Voy a iniciar una serie de escritos sobre cuestiones que he vivido de cerca, unas entrañables, las más bonitas, algunas situaciones tremendas, perversas dentro de la gran ciudad, en donde una ley trucada rige todo y nos deja indefensos, lo que hace brotar la peor de uno mismo.
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Escribiré de manera desordenada, sin ilación cronológico, sino a medida que recuerde y espero que sirva como reflexión y en algún momento hacer reír, al menos esculpir una sonrisa cómplice. Porque me he dado cuenta de que la risa, y sonreír son mecanismos para supervivencia de la especie humana, que forman parta de nuestra evolución biológica. También la cultura y lo demás necesita la sonrisa.
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Lo que cuente será absolutamente verdad, verídico, cierto, sólo que contado. Como los niños cuando dicen que van a meter muchos goles dicen que van a «meter mil goles»… No es un número exacto, es expresar aquello que quieren hacer ver. Y las niñas y los niños nos enseñan a contar las cosas.
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En unos casos será una catarsis, en otros nostalgia que espero sea compartida por el lector, la lectora. Llegado al final de una pequeña etapa hay mucho que recordar, despedir, volver, mirar y tal vez sea ésta, la mirada aquello que trascriba. Porque al final mirar es común, pertenece a una época, a unas gentes, no a un particular, por eso lo colectivo es lo que nos hace sujetos, personas específicas inexistentes fuera del nosotros.
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Vivimos en paisajes humanos y en ocasiones en ellos hay horrores a los que hay que señalar con el dedo. Y reír por no llorar, como se suele decir, pero también la sonrisa del vivir de cada día, lo cotidiano siempre tiene algo de excepcional. La palabra nos permite saborearlo. A veces se convierte en una lupa y agranda lo que no vemos bien, o en un telescopio y acerca situaciones de la lejanía.
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Como dejó dicho Virginia Woolf: “Hay que dejar que caigan los átomos de las sensaciones y describirlos, traducirlos a la palabra sin orden ni estructuras, sino tal como los percibimos”. Por contarlo se convierte en un cuento. Y no todo lo que sentimos es visual. OK.
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Somos lo que somos porque pertenecemos a un lugar, a un grupo, ellos nos dan nuestra identidad. Eso dicen que es vivir en sociedad, y ésta tiene sus luces y sombras. Observarla, participar y sobrevivir en ella significa defenderse de sus ataques y recibir su calor. Para lo uno o lo otro la sonrisa es un arma de construcción masiva.