El burro de Troya

Los errores se pagan y, a veces, deberíamos ser autocríticos en los ambientes de análisis y denuncia social y política. O mejor siempre, pero la autocomplacencia nos invade. No nos damos cuenta de que muchas cuestiones políticas que nos afectan las hemos introducido nosotros..
Hablo en primera persona del plural, pues creo que es uno de los males del ambiente en el que participo y me considero parte del mismo. Se hacen planteamientos ideológicos que se imponen desde la ley. Está bien la idea que defendemos, pero su aplicación sucede en ocasiones de manera despótica y acaba resultando en contra de quienes lo han promovido una vez que cambia el contexto. Por ello considero que hay que profundizar en los debates, algo que ya no se lleva. No escuchamos, ni siquiera a  quienes están a nuestro lado. Las redes sociales funcionan como una avalancha de mensajes, sin reflexionar lo suficiente al respecto.
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Voy a poner algunos ejemplos a modo de comentario, para hacer ver qué es lo que quiero decir. Cuando se implantó la asignatura de ciudadanía la critiqué porque me pareció un dislate, y especialmente porque podría usarse para lo contrario, como ha sucedido una vez que cambió el gobierno. Planteé que no hacía falta y que su contenido es más ideológico que pedagógico. Que lo que iba a enseñarse en esta nueva asignatura hay que aplicarlo en la toma de decisiones colectivas por los alumnos, para ejercer la democracia y aprender a escuchar, y no explicar los artículos de la Constitución como materia de enseñanza. Los que promovieron esta innovación educativa, por ejemplo, para defender el derecho al aborto, luego vinieron quienes enseñan lo contrario, en el mismo espacio educativo. Además todo aquello que ocupa esta nueva clase se estudia en diversas asignaturas. También hay una hora semanal para plantear y tratar de resolver problemas de la clase, como es la hora de tutoría, que en Francia se llama «la hora de la vida», porque se pueden plantear en ella temas de actualidad o conflictivos en la clase, desde el debate y la crítica. Sin embargo en nuestra querida España se suele utilizar para repasar o para salir una hora antes. Quienes introdujeron “ciudadanía” en el sistema educativo ahora se quejan. Lo hicieron como pantalla por no abordar la promesa electoral de sacar la religión confesional como asignatura de las aulas.
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No poder criticar a un gay o no poder dirigirse verbalmente a una mujer, incluso odiar la condición sexual diferente o no aceptar la igualdad y manifestarlo, o admitir la lucha armada como idea o convicción es acabar con la libertad de expresión. La única barrera que debería de haber es ejercer la violencia o actuar contra alguien mediante agresiones física.

