El FANATISMO de las nuevas ideas emergentes

Solemos ver los hechos del pasado sin analizar su proyección en el presente. Conocemos la manera de funcionar de nuestro cerebro y de la mentalidad colectiva, pero no hacemos caso. Como diría el descubridor de las neuronas, Santiago Ramón y Cajal: “Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso!¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato! ”  Freud escribió «Psicología de las masas y análisis del yo», refutando la teoría de la masa de Gustave Le Von. W. Reich: «Psicología del fascismo». Sartre «Los caminos de la libertad», «Vida y destino» de Vasili Grossman, «El señor presidente» de Miguel Ángel Asturias  y una larga lista de  referencias que advierten sobre cómo funcionan las ideas cando pierden su racionalidad.

Asistimos en nuestros días a algo que se repite a lo largo de la Historia: La fanatización. Sucedió con el cristianismo, el comunismo, en la Revolución Francesa que devoró a sus impulsores, los nacionalismos, modelos socialistas, incluso planteamientos sociales que desembocaron en modelos totalitarios. Se puede comprobar lo mismo en otras religiones, en distintas ideologías y con las nuevas ideas al hacerse colectivas y convertirse en el apoyo de las masas. Es una pauta que sucede cuando se simplifica una idea y hacer que de estas manera se socialice, pero sobre todo para “triunfar” convertidas en el eje sobre el cual se ejerza el Poder.

Agotado o en artemis@artemisleon.com
Dibujo de la portada de Cris, Cristina Núñez.

La fanatización congela las ideas que componen su cuerpo doctrinario y construye una realidad dejando a un lado lo real (de la persona y de la sociedad), en todos los sentidos. Para que funcione ha de trasmitir su mensaje  mediante la manipulación, con el sesgo de hacer que todo se refiera a su idea central y atacar todo aquello que la ponga en evidencia, mediante descalificaciones, desprecio o silenciar directamente toda crítica o a toda persona que considere enemiga.

El proceso de fanatización sucede poco a poco, de manera que al comienzo se justifica como la necesidad de poner en valor las nuevas ideas, pero luego se va imponiendo con una presión psicológica y social que se ve “normal”, porque “es así”, «para el bien de». Lo que parte como una reivindicación a medida que se se utiliza como medio de vencer la resistencia del Poder establecido, crea el suyo propio, lo que incluye el control sobre la población que se ha de plegar al designio de quienes representan a la Idea – Ideal – Movimiento – Revolución o Patria. El modelo y esquema es similar en todas épocas. Por eso no se difícil detectarlo.

El problema es que se supone que el fanático trata de imponer algo bueno y positivo para el conjunto de la sociedad, incluso necesario, ¡absolutamente necesario! Bien sea para la salvación del alma, para hacer real la justicia social, para ser libres o para la igualdad de la mujer, o para evitar la destrucción del planeta. O etc.

Los resultados son tan devastadores que será bueno advertirlo, a sabiendas de que la corriente que defienden lo fanatizado tergiversará lo razonado en su vorágine de empecinamiento y más cuando los primeros síntomas empiezan a comprobarse, como es plantear que «quien no esté conmigo está contra mí».

Observemos cómo hace tres décadas una lucha para establecer nuevos valores e ideas para tener en cuenta en la sociedad se fundamentaron en el proyecto de “concienciar”. De manera sibilina y creando estructuras de Poder se ha pasado a pedir “empoderar” a su gente, cuyo criterio final es imponer unas pautas que acabarán siendo las contrarias a las que le hicieron nacer. Para ello se pasó del discurso (desarrollo de ideas) a los “relatos” adaptados a cada circunstancia, dejando a un lado la realidad y los fundamentos teóricos que pudieron haber en un principio.

Podemo Miguel A castro

Sucede hoy con el feminismo, el ecologismo, la defensa de los animales. Modelos de pensamiento que han logrado cambiar el paradigma de pensamiento social, la manera de ver las relaciones humanas y de actuar comienzan a andar por derroteros de fanatización, lo cual es imparable. A lo más podemos lograr que a quienes nos lo planteemos no nos arrastre a una sociedad que, como dijera Umberto Eco, pasa de la estupidez a la locura. Y como él mismo anunciara en el título de una de sus novelas, habrá que preparar “la isla del día después”. Porque fuera de la razón toda idea hace que sus defensores se desquicien y destruyan, no ya al “enemigo, sino la misma realidad, que luego hay que recomponer. Y otra vez comenzará otro ciclo con una nueva causa noble que al cabo del tiempo entrará en la rueda de lo irracional. 

