Voy a hacer un paréntesis entre los artículos y reflexiones sobre la Renta Básica, que retomaré el próximo lunes con un tema controvertido, pero que espero sea novedoso, en cuando a una nueva fiscalidad. Tuve hace unos días una experiencia que me abrió los ojos, sobre la razón por la cual la provincia de León cada vez va más cae en picado, y por tratarse de mi tierra he pensado que requiere de reflexión.
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No es algo baladí, pues otros teóricos de la economía han visto lo importante de la mentalidad social en el funcionamiento de la misma. Karl Marx tuvo que abordar la cuestión de la creencia religiosa en cuanto a que sirve para mantener la pobreza como una virtud, la obediencia y acatamiento a la autoridad como fundamento de la explotación, más allá de los mecanismos económicos concretos. Adam Smith fue un moralista,. Una de sus obras fue: «Teoría de los sentimientos morales» (1759) Sus observaciones sobre la economía que dio origen al despliegue del capitalismo no son ajenas a la manera de ser de los colectivos a los que refieren sus estudios.
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“Yo soy Paquita la soltera, ¡la más castiza deee Maaaadriiiiiiiiiiddddddddddd!
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Asistí a la representación de una zarzuela. “¿Una zarzuela en León?”, oí decir a un señor. ¡Ah!, ¿no?, – dijo una señora que le oyó, metiéndose la señora en la conversación que el señor mantuvo con otro – Tenemos el auténtico Santo Grial, ¡como para no tener zarzuelas!
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Me llamó la atención esta respuesta espontánea. Como lo demás que sucedió nada más comenzar el espectáculo, pero que me ha servido para saber qué sucede para que León nunca arranque de su historia legendaria, de sus reyes y morriña de sí misma como provincia, llena de… no sé, no sé, de algo que hace que no progrese. Y que hasta entonces no me hube dado cuenta. Nadie se lo puede explicar, porque es invisible.
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“Yo soy Paquita la soltera, ¡la más castiza de Madrid!” De esta manera comenzó la representación, con la cantante de turno puesta en jarras con las manos apoyadas en la cintura y moviéndose con pequeños giros a un lado y a otro. La orquesta acompañó con sus primeras notas. Hasta que se oyó una voz en alto: “Pero si es de León, ¿qué dice qué es de Madrid?”
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– Un po’ di silenzio, per favore -, dijo alguien con acento extranjero, aunque latino.
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– ¡Pero si es que es de León! – Insistió el mismo, ufano de tener razón, de manera que lanzó su voz, o pudo ser otro. No sé. Pero hubo una señora que dijo más: “Soltera, ¡ya, ya!, casada por segundas nupcias”. Me quedé atónito, porque ¿qué tiene que ver?
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La cantante quedó perpleja, quieta como una estatua y con una sonrisa pétrea. La orquesta sonó en un tono muy bajito, “bajín”, que dirían acá. O “bajini” que dirían los castizos de verdad. El caso es que se oyó la voz de otra mujer, que resultó ser la madre de la artista.
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– Con lo sosita que es, mira que desenvuelta y con qué desparpajo actúa -.
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– Se ve que está muy ensayado -, dijo alguien. A partir de lo cual la platea del público fue el escenario de lo que aconteció después.
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– No se puede presumir de soltera, cuando no lo es – Se oyeron las voces, pero no supe identificar a quienes hablaron entre ellos en público en general, sin la más mínima discreción.
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– Ni tan siquiera se llama Paquita -.
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– ¿A quién cree que va a engañar? –
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Cierto que hubo siseos para que se callasen, para que dejasen que continuara la actuación. Pero el público enloqueció cuando otra voz clamó: – ¡Es de León! Doy fe de ello -.
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¿Y qué?, pensé yo con mi percepción racional de las cosas.