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Por un lado si alguien se expresa descomprime la presión emocional que provoque una tensión contra alguien. Segundo porque nos cargamos la libertad de pensamiento. Tercero porque hacemos a las personas hipócritas, sin expresar sus verdaderos sentimientos, ni emociones. ¿Por qué no voy a poder decir a mi pareja que no sirve para nada, o que es tonta? Me retrata porque yo sería un imbécil si actúo de esta manera y hará que se separe, pero de ahí a ser delito al considerarse acoso hay un trecho. Una persona tiene que ser libre para decir lo que quiera y asumir sus consecuencias. O decir que incita al odio mostrar animadversión contra una raza o ideas. No se puede reprimir, sí ocultar, lo cual traerá consecuencias negativas. Es necesario debatir contra lo que nos parezca erróneo, no atacar ni prohibir como se hace desde el totalitarismo. Sobre todo aplicar más pedagogía y menos represión, hacerlo desde la escuela y no desde los tribunales. ¿Qué nos ha pasado?
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Pero lo peor es que luego se aplica la nueva legalidad represora desde un criterio ideológico contra la mentalidad que ha querido ser más papista que el Papa y se condena a cantantes por decir cosas contra los ricos o contra los gobernantes, aplicando el mismo criterio, sólo que con una orientación ideológica diferente y lo padecemos en nuestras propias carnes. No se puede hacer un acto de desprecio a la bandera, ni ofender los sentimientos religiosos, porque son delito.  ¿Por qué no voy a decir que es una patochada los rituales de una creencia? ¿Incitar al odio? La gente tiene derecho a odiar y expresarlo, lo que no se puede consentir es agredir a nadie. Toda expresión de opiniones acaba siendo considerada una provocación y en lugar de defender la libertad con todas sus consecuencias se retrotrae y reprime la de los demás, pero luego se vuelve contra quienes lo han promovido a modo de bumerán. Si no se puede insultar a un gay por su condición sexual, ¿por qué sí al rey? Con todo el argumentario que pueda haber. Lo digo siendo republicano y defensor de los derechos de las personas homosexuales.
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Con el tema de la mujer se han cometido excesos que luego tienen sus repercusiones. Por ejemplo considerar la acusación de por sí una prueba de cargo, lo que hace al varón ser puesto a disposición judicial preventiva antes de cualquier instrucción jurídica. Pero a la mujer no se le aplica lo mismo si se diera el mismo caso. Hay una discriminación que se llama «positiva», la cual abre la Caja de Pandora y hace injusta a la misma Ley. O la aplicación de la violencia o el asesinato de la mujer al varón no es jurídicamente igual que viceversa. Si una mujer mata a su pareja no se considera «de género», sea su pareja un varón o también sea mujer en el caso de u matrimonio de dos mujeres lesbianas.  En la cuestión de la custodia de los hijos e hijas en caso de separación sucede otro tanto. En su aplicación la ley de género se vio como una aberración del código penal, pero quienes defendieron este criterio lo consideraron un cambió necesario para ser una medida instrumental, para que disminuyese la llamada “violencia de género”, que para mí son agresiones de convivencia o agresividad por trastorno mental, como son los celos: delirios emocionales. Los asesinatos en la pareja no han cesado, incluso han aumentado, pero no se reconoce el error de la ley o al menos que no sirve para nada, que no es una herramienta válida, pero hay una obcecación por agrandar el error, implantar medidas más discriminatorias y exigir más dinero y medios para aplicar dicha ley, como si esto fuera a resolver el problema. Ahora la excepción jurídica se aplica para políticos corruptos dadas las excepcionalidades de sus cargos y circunstancias en las que se comete el delito. La desigualdad en la custodia de los hijos e hijas, y más, da lugar a aplicar el derecho como algo injusto pero justificado por su carga ideológica en lugar de implantar criterios estrictamente legales. Todo esto envenena el código penal. Así en los conflictos entre trabajadores y empresarios éstos llevan las de ganar en atención a la desigualdad de la aplicación legal como criterio. Basta explicar algo “ideológicamente” para justificar su legalidad, siempre que sea una idea dominante o una «necesidad social» o un motivo «excepcional» . Por eso se impone en el ordenamiento jurídico el liberalismo económico, que hace que se llegue a cambiar la Constitución para poderse ejercer, y se hace sin que sea sometido dicha trasformación en un referéndum. Lo cual hace que arraigue en la sociedad y se implante sin que tengamos una capacidad de reacción en igual medida.

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No planteo que haya una relación causa efecto: como hacemos esto, hacen aquello. No. Lo que digo es que se crea un cierto aire social, una mentalidad que de manera desapercibida flota en el ambiente social y lo respira el aparato judicial y de esta manera se establece. es lo que está sucediendo en nuestros días.
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O la intransigencia en la lucha por los derechos de los animales. Estoy en contra de que se mate y maltrate a los animales y me considero pionero desde ADA (Asociación de los Derechos del animal) y de ALA (Asociación de Liberación Animal). Participé hace años porque me pareció necesario el debate, pero se fue trasformando la lucha en algo cada vez más cerrado y fanático, entrando en una especie de curva del cuervo, para de la concienciación, como decíamos, se pase a prohibir las corridas de toros. ¿Qué pensaríamos si obligasen a asistir a las corridas o de no ser así ir a la cárcel o que nos pusieran una multa? Las prohibiciones se extienden y nos limitan cada vez más la libertad. No cabe sensibilizar, sino los debates de trinchera. Se habla de la tolerancia, de la convivencia pacífica, pero como algo teórico, cuando es lo más práctico que hay, pero que menos practicamos.

