Despedida de los libros

Mi primer adiós ha sido a los libros que me han acompañado en el rincón de la biblioteca al que me ubiqué, y qué decir. ¡Tantas cosas! para empezar la enorme cantidad de ellos, tantos que abruma. Y a la vez generan una fuerza de atracción, que a mí me ha cautivado. Siendo los que he leído una milésima parte de los que hay en dicho espacio, que a su vez albergan una millonésima de los que hay en toda la biblioteca, que no son sino una micra de los libros que hay en el mundo. Y yo dedicado a corregir mi novela, un libro más en la inmensidad de lo inmenso en un rincón de la nada.

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Sí, uno más y para mí necesario, como para cual el suyo. Y saborear el peso de la docta ignorancia, porque en realidad ¿qué sabemos? Pero algo sí, siempre aprendemos. Y lo que nos trasmiten otros no deja de ser una aportación del compendio de su experiencia. Libros que apenas ya nadie conoce, por ser clásicos y porque son materia de estudio nada más. Cuando ¡cuánto dicen! El saber siempre ha estado ahí, al lado de quien ha querido mirar la palabra. Pero también fuera de ella. Me reafirmo en lo que leí a Sartre: “Vivir es una pasión inútil”, lo mismo que leer, escribir y, por el contrario, lo útil nos atrapa. Como el Tristán de Thomas Mann clama: “¡quiero ser inútil!”. En este magma de sensaciones, pensamiento, emoción y añoranzas contrapuestas me acerqué a los estantes donde están colocados los libros. Fui a decir adiós a cada uno de ellos, ¡adiós compañeros de viaje!. Durante dos años me habéis acompañado, con vuestros autores revividos en el almapalabra y tanto me habéis dicho. Una vez frente a ellos me salió ponerme firmes y con la punta de los dedos de la mano derecha apoyadas en la sien correspondiente, hice el saludo marcial de despedida. Pienso que fue una manera que espontáneamente me salió, como si les considerase camaradas, a los que alguna vez podré acudir para pedir ayuda, yo que no hice el servicio militar ni puedo llamar “a mí la legión”, sí ahora “¡a mí libros!, estoy en peligro y en zozobra además”. Hasta siempre. Os llevo en mí. Camarada: Luculus con sus “Sátiras”. Y dando pasos marciales hacia un lado recorrí de manera serpenteante las estanterías. Y Quinto Horacio Flaco, con su libro, también, “Sátiras”(65 aC). Aunque el título original fuera “Conversaciones” o “Diatribas”, no se sabe muy bien cómo traducir. Quien se apuntara al ejército de Brutus, en favor de la República y ocupó un mando en la legión dejó luego el escudo para huir. Le cito en mi próximo libro y aprendí qué es la sátira de su mano-palabra, en cuanto son referidas, las sátiras, a prototipos y no a personas, describen de manera caricaturizada sin referirse de ningún modo a quien se dirige. Esto me dio un argumento para releer  la obra de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Siendo este autor del s. XVI muy recurrente en las definiciones. Leí de Flaco una historia referida al héroe griego Ayax similar a la que se cuenta en el Quijote cuando se ponen sendos protagonistas a matar ovejas, creyendo matar a los enemigos. Los dos “locos”. Y una advertencia: “los ladrones y alimañas no causan tanto fastidio y preocupación como los hechiceros que trastornan la mente humana”. Otrosí las sátiras de Juvenal. Cayo Petronio con su “Satiricón”, considerada la primera novela (60 dC), al menos así lo defiende Carlos García Gual, quien da a conocer el sentido etimológico de la palabra “novella”; “novedad”, «la nueva». Se escriben para leer, no como los dramas y tragedias cuya finalidad es ser representadas y vistas así colectivamente. Este autor, dicen, inspiró a Cervantes para escribir con una intención cómica. Su autor fue asesinado tras ser acusado de conspirar contra Nerón. Sus héroes son problemáticos y advierte sobre la necesidad de la paciencia para educar a los jóvenes. Marcial con