El esquema funciona de manera que un colectivo pasa por tres fases en su evolución a la fanatización, de víctima social pasa a querer “salvar” a los demás haciendo entender su postura como salvadores, para pasar finalmente a ser perseguidores de quienes no se sometan a sus postulados y para «defender a las víctimas». Esta última fase hace que muchos que han colaborado en el desarrollo de la misma idea sean visto, según qué ideología o creencia o estado de opinión grupal, como herejes, colaboracionistas, reformistas, revisionistas, fascistas, machistas o lo que sea y muchos que entran en esta manera de actuar y de pensar acabarán siendo víctimas de su propio esquema de actuación. Robespierre acabó guillotinado durante la revolución que él protagonizó en Francia, como consecuencia de la estricta pureza que exigió a sus compañeros a los que él mismo firmó sus ejecuciones. Los inquisidores acabaron viendo al diablo dentro de los más fervientes creyentes y llevaron a la hoguera a quienes luego serían santos. Un caso ejemplar fue el de Juana de Arco que murió en el fuego purificador por ser considerada hereje y luego fue canonizada… Son abundantes los ejemplos. Stalin hizo una “limpieza ideológica” entre los comunistas que se sacrificaron por la revolución bolchevique que no dejó títere con cabeza, y nunca mejor dicho.

El fanatismo es lo irracional de una idea que se normaliza socialmente y se ejerce como Poder. De tal manera que deforma toda construcción de los poderes públicos para ponerlos al servicio de «la Idea». Nada tiene que ver con el radicalismo o el extremismo, que es llevar una idea a su expresión (teórica) máxima y que puede ser un referente de actuación. La radicalidad depende del carácter de la persona, nada que ver con el pensamiento obsesivo y reiterado del sujeto que se fanatiza. («Psicología de las concepciones del mundo» , Karl Jasper) El problema es cuando se pasa de la idea a una formulación cerrada de la misma para hacer que sea un referente único de un colectivo determinado y que va estableciéndose como una razón social incuestionable a medida que destacan los casos de abusos y hasta crímenes contra el colectivo que defiende, primero como denuncia, luego a modo de refuerzo para establecer un único criterio de interpretación. Todo fanatismo parte de una razón cierta y de una realidad que es necesario superar, sin embargo luego esa razón y esa realidad se deforman, porque deja de verse en su contexto y  se convierte en una estructura de Poder creyendo que así va a lograr sus objetivos finales, cuando lo que hace es imponer y llegar a convertirse en una razón de Estado, para lo que previamente ha pasado por un proceso de “politización” de sus planteamientos, pero no cómo algo dentro de un contexto político sino como algo adaptado a sus objetivos, que se convertirán en una excusa para ejercer el control sobre los individuos y el Poder.

Gustave Le Bon (1841 - 1931) "Las masas contagian su manera de sentir y de actuar".
“Pensar colectivamente es la regla general. Pensar individualmente es la excepción”.

Se traspasa la barrera de que el fin justifica los medios, lo cual afecta a todo el ámbito institucional sea el jurídico, el sistema educativo y se implica a sectores como la sanidad, la moda, al tejido asociativo, se establecen condiciones para resolver  las desigualdades, por ejemplo, como obligar a que listas de los partidos políticos sean paritarias de manera que entra este criterio en lo políticamente correcto sin razonar ni ser cuestionado mayoritariamente. Se justifica en analogías con el pasado cuando participaban casi unánimemente hombres o con casos excepcionales que se generalizan sin que tengan nada que ver. La aberración de condicionar el modelo legal hace que la misma ley se contradiga a sí misma y de hacer justicia pase a plantear el privilegio legal de un colectivo determinado, sin dejar que evolucione una mentalidad social que se ha abierto paso. Que una sentencia  sobre el mismo hecho sea diferente según sea varón o mujer quien cause el delito, o saltarse la presunción de inocencia y que todo esto se establezca porque “algo hay qué hacer”, no supone solamente un error admitido por el poder judicial, sino que es acabar con la razón de derecho e implantar un modelo de justicia irracional sobre el cual cada totalitarismo ha realizado su proyecto ideológico. De la idea se pasa a la ideología, de la liberación de la mujer a la coacción sobre el varón. 

