Cada día veo una plaza cuya belleza me llama la atención por el hecho de que me parezca precisamente un lugar bonito. Kant en su obra “Crítica del juicio” plantea la relación de unas reglas objetivos sobre lo bello y la razón interna de cada cual que hace que algo le parezca bello.
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Pero lo que me planteo, tras haber mirado la plaza otra vez, una más, es que lo que da belleza a la misma es la costumbre de mirarla, mi estado de ánimo tranquilo y culto, en el sentido de que cuando la veo es al ir a leer algo que me interesa y después de hacerlo.
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Reflexiono sobre los árboles inclinados que dan un aspecto de embrujamiento al diminuto paisaje. Me llama la atención que fueron plantados rectos y que tal fue su diseño, pero el contacto con las inclemencias climatológicas les ha dado una forma extraña, defectuosa con respecto a su forma original y esto mismo es lo que les da una belleza especial, una atracción propia, que es lo que hace que sean bellos y hagan bella la plaza en su conjunto, al menos para mí. Pero si quedasen sus troncos rectos, sus ramas tal cual su genética imprime su forma, puede que también fuera un cuenco de belleza para los ojos. No lo sé.
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Recuerdo que la sonrisa de Yolanda, la “sonrisa de patito”, la “sonrisa de estrella”, fue especial al poco de conocerla por un diente defectuoso. Me encanta y, sin embargo, es un “defecto dental”.
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¿Qué hace que lo bello sea bello?; o mejor ¿qué es lo que hace que me parezca bello algo? Porque la contestación de Platón es tan etérea, ¡tan platónica! Y la de Kant tan razonada, y delimita ¡tanto! con su palabra bisturí, que no me explican lo que quisiera responderme.
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Pero sí una idea que leí hace tiempo sobre las leyendas de una tribu india del norte de América, la de los Algonkinos: Realizaban sus mujeres unos vestidos preciosos, bien cosidos y bordados, pero siempre hay en cada uno un hilo suelto. Cuando la mujer blanca, la de rostro pálido, preguntó que por qué, ellas, las mujeres algonkinas respondieron que en el defecto, en su imperfección, está el espíritu de las cosas. Y en el de las personas.
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No entendemos la belleza porque no somos capaces de reconocer nuestros pensamientos, y también las percepciones, paradójicos.
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«La cirugía estética es la única ideología que nos queda. Todo el mundo tiene la misma boca». («13’99» de Fréderic Beigbeder, año 2201)