Al volver a leer el libro del profesor inglés de Historia R. Trevor Davies, sobre los años de 1621 a 1700 en la Historia de España, me ha sorprendido la manera en que se repite lo que actualmente vivimos con respecto a Cataluña. Ante la ingobernabilidad, por falta de presupuesto: “Cuando el diablo no tiene qué hacer espanta moscas con el rabo”. Lo que afecta a las dos partes del conflicto. En épocas pasadas sucedió igual durante la decadencia del imperio español y otras crisis económicas.
En el año 2003 publiqué un estudio sobre la nueva situación histórica, en el que me reafirmo. Por no ser tenido en cuenta se perpetúa un conflicto que desembocará en tragedia, la cual se busca para alimentar la psicología colectiva y dar fuerza al mito. Será el partido socialista quien haga el trabajo sucio, después de haber ofrecido diálogo y “no quedar más remedio”… Comenzará con actos violentos por parte de quienes han emprendido una lucha “pacífica”.
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Nada nuevo bajo el sol, pero sí una nueva circunstancia que hace que lo que suceda sea sobre el vacío. La Historia se hace a sí misma, según Hegel, al menos son los elementos materiales lo que da lugar a los cambios para adaptarse a los mismos. Todo lo que vaya a suceder es inútil. Pero no se quiere ver, ni debatir, sino sobre actuar, además de lamentarnos y echar pestes del otro. Los partidos políticos se retroalimentan con sus soflamas, sus cargos y aledaños cobran por ello y tele, prensa y radios, y redes sociales refuerzan los mensajes estereotipados. Con una excepción: Esto que escribo.
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Lo trágico, que raya con lo cómico, es que se un estado que no existe se niega a perder una parte de su nación, cuando ésta no puede realizarse como tal, cuando ni siquiera es un problema nacionalista lo que plantea Catalunya, sino de circunscripción de sus partidos autonómicos. Es increíble la parodia de los hechos que se alimentan de una historia superada. Vamos a analizarlo, para llegar a la Historia del s. XVII, decisiva a este respecto. Fue ésta una época sin ordenadores ni trenes de alta velocidad, ni Internet. Puede parecer obvio, pero no lo es cuando se recurre a argumentos “históricos”. Y lo planteo en referencia a las dos partes en conflicto.
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Veamos: España. Por cierto: “España, que bonita eres tú, España querida”, (lo canto para que nadie dude de mi patriotismo.) España ya no existe como Estado, sino de manera nominal. Los tres pilares que conforman un Estado los ha delegado a una instancia colectiva como es la Unión Europea (UE.) Regir la política monetaria, que lo hace el Banco Central Europeo. Es quien dirige la economía. La política exterior se ha de acordar con los demás países de la UE. Y el ejército está integrado en la OTAN, por lo que el estado español sólo puede actuar militarmente en conflictos internos y ni eso, si los demás no quisieran, entre otras cosas porque el resto tienen más capacidad bélica que un país aislado. La justicia tiene cierta capacidad estatal, pero ha de estar acoplada a la normativa legal europea. Lo mismo pasa con el sistema tributario. El problema es que Europa funciona como un Estado, pero no lo es. Este desacoplamiento es el origen de los conflictos territoriales y desajustes ante la crisis económica. A mediados del siglo pasado Ortega y Gasset afirmó que España es el problema, Europa la solución.
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Por otro lado Cataluña. Por cierto: “¡Cataluña, triunfal,/ volverá a ser rica y grande!/ ¡Retrocedan esas gentes/ tan ufanas y arrogantes!/ ¡Echad mano de la hoz!/ ¡Echad mano de la hoz, en defensa de la tierra / ¡Retrocedan esas gentes/ tan ufanas y arrogantes! / ¡Echad mano de la hoz, en defensa de la tierra!...”. (Lo canto para que nadie me tome por anticatalán.) Lo cual no quita que razone el dislate en el que se han metido los partidos catalanistas y los no catalanistas. En lo que nadie repara. No se plantea una cuestión nacional, y por lo tanto nacionalista, sino que es un tema sobre la independencia de la circunscripción de unos partidos que necesitan un discurso y se lo inventan. La nación catalana son nueve provincias: Barcelona, Tarragona, Lleida, Gerona, Roselló, Valespir, Conflent, Cerdaña y Capcir. Si menos del la mitad en la Catalunya del sur tiene una población mayoritaria en votos que ha mostrado su rechazo a la independencia y por la ley electoral adquieren unos partidos una mayoría exigua parlamentaria ¿de qué estamos hablando? De espectáculo. El cual podría tener sentido si hubiera algo de realidad en el mismo, pero es algo vacío, muy peligroso, porque lo llena la emocionalidad y la tragedia que acabará sucediendo al no aprender las lecciones de la Historia. Es terrible, pero es así.