Todo lo cual acaba afectando al ámbito personal. Por ejemplo se pretende impedir que una pareja reparta como quiera y mejor les convenga su tiempo de maternidad / paternidad para atender al bebé. Se acepta como una medida progresista, lo cual da la risa ante las condiciones laborales del hombre y la mujer  con las leyes de despido, de contratación temporal y demás. O se repite y reitera que las mujeres por el mismo trabajo ganan menos que los varones, basado en datos estadísticos, pero se presenta como un hecho desigual en sí mismo y no como sucede en verdad como una cuestión circunstancial, pues una mujer que lleve más años que otra en la función pública, por ejemplo,  gana más que otra mujer joven haciendo el mismo trabajo. O una mujer sin hijos gana más, en esa misma estadística, que otra que sea madre, pues la perdida de salario es debida a las bajas y permisos para atender a su prole. No importa aislar la información mientras que se alimente lo irracional y se haga ver como que es lo justo, que a modo de letanía se clama en el coro social: “es justo y necesario»; «es nuestro deber y salvación». Esta referencia que puede parecer una ironía es en realidad una asociación de mentalidades con contenidos diferentes, pero la forma es similar. 

El problema es tal que para frenar los excesos de la fanatización y políticas demenciales la razón no es suficiente, por eso da relevo, por regla general a otro modelo de fanatismo para enfrentarse a ello y reforzarse mutuamente. Por eso es una cadena que se repite y hace el relevo. Es cómo los forofos de los clubs de fútbol que se enfrentan los de equipos contrarios, pero lo que logran es incrementar la masa violenta de ambos equipos. Asistimos a la forofización de la política, una amplia base del electorado apoya a su partido haga lo que haga.

La economía no se salva de este proceso de fanatización, aplicando medidas que no sirven para nada en cuento resolver el paro, la deuda, los desahucios y se repiten las leyes, los decretos gubernamentales e insisten en fórmulas, bien sean liberales o socialdemócratas, que nada tiene que ver con la nueva realidad. Los efectos devastadores del fanatismo económico son los casos permanentes de corrupción: La obsesión compulsiva por el enriquecimiento. 

Los individuos de la masa se identifican narcisistamente entre ellos.
Las personas se adhieren a la masa para salir de la soledad.

Debido a las nuevas tecnologías el fanatismo actual funciona en un universo mental más amplio, global, y se desencadena con mayor rapidez. Su intensidad está por ver, pero el comienzo sigue las pautas de modelos precedentes en la Historia de la Humanidad.

Ante un razonamiento, o reflexión con respecto a una manera de actuar desde el fanatismo, la respuesta no es argumentar o debatir sino acusar a quien pone en cuestión la “verdad” diciendo que es un enemigo, al que se ha satanizado, convertido en malo per se. Algo que se generaliza. Se convierte en un estigma para el que no cabe las más mínima consideración ni hacer caso, todo lo que diga desde el apelativo que le pongan carece de validez por ir en contra de la idea. Se contesta con uja acusación: llamar a alguien “judío” en la etapa nazi de Alemania y gran parte de Europa. Luego, tras su derrota fue llamar “fascista” a quien señale los excesos o fraudes de la democracia o de las revoluciones nacientes que actúan de manera totalitaria, pero se oculta porque el “fascista” es el otro. Por ello Ernesto cardenal clamó aquello de «mata al fascista que llevas dentro». O desde otros postulados fue acusar de “hereje” a quien no comulgasen con los planteamientos de los poderosos de una determinada fe. Se asumieron de esta manera cuestiones teológicamente sin sentido. Hoy cualquier persona que critique los excesos y errores en las políticas de liberación de la mujer es llamado “machista”, lo cual sirve como única respuesta. De la misma manera que en los países de la órbita soviética se acusó de “burgués” o “pequeño burgués” a quien pusiera en cuestión las políticas y controles establecidos. Respuesta que se extendió entre la población y logrando modelos simples de pensamiento.

