La conquista de México según el soldado Bernal (1568) (VI parte: anécdotas curiosas)

La Historia objetiva acaba convertida (invertida) en una serie de datos, fechas y personajes que pierden su sentido, su sentido histórico. La obra de Bernal me ha gustado y he aprendido con ella, porque cuenta su experiencia, lo que ha visto y escuchado atentamente y lo narra sin tapujos. Son las anécdotas lo que forman los átomos de la Historia, aquello que nos hace comprender qué sucede dentro de un acontecimiento histórico.

No se trata de un sentido vano para recuperar el romanticismo del pasado, sino el origen de la Historia, de contar lo sucedido. A partir del s. XIX se ha querido hacer objetiva, por reflejo a lo que es la ciencia física, biológica, etc. y trasladar lo científico a lo que no lo es. El origen de la Historia como narración de hechos fue contar, tal cual: Tácito, Polibio, Flavio Josefo y otros. O Plinio con su “Historia de la naturaleza” sobre las observaciones directas a los animales para saber sus conductas y dio a conocer los usos que hizo de ellos el imperio. No quiere decir que sean hechos ficticios, en lo que entran los cronistas oficiales en el caso de la conquista del Nuevo Mundo, contra lo cual se rebela el soldado conquistador Bernal Díaz del Castillo. Debo decir que leer este libro ha hecho que cambie mi punto de vista al respecto de aquel acontecimiento, sin lugar a dudas, histórico por más que se le quiera echar tierra encima. 

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Por ejemplo Amiano Marcelino del siglo IV d. C. fue un soldado romano, aun naciendo en lo que hoy es Siria, y cuando deja su vida militar se dedica a escribir. Da constancia de su época y de los sucesos, pero cuenta, por ejemplo, cuando llegan al campamento los soldados bajo una tormenta. ¿Influye en la posterior batalla?, sí en el estado de ánimo. También las trifulcas entre los mandos. La Historia cuenta quién venció, quién fue derrotado, la táctica militar, pero ¿y lo que sucede realmente? O cuenta sobre qué caballos, llamados “neseos”, cabalgan los generales y en qué praderas verdes se alimentan. Y tiñe su narración, como hace Bernal siglos después, de anécdotas personales, de lo que le llama la atención. Dice Amiano: “escribo lo que he podido conocer, aquello que he contemplado personalmente o hablado con sus protagonistas”. Puede que carezca de interés objetivo, pero permite conocer el terreno en el que los hechos suceden y a las personas como protagonistas de los mismos, no las estatuas.

De lo leído de la obra “La historia verdadera de la conquista de la Nueva España” recojo anécdotas en esta última parte, después de haber contado algunos descubrimientos que he podido advertir y que me parecen de gran interés, sobre todo frente a los delirios universitarios de erudición  y mentiras oficiales, que se proclaman como «saber», que sin pruebas ni fundamentos imponen los sargentos de la cultura y lo mismo en el arte a golpe de silbato. Ya contaré en otra ocasión alguna anécdota más adelante, con un aderezo literario para reír por no llorar.

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Ya algunas anécdotas las he ido contando en anteriores artículos, que no voy a repetir, a no ser que añada algo más a la misma. Algunas observaciones que hace Bernal no fueron ciertas, pero sí creídas en su momento, lo cual forma parte de la Historia, ya que una determinada mentalidad fue lo que impulsó que sucedieran determinados hechos. En otros casos no fueron exactas las fechas, o algunos detalles, lo que prueba no la falsedad, sino la falta de memoria, ya que lo escribe cuando pasaron cerca de treinta años. También he aprendido el origen de palabras que usamos actualmente y vienen de aquella situación, como ya hemos visto algunas.

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A riesgo de parecer pesado hago una adenda porque me viene a la cabeza el recuerdo del libro de Alfred Bosch, “El atlas furtivo”. Cuenta la historia de una familia de cartógrafos judíos de Mallorca, cuando acontecen las persecuciones a los hombre de Sión. Un personaje de la novela hace un mapa suyo, personal, basado en leyendas, en lo que oye contar a los marineros y pescadores, sin rigor cartográfico. Debido a múltiples vicisitudes los autores de mapas los escondieron. Al cabo de tres siglos alguien los encontró… Existían entonces técnicas cartográficas precisas, la posibilidad de ver la silueta de los continentes y resultó que el mapa inventado, el que fue realizado sobre lo que oyó contar su autor es más preciso y cercano a la realidad que los demás.

