Paseé recientemente por una exposición de fotografías de escritores del siglo XIX y comienzos del XX. Una época en que las fotos no se prodigaron. Me pareció curiosa aquella recopilación de retratos de escritores e imágenes de grupos en torno a ellos.
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También algunas notas de índole personal sobre ellos. Muchas las había visto en alguna enciclopedia o libro. La mayor parte parecidas a la imagen de publicaciones. Me sorprendió ver las últimas fotos de Pío Baroja y Azorín, paseando por un parque. Sus últimos años se enclaustraron en sus respectivas casas. Verles tan ancianos me impactó, pero a la vez me parecieron más cercanos, humanos, personas y no estatuas, en lo que muchas veces los convertimos.
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La foto que me impresionó fue la de Gustavo Adolfo Bécquer, porque no se parece nada al retrato que hube visto repetidamente en los libros de texto ilustrando poemas suyos, delgado, con perilla, de pelo algo rizoso… Me sorprendió ver su retrato: una cara ancha, si no calvo con mucha entrada, la parte lateral del cabello sobresaliendo. Ojos de tristeza, de mirada perdida, húmedos. Una persona con salud delicada, según un amigo suyo. Más bien chaparrete, cuanto menos nada delgado. ¿Por qué nos han hecho asociar su imagen a otra que nada tiene qué ver? Unas palabras indican bajo sus tres retratos que, según un amigo de él escribió: “nunca le vi reír, sonreír siempre, hasta cuando sufría. Tampoco nunca le vieron llorar” (Julio Nombela) ¿Qué anhelo encerraron, o liberaron, sus poesías, sus rimas, sus leyendas?
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La grandeza de los escritores es que aquello que escriben de sí mismos lo universalizan, de ahí su interés, no por la famosería ni otras cuestiones. Que una obra se lea mucho no quiere decir nada, a veces es contraproducente porque es más un instrumento de una maquinaría que convierte lo escrito en un objeto de consumo. Me apena ver como los nombres de Cervantes y de su personaje más característico, don Quijote, que personifica el enamoramiento, se ha convertido en una marca publicitaria de reclamo, sin que ni siquiera en el ámbito académico se adentre en su obra y se repitan tópicos, halagos y se siga manipulando su obra escrita. Se repiten tonterías y falsedades al respecto y se adentra en discusiones de si nació acá o acullá…. Mientras tanto lo que quiere decir y comunicar el escritor duerme y la cultura no sale de su somnolencia.
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Estoy seguro de que la imagen que tenemos de Miguel de Cervantes no es la de él, por más que los retratos que buenos pintores y retratistas que han realizado sean sobre la descripción que él hace de sí.
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Hace unos años realicé un estudio sobre la figura de don Juan en la literatura. Se ha interpretado la imagen de don Juan como la de un conquistador, guapo, que representan galanes con una voz grave, con bigote o sin él, y perilla pero actores de corporalidad apuesta que representan su figura como la de un seductor, y no la del varón seducido por la belleza de una mujer inaccesible, que lucha por acercarse a ella, siendo más que una pasión, y que son otras mujeres ajenas a quien le atrae las que azuzan para burlarse de él y hasta quieren jugar con su deseo, sin la más mínima consideración, por ser un varón no muy agraciado, bajito, regordete y calvo, con los dientes deformados, que necesita de la palabra para llevar a cabo su acercamiento a la dama que le inspira, poetiza sus frases para seducirla e inventa un lenguaje que atrape a quien le inspira y que al crecer el enamoramiento en la distancia aumenta y al llegar a unirse hace que muera tal sentimiento, por eso muere él que lo personifica y desde el más allá es condenado o salvado por doña Inés de su alma, más que de su cuerpo.Es pendenciero, porque se cabrea, y arremete con quienes no le tienen en consideración.
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¿En qué personas se inspiraron Zorrilla o Tirso de Molina?, nada qué ver con lo que se ha repetido machaconamente y deformado el personaje de don Juan durante años y años. Pero tampoco a nadie le importa.
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Otra foto que me impresionó fue la de Rubén Darío muerto en su cama, de lado apoyada la cabeza sobre la almohada. Me resultó que no viene a cuento, como la que se suele ver de Proust de perfil fallecido. Parece ser, me contó, una señora, que fue una costumbre antigua la de retratar a los muertos. En realidad ¿qué aporta?, nada, las otras de en vida tampoco, una vez la lectura de lo que escriben los trasciende, pero si se quiere entiendo que acompaña lo escrito y lo acerca al lector y aposente la lectura. Da lo mismo, pero sirve de anclaje a una época y ambiente del autor y a él. Lo que fractura el texto de una obra es una imagen falsa, porque hace que señale a otra dirección lo escrito.
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Todo escritor vive el drama de sí mismo, inventado o no, se hace cierto y lo expresa para salir de él y a su vez pretende convertirlo en algo tangible. También lo que es real queremos tocarlo, palpar su consistencia, lo mismo en el plano de los sentimientos, tal es la función de escribir fundamentalmente.
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El poeta que canta el amor invisible: “¿Quién que es no es romántico? / Aquel que no sepa de amor y dolor / que se ahorque de un pino / será lo mejor. / Pretéritas normas confirman mi anhelo, / mi ser, mi existir...”; al mismo tiempo gasta su dinero en charanas, juergas y en prostitutas, como él cuenta en una carta a un amigo que de madrugada, al final de gastar todo el dinero que le quedó en Cuba, La Habana, escribió el poema de la Negra Dominga, “¿Sabes quién es la negra dominga?…. En sus memorias Juan Ramón Jimenez cuenta que al llegar a España Rubén Dario, se interesó por ir de putas más que de otras cuestiones. Y cantó al mismo tiempo a un amor invisible, a su cuello de cisne. Poco antes de morir, siquiera una hora antes dejó unas palabras en una cuartilla: “estoy a lomos de la muerte… en compañía de Ella”. Escribe “Ella” con la primera letra en mayúscula. Enterrado en la catedral de León, de León de Nicaragua, se celebra una fiesta en la que pasean por el templo sacro chicas muy desvestidas para representar a las musas, con paneles en sus manos con versos del poeta.
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¿Qué importa la vida de un autor o su imagen corpórea? Sin embargo da pistas de lo que no está escrito entre lo que escribió, aquello que se puede atisbar entre renglones. El autor tal vez sea el retrato de las letras que escribe y puede que también lo sea de viceversa.
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Muy buena visión, realmente el anonimato forma parte de esa trascendencia…….