El fanatismo se refuerza con falsas informaciones, dar datos ciertos a medias, cifras fuera de contexto. Lo cual permite focalizar una cuestión ajena a la realidad en su conjunto. Por ejemplo se ha creado una información sobre las mujeres que son asesinadas por sus parejas, 51 el año 2018, lo que exige medidas especiales y concretas, abstrayendo del conjunto de los hechos homicidas que en el mismo año fueron 275 casos, noventa y ocho de mujeres asesinadas en total, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Los medios de comunicación se centran fundamentalmente en una parte que se convierte en un todo, sobre lo cual se manifiestan diversos colectivos, miles de personas salen a la calle sin referencias al problema de conjunto. Se reproduce la noticia y se hace una noticia de la noticia provocando un efecto emocional que al final no resuelve nada y la rueda crece y seguirá creciendo. 

Lo grave de todo esto es que se repiten esquemas que han funcionado históricamente, en otros ámbitos, con otras causas, que desemboca en el control sobre los ciudadanos y la falta de libertad, justificado en favor de un bien supremo o valores de igualdad, de justicia y demás que se saltan grotescamente. Se admite ante la complicación de analizar la realidad, lo que lleva a lo que Eric Fromm estudia en su obra «Miedo a la libertad».  Como actualmente llamar “discriminación positiva” a una desigualdad jurídica y social, no pudiendo ser positivo nunca discriminar a nadie. Pero no se discute una vez que se implanta. Y quien lo plantea es anatemizado o se le hace cómplice de la extrema derecha, “¡coincides con los fascistas!” y ya no hay más qué hablar. Pero si se les pregunta que si quieren que los violadores, por ejemplo, vayan a la cárcel, su respuesta es que sí, evidentemente, lo cual también es coincidente con la extrema derecha. Pero esto, dicen, “no tiene nada que ver”. Se pone en cuestión la libertad de pensamiento.

Hay muchos síntomas que permiten darnos cuenta de a qué nos lleva esta situación que nos arrastra, que una vez se ha desencadenado aumenta en intensidad y lo peor es que busca la coartada en otros fanatismos previos a los que refuerza y mutuamente se apoyan. La razón queda pisoteada de un lado y de otro. Desde la misma lo más que se puede hacer es mostrar lo que está pasando y que alguien se vaya dando cuenta de su proceso de pensamiento y emocional para no dejarse influir, al menos demasiado.

El aspecto emocional se impuso sobre el racional.
¿Cómo es posible que millones de ciudadanos alemanes de clase media aceptaran la muerte de la democracia y el triunfo de un sistema que les perjudicaba en sus aspiraciones individuales, tanto económicas como políticas?

El fanatismo crea su propia realidad a partir de una visión exagerada, parcial y sobredimensionada que ha construido. Parte de hechos ciertos, pero los apartan de todo lo demás para analizarlos a su medida, adaptada a la nueva mentalidad que se ha ido creando.

Este proceso tiene una base emocional que hace que funcione. Por un lado el miedo, por otro el horror y evidente rechazo que causa ver abusos, asesinatos, situaciones lamentables contra las mujeres o cualquier otro colectivo o sector de la población. Y por otra plantear soluciones drásticas para resolverlo. No importa que no lo haga, esto hace que se intensifiquen más las medidas y se entre en una inercia sin sentido. Es el mismo fenómeno de quienes anuncian el fin del mundo en una fecha concreta. No sucede, con lo cual se debería de entender que o ha sido un error o que fue una mentira. Pero dentro del fanatismo se justifica con que no ha sucedido para dar una oportunidad de salvar a más almas, y hay que hacer más templos, más prosélitos y se activa de esta manera la maquinaría de la organización. Si una ley que se aprueba como herramienta para evitar algo reprobable, generando una situación injusta que  se admite a modo de herramienta, pero cuando el efecto es el contrario debería al menos replantar su aplicación, pero se justifica con que hay más denuncias, con que es una reacción a la misma, lo cual es cada vez más ineficaz y así un año y otro, pero sirve para reforzar más el fanatismo. Del que se aprovechan quienes lo utilizan para contar con colectivos fieles que responden con su voto y movilización al albur de quienes diseñan las campañas electorales. Pero llega un momento en que el fanatismo se impone sobre quienes lo han propiciado y funciona por sí mismo y sólo queda seguir la corriente y cada vez más.