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Pero el asunto se fue de las manos. Alguien echado pa’lante chilló eufórico “¡¡¡Viva León!!!”, voz en grito. Se oyeron vivas, vítores y aplausos. Pero no llegó el caos, gracias a dios, y varias señoras se pusieron a cantar el himno de León. “Sin León no hubiera España…” (¡Faltaría menos!, me dije) Un joven destacó que fue su bisabuelo quien escribió la letra del mismo. Se oyeron aplausos, que ya nada tuvieron que ver con la zarzuela.
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Todo el público se puso a cantarlo al unísono. También doña Paquita la soltera, lo sea o no, se llame o no así. La orquesta hizo los acordes de Odón Alonso padre, para el susodicho.
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“Concilios, fueros y reyes dieron prestigio a León”. Y yo pensé que estaba sucediendo algo muy de la tierra, que por eso en ella nacen tantos aparentes literatos, escritores y poetas, dramaturgos y hasta si se quiere demiurgos de la política. Se produjo una confusión de lo ficticio con lo real.
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“La fama cantó su hazaña con clarines y cornetas”. Es el único lugar que conozco en esta basto y ancho mundo en el que los escritores en realidad son sus personajes. Crean fábulas de sí mismos y por eso abundan tanto. Se inventan a sí mismos como autores cuando en realidad son su personaje. Salen en la prensa o se quejan de no salir, da lo mismo. Nadie va a sus conferencias, pero cuando las imparten en las universidades, si dan créditos, se llenan a rebosar. No dicen nada, o repiten lo mismo durante una hora. Y da lo mismo, el caso es que cuente para los puntos que forman las notas del alumnado. Unos se acomodan en la Academia de la Lengua, otros reciben premios y los catalogados en lo más altos reciben homenajes y reconocimientos, siendo todo una ficción que se hace realidad. Y se lo creen. Nada tiene que ver con la literatura, pero…
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“En sus labios cobró vida el hermoso lenguaje español; ¡Viva León!” El nombre de León viene de la fusión del nombre de los dos ríos que rodean la ciudad, pero viste más que venga de las legiones romanas, tan aparentes, tan poderosas, con los cascos relucientes y esas espadas que brillan (“con su sangre a torrentes vertida dio a la patria preciado blasón”)
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“Tierra hidalga, tierra mía, estrofas del romancero van tremolando su honor, ¡es León!” ¿Cómo es posible que con la riqueza que tiene esta provincia, con tantas posibilidades, con tanto emprendedor, que hasta salen en la tele y que recorren el mundo, no avance esta provincia y retroceda con cada vez más paro, más despoblación, más desidia. Lo que vemos luego nada tiene que ver con la realidad, pero hablamos con tales personajes como si fueran reales.
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No cabe duda de que León es la ciudad que tiene la catedral de León más bonita del mundo. Y arte arquitectónico de todo tipo. Una provincia muy variada, en medio del Camino de Santiago, que ha sido propuesta para ser la capital de Europa cuando se forme el estado europeo y ¡lo puede hasta conseguir! Con el mérito que inflama las huestes provinciales de que tenemos las mejores tapas en los bares, ¡gratuitas! ¿En qué establecimiento de New York o de Pekín, o de Bogotá o de dónde sea, dan un plato de morcilla con la caña y encima te echan la bronca por haber entrado y se llena a rebosar, ¿eh? Soy testigo, ocular y auditivo, de que una señora no dejó propina porque el dueño y camarero del bar no la regañó ni gritó cuando le atendió, de lo cual se quejó amargamente.
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Luego está el peculiar lenguaje autóctono del que soy testigo fehaciente. Cuando alguien mandó callar al público al comienzo de lo que no fue una discusión, ni nada, sino una forma de comentar, de ser, que desentona y que queda fuera de lugar. “Silencio ¡hostias!, ¡que hemos venido a escuchar la zarzuela!»
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– ¡No me sale de los cojones! – Tal cual. Disculpa, lector, lo mal sonante de estos vocablos, pero fue lo que oí y no quiero censurar nada, pues la gente habló en su idioma vernáculo y no seré yo quien lo traduzca al castellano y diga “¡mecáspita!”. Otra persona insistió en que sí que es de León la cantante de la zarzuela, Paquita: “¡Que sí joder!» Cuando ¿qué más da? Pareció una cuestión de honor, pero se estaba confundiendo la ficción con lo real.