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¿Solución? Europa para convertirse en un Estado necesita que los estados nacionales dejen de serlo. Esto es una parte del fondo de este conflicto. Como supra entidad Europa sólo podrá articularse sobre la base de nacionalidades de todos los estados anteriores. Habrá, antes o después, un referéndum en las poblaciones autonómicas y nacionales sobre si desean formar parte del estado europeo como integrantes de la nación estado a la que han pertenecido o ser una propiamente dicha. Catalunya no podrá ser ya nunca un Estado independiente, a no ser unas horas de tránsito, pero sí una nación con entidad propia dentro del estado Europeo.
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No se trata de una cuestión ideológica ni sentimental, sino que las nuevas tecnologías han roto las fronteras, se requiere la unidad monetaria, cada vez más, a medida que los estados serán casi continentales, lo cual ya sucede con los tratados comerciales, fronterizos, etc. Pero las inercias hacen que se recule y se vaya hacia atrás, lo cual se hace contrariando la realidad material y provoca violencia y más violencia. Y que nadie piense que se va a librar de ella si nos dejamos llevar.
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Pues bien, husmeando la historia en el libro referido (sic), ya en el s. XVI los comerciantes y marinos de Cataluña / Aragón fueron los más ricos de España. Los castellanos se dedicaron a las guerras, a los saqueos mientras que los catalanes al comercio en el Mediterráneo, en el que crearon un Imperio propio: Baleares, Cerdeña, Sicilia, Nápoles. No al cien por cien en ambos casos, pero sí de manera preponderante, lo cual ha generado una mentalidad que perdura siglos después.
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Cuando el conde de Olivares, valido de Felipe IV, año 1632, quiso cobrar impuesto a los catalanes se creó una situación muy tensa. En lugar de los lazos amarillos su protesta fue no quitarse el sombrero en los actos oficiales. Con lo cual no votaron en las Cortés tal requerimiento. Olivares presentó aquel mismo año que el problema fundamental de la monarquía española es la unidad territorial. Sobre todo cuando empezó a perder territorios dando lugar a la decadencia del imperio.
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Los conflictos armados entre Francia y España hicieron que los rivales alentasen sublevaciones de portugueses, sicilianos, vascos, catalanes y napolitanos. Catalunya pasó a manos del estado francés, siendo Richelieu quien manejaba los hilos. Felipe IV fue a la cabeza del ejército español para volverla a conquistar (1642) Un año después sucede la revuelta de Portugal. Ya por entonces el país vasco estuvo exento de pagar tributos.
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Unidos por un idioma común Catalunya es al norte y al sur de los Pirineos, rigiéndose por sus propias leyes en común, como un gran condado. Un siglo antes, bajo el reinado de Carlos I ya reivindicaron su independencia. Al ser invadido el Roselló por los franceses, las tropas catalanas se unieron a las castellanas. Hubo choques violentos entre los payeses catalanes y la soldadesca del ejercito real. Finalizada la contienda a favor de España, los funcionarios catalanes se rebelaron a asumir las ordenanzas del centralismo del rey y se les aplicaron penas sumarísimas. Hubo alborotos, siendo el clero catalán enardecedores de las pasiones nacionalistas. Los soldados del rey llegaron a quemar iglesias en las que se escondieron los bienes, a modo de “paraísos fiscales”. Varios conselleres de Barcelona fueron apresados, y para apaciguar las protestas se suprimieron muchas contribuciones forzosas. Revueltas que al grito de ¡Viva la fe! Y ¡mueran los castellanos! La represión fue brutal cuando el conocido “Corpus de Sangre” acabó durante tres días con la vida de miles de castellanos. Se extendió la revuelta a toda Cataluña. El obispo de Gerona excomulgó a los jefes de los tercios del Rey. En Perpiñan los mesoneros no quisieron dar alojamiento a los soldados reales. Se buscó la mediación del Papa y de príncipes extranjeros.