su obra “Epigramas”. Arístenes, que fundó el cinismo. Publio Ovidio, su obra “Fastos”, de donde viene la palabra “nefasto”, siendo una explicación de los días festivos, “fastos”. Me hizo recordar su libro “Metamorfosis”, de la que me llamó la atención la transformación del agricultor en rana por su obsesión por el agua, año 8 dC. Palladius: “Tratado de agricultura”. Eurípides: tres tragedias y un drama. Plauto: Comedias. Plinio el Viejo, su “Historia natural”, leí varios capítulos. Un estudio de los animales que llevó anteriormente a cabo Aristóteles. Pagó a dos mil hombres para que fueran por todo el mundo y anotasen aquello que observasen de los animales, con curiosas descripciones de los apareamientos, las conductas de palomas, elefantes, la descripción de las jirafas, y muchos otros que además tales observadores acompañaban a las legiones para descubrir la fauna de los nuevos lugares a los que llegaba el imperio. El mirlo. Propecio: “Elegías”. Prudencia, el himno de los mártires. De unos no leí nada, otros pasé por alto, pero aquello leído me ha hecho ver con perspectiva y observado el saber que viene de siempre. Quintiliano: “Oratoria”. Séneca, “Epístolas morales a Lucio”. Me retrotrajo a una serie de televisión cuando fui niño sobre este pensador español cordobés romano con sus sentencias y moralejas, siempre contra la ambición, la codicia, el egoísmo como si el ser humano pudiera educarse, alguna vez. Tutor de Nerón. Gran orador. Desterrado por su relación adúltera con la hermana de Calígula, sin pruebas al respecto. Al volver tras ocho años es nombrado asesor, junto con Burro, de Nerón, que contaba con diecisiete años. Al ser asesinada la madre del emperador por su hijo instigado por su mujer Sabina, Séneca decide alejarse de la corte y ofrece su fortuna a Nerón. Acusado el estoico de conspiración, sin pruebas, por sospechas, fue condenado a muerte. Antes de ser ejecutado se suicidó tres veces, porque ni cortarse las venas de los brazos, ni tomar veneno lo logró, pero sí tomar un baño en el que los vahos le ahogaron por el asma que padecía. Simago, sus cartas. Tácito, anales. San Agustín: obras completas. Disfruté en mi juventud cuando leí sus confesiones, cuando refuta a los maniqueos de quienes formó parte. Y su vida anterior a vivir la fe en Cristo. Como explica todo el proceso como si fuera un mapa de lo que somos las personas. Lo leí porque fue un libro que estuvo en mi casa, por curiosidad. Amiano Marcelino, su Historia sobre la decadencia del imperio romano, s. IV. Apuleyo y su famoso “Asno de oro”, que leí, pero apenas recuerdo. Y “Floridas”. Verges, poesía. Cátulo, también poesía. Adiós camaradas de la palabra. Imposible leer todos los libros, una ansiedad que calma al comprobar que lo ínfimo leído llena, al menos ese hoyo de arena que cavó san Agustín para llenarlo del agua del mar, comprobando que no podrá nunca comprender la inmensidad de Dios, ni siquiera una mínima parte del saber y hemos de conformarnos para saber lo que sepamos. Cicerón: “La invención retórica”, “Oratoria”, “Discursos”, “Leyes”. Julio César: su historia sobre la guerra civil en Roma. Ennodio: poemas y epístolas. Enmio, fragmentos de sus obras porque no más se conserva. Lo mismo que de muchos autores, más los desaparecidos del mapa de la cultura por muchas razones. Hay quien dice que tenemos noticias del pasado de los más mediáticos y próximo al Poder, aunque luego les cayera encima su peso, pero no de los más sabios cuyas obras desaparecieron al no ser muy divulgadas. San Jerónimo: “Obras Homiléticas”, sobre el saber de las homilías para enseñar a los sacerdotes a predicar. Lactancio: “Sobre la muerte de los perseguidores”; obra ésta que tal vez enseñara a existir a los poderosos de hoy y de siempre. Lo que hoy vivimos es como siempre, “nada nuevo bajo el sol” y tenemos que volver a aprender la lección. Lucrecio: “De la