Parece que en la política ya no hay debates sobre ideas, las cuales parece algo a extinguir. Que si un plagio, que si han favorecido con un máster a una u a otro, que si no, que dimisiones por copiar en un examen, que hay fraude en las universidades, en algunas. En las otras también.

Nadie ve que asistimos al fracaso intelectual de la tecnificación. La tecnificación del saber, de la conducta, del arte, del consumo y la producción. El problema es que se exijan títulos para ejercer la política y luego cada cual los engorde. Porque lo grave es que hayan hecho carreras y no sepan nada de economía, ni de aplicaciones lógicas del pensamiento. Hasta la literatura y la filosofía están en la gula y la soberbia de quienes ocupan sus sillones (cátedras.) Ni los asesores que cobran por “asesorar” saben sino que les pagan por actuar de mamporreros y hacer la pelota al tonto útil. Todo se reduce a imágenes y al impacto de los medios de comunicación, sin que nadie controle los efectos.

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Los informes de los servicios secretos juegan con peleles de la política que ellos mismos han fabricado y colocado en el gobierno de turno y en la oposición, en el recambio y en las cloacas. La sociedad del espectáculo llega a su fin. Queda la sociedad “idiota”, la que según la etimología de esta palabra “cada cual va a lo suyo sin pensar en los demás”. Tal es el alma máster de nuestro mundo.

Un político ha hecho un máster. ¿Y qué? No lo ha hecho. ¿Y qué? ¿En qué afecta a su función? Pero de esta no se habla, sucede en el vacío. Y falsas ideas nacionalistas sin nación, entelequias sobre la unidad de un país como si fuera de naturaleza sacra sin ver que es una construcción histórica y que ha dejado de existir, por la misma evolución material de la Historia. Los “expertos” siguen buscando cómo crear empleo cuando es contraproducente tras arruinar estas políticas de empleo a la sociedad. Nadie cuestiona nada. La violencia es noticia y la información televisada es una manera de agredir al sentido común. La ecología, el feminismo, la liberación se hace con prohibiciones para abrir caminos que luego asfaltan los fascistas que uniforman a las cabezas vacías-rapadas.

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Las tonterías se sacralizan, se elevan a la categoría del saber y los intelectuales son monos parlantes que repiten como loros simplezas. No son cacatúas ni chimpancés, sino hienas. El arte y la cultura se prostituyen en cargos y premios de colores en el alto standing y en el bajo, de calle, con las subvenciones. Los ordenadores esparcen la carroña. Nietzsche es una marca de coche, Freud el título de una telenovela, Dalí un personaje de Juego de tronos, Marx ¿quién es?, los marximalistas no lo saben.

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Y yo soy tonto porque no tengo ningún título ni máster. No puedo dimitir por el hecho de ser imbécil, pues carezco de cargos. Pero recuerdo que alguien que opositó a ser letrado constitucionalista para las cortes se apostó contra mí a que no sale la palabra “especulación” en la Constitución española. Se enfadó porque perdió. Hoy es un alto cargo. Un antiguo presidente del gobierno, con gran talante ecológico confundía el humus con el humo para hacer que no se reciclara. El intelectual del gobierno actual quiere vender bombas porque no matan con efectos colaterales, sino directamente y siempre mueren los malos como en las películas de vaqueros. Los nuevos sabios dicen que mientras que fabricar bombas sirva para garantizar empleo garantizado y dar el welcome a los inmigrantes hay que ser realistas. Quieren cambiar el sistema desde dentro y asaltan el cielo nadando en la piscina de su chalé.

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Los máster cuestan dinero. Las universidades son un mercadeo, no sólo de esto sino también de congresos, en premios y crean una estructura de poder que sustituye al saber. Los pobres son pobres. Nos quedamos con las anécdotas insignificantes.

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La partida ha terminado. Es el momento de hacer política y pensar. O máster chef y a comer que son dos días. Pero ¿2 x 2? Ya no son cuatro. Pensamos y vivimos en base 2. Existimos en los logaritmos y la inteligencia artificial avanza. La natural es una tontería. Yo soy tonto. Jaque máster.

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