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Algo que pierde su esencia e interés social se activa o parapeta ante la ofensiva contra ello. Pero es que el otro tiene derecho a pensar o hacer lo que mejor le parezca siempre que no agreda a los demás ni insista en molestar. El derecho no incumbe al animal, pues no es sujeto de derecho, sino objeto. Pero ya hasta se le ha concedido este grado, pero de manera absurda, a un perro no se le puede dejar abandonado, pero a otro animal sí. A las cucarachas se las masacra y esa ley no incumbe sino a unas especies, lo que supone una discriminación. Y de seguir así la ley lo que acaba es atacando a las personas cuando se exige su cumplimiento: llevarlas a la cárcel, poner multas, etc. La sociedad no deberá consentir que se haga sufrir a un animal, pero porque hace sufrir a otras personas, pero encerar en prisión a un ser humano por matar a un perro, cuando se matan miles de animales para comer, cuando se niega encerrar en perreras a los canes. Se buscan matices entre ir en contra de los abrigos de pieles de animal, pero las protestas se hacen llevando zapatos de cuero.

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Es diferente usar el fundamento jurídico para ordenar nuevas cuestiones que generan u mal físico, como es la contaminación, las emisiones de CO2, de exigir e imponer el uso de motores eléctricos, pero esto, curiosamente, no se hace. Porque estamos ante lo que daña grave y físicamente a las personas, a todas. Ahora bien, si alguien opina que no debe hacerse, que el CO2 no contamina, tiene todo el derecho del mundo a expresarlo y a que se le rebata. Lo cual es debate social y pedagogía. O como alguien escribió en una pintada en aquel mayo del 68: «Despierta Marcuse, el mundo se ha vuelto cuerdo«.

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La solución está en la educación, como insiste mi amigo Victoriano Fernández, en enseñar sensibilidad, pero esto se desatiende en gran medida. Y se implanta la función de prohibir. Prohibir el aborto, por ejemplo, impide la decisión de las personas. Permitirlo no obliga a quien no quiera hacerlo. Lo mismo con los toros, la prohibición impone, pero no hacerlo hará que vaya quien quiera y quien no quiera no. Otra cosa es dedicar dinero público a ello. Algo tan obvio se anula como razonamiento y en Suiza se ha llegado a que para comer una langosta hay que matarla mediante una descarga eléctrica. A los cerdos en España no se les puede matar sin antes atontarlos. Se penaliza expresar un piropo que se eleva a la categoría de acoso.
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El problema más profundo de todo esto es que se desarrolla lo irracional en todo el espectro social, de un extremo al otro de las ideas y cada cual lucha por imponer su ideología y no mediante la libertad, lo cual nos encierra cada vez más, social y emocionalmente. Se refuerza la obsesión a un lado y al otro de las ideas. Deja de haber ideales y los sustituye la legalidad vigente. Así nos va.
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Dixit.

5 comentarios en “El burro de Troya

  1. Muy buen artículo, Ramiro. Felicidades.

    «CREEMOS DEMASIADO Y SABEMOS DEMASIADO POCO», estoy harto de decirlo, y creo en Dios… Así que no puedo menos que estar de acuerdo con Carlos en algo tan fundamental, incluso para los creyentes de toda creencia: SABER.

    Cuenta don Justo Hernández Ruiz, un cura segoviano, que la Razón es «don de Dios en orden a facilitarnos el conocimiento de lo real y objetivo y de lo real subjetivo a lo que, por voluntad de Dios, hemos de atenernos para poder no ser, en lo intelectual, esclavos de nadie. Dios «que habló antaño a nuestros padres por los profetas», a través de ella nos sigue hablando a todos. Quien nos engaña, a veces, no es ella sino la voluntad, celestina caprichosa, que no la sigue, y por eso tropieza y caemos».

