Fronteras II

Las fronteras territoriales son la expresión geográfica de otras que forman los grupos. Fronteras de todo tipo que se superponen: psicológicas, en la forma de vestir, emocionales, por las costumbres, el idioma o las jergas, en el color de la piel. Algo que ahora compruebo a diario y pienso sobre ello. Sucede una retroalimentación entre la grupalidad y lo territorial.

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No hay una norma escrita ni dicha de que los colectivos sean cerrados, de que no se pueda acceder a ellos, pero cada grupo tiene una manera de convivir peculiar que no permite el acceso a quien sea diferente. De manera espontánea hace que se cierren en sí mismos. La manera de comer, de vestir, de comunicarse, ¡todo! En  el trato personal no hay problema, pero como grupo un algo no perceptible impide formar parte de las grupos «diferentes». En ocasiones son muy parecidos unos a otros, pero con un matiz y es éste el que define lo uno y lo otro. Se establece un muro no hecho, a modo de un cristal trasparente, que no vemos, pero que impide el paso. Es posible que haya excepciones, de momento no las he visto y hasta miradas furtivas que salten esas fronteras imperceptibles, no declaradas, pero sería algo excepcional que confirma la regla. Incluso puede haber alguna historia tipo Romeo y Julieta, podría suceder, sí, pero como algo aislado que, de momento, no me consta.

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Son fronteras no declaradas, al contrario de las territoriales. En una misma calle conviven colectivos que no se comunican. Echo de menos espacios de convivencia comunes, los cuales los hay pero muy delimitados, dentro de una frontera que a su vez tiene otras interiores. Me refiero a espacios que aglutinen a todos en algo común.

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Observo cinco grandes colectivos en el entorno en el que actualmente vivo: musulmanes, latinoaméricanos caribeños, gitanos, chinos, payos. A veces se ven grupos de rumanos, pero creo que no viven en la zona, al menos significativamente. Sí en otras en las que circula el periódico «Rumano».

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Los musulmanes, a quienes veo cada día entrar en la mezquita a las seis y media de la mañana, cuyos cantos tienen un eco al gregoriano, o me lo parece, tienen dos grupos que comparten el lugar de los rezos, pero con diferencias grupales yendo por la calle: de vestir, de idioma. Por un lado los marroquíes y argelinos, que son dos grupos con su demarcación propia entre ambos.

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Luego están los musulmanes africanos de Nigeria y Senegal. Los africanos hablan en grupos que están de pie. Los del norte de África siempre sentados en torno a una mesa y bebiendo infusiones en vaso con una hoja, creo que de menta, dentro. Los primeros trabajan en la venta de bolsos, CDs de películas y demás productos callejeros en los top mantas, y los segundos en la construcción o panaderías o talleres. Las mujeres van siempre en grupo y con el pañuelo cubriendo la cabellera. Algunos varones van con la chilaba, pero casi todos, mayores, niños y jóvenes los viernes que es su día de fiesta. Las mujeres en todo momento con su peculiar atavío, las de piel negra con mucho colorido.

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(Hace poco vi una escena preciosa y curiosa. Una joven árabe con su niño bebé en brazos, acompañada de otras dos mujeres de la misma cultura, se quitó el velo o pañuelo yendo en el tren de cercanías. Iba sentada. Tapó con él completamente al bebé sobre su pecho, colocado de tal manera que se sujetaba con él mientras que mamaba al mismo tiempo que ella por fuera le acariciaba. Mientras que el niño tomaba su ración ella con su melena negra al aire hablaba con las amigas y decía cosas al niñín al que no se vio hasta que terminó, lo cual sucedió con gran naturalidad y belleza, inmersa aquella escena en un respeto cotidiano del día a día por parte de los demás viajeros)

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Los caribeños se juntan y mezclan entre ellos, pero se delimitan cuando andan en pandilla, cubanos, de santo Domingo, Haitianos. Extrovertidos, con el sonido de la música a tope. En la entrada de sus bares, entran salen, varones y mujeres hablan y parece que discuten y se les ve con los niños y parece que discuten cuando hablan. Y quedan para no sé cuando, y tienen que…  y van a…  y se ríen. Suramericanos veo peruanos, pero casi a ninguno por la calle, pero son los que más juegan en el frontón.

