Intelectuales de no se sabe qué

Han pasado dos meses desde que asistí a la presentación de un libro en un espacio alternativo. Me llevé varias sorpresas que no voy a analizar ni a señalar con el dedo. Simplemente mirar qué sucedió para saber qué está pasando, según aquello de que «por el hilo se llega al ovillo«. Desde mi punto de vista lo grave no es lo que sucede desde la lógica del Poder, sino la falta de respuesta social y de análisis críticos más allá del insulto y de los moldes de hacer que se hace…  

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El estudioso del Poder como tal, Michael Foucault, observa que el Poder ha cambiado para adaptarse a los nuevos tiempos, se ejerce, pero no como imposición sino creando un discurso, formando teorías que asuman  quienes son dirigidos por el mismo Poder que se ejerce. Por eso Foucault plantea interrogar permanentemente a todo aquello que crea y genera el Poder. Lo cual exige elaborar un discurso desde la resistencia, desde la «izquierda» y los espacios alternativos, pero sin definiciones que encierren cualquier nueva idea.

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El Poder de los nuevos tiempos exige formas nuevas, que de alguna manera suceden, pero acaban reconducidas porque falta el discurso, todo queda en expresiones catárticas y disputas.

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Voy a contar una experiencia concreta, para luego plantear alguna que otra reflexión abierta al debate, porque lo que importa es el análisis no las consignas o reforzar “la culpa es de…”.

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El lugar fue en una librería alternativa. Quise dejar un libro editado recientemente, pero me dicen que primero tienen que revisarlo, algo a lo que me negué, pues ya me sucedió en librerías que admiten los libros en función de lo que opine el librero. Están en su derecho, pero me parece censura, sin más. Me preocupa tal coincidencia entre librerías de signo contrario. Porque aunque elijan obras muy diferentes para vender, el método es el mismo.

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Se presentó el libro de Jacques Ranciére, “El hilo perdido (Ensayos sobe la ficción moderna)”. Tal acto se convirtió en una excusa para hacer propagan de un determinado partido, pero de una manera absurda que se asumió por muchas personas asistentes sin la menor crítica y el asentimiento casi generalizado.

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Para empezar uno de los ponentes se presentó como líder del 15M. Fue el único movimiento social de referencia, curiosamente. En la intervención que hice desde el público en mi único turno, planteé la idea de que fue un proceso sin líderes, pero aquel ponente al ser un teórico dice saber qué fue y sentar sus fundamentos, lo cual le convierte en «representante» del mismo. ¿Y las asambleas?, ¿qué más da? Pero esto fue anecdótico. También lo que mi repaso a las mareas, al 22M de lo que nada se dijo, siendo de donde realmente parte la formación del partido al que aludieron permanentemente. El 15M fue el impulso de lo que vino después como movimiento social, y sobre todo desinhibió salir a la calle ante la quietud y resignación colectiva.

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Hablaron en aquella presentación de la crisis del relato, que plantea la obra y como el nuevo partido pujante lo que hizo fue un nuevo relato, en el sentido de que es capaz de generar un nuevo paradigma. Me asombró la capacidad de  tergiversar la realidad de los hechos y del contenido de una obra, deformación que necesita de una terminología “técnica” y “sofisticada” para hacer que se entienda poco lo hablado y así constatar la “intelectualidad” de lo explicado.

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Repitieron varias veces los ponentes que uno de los que aparece como referente del nuevo partido para el cambio dice que su partido elabora un nuevo relato a partir de recoger el dolor de la gente para ellos trasforman en Poder del cambio, lo que es el “empoderamiento”. Me pareció un sofisma irreal, pero sobre todo que el acto anunciado fue presentar un libro, no ensalzar a un partido y hacer de esto una simpleza. En definitiva que la nueva organización es la única que establece un nuevo relato.

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En mi único turno de intervención, tras solicitar la palabra, mostré mi asombro y contradicción, pues expliqué que más que un nuevo relato asistimos a un anti relato, porque los referentes públicos de tal partido cogen un tema y lo luego lo cambian para más adelante eliminarlo, como, puse de ejemplo, sucedió con la Renta Básica.