naturaleza””. Luciano: “La farsalia”. Pelopones… ¡no, perdón!, Peloponeso no, que error, con la emoción que me embargó confundí esta región con un autor. No, no, disculpad. De Turídices “la guerra de Peloponeso”, contra Atenas, luego su despliegue hacia África. El cerco contra Troya de diez años. Luego contra los fenicios. Como si la Historia fuera la historia de las guerras sin parar. Me da la sensación de que vivimos fuera del ser, por eso tenemos que atacar y destruir. De ahí el sabio que busca dentro de cada cual y nos dirige a nuestro interior la mirada. Porque dentro somos lo que somos y poco más. Teofrastro: “Los caracteres”. Erasmo de Rótterdam , s. VXI, con su “Elogio de la locura”, en el que la “locura” hará un elogio de sí misma. Hija de Plutón. Aunque criada por Ebriedad (hija de Bacon) e Ignorancia (hija de Pan). Gracias a ella el anciano se vuelve niño y no es consciente de su fin, que tanto le atormentaría. Pero el título en realidad es “Encomio de la estulticia”, o sea una alabanza de la estupidez. Aunque en un sentido de “Moria”, término griego: de “sabios-tontos”. Advierte de como la mujer bella tiraniza al tirano mismo y el varón hace el ridículo, le hace decir tonterías para disfrutar de la mujer. Define la ignorancia a la mujer como “animal astuto y necio, pero gracioso y placentero, endulza con su estupidez la tristeza del carácter varonil”. “Cuanto más interno es el amor, más profundo es y feliz el delirio que produce”. Clasifica la locura en dos: una es Furia, lanzada desde el infierno, que da lugar a la guerra, el incesto, las calamidades. La otra es un extremo de la razón, que sirve para liberar al alma de la angustia. Se ha hablado mucho de la influencia del erasmismo en Cervantes y quizá apoyara la construcción literaria en el ignorante (Sancho), pero que no lo es tanto. Y la locura en sus dos facetas con don Quijote. Según Erasmo cuanto más estulticia más feliz es la persona. Y que todos estamos poseídos de algún tipo de locura. Y he aquí otra afirmación de la que pudo haber bebido don Miguel de Cervantes: “La gente llama loco a aquel que imagina que una calabaza es una mujer”. También: “El más loco se burla del menos loco”; “hay que salir de la necedad, no de la sabiduría”; “Los filósofos creen saber todo y no se conocen a sí mismos”. Considera que aumentan los enemigos de la iglesia católica por culpa de los obispos impíos, que no fueron pocos en su época. Critica que las Sagradas Escrituras otorgan al estulto la pureza del alma, que se niega al sabio. Cita en este sentido a san Pablo. Nicolás de Cusa: “La docta ignorancia” y «Examen del corazón”. Su ponencia para el concilio de Basilea (1531 – 1545) plantea que hay que atajar la cuestión de la sexualidad del clero, y hay dos opciones: regularla, con las normas sobre la barraganía, la discreción o arrancarla de cuajo. (El que tenga oídos que oiga). Francisco Suárez, “Disputemos metafísicas”. Virgilio: “Geórgicas”. Apiano: “Guerras Ibéricas de Aníbal”. “¿Quién es filósofo?. Todos somos filósofos”. No es pregunta y aserción, sino el título de un libro que coloqué el día anterior a mi despedida, clandestinamente, por eso ruego confidencialidad, aunque llegado a este renglón ¡quien no será discreto!. Lo ha escrito Miguel Ángel Castro Merino, profesor del filosofar y filósofo, ya que no es Filostrato, pues calumnia que algo queda, según dicen, pero lo cual nos pringa a todas y a todos de filosofía. Ahora ha sacado otro libro que, del que no me despido, sino más bien daré en unos meses la bienvenida: “No me pidas nacer, cartas al ángel custodio», una apología de no traer hijos e hijas al mundo. No encuentra razón alguna. ¿Pero es una cuestión de razón? Espero no ofender y ya habrá debate. Aristóteles: “Acerca del alma”; “Física”; Retórica”. Flabio Arriano: “Anábasis de Alejandro Magno” (S. II) Anábasis se refiere al viaje de la costa al interior. Lo contrario