Hace años hubo un riesgo grave y peligroso, de  una dimensión global con el agujero de la capa de ozono. Se hicieron campañas, sin desatar el pánico colectivo, pero sí la alarma. Se insistió desde el movimiento ecologista hasta que se tomaron medidas concretas al reconocer lo que la ciencia vino advirtiendo durante años, como fue el efecto de los cloroflurocarbonados que se liberaban con sustancias de los aerosoles. Fue prohibida esta sustancia y sustituida por otros productos que no afectasen al ozono. La dimensión y consecuencias graves del cambio climático genera hoy una dinámica de masas, algo que hace más de treinta años denunciaron  colectivos ecologistas y la comunidad científica. Entra en el proceso de fanatización de la sociedad. Se obvia la relación de ECOnomía con la ECOlogía, de manera que se tomen medidas acordes que han estudiado quienes plantearon hace tiempo lo que se llamó el efecto invernadero como consecuencia del cambio climático. Ahora desde los medios de comunicación se desata el pánico. Las noticias escabrosas de los efectos de la naturaleza se asocian directamente al cambio climático, se genera terror en la población y se toman medidas parciales y se manifiesta buena voluntad en hacer algo que sin dar los pasos precisos, pero se refuerza la idea de “sacrificio”, establecer normas ajenas al problema , pero se justifican en él. Y para evitar un estado de angustia permanente aparecen tendencias que lo niegan. Se hacen cumbres y sin ningún resultado en concreto, pero queda el miedo y la coartada para imponer medidas restrictivas sobre la población. Algo que se irá viendo en un futuro próximo. Sin medidas económicas adaptadas a las nuevas tecnologías no es posible hacer nada eficaz contra los daños medioambientales. El año 2003 («La perestroika del capitalismo») planteé que los grandes enemigos de llevar la racionalidad a la economía para lograr el desarrollo sostenible sin la corrupción y el fanatismo.

Ante una encrucijada grave y peligrosa sobre el medio ambiente se suscitan falsos debates sin ir nunca al quid de la cuestión. Se van creando líderes que conduzcan la situación hasta que llegue el definitivo, el que prometa la salvación. Se van dando pasos, sin que esté previsto ni organizado por nadie, sino que se trata de una dinámica social desbocada, sin que se analice convenientemente, sino que por el contrario se va aceptando el griterío de la masa de manera que forma parte del juego mediático. De esta manera se  provoca, sin querer quizá, el voto irracional que se hace mayoritario y aparecen gobernantes estrambóticos contra los que se reaccionará para imponer el nuevo fanatismo como siguiente paso.

Vemos cómo desde partidos de izquierdas se hacen consultas convertidas en aclamación, en las que no se opina sobre una medida a tomar, sino mostrar su conformidad con lo que decide la cúpula. Lo que refrenda más del 90%, interviniendo menos de un quince por ciento de los que pueden votar, que son los que viven de los puestos electos y a esto se llama democracia, con lo cual se va deformando su concepto y adaptando al seguidismo al líder o dirección del partido.

La dramatización de los problemas crea un imaginario colectivo, como sucedió en otras épocas en que se crearon diversos modos de fanatismo con las figuras de los mártires, los explotados. Las personas intimidadas o atacadas por su condición sexual o agresiones o violencia ejercida contra su integridad personal se exponen en un grado de exhibicionismo convirtiendo a las víctimas en héroes o heroínas a quienes se entrevista, documentando sus casos, lo cual como información es lo correcto, pero no en cuanto a buscar efectos emocionales para ganar audiencia  e insistir hace que se justifiquen medidas irracionales. Pensemos luego en las ejecuciones públicas de quienes se ahorcó, fusiló o torturó públicamente en otros modelos de fanatismo. Se justificó en que fue para  dar ejemplo y provocar el miedo en la población, cuando lo que logró fue expandir y asentar el fanatismo en la época en qué se hizo. Hoy se sale a la calle y se busca al culpable como definición, no cómo sentencia, por ejemplo cuando se canta colectivamente “el violador eres tú”, lo que se dice es de una manera metafórica, simbólica, lo cual reducir a símbolos es otra característica de la tendencia fanatizante. O masas que gritan ante una hecho de violación colectiva “yo sí te creo”, cuando una sentencia nunca puede basarse en una creencia ni prejuicio, pero sucede una especie de linchamiento social contra los acusados fuera del ámbito judicial sin analizar muchos condicionantes y castigar según la ley a quien ha cometido el delito en lugar de criminalizar a un colectivo que se engloba en “machistas”, como se hizo en otras épocas con diferentes calificativos genéricos. Una vez se convierte a un sector en el culpable de los males, se le señala y ya no podrá salir de esa encerrona. Incluso se quieren crear juzgados especiales y especializados. La Historia se repiten en diferentes formas, pero los esquemas son los mismos.