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Se llevó a cabo el equilibrio entre negociaciones y represión. El año 1640 el marqués Vélez entró en Catalunya hasta Tortosa y decidió respetar las libertades catalanas. Pese a la ayuda de los franceses a los catalanes entró un año después en Barcelona. Los catalanes proclamaron al rey de Francia conde de Barcelona. A la par se sublevó Portugal. Diez años después, 1652, Catalunya se sometió, pero se respetaron sus costumbres y privilegios. Para evitar la cronificación del conflicto en aquella zona, el año 1659 se firmó La Paz de los Pirineos, en la isla de los Faisanes, (islote fluvial al final del río Bidasoa), entre Francia y España, cediendo al país galo Roselló y Cerdaña. Desde entonces la isla de los faisanes comparte la soberanía entre España y Francia cada seis meses.
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Con Carlos II, año 1697, Francia y España firman el Tratado Rijswjck por el cual el rey Luis XIV devuelve a España Cataluña: Barcelona, Gerona y Rosas. En este periodo se fraguó el actual conflicto territorial. Pero data de antes de que se formase el estado español, cuando en el año 1492 el rey Fernando “el católico” fue apuñalado en Barcelona por un campesino tras dos años de revueltas.
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El año 1716 tras finalizar la guerra de Sucesión, con el comienzo del reinado de los Borbones, pues Carlos II murió sin descendencia, se integra la corona de Aragón y las instituciones catalanas al nuevo estado centralizado español, mediante el Tratado de Nueva Planta, que es el origen de la celebración de la Diada. En estos seis años de guerra los catalanes se aliaron con el prícipe aspirante Carlos de Austria que poropuso un modelo federal. Durante las guerras carlistas, s. XIX, se acrecentó la división entre el centro administrativo y la periferia. Especialmente en Cataluña y Navarra (Euskadi.) Durante la I República, 1873, se proclamó el estado catalán durante dos días. El año 1931, cuando se proclamó la II República, también tuvo lugar la república catalana. Un año después se creó la Generalitat, aprobándose el estatuto de autonomía por las cortes españolas. En 1934 el presidente de la Generalitat proclamó el estado catalán. Su presidente fue juzgado y condenado por rebelión. El ejército entró en Barcelona ante la resistencia de los Mozos de Escuadra. Se aplicó el “155” al sustituirse la Generalitat por el Consejo de la Generalidad. Se clausuró el parlamento catalán y varios ayuntamientos fueron disueltos. Con el golpe de Estado de 1936 se suprimió el estatuto de autonomía. Cerca del 1% de la población catalana fue encarcelada. Durante los años 1956–1957 se cerró la universidad de Barcelona ante los disturbios de los estudiantes. El año 1960 durante el homenaje a un poeta catalán el gobernador civil no dejó que se cantara la Senyera, por lo que tuvo que intervenir la policía. Aquella década originó un movimiento de artistas que se expresaban en catalán. En 1970 un encierro antifranquista en el monasterio de Monserrat dio lugar un año después a crear la Asamblea de Cataluña. En el año 1978 se creó el partido Convergencia
y Unió y otras agrupaciones políticas de índole nacionalista que pasada la Transición a partir del año 2015 con la crisis y sin dinero se refugiaron en su “Historia”, ante la imposibilidad de gobernar por falta de recursos para ello, a parte de lo mucho que se llevaron sus dirigentes durante años de democracia (la burguesía catalana a Paraísos Fiscales.)
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Lo demás lo contará la Historia, pero vivimos en el presente de manera muy similar. Catalunya y España se repiten. El problema es que la realidad ha cambiado para ambas partes.