Etapas

Igual que la materia orgánica tiene sus partes: átomos, células, tejidos, órganos; el tiempo vivido también tiene sus transcursos: ratos, momentos, encuentros, sucesos, etapas. Son estas últimas las que más se mira como paso del tiempo.

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Las otras partes pueden ser más intensas y quedar grabadas en nuestro recuerdo, pero una etapa marca el latido de lo temporal y se trasforma en experiencia. Son etapas del camino, decimos. Nos llevan, pero a su vez las llevamos en forma de recuerdos. Guardamos éstos y a su vez nos llevan a su registro efímero. Lo que los teósofos denominan el “registro akáshico”.

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Una etapa es el conjunto de muchas cosas que han sucedido en nuestra vida durante determinado un tiempo, generalmente alargándose aunque no difuminado, porque es un tiempo muy marcado. Tiene un comienzo y un final.

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Iniciar una etapa es vivir nuevas experiencias, se acumulan y tienen un final. Bien sea porque nos vamos de un lugar, rompemos con un ambiente o nos alejamos de él, o se acaba la relación con una persona. Puede incluso que haya pequeñas etapas dentro de una etapa que marquen una parte de nuestra vida.

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Un hecho al que hemos dedicado con intensidad nuestro tiempo, un lugar donde hemos estado o una persona especial con la que hemos convivido marcan una etapa.

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Entras en ella sin saber qué va a pasar, solemos encontramos con un mundo por delante cuando decidimos dar el paso de seguir. Luego vamos construyendo sus pasos sin ser conscientes de vivir una etapa, lo cual la percibimos cuando termina, entonces mirar atrás es ver con perspectiva a lo largo del tiempo y comprobar lo que hay: personas, experiencias, anécdotas, rutinas, sucesos de diversa índole que marcan lo existido.

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Y ver que todo sigue, que continua, que esa etapa es para ti, únicamente, porque ha interaccionado con otras y se ha cruzado con muchas y descubres  realidad como algo efímero. A la vez queremos coger esa etapa con las manos y es nada, pero al final de una comienzo otra, que lo es todo, aunque sea un efecto de percepción y se van sucediendo hasta cumplir el ciclo de la vida. Las etapas conforman sus partes más visibles.

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Lo que hubiera querido que no fuera cierto, aquello que no fue, todo se funde con lo soñado, con aquello que aún te da fuerza y sigues respirando las emociones y la rabia y los estallidos de gozo y transparencias de felicidad, todo se funde en una mirada interior, porque la mente se convierte en un espacio real, físico sin ser tangible, pero que lo es porque revive toda una etapa. Queda. Es. Cuando ya te absorbe la nueva puerta que se abre.

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Y como Pablo Neruda titula sus memorias, decir al final de un trayecto “confieso que he vivido”. Etapas que pasan y quedan, pero no vuelven y llenas de olvidos que, a su vez, son muchas las maneras de ser percibidas: con la mirada de poeta, la de ciudadano ordinario, la de sembrador de sueños y de quimeras que resplandecieron, la de la brusquedad para cumplir objetivos, la de ciudadano comprometido con el cambio social, la mirada siempre de reojo para curiosear lo que pasa.

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Es la mirada, las miradas, aquello que da ser a la etapa como una realidad que es, pues sin ellas es tiempo que pasa, y sin embargo se hace visible al saber que forma un tiempo que es de cada cual porque se guarda y queda sin saber muy bien ni qué ni donde, pero es una sensación que late en nosotros.

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Es abrir y cerrar un capítulo de la vida, que genera nostalgia y sonrisa, a veces amargura y otras mucha risa. Y ahí queda, para comenzar de nuevo sin saber qué.

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Sin decir adiós. Desaparecer, sin despedidas, cuando ha pasado una etapa y que quede para la siguiente su estela.

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4 comentarios en “Etapas

  1. No es una etapa sino un continum. Desde que nací estuve destinado a conocer a Ramiro y su pueblo natal. Pasaron muchas cosas, muchos hechos, muchos correos y un día decidimos ir a León y convivimos con él y su familia, eso sería una etapa, pero los recuerdos continúan y continuaran mientras seamos capaces de recordar.

    Las religiones hablan de un final que hay que dar cuentas y creo que la memoria es ese repositario que se leerá y nos separarán de acuerdo a nuestros actos, espero en mi eternidad poder revivir o recordar tantos lugares, tantas personas, tantos sueños y con Neruda digo «he vivido y lo confieso», aunque puede ser un sueño que también es una realidad, porque la recordamos.

  2. Gran libro «Confieso que he vivido». Inauguró una etapa en mi vida, que me atrevería a calificar como «la etapa del gusto por la literatura seria». Pero yo no dejo de pensar que la división por etapas es algo de por sí artificial, lo cual no quiere decir que sea inútil.

    Usted, que ha leído a Proust, convendrá conmigo en que la vida es como un flujo continuo, que dividimos arbitrariamente en etapas ¿Hasta qué punto podemos afirmar que esos segmentos no han sido trazados de manera un tanto caprichosa?

    En última instancia, solo es posible confiar en nuestra intuición. La única realidad indiscutible es que somos un «yo» completamente distinto al final del camino que cuando lo empezamos.

    1. Cierto en parte, señor Thoreau, pero (siempre hay un «pero») hay comienzos y finales de algo. La vida continúa, sí, pero hay cosas, transcursos, que empiezan y terminan.

      Y, por cierto, ¿nos cambia el yo o se van sumando otros yos?. Lo dejo a su sabia consideración.

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