21 de marzo, 2020. Hoy es el Día Mundial de la Poesía. Los actos previstos se han clausurado trasladándose al territorio virtual. Hoy íbamos a sacar los poemas que metimos en una botella gigante y leerlos, después de un año. Lo dejaremos para el próximo. Lo remarco en este diario de un disidente, porque tres poetas a lo largo del año ya no están, desde antes de la pandemia del corona virus. Eduardo Boado, Caminante y Fernando Calvo. Mi recuerdo y homenaje.
Hoy otro amigo poeta me comunica que va a empezar la próxima semana sesiones de quimioterapia para tratar varias metástasis en el hígado. Dos amigos me han contado la gravedad de sendos casos por el coronavirus de personas muy cercanas a ellos. Lamentable y con la pena a cuestas por la enfermedad y por el peligro que supone, tanto personal como colectivo. Pero percibo que se intensifica la sensibilidad al mal que proviene del virus, con respecto a otros, porque se contagia la emocionalidad. Con la cual se siente, pero no se piensa ni deben tomar decisiones. Cada vez se razona menos en este tema porque se incita a tener miedo, al lamento cuando se anuncia a cada momento el caso de famosos que mueren y se pregonan sin parar las cifras de contagiados. Con imágenes dantescas se repite que van en aumento. Se pretende una contención a la espera de que se descubra la vacuna y con ella el próximo año habrá más muertes de las que ha habido hasta ahora, pero se normalizará. No porque seamos más insensibles, sino porque dejará de ser noticia.
Puede parecer duro, pero veamos los datos oficiales: La temporada 2017-2018 cerca de 800.000 personas padecieron la gripe en España. De ellas, 52.000 tuvieron que ser ingresadas y cerca de 15.000 fallecieron (datos del CIBER de Epidemiología y Salud Pública (Ciberesp) y del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) A día de hoy en España hay 24.926 contagios y 1.326 fallecidos.
No entiendo que hacer ver estos datos comparativos se pueda considerar cruel. ¿Qué nos está sucediendo? Mucho tiene que ver la sociedad que hemos construido, donde la mediocridad se ha apoderado de quienes gobiernan y gestionan las instituciones políticas, económicas y científicas. Estamos pagando el precio de que aquellos que rigen la crisis carezcan de altura de miras, porque ante una situación grave, que no digo que no lo sea, y ante un reto como una nueva epidemia, no se aportan soluciones, sino que nos hacen sucumbir en el problema, haciendo que se complique más. Incapaces de asumir la realidad, se dejan llevar por miedos retroalimentados por los medios de comunicación, ante lo cual se acude a proclamas vacías por ser algo abstracto: “dar lo mejor de uno mismo”; “no lo hagamos por nosotros sino por los demás”, “es el momento de la unidad”; “sólo me ocupo de resolver el problema”, etc.
Es importante la reflexión, aunque sea por parte de una minoría, porque mucha gente empieza a ver que hay cosas que no encajan en todo lo que está sucediendo. Sin necesidad de interpretar o tener sospechas de nada, simplemente que se está sacando el tema de quicio. Hay que razonar para salir de la esfera irracional en la que nos han metido mediante un proceso de masas que se extiende a nivel mundial.
Una amiga, crítica con mi planteamiento, me ha enviado una reflexión de Franco Berardi, filósofo italiano que trabaja como docente en Bolonia. Habla de que se ha establecido en la población mundial una fijación psicótica, agrandando los efecto del coronavirus mediante un virus psicótico que produce un contagio psicológico con gran intensidad. Observa que hace tiempo que la economía mundial ha concluido su parábola expansiva basada en el crecimiento económico, pero no aceptaba la idea del estancamiento. Al producirse éste, poco a poco, ha hecho falta un punto de apoyo para llegar a su final. No se han buscado medidas contra la contaminación y el cambio climático devastador, que exigía un parón global. No se ha adaptado la economía a las nuevas tecnologías y por no razonar (debido a favorecer intereses financieros) se ha metido lo irracional en las instituciones.