es katabasis. Por si a alguien le sirve. Demóstenes: “Sobre la corona”, mantiene su criterio en contra de la paz con Macedonia. Crisipo de Solos: “Testimonios”. Esquilo: “La oresta”. Esopo: “Fábulas”. Ya queda poco, pero seguí mi paso lateral con saludo marcial para despedir a aquellos libros. Bien sé que me miraban extrañados los chicos y chicas sentados en sus respectivas mesas en las que estudian. ¿Qué hace? Un señor mayor, tan respetable y haciendo tal esparaván. ¿Se ha vuelto loco?, ¿un facha? Hice como que no me di cuenta. Al día siguiente me iba a tocar despedirme de ellos, lo que narraré el próximo lunes. Seguí a lo mío: Elio Aristides con su “Discursos”, lo mismo que Libanio y Juliano. Por discursos que no quede, también cada cual a su bola, a lo suyo. Píndaro: Odas triunfales” «Olímpicas” y «Epinicios”. Este libro poético lo leí tiempo ha, porque leí una cita del mismo en una obra de Honorio Marcos, “Concierto para un náufrago”: “Acaso ¿qué eres Hombre sino tu sombra?” Máxino de Tiro: “Disertaciones filosóficas”. Cornelio Tacitus, Diálogos y Anales. Terencio, comedias. Tibulo. Pretarca. Virgilio con sus «Églogas» y La eneida». San Buenaventura, obras completas. Duns Scotto. San Isidoro, «Etimologías». Juan de Salisbury. Jordanes, «Orígenes y gestas de los godos», la primera historia nacional conocida, sobre Francia, dejando a Roma a un lado. Plotino, “Eneadas”.  Oí hablar de este autor en Nueva Acrópolis, una escuela de filosofía clásica, que resulta ser una secta, según dicen. Pretende este sabio “unir lo divino del ser humano con lo divino que hay en el universo”. Pablo García Castillo analiza que influyó en san Juan de la Cruz: “música callada”; “salida del alma en vuelo hacia el recuerdo”. También en Spinoza, en Dante, con su “Divina comedia” y en los neoplatóniocos Giordano Bruno y Fray Luis de León. Polibio: “Historia de Roma”. Plutarco: “Vidas paralelas”. Safo: Poemas. ¡Por fin una mujer! y son retazos de poemas, en donde se vislumbra una gran cultura, lo que indica que las mujeres, y ella que fundó una escuela, la tuvieron, pero se las ha callado precisamente por ello. Sospecho que Xantipa no fuera tan mala esposa para Sócrates, sino que discutieran sobre cuestiones de las que él disertó con sus pupilos y no le diera la razón. Muchas fueron las mujeres poetisas durante la antigüedad. Tengo un listado que no dispongo ahora del mismo. El libro donde leí al respecto, pero no lo he visto un año después. Eurípides: tragedias. Filóstrato: “Contra el amor” y “Vida de Apolonio de Tiana”. Galeno: “Sobre la localización de la enfermedad”, “Tratados filosóficos” y “Autobiografía”. Además de estudiar el cuerpo humano pensaba globalmente, lo que me recuerda aquel dicho de Gregorio Marañón: “el médico que sólo sabe medicina, ni medicina sabe”. Y recuerdo el libro escrito por Ramón y Cajal, “Psicología del artista”, que cité en el estudio que realicé sobre el enamoramiento. Recuerdo que la primera clase del profesor de Anatomía el año en que se jubilaba, ya mayor, el profesor Oliveros, don Luis Gómez Oliveros, en la Facultad de medicina de la universidad Complutense de Madrid. Disertó en su clase inaugural sobre el cuerpo humano, pero que forma parte de un todo y se remontó a las ideas de Platón. Me entusiasmó escucharle. Fue el último anatomista que descubrió algo en el cuerpo humano, un nervio de la mano. De aquella se fumaba en las clases. Cuando iba a entrar se tiraban las colillas al suelo. Él al entrar se agachó, cogió una y la colocó en el cenicero. Nunca más nadie tiró ni una, de aquella clases. Continué la despedida: Hesiodo, con su “Teogonía” y “Poemas hesiódicos”. Herodoto: “Historia”, padre de las descripciones históricas. Homero, con la “Iliada” y la “Odisea”. Libros en los que me llamó la atención, ya hace tiempo, que “Tiempo”, “Cólera” y otros atributos se escriben con la inicial mayúscula, como