En verdad debería titular este escrito: “La existencia de aquello a lo que se refieren las palabras”. Tema esencial que no entra en los debates ni en las reflexiones al uso, lo cual nos lleva al vacío, de tal manera que se llenan las proclamas de emocionalidad, pero no de la emoción personal, sino aquella que se proyecta fuera de sí para construir lo irreal.
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El día en que el presidente de la Generalitat, Sr. Puigdemont, anunció la independencia de Cataluña y acto seguido la anuló, la reacción de las personas seguidoras del “proceso independentista” fue la misma que cuando los forofos de un equipo de fútbol cantan un gol que luego es anulado por fuera de juego. Exactamente igual. Lo comprobé en vídeos y me ha dado que pensar.
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¿Qué sucede?, en éste y también en otros temas similares de carácter colectivo. Y lo mismo en la otra parte, cuyas rivalidades contrarias encajan, precisamente porque funcionan de la misma manera. La manifestación en favor de la unidad pareció la animación a un equipo de fútbol en la final de un campeonato.
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No es tema baladí, sino muy profundo. Es lamentable lo superfluo del debate político y, sobre todo, adónde nos puede llevar tanta torpeza, de manera que como indica el libro póstumo de Umberto Eco, “De la estupidez a la locura”, es a lo que nos vemos avocados, pues como reflexionó: “El consumismo nos llena de objetos, pero nos vacía de pensamientos”.
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Las palabras señalaron las cosas, las nombraron, con las mismas se asociaron cualidades de objetos reales y sirvió como herramienta de comunicación, que es su funcionalidad. Pero el lenguaje, las palabras, se han ido convirtiendo en entes más allá de la conciencia y se han creado funciones ajenas a él, pero asociadas a la palabra. De tal manera que si la palabra se refiere a algo real, la palabra convierte en real también a todo aquello que no existe, pero a lo que se asocia un lenguaje determinado que lo explica y al que se relaciona un sentimiento individual y colectivo. El dolor, por ejemplo, se expresa, o la alegría, de manera que entre el concepto, la definición y expresar una sensación se forma un espacio que es únicamente lenguaje, pero activa mecanismos del cerebro que lo convierten en algo real.
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Se crean realidades inexistentes que sólo pueden comprender quienes están dentro del lenguaje que las crea. Por ejemplo la palabra “Dios”, crea un ente que en su propia definición nadie sabe lo que es, nadie comprende, se percibe por la fe. Hasta tal punto que santo Tomás el aquilense tiene que reconocer en su obra “La Summa cuestione” que la fe proviene de un don, algo dado que proviene de fuera (lenguaje) y de la voluntad de querer creer (sentimiento). Sobre lo cual se construye todo un compendio de teorías, razonamientos teológicos, pero partiendo de la realidad creada o generada por el lenguaje.
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Antes de entrar en este aspecto de cómo lo irreal mediante la irracionalidad se convierte en algo real que se razona a posteriori, de graves consecuencias, observemos algunas indicaciones de lo que sucede en el debate del nacionalismo en nuestra realidad actual. Fenómenos que distorsionan cualquier comunicación, por lo tanto el “diálogo” como elemento de entendimiento se hace imposible. Ambas partes tienden a imponer su postura en lugar de comprender qué sucede en el conjunto del conflicto y cada cual parapetado en su lenguaje-realidad es incapaz de penetrar en lo otro. Tampoco asimilan cual es la realidad real.
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El idioma es algo instrumental, que sirve para poder comunicar a las personas. Tal es su esencia. Pero se ha convertido en una seña de identidad, que para nada lo es, por mucha carga cultural que tenga el idioma, las palabras. Algo relativo se convierte en algo absoluto. Lo existente se transforma en esencia, por lo tanto se considera «esencial». El problema no es que desaparezca una lengua, sino que no hubiera la comunicación dentro de un colectivo y entre diversas poblaciones. Es decir la herramienta adquiere una importancia más allá de lo real, convirtiendo la lengua en un símbolo al que se asocia un sentimiento, generalmente nacionalista. Pasa de ser un medio a ser un fin en sí misma. La falta de razón en este asunto hace que se imponga un idioma común, más o menos, en lugar de uno ideado para la paz, el esperanto, que potenciaría la lengua materna, como forma emotiva de comunicación.
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Por otro lado las palabras se deslizan fuera de su significado y ya no se sabe qué es lo que se defiende, o por lo que se lucha o contra qué se actúa: Desaparecen los hechos y queda el lenguaje. ¿La lucha es por una declaración formal de independencia, por haber participado en un referéndum o contra haberlo impedido, por la violencia ejercida por el Estado, por cumplir una promesa, por adecuar la declaración a las nuevas circunstancias, por evitar o enfrentarse al número del artículo legal, convertido en talismán, “155”, cuya esencia jurídica implica una violencia (sedición) que no ha habido, pero que se hace realidad en el lenguaje del Estado? Ya no sabemos si lo que se pretende es construir un Estado independiente de por sí, que no es nacional, y crea su propio lenguaje, pues la nación catalana como tal (territorio, historia y lengua) queda fuera de lugar al dejar apartadas a las provincias que están incorporadas en el Estado francés. Esto es muy grave, pues no hay nacionalismo, sino partidos territoriales llamados “nacionalistas”. Es algo cuya realidad se ha hecho tangible, pero es un invento del mismo lenguaje. Igual que la idea de Dios se hace palpable y hasta da lugar a civilizaciones, pues conforman un ordenamiento jurídico, una arquitectura determinada, rituales, mentalidad, festividades, alimentación y demás. Por ejemplo la civilización Azteca ejerció la antropofagia y el canibalismo porque su lenguaje, creencia, entendió que para que el sol saliera a la mañana siguiente había que darle de comer seres humanos, lo que supuestamente se produjo cada día, y así lo creyeron o construyeron con su lenguaje, sucedía a través de las autoridades religiosas y luego el pueblo participaba del banquete en ceremonias y ritos para tal fin.