Añadamos que debido a la falta de ideas de unos políticos sin personalidad, en todo el espectro ideológico, y sin capacidad de tomar decisiones con altura de miras, y de explicarlas adecuadamente, actúan apoyados en equipos técnicos y haciendo propaganda de sus decisiones, porque han caído en esta inercia. Con la crisis económica no han sido capaces de solucionar los problemas a los ciudadanos, pero han reiterado que lo van a hacer a lo largo de muchos años. Inmersos en esta dinámica se ha paralizado todo con la coartada de una epidemia, señalando a los expertos y a la ciencia como los que lo han aconsejado. Creado el pánico social, han sido arrastrados por él. Nada hay más expansivo que el miedo.

Para Berardi la recesión económica que se nos viene encima podrá matarnos, podrá provocar conflictos violentos, desencadenar epidemias de racismo y de guerra. Una posibilidad que hasta ayer parecía impensable. Podríamos haber salido de esta situación imaginando una redistribución de los ingresos, la reducción del tiempo de trabajo, abandonar el paradigma del crecimiento, inversión en las energías alternativas, en investigación, en educación, en salud.
Los políticos optan ahora por huir hacia adelante, llevando a los ciudadanos de cada país a una situación límite por decisiones irreflexivas y por aplicarlas sin los medios necesarios para afrontarlas. Como dijo Eisntein: “Los problemas no se pueden solucionar con las mismas ideas que los provocaron”. Ni con actitudes similares, ni con esquemas exactamente iguales.
Nuestra sociedad ha sido llevada a la mediocridad y desde esta actitud mayoritaria se ha elegido a quienes legislan, a los que gestionan el dinero público, a aquellos que toman las decisiones que afectan a toda la población. Y sólo desde la propaganda son capaces de hacer valer sus planteamientos, aunque no funcionen, pero nos podrán convencer de que sí, otra vez, mediante los medios de comunicación capaces de fabricar espejismos.
Hay ejemplos. Casi, casi cualquier decisión sobre temas que han sucedido en estos años. Se ha logrado lo contrario de lo que se propuso con proyectos para el desarrollo de la sociedad y su bienestar, y con los mismos mimbres se pretende arreglar una pandemia de las características que estamos padeciendo. La ciudadanía en general de ha dejado llevar. Cuando se hizo el embalse de Riaño se prometió a los agricultores que León iba a ser el vergel de España, se planificaron más embalses para ser el motor agrario de Europa. Los expertos de la universidad y de instituciones científicas lo avalaron. Años después el campo se arruina, precisamente por las medidas tomadas, pero las causas se desvían a otras cuestiones que poco tiene que ver y no se sale de la crisis del campo. Se dijo que era para fijar la población rural en León y se ha convertido en la provincia que más habitantes ha perdido en estos años. El Plan E se hizo para fomentar el empleo. Se entregó un estudio al ministro de Economía, el señor Solbes, mientras que el presidente del gobierno no quiso recibir a quienes lo hicieron. Los expertos y catedráticos de universidades lo aconsejaron y vanagloriaron. El resultado fue más paro y dinero público desviado al beneficio de las empresas. Fue aplaudido. Podríamos presentar otros ejemplos como los proyectos para reindustrializar las zonas mineras, aeropuertos infrautilizados y más. Todo lo cual se usó como propaganda política. De la misma manera una fuerza emergente, que hizo creer que nació de los movimientos sociales, ha mentido en cada paso que ha dado. Ahora se presenta como baluarte de medidas sociales, que fuera de las palabras no repercute para nada en favor de los ciudadanos en situaciones precarias, sino que los silencia.