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Y vayamos al tema. Por ejemplo la sorpresa de Montezuma cuando al ser hecho prisionero oye y huele los traques (pedos), de ahí la palabra “traca”. Se asusta. Le parece desagradable y le hace pensar que confirma que son teules, dioses malignos. Al capitán Cortés le interesa que sigan creyendo que ellos son los dioses que anuncian las profecías de los mexicanos, a los que habrán de plegarse, pero por respeto a quien considera un preso de honor y con quien juega a entretenimientos de tablero, prohíbe a los soldados que se tiren ventosidades. Los indios debieron de carecer de las bacterias que provocan la putrefacción intestinal, pues no estaban acostumbrados a tales fugas gaseosas del cuerpo humano. Los soldados lo deben de tomar a cachondeo y advierte Cortés que se dará veinte latigazos a quien desacate lo ordenado y a un soldado se los da, no tantos sino seis para que vean que va en serio.

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Montezuma toma el jugo de una planta que preparan los «papas», de semillas de cacao, que toma él y algunos caciques o varones de la familia real. Es una bebida sagrada, por lo tanto custodiada, que toman por su poder afrodisiaco, según cuenta. Montezuma dispone de varias mujeres con las que yace de una en una cada noche. Es algo que no llama la atención a los conquistadores, pero sí que se bañe todos los días, lo cual les sorprende. En algunos pueblos vieron a indios varones con atuendos y vestidos de mujeres. En el reparto de féminas que dan los caciques de los pueblos que se alían a ellos, o bien como muestra de rendición al ser derrotados o para crear un pacto de unidad. Piden que las traten bien. Cuenta mucho que sean bellas o feas, entre los soldados, sobre lo cual hay quejas.

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Cuenta que ponían a los vizcaínos en primera fila de la batalla por lo feos que eran y el aspecto cruel que dan, para asustar a los enemigos. También la guerra psicológica que usaron los mexicanos con sonidos ininterrumpidos de tambores para no dejarles dormir, gritos, insultos, entre otros de que no tuvieran mujeres y débiles, o engaños para cercarles. Hay la descripción de un hecho que me emocionó especialmente. Cuando los mexicanos, a la desesperada, cuando veían la derrota final de manera inminente, deciden sacar a luchar a un héroe, para que sus dioses intervengan a través de él. lo visten de gala para la lucha, unen el traje de Águila y de jaguar. El mejor y más fuerte de los guerreros. Sale a luchar solo contra un destacamento de soldados. Lo hace con bravío, con el arte de luchar y muere y con él la esperanza de vencer por parte de los suyos.

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¡Cuanta del hambre que pasaron en las largas caminatas! Al llegar a los pueblos una forma de mantener la paz con ellos fue que les dieran de comer: tortas de maíz, alubias, a veces gallinas.  Los pueblos que se unen a los conquistadores contra los Mexicanos además de tortas de maíz y una especie de alubias les ofrecieron mujeres para emparentase con ellos. Al comer con ansiedad no pocos españoles se pusieron enfermos. Al final de la batalla, cuando celebraron la victoria sobre la ciudad de México, después de tanta calamidad comieron asado de una especie de cerdo rellenos de aves, y tortas de maíz, alubias, que hizo que a muchos se les hinchara el vientre y muriesen.  El empacho y excesos gastronómicos fue una de las causas de bajas al final de la contienda.

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Extrañó a los españoles que en la ciudad de México hubiera a modo de calles canales de agua, como en Venecia. Una obra compleja al no estar cerca el mar y situada a una altura del nivel del mar considerable. parte de la táctica empleada por Cortçes fue secarlos, obturar por donde se abastecieron. También que tuvieran animales salvajes enjaulados, a modo de los actuales zoológicos, con tigres o parecidos a ellos. Y otras fieras, que comían las vísceras de los seres humanos que sacrificaban a sus dioses (pecados nefandos que los conquistadores llaman a la idolatría, el canibalismo y la sodomía) de los que comían los brazos y las piernas y les sacaban el corazón en vida. Vieron también huesos humanos de gigantes, que allá adoraron y que trajeron a España como muestra de las cosas extrañas que hubo allá, junto con aves exóticas con plumas de muy diversos colores e indígenas y piedras preciosas y objetos tallados en oro. Otra extrañeza fue que los indios se emborrachaban con licores que hacían de frutos de allá ingiriendo la bebida por el culo, dejando que otro le metiera la bebida por el ano con una caña.