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Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que Dios me perdone, pero es lo que se dice en estos casos, al finalizar el canto del himno y oírse los aplausos correspondientes y vítores a la ciudad y provincia de León, alguien gritó “¡Que dejen la Plaza del Grano como está!” Alguien modosamente aludió que si la arreglan un poquito no pasa nada. Pero salió del escenario un cantante que dijo que eso lo tenía que decir él. ¡Pues dilo coooño!, clamó un joven.
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¿Cómo lo iba a decir con el jaleo que hubo?, imposible. Lo presencié tal cual. Paquita quieta, sin decir nada, sin cantar, sin moverse, a la espera de poder continuar con su actuación.
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A los de la inmobiliaria municipal, lo único que queda en el ayuntamiento de León, pues los servicios de agua, jardines, basuras, zona azul, etc. se han privatizado, no les gusta esa plaza de pueblo, con cantos y tierra, ¡tan sencilla y humilde, y a la vez tanta belleza en su espacio. Querrían los de la susodicha un espacio urbano como la Plaza Roja, grande y con adoquines, o rodeada de altos rascacielos como en Nueva York, pero el pueblo se resiste, menos quienes ven la serie de Falcón Crees, esos sí quieren que se adorne tal plaza con luces de neón. Ya quisieron colocar una pagoda chinesca, con grifos de oro para los fumadores. Y no es cachondeo.
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Sinceramente, me estaba hartando. Mi hija pequeña dice que pierdo la paciencia en ocasiones, que no puedo ser el pequeño Rimponché que me nombraron hace años para enseñar la calma y la paz a la humanidad en la vida cotidiana, pero, ¡por favor!, había ido a escuchar una zarzuela y a todas luces eso fue un batiburrillo. Tuvo razón una señora que gritó que ella había pagado su entrada.
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Al ver aquella confusión, intervine: “Ya sé por qué no progresa León”. Fue algo que me salió del alma, sin que supiera realmente la causa precisa. En la fila de delante de mí se puso a llorar un signor. Fue aquel que pidió que se callasen per favore. Reinó el silencio al escuchar sus hipos y voz lagrimosa, que sin embargo nos sorprendió. Supe después que estuvo entre el público con la misión de medir la nota fa sostenida, por si la cantante batiera el récord, que por ser interrumpida quedó a seis segundos de la soprano que ha realizado dicha nota sostenida más largamente.
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– Sono eccitato, è meraviglioso quello che succede in questa bellissima città. ¡Progresso è una merda! – Le entendimos todos y nos quedamos pasmados. – ¡Grazie, molti grazie!, – añadió -. Sei meraviglioso -.
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Entonces el público al unísono se calló, reinó el silencio. Me emocioné. “A mi labio el corazón se asoma para gritar viiiivaaaa León”, no cabe duda. Y otra vez “Yo soy Paquita la soltera, la más castiza de Maaaadriiiiiiiiiiiiiiddddddddd…”. Quedó a un segundo de superar el canto de dicha nota más prolongado del mundo. La zarzuela fue muy aplaudida al final, se oyeron “¡bravos!” y “¡otra, otra!” No faltó algún que otro “¡viva León!”
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De vuelta a casa se me contagió la música de la zarzuela, y puesto en jarra y girando por la cintura, a un lado y a otro, canté: “Yo soy Paquita la soltera, la más castiza de Madrid…”. He reflexionado sobre lo ocurrido y sé que si lo cuento nadie me creerá, porque se mezcla ¡tanto! la ficción con la realidad, lo legendario con los hechos, la manera de hablar con la convivencia colectiva. Sé que no soy Paquita, ni soltera, pero no puedo dejar de repetir esta canción y con los brazos en jarra no ceso de girar la cintura de un lado a otro…
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Hay que ser de León para comprender las cosas de León.