Árboles que hacen el amor

Ha sido algo impresionante, comprobar una de las leyendas más increíbles y descubrir la realidad de la misma. Supe que hubo, en épocas muy anteriores a la nuestra, familias y clanes que buscaron a los árboles que hacen el amor, que se llamaron , tanto a estos árboles como a sus buscadores: “los arbolios”.

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Hube perdido la esperanza, cuando por casualidad encontré ante mis ojos a un árbol y una árbala en el momento del coito, los arbolios. Un acto que en la especie vegetal dura siglos. Fue muy emocionante. Oí, sí,  alguna leyenda en el barrio que me resultaron curiosas, a las que no di crédito porque  afianzado en mi mentalidad científica pensé que se narran tales historias como fruto de la fantasía popular. Me aseguraron que fue cierto, que aunque la comunidad científica lo niegue porque no puede ser, sin embargo sucedió. Nadie supo nada en concreto, ni cómo, ni por qué. ¿Cómo dar crédito a lo que no puede ser? Pero ahora lo entiendo.

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Iré al grano: He visto dos árboles que copulan, que hacen el amor. Sí, sí, no te extrañe amable y paciente lector, ni pienses que es una fantasía o un enredo literario. Contarlo sería irrisorio porque ¿quién se lo iba a creer? Pero gracias al progreso tecnológico he podido sacar una fotografía. He aquí:

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Imagen del hecho amoroso entre dos árboles, ¡tan buscados por los arbolios a lo largo de los siglos! La prueba evidente de la copulación vegetal. No cabe la menor duda.

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Tras miles de siglos de búsqueda de esta pareja arbórea y encontrarlo, en parte por casualidad, supone una emoción sin par, la cual asumo con toda humildad. Pocos días antes del descubrimiento leí unos versos premonitorios de Susana Barragués: Los amántopos se besan, se están besando, se besaban desde lo antiguo… Los amántopos se besan durante largas horas de luz y no consiguen liquidarse. Siguen cosidos a su nombre como quien lleva una ortopedia o un paraguas. Como dos caracoles cuyas cáscaras chocan, nunca el beso es el beso perfecto: es un beso duro, sólido, el esqueleto de un beso, un beso calzado”. Como diría Buero Vallejo “casualidad llaman los tontos al destino.

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No se trata de una imagen arbórea a la que los poetas dan forma humana y sentimiento, o que los utópicos forman leyendas a su alrededor, como es con el beso de los árboles del parque del Retiro de Madrid. Lo que cuento es una cuestión ancestral cuyo descubrimiento tiene elementos empíricos. Al llegar al barrio en el que se encuentran los árboles del amor, cuya función es esencial en el planeta y en el mundo vegetal, circulaba la leyenda de una señora de noventa y tres años que se quedó embarazada y tuvo una hija, que hoy tiene cuarenta y un años. Podría ser un cuento. Pero resulta que en Nazaret también sucedió: mujeres que quedaban embarazadas sin haber sido fecundados sus óvulos por varón alguno. Las famosas Teotokos. Como también las vestales griegas y las sacerdotisas de los Cu andinos. Guerras e incendios han hecho desaparecer a los árboles del amor. Su función es de tal importancia que sin su quehacer desaparecerían en cuatros siglos los árboles, a no ser que a otros dos les diera tiempo a tomar el relevo, en cualquier parte del planeta.

El beso entre dos árboles en el parque del Retiro.

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Indagué sobre la anciana que fue madre y se dijo en el barrio que ¡claro!, en el parque… pero ¡a su edad! Cosas raras de la naturaleza, dijo ella. Pero ¿qué fue eso de «la naturaleza»? No lo llegó a saber. Se habla en los archivos eclesiásticos de un milagro de san Cristóbal. Paseaba la mujer cansada por aquel parque, que en su momento fue un bosquecillo de la ciudad. Se sentó sobre el tronco de uno de ellos y… El barrio no estaba construido. Luego se hizo en honor a aquel santo: “San Cristóbal gigante / y ¡Dios por delante!”