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Cuando desde la metrópoli la autoridad envía a un destacamento para detener a Cortés que hace de la conquista algo personal y no hace caso de las autoridades situadas en Cuba, que por otra parte nada saben de lo que ocurre sobre el terreno. Cortés y sus soldados todo lo hacen por Dios y gracias a Dios y para bien del Emperador, el César, como alguna vez lo califica de esta manera. El capitán Pánfilo Narvaez dispone de más soldados, con varios a caballo y escopeteros, las dos cosas que compensaron la inferioridad numérica respecto a los mexicanos e indios en general, necesarias para la victoria, pero no suficientes si no es con el añadido del valor y una buena estrategia improvisada sobre el terreno. Cortés deja de suplente suyo a Pedro Alvarado y sale al encuentro de quienes le quieren prender para pillarlos por sorpresa. Los de Cortés conocen el terreno y en inferioridad numérica logran dividir la tropa de Pánfilo que despliega presuntuosamente su poderío y hace alarde de él. Es vencido y los soldados que sobreviven se unen a la conquista que capitanea Cortés. Bernal diferenciará en todo momento los soldados antiguos de estos de Narváez, con menos valor y los nuevos que llegan de refuerzo los describe que no saben luchar, que tienen que enseñarles en la misma batalla, como por ejemplo que al clavar una lanza la saquen y sigan luchando con ella. De aquélla nos ha llegado la palabra “pánfilo”.

Este hecho dio lugar a dos “anécdotas”. Montezuma tuvo una red de espías más allá de la extensión de su territorio. Supo de la llegada de esta remesa de soldados contra Cortés. Pretendió unirse a ellos contra quien le tuvo encerrado en su palacio mismo, por otra parte cuestionó que su prendedor sirviera al Emperador del que tanto habló como nuevo de los territorios conquistados y esperó que Hernán fuese vencido.

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Por otro lado a Alvarado le llegaron informaciones de que aprovechando que quedaron pocos les iban a matar, que se celebró una fiesta en la que se unieron los caciques de todas las tribus y papas. El responsable de los soldados creyó que fue una trampa para hacer llegar a más indios con el objeto de ser rodeados y asaltados en su feudo. La atmósfera de sonidos y cantos y griterío le sacó de quicio. Y el miedo. Entró a la fiesta religiosa y cometió una escabechina, un escarnio que provocó el levantamiento de todos los habitantes de la ciudad. Bernal calcula que fueron unos seiscientos los que murieron, la mayoría caciques, papas y guerreros del más alto estatus de ellos. Cuando llegó Cortés con los soldados, ya le llegaron informaciones antes, lo consideró un error que hubiera merecido la pena de muerte, pero que no la ejecutó por ser de su tierra, extremeño, pero le degradó de su categoría, dejó de contar con él como capitán, aunque luego retomaría por méritos propios su escalafón.

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Cuanta Bernal que Francisco Pizarro peleó con ellos antes de conquistar Perú, de joven. Y algo tremendamente anecdótico: se echaban la siesta siempre, incluso durante las batallas, para descansar, lo que hacían a turnos. Cuanta que durante la conquista de México se tumbaban en las raíces de un inmenso árbol, que para los Mexicanos fue sagrado, el tulle. Miré en el buscador de internet y encontré dicho árbol quinientos años después dentro del recinto de una iglesia. Al parecer tiene dos mil años este árbol.

Insiste Bernal en el comportamiento ejemplar de los soldados conquistadores, sin dejar de denunciar los excesos y tropelías de bandas que se formaban al margen de la expedición. Los propios caciques de los pueblos que eran pacificados pedían a Hernán Cortés que pusiera orden y castigase a quienes robaban o abusaban de las mujeres y de los habitantes del lugar, lo que hizo puntualmente, por lo que fue muy respetado y favorablemente acogido en muchos lugares.

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Y en el trato con las mujeres fue delicado. La palabra “caballero” tiene la doble acepción de quien se ejercita en las armas montado a caballo, también quien es educado, galante, especialmente con las damas. La palabra “conquistador” , igualmente, tiene la doble acepción de quien consigue por la fuerza unos territorios y también quien seduce a una mujer con su elegancia y maneras educadas y galantería. Parece ser que Malinche se enamoró de Cortés, aunque se casara después con el capitán Jumilla, lo que comenta Bernal con cierta ironía, pues fue sabido que fueron amantes la traductora y el general. Apunta que fuera para cubrir las apariencias al llegar de Cuba la esposa de éste. Ya conté que si alguna mujer de las Indias no quería ir con alguno de los conquistadores el resto la escondía. O que cuando al final de la batalla de México los nativos y guerreros  que quedan con vida piden que les devuelvan sus mujeres. Cortés dice que lo que ellas elijan. Unas volvieron y otros no.