    Justo Hernández Ruíz (1993): La razón en la Iglesia. Qué es creíble y qué no es creíble. Librería pedagógica PICOLO: Soria, 247.

    El problema, nunca igual, pero siempre el mismo, consiste en «estar todo el año sacando burros de la cuadra, para al final tenerla otra vez llena». Vale.

  2. Estimado Ramiro:

    Solo cabe aplaudir con las dos orejas, por este estupendo articulo, lleno de reflexión y verdad.

    Quizás lo triste es que no se llegue a comprender, y al final se tache de lo que no es.

    En los tiempos que corren, todo funciona a base de twit y abunda la desinformación.

    En este asunto los medios tiene gran parte de culpa, pues solo pretenden desinformar a conveniencia y por ello apenas existen espacios para la reflexión.

    Cuanto mas morbo o más absurda es la idea mas eco tiene en la prensa. El objetivo es tergiversar la realidad para que solo prevalezca la idea que nos quieren inculcar.

    Por ello nos encontramos que cada vez hace más falta espacios y reflexiones como las que haces.

    Enhorabuena y animo en la lucha por la libertad

    Un fuerte abrazo

  3. Hola Ramiro: Felicitarte por el estupendo articulo del «burro de Troya».

    El problema que suscita este mismo articulo es que los que supuestamente defienden la libertad, se ofuscan y cuando se sienten atacados rehuyen el debate mediante las descalificaciones.

    Ya sabes como es aquí en en España no existe el termino medio o eres de los míos o estar contra mí. Y no da para la reflexión.

    Un buen articulo enhorabuena Un saludo

  4. Es un buen artículo basado en el análisis y la racionalidad.

    Pienso que sería muy útil a la sociedad eliminar la palabra CREER y sus derivadas y ser sustituida por la palabra PIENSO. Pensamos con palabras y eso modificaría nuestra forma de ver y comprender nuestro entorno.

    Cuando nuestras creencias las convertimos en ley caminamos hacia el absurdo (y de paso todo tipo de abusos) en los ámbitos personales y sociales, Las FEs (como resultado de las creencias) son tremendamente útiles para DOMINAR a la sociedad.

    No existe libertad sin pensamiento (esto es muy socrático). Desde la cultura griega, durante las guerras del Peloponeso, es un general ateniense (no me acuerdo del nombre y no me voy a poner a mirarlo para un simple comentario) el que argumentando una predicción de Delfos arrastra a los atenienses a una guerra de siete años con los espartanos. Ni un solo argumento estaba a favor de la guerra. Esparta tenia un ejercito profesional y más poderosos. Atenas era una sociedad de artesanos, artistas, comerciantes, etc. con una pequeña guardia destinada más a las necesidades internas que a la lucha con otra ciudad-estado, además se iniciaba una epidemia de peste. A pesar de todo, con discursos patrióticos y argumentos religiosos, el general convence a la asamblea de ciudadanos y arrastra a Atenas a la guerra. Atenas no fue conquistada (y de paso arrasada) por los troyanos por la peste que la asolaba,de la que no querían contagiarse los troyanos.

    Aquí hay dos aptitudes, por una parte los atenienses con «argumentos de creencia» se metieron en un conflicto que diezmó a la población y por otra los troyanos saliendo beneficiados «con argumentos racionales», ya que consiguieron tierras que antes pertenecían a los atenienses y que estos no pudieron defender. La dicotomía CEER-PENSAR está presente en la filosofía, literatura, en todos los ámbitos en los que la palabra domina, y la palabra domina el mundo, Por eso pienso que eliminar la palabra CREER debe eliminarse y se acabarían las religiones, la cultura de la mentira y esos argumentos que nos separan de la racionalidad como patria, fe, poder, etc.

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