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Los árboles son la consecuencia de millones de años de evolución, pero hubieran desaparecido de no ser por árboles que lograron hacer el amor, o sea fertilizaron las semillas de los frutos de los árboles mediante la comunicación holística, que demuestra que cuando un mineral cristaliza, luego los demás lo hacen a mayor velocidad, o que los animales aprenden a kilómetros de distancia cuando uno de la especie recibe alguna información. Los vegetales crecen y se desarrollan con la información genética de una pareja de la especie que ha logrado aparearse. Durante siglos se ha sabido que los espíritus arbóreos daban fertilidad a las mujeres e hicieron prosperar las cosechas, de ahí las fiestas populares en relación a los ciclos agrarios. Pero hubo que conocer la base material de esta creencia. Y por fin ¡Eureka, Eureka!, que quiere decir !¡lo encontré, lo encontré!»

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Según el ocultismo y la Doctrina Secreta de madame Blavastky, hay una conciencia mineral que evolucionó, quedando lo que hoy vemos como rocas, piedras y minerales en un estado estático igual que lo hace a su compás la materia en la conciencia vegetal. Millones de años después da lugar a la conciencia animal y luego a la humana, a la espera de la conciencia espiritual, cuyos seres de luz nos verán como toscos homos que existen anacrónicamente. Los homínidos son subespecies entre el ser humano y el ser animal sin raciocinio.

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El derecho de pernada medieval fue una reminiscencia de entender que basta que uno de la especie copule con hembra para que lo hagan todos los demás miembros de la especie, que si así se cumple con la reproducción y ¿para qué más? De hecho quedó la sexualidad a través de la religión como un acto impuro, un pecado del que hoy disfrutan hasta los castos, debido a la bajeza evolutiva, la cual se constata en la corrupción política incesante. Es la última fase evolutiva interna, como humanidad: la socialización de la sexualidad, que controlada por las religiones, ahora desde el biologismo se trasforma irremediablemente en una tendencia hacia la homosexualidad, que tanta relevancia adquiere en nuestros días. Es la conspiración de los homosexuales de la que habla Marcel Proust en su obre «El tiempo perdido». Ya se empiezan a escribir libros como «No me pidas nacer. Cartas al ángel custodio» de Miguel Ángel Castro. De esta manera la reproducción será un acto de rebeldía y muy escasa, para dejar paso a los siguientes entes en la escala evolutiva, que tendrá lugar de manera visible dentro de 3.012 años, aproximadamente.

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Hoy en día podemos ver dos árboles que hacen el amor para toda su especie. La sensación que causa es lo más increíble. Si tenéis oportunidad no os lo perdáis por nada del mundo. Ni las cataratas del Niágara, ni la Muralla china o el Cañón del Colorado, ni las lagunas de Ruidera, ni el Naranjo de Bulnes igualan ver esta imagen que acumula millones de años, aunque los árboles no tengan tantos años, no mueren hasta que otros logran penetrar y ser penetrados con el falo cósmico de la vida, del cual los machos de la especie animal y los varones de los ídem racionales poseen su propio microcosmos. Es lo que Pierre Teilhard de Chardin llama la evolución universal y el omega de lo que evoluciona hacia el espíritu o lo espiritual.

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Me he dado cuenta de que lo que he visto y que ahora os comunico estuvo escrito en el viento y en la conciencia de la Humanidad. Oh.

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Para verlo basta pasear desde el puente de colores, en el parque de los pinos, de San Cristobal de los Ángeles (Madrid) por el lado derecho y a unos cien metros de donde os indico ahí está. Disfrutar al menos de las fotos y ver que lo aquí contado es verídico y real.

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3 comentarios en “Árboles que hacen el amor

  1. Bueno, al menos algo nuevo para comenzar el día y cuando salga al patio voy a mirar a ver cuales se cruzan y se besan o al menos se tocan con rubor.

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