queriendo decir que tienen identidad propia. Ulises vuelve, al caso es volver y una batalla por una mujer, ni siquiera por su amor, sino por el despecho, un juego de promesas y honores se convierte en sangre e historia. Y en literatura. O quizá se quiso trasmitir que la guerra por encima de todo. Si nos quitan la lucha acaso nos eliminen el amor, por eso vaya tan unido amar con sufrir. Jenofonte: “La república de los atenienses”, “Económico”. Flavio Josefo con su “Antigüedades judías” y “la guerra de los judíos”. Teofrastro: “Los carácteres”. ¡A sus órdenes! es ordenar los conocimientos, previo reconocer que es la suma de muchos saberes lo que nos hace entender algo e interrogarnos más. Proculus. El “Digeris Akrito”, tan escondidito, que resulta ser un poema épico que consta de ocho cantos y cartas de amor, donde se hace constancia de como unos emigrantes griegos fundaron Bizancio, 652 a.C. Nombre en honor a Byzor, el jefe de la expedición. Una historia que culminará el s. II cuando se nombra capital a Constantinopla. Parece ser que la civilización helénica pasó por tres edades: la Homérica que relacionó Grecia-Aquea con Troya; la Akrítica, relación de Bizancio con el mundo árabe; Clética, nehelénicos con los turcos. ¿Y a mí qué me importa? y de un plumazo ventilar libros y libros ante mí. Pero no. La Historia de los lugares es la de los pensamientos, es lo que da forma a nuestro presente y lo que nos puede hacer saber y elegir qué nos pasa, en primera persona, tanto del singular como del plural. Y cada página de un libro da pistas. Por eso mi honra a ellos, porque sus respectivos autores han dejado su trozo de tiempo-vida en ellos y trasmiten algo. Trata de un emir de Siria, ¡caramba qué actual!. Diogenís fue infiel a su esposa, con la cual vuelve después, según leí panorámicamente. No se sabe si escrito en el s. X o hasta el XII; hay dudas. En nuestro siglo nadie sabe la razón profunda de atacar a un país del norte de África, el más desarrollado del continente en esperanza de vida, por su renta per cápita antes de ser destruido, sin razones que se inventaron sobre amenazas ficticias, aunque supusiera un futuro desarrollo continental y cuestionar la economía del imperio, ante la idea de fundar una divisa común sobre el valor oro. Pero la causa profunda de quien adelanta la guerra, cuando se negociaba una salida negociada y airosa, fueron los celos de quien no aceptó que su esposa hubiera mantenido relaciones, y no de Estado, con el jefe de Estado asesinado por unos sicarios pagados ex profeso para ello. El pasado queda pegado al cuerpo, formando parte de él, cuenta Proust al final de su magna obra. Quien ama el cuerpo de la amada percibe ese tiempo carnal en forma de celos, la pasión enfermiza más devastadora y brutal. Está escrito en la Historia misma de todas las historias, por más que adornemos escenarios y escenificaciones. Muchos poderosos padecen la locura por la locura, en sí misma y la transforman en hecho histórico en forma de destrucción, aunque se vean de ejemplo, pero son seres pusilánimes, destrozados por dentro, pero que encajan con la patología social del Poder por el Poder. La Historia, la Historia, el azar de los histórico y su sinsentido, al que hay que entrar para indagar. Pero silencio, no digamos nada. Callemos, como lo hacen los libros, porque a nadie interesa. Todos sonríen.  “De Bello contra Insulano; intervención de España en América”, de Juan de Peria, del s. XVI, donde se cuenta que en el nuevo mundo recién conquistado se crearon dos bandos, el de los conquistadores y el de los religiosos. El misionero José de Acosta advierte de que los viejos cristianos no dan ejemplo y que es empeño dificilísimo reeducar los instintos naturales y las costumbres inveteradas. Acusa a los conquistadores y a una parte del clero de llevar una vida escandalosa. Critica que se quiera enseñar de memoria las oraciones. Creó la escuela española de La Paz. reprueban las exageraciones, a veces delirios del Padre Bartolomé de las Casas. Nadie quiere saber nada de esto. Todo transcurre tan deprisa, todo nos lleva a lo nuestro, al quehacer cotidiano que no vemos el horizonte hacia atrás. Tampoco, así, el de delante. Pastamos de esta manera la vida. Por eso os rindo honores libros. Me habéis abierto el alma, la mente, pensar, aunque no sirva para nada, sino para disimular, pero espero saberlo hacer. “El otoño de la Edad Media” de Johan Herizinga, historiador holandés. Parece un chivato, que a través de Margarita Anjou que se casó a los dieciséis años con Enrique VI, desvela que éste fue un imbécil. Las pasiones y la codicia intervienen en la Historia. No es tan objetiva como se quiere hacer ver. La meninas fueron enanas para la diversión de la corte, que hicieron peleas entre ellas para regocijo de los presentes. Melm D’ors fue la más famosa. La Edad Media estuvo formada por la creencia religiosa y embebida del ideal caballeresco, como hoy el científico y tecnológico, que será pasajero y es mentalidad, más que “científico”. Tanto me aportó este libro para mi estudio sobre Amadís de Gaula y don Quijote. También en la épica hindú, “Mahabarata”, la mujer es el pensamiento central. El consejo de no enamorarse, ni del novio, si se quiere hacer llevadero el amor, la convivencia en pareja. Antonio Becadelli con el libro “El Hermafrodita”, obra prohibida por el Papa Enrique IV, que quemó en la plaza pública, (s. XV). Narra como en la Roma de entonces el placer del cuerpo forma parte de la cultura. Marcial, avisa, arremete contra el emparejamiento de homosexuales adultos y la defiende con niños y niñas como forma de aprendizaje sexual. Y parece que hemos inventado hoy la libertad sexual o las perversiones. Se desprecia el sexo oral. El elogio a la virginidad hace que prolifere la prostitución, la de quienes la han perdido. Y algo que desapareció durante siglos: “Mi libro tiene coño y tiene verga”. “Excitado mi alma por el fuego del amor me habría abandonado y yo en mí oiría, pero viviría en el muchacho”. Es de un poeta llamado Platón, o que se hace llamar de esta manera, del s. XV. ¡Como para no rendir tributo a los libros que nos descubren lo que callan los libreros y quienes custodian el saber. El casto caballero castró la literatura durante casi cuatro siglos. Hasta que Joyce y Proust desnudaron a los personajes. Y queremos máximas ventas, y buscamos temas de actualidad. Boncampagno de Signo: “Rota veneris” o “Tratado del amor carnal y la rueda de venus”, s. XV también. Dice no escribir el libro con intención lasciva, sino por las súplicas de sus amigos. Con cartas de amor de tipo burlón, se dice inspiró la creación de “La Celestina”. El mundo gira en torno a la rueda del amor. Estudia los suspiros de la mujer y abre la idea del amor fisio-psicológico. El amor prefecto origina continuo temor. «Las personas están unidas en ataduras»; “Los caminos del Hombre son inciertos y sus pensamientos vanos”. Enseña a escribir cartas para los monjes y de la mujer al marido ausente, así “los clavijos que repetidamente azotan una y otra vez el yunque de su naturaleza y no puede retener con facilidad el flujo de sus riñones, debiera poner en la salutación de la carta alguna señal”. Señala que hay dos tipos de amantes, con distinto tratamiento: el laico y el clérigo. Pero avisa que “el joven cortesano se convierte en viejo portero”. El amor a una dama se conquista con halagos y adulación. Cita a Ovidio: “¿qué daño hay en prometer?” Cuenta como Fuentelsol de Fray Melchor de la Serna señala casas de monjas dadas al amor carnal. Añade poemas y coplas que desvelan el asunto: “Dice mi madre que me meta monja / que me dará fraile / cual yo escoja”; “en el convento me quitaron el cabello que quise dejar a mi novio de recuerdo”. Mientras que los símbolos en la cabeza con los