Un escritor se debe a sus lectores. La genialidad de la palabra es desnudar al autor y que el lector acabe haciendo lo mismo. Voy a contar todo, porque de otra manera no podemos hacer que la escritura sea palabra desnuda.
En Roma…¡ Pillines y pillinas!: En Roma eso que tanto os atrae es como en todos los lugares del mundo. Nada hay más igual y que, sin embargo, capte tanto la atención, así es que lee las crónicas anteriores que dicen mucho, con ironía unas veces, con pensamiento surrealista otras, con metáforas y sentimiento en ocasiones, y disfruta de su lectura. Lectoras, lectores no seáis tan curiosines, o sedlo, ni os entrometáis en la vida de los demás, ¡así por las buenas! Haced lo que queráis, pero ya sabéis que la curiosidad mató al gato. Espero que con este escrito sea de risa.

También decir que en ars amandi , la amatoria, hay lo excepcional digno de contar, pero ¿No pensarías que iba a hacer un desnudo integral, ni a contar intimidades? No perdamos el arte en lo banal. Y mi homenaje a la maja de Goya, a las dos.
Por cierto lo de «la palabra desnuda» es cierto, es así. Los ropajes destruyen lo escrito. Pero no confundamos el vino con la vasija ni, como se suele decir, el culo con las témporas ni la velocidad con el tocino.
Y FIN de las cónicas romanas. Ha sido un placer.
Crónica romana III: El idioma.
Crónica IV: La belleza italiana.
Crónica romana V: El ser italiano
Crónica romana VI: El alma italiana.