Leyendo “Trafalgar”, la primera novela de los “Episodios Nacionales” de Galdós, vemos como el brigadier Churruca, capitán de un navío, o el almirante Nelson, y otros, los que vencieron o los que fueron derrotados, se ponen delante de sus soldados. Personajes y sujetos históricos con personalidad. Lo que hoy vemos es que a quienes ocupan un alto estatus en la política, se hacen las pruebas del coronavirus y a los demás no. No hay suficientes pues que se realice a los más vulnerables. En la misma novela, los marineros experimentados de los navíos franceses y españoles, que iban a ser atacados por los ingleses, se percataron de que iban a ser derrotados porque quienes dirigían la estrategia usaban la misma táctica de siempre cuando los enemigos habían cambiado la suya. Hace falta imaginación y personalidad en el momento de actuar o el hundimiento o la bancarrota están aseguradas.
En el momento actual es imprescindible frenar el arrebato de seguir adelante a costa de justificar las medidas y prometer más medios, cuando es imposible porque harían falta el doble de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), para tener la misma proporción de ellas que Alemania, por ejemplo. No se puede usar una epidemia de enorme gravedad para tapar otras carencias y llevarnos a un callejón sin salida. La situación previa a la pandemia era de crisis global, con una deuda a nivel mundial. Ahora otra más, de una envergadura irresponsable. Se pide, por contra, responsabilidad a los ciudadanos de todo el mundo para aceptar un parón social, que se presenta como una medida sanitaria, mientras que aumentan los casos a la espera de que se llegue a un “pico”, que sucederá por el proceso natural de la trasmisión del virus en cuestión.
No consiste en no hacer nada, sino en minimizar los efectos de las medidas que se adopten. Aceptar la realidad de la expansión del virus protegiendo a las poblaciones en riesgo, que a pesar de tanta parafernalia ha sido insuficiente. Asumir soluciones relativas a la espera de una vacuna que reducirá los casos graves y las muertes. En estos momentos son dos los males muy graves que hay que atender sin medios suficientes para ninguno de los dos. Se acude a la grandilocuencia del sacrifico, del heroísmo ciudadano, también al asesoramiento de especialistas, todo ello, con el fin de disfrazar la mediocridad de quienes dirigen el gobierno y de quienes legislan, mientras que el barco se hunde. Son ellos quienes ocupan las barcas salvavidas, pues las medidas adoptadas arruinan a una gran parte de la población. A ellos no les afecta. El coronavirus sí, por eso huyen… hacia adelante.
Salud y resistencia.
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No queríamos caldo? dos tazas. Otro ratín atrincherados, pero por fin deciden hacer los test al personal de residencias de mayores. Impresionante paso!! Hubiera sido más fácil al principio no? Bufffffffffffffff
A mí, esto del coronavirus no acaba de cuadrarme. Se están contabilizando como gente «con coronavirus» enfermos y muertos de toda clase. Pero eso tiene trampa. El coronavirus es un micro-organismo. La enfermedad que produce o produciría ESTE nuevo coronavirus se llama NEUMONÍA, ya que oficialmente, es un virus de gripe, aunque, dicen, un tanto especial porque se piensa que no va a ser anulado con el calor (ya lo veremos… creo).
Entonces,incluso a quienes se mueren por un infarto les catalogan como muertos POR o CON coronavirus, cuando eso siempre había sido un infarto de toda la vida y todos tenemos coronavirus en nuestros cuerpos en los cuales hay cinco veces más virus que bacterias. Lluis Botinas dice que en Japón, en los 70, se creyeron que había una nueva epidemia con un nuevo virus, el esmón, y descubrieron que se trataba de un medicamento que al retirarlo desapareció la epidemia, pero aún así. Sigue habiendo virólogos que investigan a ese microorganismo…
Al propósito de «Trafalgar».
Son graciosas las etiquetas que me cuelgan los foreros. Las puedo quitar, pero me hacen gracia:
(3) ¿Ganó Inglaterra la batalla de Trafalgar? | Burbuja.info
La respuesta está clara. Es Historia. Por cierto, cuando comunicaron la derrota a Napoleón, su respuesta fue «no puedo estar en todas partes».
Gran reflexión Ramiro. Inevitablemente somos individuos que sobreviven en esta civilización que se encuentra fuera del equilibrio, seguimos nadando mientras nos roban la ropa y nos evaporan el agua. Salud y fuerza desde Asturias.