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No cabe duda de que los sentimientos forman parte de los entresijos de los sucesos, como también se ve en las memorias de Garibaldi, que dictó a Alejandro Dumas. Por eso un testimonio escrito es más que historia, es la historia humana de los acontecimientos. Que además son narrados sin idealizaciones. Que sea una visión subjetiva y personal no quiere decir que no sea cierto lo que cuenta, porque ¿qué es lo objetivo?, ¿el dato frío y aséptico? Los documentos, cartas, escritos son importantes, pero una parte de la historia que corrobora o descubren fallos en la memoria del cronista o narrador. Por cierto frente a ciertas opiniones este libro no es una narración épica, sino sobre un hecho en sí mismo épico, que sucede en un momento de euforia y ánimo especial llevados los protagonistas por el fervor religioso, la ambición de riqueza y el sentido de aventura como lectores y aficionados a los libros de caballería. Sin estos tres factores entrelazados posiblemente no hubiese sucedido tal como ocurrió.

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También aparece la palabra “bodoque”, que se refiere a bolas de arcilla que usaban los mexicanos como municiones lanzadas con hondas. También aparece en el libro “Don Quijote”, pero referido este termino a bolas hechas de lana.

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La anécdota que más me ha llamado la atención es que finalizada la conquista, ya en sus aposentos, generalmente acomodados los conquistadores, según cuenta Bernal también sucedió a otros que lucharon con él, tan acostumbrados estuvieron a la vida de campaña que pasados los años, retirados de las contiendas, siguieron durmiendo en el suelo y vestidos, ya que en la cama no pudieron ni con ropas más holgadas y cómodas. Y que salían a la fresca para respirar el aire por la noche como así pasaron años velando al aire libre, con penurias a las que se adaptaron. Sus familiares no lo pudieron entender, les pareció algo extraño.

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Los nombres de ciudades o poblados conquistados se ponían según la fecha religiosa de cuando llegaron o lograron el control de la población, o del santo al que se encomendaron o como “California” según lugares legendarios que pensaron que pudiera ser aquel lugar, o con el nombre de las ciudades de donde fuese algún soldado que destacó en la lucha o que tuviera algún mérito, o el nombre de alguno por esto mismo ante un acto especial en su recuerdo. Nombres que permanecen hoy.

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Cuenta Bernal curiosidades como la descripción que hace de animales nunca antes visto aquende el mar, o comidas nuevas para ellos, las fatigas de las contiendas que pasaron con frío, hambre, agotamiento. Y un poco por deferencia a mi patria chica que los primeros misioneros de México fueron doce dominicos de Valencia de don Juan, de León. En la capital queda una huella de esta historia, poco o nada conocida, como es que una hija del Marqués del Valle, María Cortés de Azuñiga, lo cuenta Bernal en su memorándum, se casó con un conde Luna de León, en cuya fachada del palacio se ve el escudo del conquistador.

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Decir, al finalizar esta serie de artículos, mi agradecimiento al lector por su paciencia lectora. Indicar que merece la pena leer este libro al que me he referido, supone un viaje en el tiempo y a un contexto y lugar que nada tiene que ver con las excursiones turísticas. Reiterar mi agradecimiento a Miguel Ángel Fernández que me lo regaló. Supone adentrarse en un acontecimiento histórico, lejos de las “visiones” o de como se interpretan a un lado y al otro, con la ideología como «cristal con que se mira», para descubrir una historia humana, “demasiada humana”, la Historia humana de la Humanidad. Salud al lector.

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P.D: Y contaré una anécdota actual que refrenda lo dicho, porque viene al caso: En el pleno del ayuntamiento de Mijas, la coalición progresista por el cambio en su afán de ser radicales, propuso quitar el nombre de la calle “Del Descubrimiento” por ser un hecho genocida. A cambio, por un sentido histórico progresista y de izquierdas, la quieren poner el nombre de “Villa romana”. ¿El imperio romano no hizo brutalidades como el asedio a Numancia?, ¿no exterminaron brutalmente a los habitantes de Hispania?, ¿no celebraron duelos a muerte en este mismo lugar y entre doscientos soldados hasta que quedasen vivos una veintena? ¿No se hicieron las calzadas con esclavos, sobre la sangre de los vencidos? ¿No impusieron la pax romana bajo el terror de la violencia sin límite? Posiblemente también haya historias humanas, demasiado humanas, también en esta parte de la Historia y otras no conocidas como la que cuenta Fernando Montes en su libro “Eros versus Caronte”, el relato «Pacto entre tinieblas«, que os recomiendo.

La Historia es la Historia y es la huella que nos trae el presente. Pero hay que saber mirar el pasado y preguntarnos ¿cuál?.

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En fin. Paciencia.

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