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También en otros temas, pero por ejemplo en el caso aludido expuse que para defender el empleo dos grandes ayuntamientos que gobiernan sendos ayuntamientos acabaron por votar a favor de seguir construyendo barcos de guerra para Arabia Saudí. Lo cual me dio pie a analizar otro tema recurrente, de una ponente, que aludió al miedo de lo ciudadanía para dar su apoyo a las fuerzas del cambio, porque ¿qué cambio? Y expuse que si no hay submiedos, porque precisamente ante aquel apoyo nadie del partido emitió un comunicado de denuncia o la más mínima crítica. Los cambios se reducen al tactismo, pero las tácticas acaban apartando las ideas que quedan como mero decorado.

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Al finalizar, en la calle, me abordaron tres personas, con las que hablé. Insistieron en que lo importante es adquirir Poder, llegar a ejercerlo. Se dejó de hablar del relato y la ficción. Fue antes de las elecciones. Insistí en que estaban algo obnubilados y de nada les sirvió mi análisis. Pensaban al unísono que es necesario el Poder para lograr cualquier cambio. Comenté que ellos nunca van a lograr el Poder, sino que es el Poder el que les incorpora a ellos y lo que son cesiones tácticas acaba siendo la política del Poder y ellos unos subarrendatarios, como ya sucedió con la llamada socialdemocracia en este país. Comenté que el relato es concatenar una serie de argumentos, pero mensajes televisivos como fundamento de un programa e ideario, es un anti relato, que además cambia según el momento «táctico».

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Unos meses después leí que la cara visible del nuevo partido dijo que fue comunista, pero como se veía con posibilidades de ser presidente del gobierno se convierte en socialdemócrata… ¿Y cuando gobierne?, ¿qué se hará de la noche a la mañana?

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Es un esperpento a lo que asistimos, pero la falta de discurso es adonde nos ha llevado. Hubo un relato alternativo que se ha barrido del mapa, que planteó la necesidad de luchar por una alternativa AL Poder, no DE Poder. He aquí el eje del relato y del discurso, de manera que las fuerzas del cambio nada cambian sino el decorado, fundamentando la economía en el empleo, como el resto de fuerzas políticas y en una carrera al éxito de ganar, como consecuencia de la mentalidad televisiva creada con tanto programa de competición que llega al sistema educativo con la asignatura de “emprendedores”, como si de un juego de tronos se tratara. Es pues ese pretendido cambio un producto mediático que sirva de contrapunto a la derecha.

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No es cierto que los cambios se hagan desde el Poder, el cual corrobora los cambios previos desde la base social, de los movimientos en lucha, de la presencia colectiva en la calle. Históricamente la igualdad racial no vino por decreto, sino por una rebelión de la ciudadanía de color y luego de gran parte de la población. La lucha para acabar con el colonialismo, igual. La integración de los homosexuales y la igualdad de derechos, y de la mujer, etc. lo mismo. El Poder lo rubrica y posa para la prensa, pero la lucha siempre ha sido de sectores no institucionalizados, por eso los atajos conducen a callejones sin salida. Y se crean partidos para domesticar o dirigir las protestas que manan de la sociedad.

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La falta de relato, el hilo perdido, es que se han sustituido los análisis, la teoría por mensajes televisivos para crear espejismos. Negociar sillones y crear empresas añadidas del negocio político con dinero público sirve para sacar a los movimientos sociales de sus luchas como ha sucedido, una vez más, como también antaño ocurrió con los grandes sindicatos, otro hilo perdido. Una hilaridad que naufraga en los debates y tertulias de radio y televisión. Y en las redes sociales el murmullo de ocurrencias e incongruencias.

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El nuevo relato es el que se enfrenta a lo que proyecta todo el espectro parlamentario, en cuyo juego quiere atrapar cualquier conato de respuesta social. La democracia es el poder del pueblo, y es éste quien saca siempre las castañas del fuego.

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2 comentarios en “Intelectuales de no se sabe qué

  1. Ya se sabe lo que dijo Gandhi: Los cambios sociales atraviesan por tres etapas. Primero, la risa (de qué van estos); segundo, el miedo (¡cuidado con estos radicales!); tercero, la mimetización («Lo hemos hecho nosotros»)

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