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Sucede el corrimiento del significado de las palabras, por ejemplo “democracia”. Su contenido se reduce a participar en una votación que ha impedido votar sobre la pobreza, las políticas energéticas, la ley electoral, el salario de los representantes de la gente en las instituciones y demás. Demo-cracia, es el poder del pueblo, pero cuando una parte de él queda apartado no hay pueblo, hay “cracia” sin más, el poder de una facción, que lo más que podrá decidir mediante una votación es si sus seguidores están o no de acuerdo con una declaración de Independencia. Por más que se pretenda hacer para todas las personas de una circunscripción. Lo mismo con la palabra “Constitución” de quienes la defienden, cuando ha sido cambiada en una votación exprés, 23 – VIII – 2011, a la carta de los intereses de los partidos mayoritarios. En la cual los derechos fundamentales se incumplen por doquier. Un texto legal se convierte en una esencia bíblica, cuando interesa.
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Nos vemos inmersos en un dislate del que sólo será posible salir si nos damos cuenta de ello y lo reconocemos para poder analizar la realidad, algo que brilla por su ausencia, por lo tanto no cabe la razón. Y lo irracional se espolvorea a través de los medios de comunicación, que se acusan, los de un lado y los de otro, de manipular, adoctrinar, etc… cuando hacen exactamente lo mismo. Idéntico en el sistema de enseñanza, pero como se dice “vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga que tenemos delante”.
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Tal como explica Ludwig Wittgenstein en su obra “Tractatus logico-philosophicus”: «Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo». Observa que dentro de la filosofía se ha caído en que las discusiones no son sobre la realidad, sino sobre el lenguaje. Su conclusión es: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”. Aunque en una obra siguiente busca otros puntos de vista, el legado de la primera es altamente significativo para lo que estamos tratando. En definitiva es preciso que cada cual responda a ¿qué quiero decir con lo que estoy diciendo? La dispersión de la palabra se hace infinita con las redes sociales. Es el caos del vacío que se llena de palabras… vacías. Vacías de significación y de realidades concretas. Crea entonces realidades abstractas.
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Otra observación de la mano de Michael Foucault, “Las palabras y las cosas”, nos permite extraer de su conclusión que el ser de las personas y el ser del lenguaje jamás han coexistido, hasta el punto de considerar que el hombre es una invención reciente desde la arqueología de nuestro pensamiento. El lenguaje nos ha sustituido pensar por autoafirmarmarnos en el enfrentamiento, y lo continúa haciendo, como si fuera el algébra de la Historia. Hasta tal punto que damos nuestra vida en las guerras y conflictos por esas irrealidades convertidas en reales con las palabras, cuyo desarrollo funciona en la medida que ese lenguaje forma parte de nuestra mentalidad, conforma el pensamiento y los sentimientos de las colectividades. No hablo del idioma, sino de un lenguaje grupal.
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Se pasa de un proceso biológico a otro cultural para llegar a algo metafísico, que existe únicamente en el lenguaje, de forma que en lugar de comunicar lo que hace es confrontar, lo que se visualiza mediante símbolos, ya sean banderas, insignias, parafernalias, uniformes, trincheras, es decir un teatro que escenifica esa realidad creada por las palabras a modo de guión.
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Mientras que siga el lenguaje mágico, que crea realidades, no es posible razonar y seguirá el espectáculo mediático y político hasta que quien tenga más fuerza logre imponer su criterio, su realidad. Y esto nunca se sabe, porque siempre hay factores sorpresas y se pospone el conflicto o enfrentamiento sine die.
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Demos pues la palabra a la existencia, que como dijera Sartre “precede a la esencia”, lo cual según afirma este filósofo exige de la autenticidad. Pero se ha dejado el discurso, los contenidos y los conceptos, para pasar al relato en el que se dice una cosa y a continuación la contraria sin que pase nada porque cabe en el lenguaje de los twitter y de la confusión, al fin y al cabo si la realidad se inventa no hay mentiras sino el perverso juego de lo irreal creído por las mayorías.
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Vale.
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Si quieres ejercer el mecenazgo con mi labor, de una manera sencilla, gracias:
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Me parece una buena base para un intercambio de ideas. De viva voz, a ser posible, para usar el lenguaje como nació, como herramienta de comunicación.
Es preciso subrayar de qué manera se usa el lenguaje para crear realidades virtuales; consiguen al final, que la pura realidad física sea un factor más, pero no necesariamente el primero en la prelación de valores.
Gracias por darme qué pensar.
Como dice Lord Darlington, en la obra de Óscar Wilde “El abanico de lady Windermere”: “La vida es una cosa demasiado importante para hablar de ella en serio”.