“Un mundo”

En mi nuevo barrio conviven etnias diferentes, de distintas naciones y creencias. Forman una marginalidad que rodean los gitanos como colectivo más veterano. Hasta tal punto es la mezcolanza de una mayoría que algunos me llaman ”el blanquito”, porque apenas se ve alguno por la calle y piensan que mi hija, ¡de quince años!, es mi esposa. Es otro punto de vista, sobre lo que comentaré en otro momento.

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Llevo unos días viviendo, pero meses viniendo por este lugar y me doy cuenta de que esta agregación de mundo tan diferentes «de fuera”, aunque sean todos de dentro, es una peculiaridad. Me explico: Cada colectivo tiene sus normas, sus leyes internas, sus costumbres, sus dietas, fiestas y ritos, pero dentro de nuestro mundo. Incluso en el barrio la minoría autóctona pasa desapercibida aunque sea la dominante por raro que pueda parecer.

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Me vino a la cabeza algo que leí hace tiempo que explica este fenómeno perfectamente y que se corresponde con lo que observo.

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En el libro “Un mundo” lo explica Wendell L. Willkie. Cuando se presentó para presidente de los estados Unidos de América ganó las elecciones Franklin Roosvelt, quien le encargó que realizase un viaje por el mundo durante la II Guerra Mundial. Redactó sus conclusiones en este libro (1943). Por cierto en él alaba y vitupera la política de Hitler sobre su desarrollo y crecimiento económico hasta entonces y su capacidad como estratega mundial. Algo que me sorprendió. Y más que le pusiera de ejemplo para acabar con el desempleo, desde un puro convencimiento democrático de este político, que para nada defiende el nazismo como ideología. Todo lo contrario, lo rechaza frontalmente.

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Willkie toma nota de los lugares que visita y cuenta cosas muy sugerentes de cada una nación, como buen diplomático. Va más allá de lo aparente.

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Cuando visita la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS) se entrevista con políticos del PCUS, pero también con trabajadores, con amas de casa, con artistas, gente del deporte, intelectuales. Se percata de que los comunistas del partido que gobierna son un cinco por ciento de la población y a pesar de toda la educación doctrinal que se imparte y de la propaganda en los medios de comunicación que se repite machaconamente con las mejores técnicas de persuasión colectiva, no llegabann al tres por ciento los soviéticos que los apoyan.

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¿Cómo es posible que un ocho por ciento de la población  comunista dominen y se impongan a todos los demás?. Es la pregunta que se hizo. Al comprobar el funcionamiento de aquella organización social reflexiona que es esa minoría la que ocupa los cargos estratégicos de la sociedad: institucionales y profesionales. Desde cargos gubernamentales, a los maestros y profesores de la universidad, también los cargos administrativos y de coordinación, las jefaturas de las empresas, los distribuidores de los alimentos, los responsables del trasporte, de las obras, quienes gestionan los hospitales, etc. de manera que la mayoría depende de sus decisiones. Basta una minoría para ejercer el Poder si es capaz de organizarse en este sentido.

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En este barrio multicultural, multiétnico, multicolor sucede algo curioso: los encargados de recoger la basura son blancos y de acá, por decirlo así. Los dueños y personal de las farmacias también. La mayor parte de los maestros de los colegios cercanos lo mismo. La dirección de los mismos al cien por cien. Los encargados del centro cultural, el cura de la parroquias, los médicos del centro de salud y demás personal del centro médico, la policía que merodea por las afueras, pero que no suele entrar, los encargados del tren de cercanías y el metro, los camareros de los dos o tres bares que quedan más antiguos y el dueño de la ferretería y los que trabajan en un taller mecánico, el del estanco y el cartero son «blanquitos». No pasan de ser un cinco por ciento de la población y otro tres por ciento de jubilados que también quedan a las afueras del barrio. No se les suele ver por la calle, pero son los propietarios de las casas que alquilan los habitantes de «fuera».

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Recién llegado observo cosas que me llaman la atención, que de acá a un tiempo me pasarán desapercibidas porque te acostumbras a ellas y se hacen normales. Pero me doy cuenta de esto que escribo y es que cada persona es un mundo, pero también cada barrio, cada zona, un mundo que forma un mundo dentro de otro y que a su vez lleva en su interior mundos diferentes a él mismo, de los cuales muchas cosas nos pasan desapercibidas, pero que funcionan igual en sus muy distintas dimensiones.

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Como cuenta el Kybalión: «lo que es arriba es abajo, lo que es abajo es arriba».

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Un comentario en ““Un mundo”

  1. Creo que aún en el reino animal se que es una minoría la que controla la manada. Y tanta lucha y sufrimiento por implantar un sistema más equitativo para terminar en lo que es la norma en que unos pocos gobiernan y abusan el poder en todas sus formas y aun en las religiones se ve el mismo principal. No culpen a los judíos, Italianos, chinos o quien controla pues parece que ningún grupo se escapa de estar dominado por una minoría de sus mismos miembros.

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