Del pensamiento único al fanatismo hay un paso, muy preocupante.
Los medios de comunicación, desde diferentes versiones de la realidad, forman una mentalidad homogénea.

Establecer delitos de odio afecta a la libertad de expresión, lo cuál se extiende para evitar, pues si no se puede atacar a un colectivo ¿por qué sí a otro? La libertad se coarta bajo la pantalla de defender a alguna minoría, pero luego se ejerce como represión general. Las personas tienen derecho a odiar, a expresar sus sentimientos o razones, lo que sea, sin agredir a nadie. Se ha podido defender teóricamente la lucha armada, por ejemplo. Otra cosa es ejercer esa idea contra alguien que es donde ha de intervenir la ley, pero no en el pensamiento ni en la palabra. Ahora valorar la lucha armada se considera apología del terrorismo. Los delitos de odio pretenden evitar se incite a la violencia, pero refuerza ésta, cuando el antídoto es la razón con argumentos. Tal represión (inimaginable hace veinte años) impide debatir ideas, sacar a la luz el trasfondo teórico de posturas contrapuestas, lo cual hace que  estallen conflictos violentos desde un estado emocional contra las minorías o contra colectivos susceptibles de ser atacados, cuando lo que hay que aplicar es la racionalidad, la libertad y la educación crítica. De lo contrario se refuerza el fanatismo naciente con una educación dirigida, incluso en valores por ejemplo, y no hacer que enseñar sea con métodos participativos, con información y experimental.

Son muchos los síntomas que permiten analizar la fanatización de las nuevas ideas, que hoy se hacen predominantes en la sociedad, pero que fuera de la razón y del uso de argumentos acabarán generando más violencia generalizada y activando lo contrario de lo que pretenden defender, cuya consecuencia será el choque de mentalidades cerradas en sí mismas, lo que que hará que se establezcan modelos totalitarios ejercidos desde la masa social. Darnos cuenta de ello será un primer paso para intentar desactivarlo con el fin de defender las ideas mismas que son distorsionadas por el fanatismo. Una cosa es ser ecologista, feminista, apoyar el movimiento LBGTI, defender la sensibilidad para con los animales, etc. y otra diferente es serlo fanáticamente para organizar en torno a tales ideas y luchas por la liberación de las personas estructuras de Poder en lugar de ser acicates de crítica y de avance en la mentalidad social. Entre tanto queda esperar acontecimientos.

Suerte al lector.

2 comentarios en “El FANATISMO de las nuevas ideas emergentes

  1. El fanatismo es tremendo: O les das la razón y eres facha… P.e., aquí me han dicho de todo. Empecé por hacer una afirmación de Perogrullo, en forma de pregunta retórica: «¿Y hacerse a la mar, infringiendo las leyes internacionales de navegación, particularmente las relativas a la seguridad, no es delito?»

    A la mayoría ni me molesté en responderlos… No han llegado a la bajeza de censurar y denunciarme a la máquina de Facebook, como alguna «feminista» con vocación inquisitorial. https://m.facebook.com/groups/312058702249164?view=permalink&id=2629670707154607 Un abrazo. Horacio

    Enviado desde Yahoo Mail con Android El jue., dic. 26, 2019 a 8:21, Ramiro Pinto escribió: #yiv5313472929 a:hover {color:red;}#yiv5313472929 a {text-decoration:none;color:#0088cc;}#yiv5313472929 a.yiv5313472929primaryactionlink:link, #yiv5313472929 a.yiv5313472929primaryactionlink:visited {background-color:#2585B2;color:#fff;}#yiv5313472929 a.yiv5313472929primaryactionlink:hover, #yiv5313472929 a.yiv5313472929primaryactionlink:active {background-color:#11729E !important;color:#fff !important;}#yiv5313472929 WordPress.com | Ramiro Pinto posted: «Solemos ver los hechos del pasado sin analizar su proyección en el presente. Conocemos la manera de funcionar de nuestro cerebro y de la mentalidad colectiva, pero no hacemos caso. Como diría el descubridor de las neuronas, Santiago Ramón y Cajal: “Razona» | |

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