El dedo del arte

No soy un experto en pintura, ni en arte, ni en nada, pero opino de lo que observo como espectador de obras pictóricas o como lector de libros. No sé por qué me fijé en las extremidades superiores que aparecen en los personajes pintados de los cuadros. Me di cuenta de que muchas manos aparecen con el dedo meñique separado del resto de los dedos. Pero sobre todo, de manera casi generalizada vi que muchas manos, casi todas, tienen el dedo índice señalando algo. El dedo que sale del puño en una obra que se realiza a conciencia es difícil pensar en la casualidad. Aquello que indica la dirección del dedo queda fuera de lo pintado. Lo cual parece querer comunicar algo al observador.

Paseando por el museo del Prado, llamado así por estar situado cuando se construyó en un prado a las afueras de Madrid, (lo que en la actualidad es el centro de la ciudad), observé en la exposición “Miradas afines” cuadros de Velázquez, Rembrant y Vermeer. Algo que me llamó la atención fue la posición de las manos de las personas retratadas.

No me refiero a cuestiones en las que debieran reparar los críticos y expertos, que en lugar de “inventar” tanto dato histórico, biográfico “objetivo”, que son más leyendas, si no urbanas sí culturizadas, pero preguntarse por cuestiones que saltan a la vista y que aparentemente carecen de importancia.

Con que disimulo señala algo…

Pienso que los pintores aludidos y otros más, buscan comunicar con quien contemple su obra. Una especie de lenguaje pictórico. El cuadro de Diego Velázquez al infante Carlos, hijo de Felipe IV, dibuja una posición del dedo índice que puede representar el vacío de Poder. O la manera en que sujeta el papel sobre el que coloca el dedo índice, el hermano de Felipe II, puede querer decir (indicar) que se trata de algo importante, o sea una ironía, pues nadie puede leer lo que está escrito. O que se puede interpretar con que todo ha de pasar por el papeleo. Nunca mejor dicho “las cosas de palacio van despacio”.

En cualquier caso pensar sobre lo que se ve en un museo, incluso inventar, es un buen entretenimiento, al menos para mí. Es por esto que invito al lector a que pruebe a divagar y dé paseos por exposiciones, museos, en la calle. De esta manera se me ocurrió pensar que ¿por qué Velázquez no pintó a don Quijote y Sancho Panza?, ¿tuvo noticia de esta novela? ¿Pintó sólo por encargo? ¿No sintió curiosidad en hacerlo?, ¿o es que no se conoció esta novela suficientemente?

¡Se pueden ocurrir tantas cosas paseando por un museo! Y en el del Prado especialmente.

Cuadro en un hotel de Roma, junto al circo romano y la basílica donde se ubica la «Boca de la verita».

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