colores de las togas el blanco es signo de virginidad y el negro de la muerte. Así Venus concluye “no hay nadie tan inteligente que pueda impedir siempre el deseo de una mujer”. ¿Y si algo de todo esto se leyera? “La rueda del amor” enseña cortesía y buenos modales en el arte amatorio, así como interpretar gestos y signos. Hay mujeres que suspiran para engañar. Porfirio de Tiro, “Contra los cristianos”. Este autor estudió en Atenas con Longinos (platónico) y en Roma en la escuela de Plotino, s. III. Un texto rescatado en el s. XVIII. Afirma que los evangelistas son inventores de fábulas, no testigos, que los evangelios (que califica de artificio escénico) son pura contradicción y patraña literaria. Que logran persuadir a mujeres y esclavos. Denuncia escándalos relacionados con la carne, cuando predican lo opuesto. Les acusa de colocarse a la derecha del Poder y no del “Padre”. Y que tanto perdón incita a pecar constantemente. “Suma cuestiones” de santo Tomás de Aquino, que no he terminado de leer. Ojalá alguien me regale este libro y los cincuenta y dos discursos recopilados de los que hizo El Aquinate, que únicamente he visto en italiano, pero me dicen que están traducidos al español también. Me gustará en libro de papel, no en ordenador. Me sorprendió leer en este libro algo coincidente con Kant: que la fe depende la voluntad. Tomás de Aquino añada que también la gracia. Escribe las Suma (otrosí teológica) contra los gentiles, para que no se deforme la doctrina de la iglesia y razonar la fe para llegar al límite de la misma de manera que se puedan reconocer los misterios como tales. Defiende el saber teológico de forma racional. Ataca el averroísmo, cuyo pensador quiere aclarar cómo piensa el ser humano para establecer verdades perfectas. Sus seguidores establecen la doble verdad, una teológica y otra filosófica para acoplar su pensamiento al cristianismo, lo que niega santo Tomás, que además depura y corrige a Aristóteles, al servicio de la escolástica Experimentó éxtasis con la que es posible contemplar la esencia de Dios. Con todo murió por envenenamiento instigado por Carlos I de Anjou. Defendió que el buen entendimiento es lo que lleva a la verdad. Ordena la sabiduría en Física, matemáticas-Filosofía y Metafísica. Cita en este sentido a Aristóteles: “sólo quien ordena las cosas las gobierna bien”. Hay cuatro tipos de orden: natural (metafísica), racional (especular), moral (acción) y artes mecánicas (objetos) esto da lugar a cuatro tipos de razón: natural, científica, filosófica y teológica. Dios es causa ontológica y teológica. La ética se despliega en tres vertientes: personal, familiar y política. Su maestro fue san Alberto Magno. No puede haber fe si razón, pero la fe y la razón son cuestiones diferentes. También el ser y el ente son cuestiones distintas. He aquí las “cuestiones. Le apodan «el filósofo del ser». El ser, dice, es acto de la esencia. Dios es. Lo demás participa del ser. Dios produce el ser de las cosas. El mundo se origina en el tiempo. El mundo de las ideas está en la mente divina. Así fui libro por libro, despidiéndome, a la vez que recordando, reconociendo olvidos, sabedor de mis ignorancias a cuestas. Con ganas de navegar en las palabras y el honor de estar a su disposición, el orgullo de haberlas leído, la humildad de lo infinito que queda inabordable. Hasta siempre. Continuaré con otros, pero no con tanta voracidad y empeño, con el tiempo en abundancia desde las ocho de la mañana a las dos del mediodía. Me quedo sin palabras, ¡que gran paradoja! Gracias lector por tu paciencia. Etc.

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2 comentarios en “Despedida de los libros

  1. Después de este recorrido por la Historia de la Literatura clásica, qué me recuerda mis tiempos mozos, me planteo ¿qué estamos escribiendo en la actualidad?

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