Como insiste Foucault: “el Poder circula a través del individuo que ha constituido”. Sólo siendo conscientes de esta dinámica la podremos superar, pero la vanidad y el dinero son fuerzas demasiado potentes, más cuando no se reconocen y actúan ocultamente.
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Sólo el desprecio al Poder, como fue el desprecio a la vida en otras épocas, puede menoscabar un Poder tan inmenso y tecnificado como el actual, para lo cual es necesario aprender de lo que está pasando. No quedarnos en ello como pasmarotes porque ya sucedió algo parecido cuando la transición, pensamos que el socialismo había logrado el Poder, cuando fue lo contrario, fue fabricado por el mismo Poder que necesitó actualizar en España el nuevo modelo económico y de crecimiento. Fue el Poder quien logró al partido socialista.
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Las estructuras de Poder no funcionan únicamente en cuestiones colectivas, ni exclusivamente en política, sino que tienen una base psicológica muy importante que maneja el Poder a su antojo. Asistimos a unos hechos que parecen diseñados a conciencia para que el Poder ajuste sus medidas para el futuro y perpetuarse, como dinámica que ya nadie en concreto controla, sino la suma de acciones (accionistas también) que aplican tácticas de comunicación y es el conjunto de ellas las que funcionan. Por esta razón es un mecanismo y no una estructura. Contra la falta de pensamiento en el mundo de la política y su antifilosofía ha reaccionado el hacedor de filosofar en las aulas Miguel Ángel Castro Merino, como explica en su reciente obra de martillazos nietzscheanos contra esta situación.
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Los políticos juegan al rey de la montaña, a ver quién llega a la cima, cuando es la montaña la que es movida por el Poder y la coloca debajo de quien está en ese juego de tronos. Es como los domadores de circo: no es el sonido del látigo el que hace que el león levante sus patas, sino que cuando éste las levanta el domador maneja el cordel para dar la impresión de que la fiera hace lo que él quiere. Una cosa es lo que vemos y otra lo real.
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El factor psicológico ha funcionado a lo largo de las Historia. Lo describe Dostoievski en su obra “El jugador”: mientras que creemos que quien apuesta juega para ganar en el fondo lo hace para perder y quedarse sin nada, autodestruirse en su pasión, lo cual es similar a lo que ha sucedido en la Historia con personajes que se empeñan en conquistas que se convierten en una huida hacia delante, que levantan el ánimo a las masas o al ejército y en realidad preparan una derrota grandiosa, porque de esa manera engullen en su yo todo lo que le ha apoyado, lo cual desaparece en él. Algo de esto vamos a experimentar en la actualidad política de España como no reaccionemos. Y arrastrará ineludiblemente a quienes luchan contra la corrupción y en favor de un nuevo mundo.
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Por tal motivo la lucha social es permanente, de lo contrario la inercia acaba encauzando las reivindicaciones y lleva las aguas al molino de una política que da vueltas sin llevar a ningún lugar. Paralizado en la complacencia y en el juego de imágenes, es necesario un revulsivo social que, pienso, debe fundamentarse en la no violencia y en un cambio de paradigma que afecte a la economía y sea impulsado por la fuerza del pueblo. Me refiero a la Renta Básica como eje de este proceso. Algo que empieza a diluirse en la nueva política por exigencias del guión.
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No es un juego de tronos lo que necesita nuestro país y el mundo, sino acabar con los tronos. No es el juego de a quién se elige, sino que no haya elegidores ni elegidos porque somos todxs. No consiste en que gane alguien, sino establecer el poder del pueblo: democracia. No somos espectadores, sino que cada unx de nosotrxs somos protagonistas de la transformación. La representatividad debe ser desacralizada o sucumbiremos a la mentalidad del servil que el único arrojo que hace es cambiar el canal de la tele y defender su poltrona o sillón sin moverse de él.
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¡Ni un día de margen a los hooligans de la política! ¡Puerta!
Estoy conscientemente callado al respecto; se trata de una antigua medida no escrita: cien días de gracia a los nuevos gobiernos. Sin embargo hay algún factor que, creo, no están valorando los electos, y es que los votos recibidos se emitieron en negativo. Me explico, son votos «contra lo que hay»; es menester reconvertirlos a favor, o sea, por un sistema económico bien diferente del actual.
Desafortunadamente una buena parte de quienes acceden a los sillones desconocen hacia dónde deberíamos ir. Compañeras, compañeros, ¡abramos el debate!
Ejemplos de programas de máxima audiencia que se dejaron de emitir podrían ser «La clave», de José Luis Balbín o «¡Qué grande es el cine!», de José Luis Garci. Sin duda ambos programas constituían una amenaza velada para el Poder, pues contribuían peligrosamente a que la gente pensara o adquiriera cultura.
En cuanto a los así llamados representantes de la ciudadanía, cabría preguntarse lo siguiente: ¿Están allí para trasladar la opinión de los votantes o para opinar por ellos? Está claro que más bien es lo segundo, puesto que el partido que gobierna actualmente en España ha hecho todo lo contrario de lo estipulado en su programa electoral.
En Grecia llevan el mismo camino, pese a ser el que gobierna un partido de distinto signo. Magnífico y lúcido artículo, Ramiro.
No creo que se trate -en el caso de Zapata y Maestre- de aferrarse al poder. Se trata más bien de resistir los ataques de la derecha cavernaria que está desesperada por recuperar el anillo de Sauron. ¿Qué pasaría si terminan haciéndole caso a los Peperos en todo?
Eso sí que sería una derrota y de las gordas.
Si se mantienen en sus cargos más de 2 legislaturas, pues allí conversemos de aferrarse al poder. Antes de eso, es chaqueteo.
No es chaqueteo, sino el desprecio. Es hacer que la fuerza que ejerce la derecha se aplique contra ellos. Y es hacer lo que no hacen ellos: dimitir, a nos ser en casos muy extremos. Hubiera sido una lección.
Aplica el argumento al otro lado. Sería lo mismo: «No hagamos lo que quiera la izquierda, o sea que dimitamos…».
A mí me llama mucho la atención la cuestión de la -autoridad anónima-, que es para mí una de la bases del poder y esa se constituye con la opinión pública, con la construcción de los límites ideológicos y morales que también son poder, heredado…