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Los chinos (o de rasgos asiáticos) siempre en sus tiendas y cuando se les ve en la calle van de paso. Hasta los niños y niñas cuando vienen del colegio van dispersos y se esperan en algún sitio para llegar juntos pasando por las tiendas antes que por su casa. Pero pasan desapercibidos. Incluso para llamarse cuando están a unos metros de distancia lo hacen en voz baja ¡y se oyen entre ellos! Muy amables y sonrientes en los comercios, pero sacan el genio cuando alguien les roba y los temen, porque si alguien coge algo y sale corriendo suelen acabar dejando en el suelo lo robado para que les dejen escapar, porque el de la tienda vuelve con ello en la mano, pero sin que se haya visto una persecución especial o espectacular. El tendero u otro chino parece que van a coger lo que el que sale corriendo se ha llevado.

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Los gitanos son los veteranos del barrio, de cuando, como dicen, aquello fue un barrizal. Mantienen algunos sus casa unifamiliares, bajas. Posiblemente las familias dominantes dentro de ellos. Se les ve en pequeños grupos muy mezclados mayores y jóvenes, en las esquinas de la calle o en los bancos del parque y yendo en pandilla siempre algún grupo de jóvenes. Siempre llevan alguna prenda negra sean adultos o jóvenes, mujeres o varones. A veces alrededor de una caseta abandonada se ven a jóvenes y adultos. Allá se concentran a veces grupos de taxis que se colocan en círculo y al cabo de un rato se van. Y en esa zona hay coches de lujo, lo cual sorprende en una zona tan pobre aparentemente. Tales se venden como vehículos de segunda mano al contado. Siempre se ve a alguien que está arreglando alguno.Y algunos sentados alrededor de esa caseta sin hacer nada. Es una casa en ruinas llena de chatarra, parece.

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Los payos cada cual por su cuenta. En los bares a veces en torno a una mesa o en la barra y mirando la tele. Andan por la calle de uno en uno o en pareja. Pero no se ve concentraciones de ellos. Comentan cuestiones de actualidad entre dos, pero que escuchamos el resto. Es curioso que una zona deprimida económicamente, con un paro que triplica la media en esta zona, se oiga que aquellos que pretendidamente ofrecen soluciones en pro de la igualdad se diga de ellos que o han dejado España como un solar o que no saben lo que quieren. Conclusión: que nos dejen como estamos. O “unos y otros nos van a joder igual”. Lo comentan como si discutieran en voz alta con la tele del bar.

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Tal es lo que me parece a simple vista, a ojo avizor. Sin saber más, sin interpretar nada. Es una sensación que me ha llamado la atención por lo que de frontera tiene. De lo que vaya aprendiendo y descubra ya os iré contando. Pero se da una paradoja: en este mundo de fronteras invisibles, entre gente buena, las casas son muy pequeñas, los patios igualmente, las paredes finas, no hay fronteras sonoras, se oye todo lo del vecindario, sobre lo cual os contaré en otra ocasión para que no digáis que me alargo. Es muy curioso.

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Os contaré algo al respecto aunque peque de indiscreto, pero ni yo sé a quien corresponden las voces y sonidos que escucho cada vez más atentamente, porque me parece un mundo en sí mismo, una especie de mapa sonoro, dentro de otro mundo que a su vez forma parte de otro y otros rodeados por ese que nos cuentan las noticias y del que habla la tele-radio-prensa-internet… el cual cada vez lo veo más ficticio, más lejano e inventado. Y la globalización un globo, un globo sonda que cada vez que se pincha queda lo demás y cuando se infla es aire y nada más aunque esté lleno de bombas y negocios turbios que llaman rescates, colaboración, democratizar, desarrollo y etcéteras.

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Lo mismo sucede con la Historia que nos cuentan, es u cuento. Pero esto ya es otra historia.

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