Diario de un disidente del coronavirus: La muerte

23 – marzo de 2020. Leo noticias. Número de muertes por el coronavirus. Contagiados. Parece que todo es un monográfico sobre esta pandemia. La realidad se reduce a ello. Aprovecho para leer libros, escribo, corrijo una novela con la que llevo años. Hablo con muchas personas, con las que comento lo que escribo o por correo electrónico y en las redes sociales.

Comentarios que hago en este diario sientan mal. Hay quien discute conmigo de manera irascible. En ningún momento he negado la gravedad de esta pandemia, he criticado la manera de actuar: E insisto. El tratamiento de los medios de comunicación agranda el problema y lo está sacando de su ámbito sanitario.

La manera de ofrecer la información sobre la pandemia y sus consecuencias, como el estado de alarma que se ha decretado casi en todo el mundo, forma parte del problema, que se agudiza por la presión de estar encerrados. Está presión será cada vez será más hasta que estalle de la manera más insospechada. Se han hecho previsiones sobre el contagio, que va en aumento y las víctimas mortales, a pesar del aislamiento de la ciudadanía. Los datos se exaltan como si fuera un espectáculo. Mantengo que deberían  ofrecerse comparativamente en relación a otras enfermedades víricas cuyas trágicas consecuencias son mayores. Es necesario asumir que mientras que no haya vacuna hay un riesgo para una parte de la población pero, aunque enorme, sus efectos patológicos son limitados.

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Veo que no es posible razonar. Hay que volver al pensamiento desconectado de la emocionalidad externa que nos golpea para percibir lo que ocurre desde nuestra realidad inmediata. En mi caso, la amiga que estaba ingresada grave por el coronavirus ha mejorado notablemente y la van a llevar en un par de días a un espacio sanitario fuera del hospital para que pase la cuarentena. Otra que estaba leve se encuentra bien, pero debe guardar el aislamiento todavía más estrictamente.

Es curioso que televisiones y emisoras de radio, sobre todo, tratan de desmentir noticias falsas, para disfrazar su manera de contar y deformar lo que está sucediendo y los propios efectos sobre la población. Son la “verdad” frente a las “fake news”. Pero “apártate que me pringas, dijo la sartén al cazo”. La información  de las grandes cadenas periodísticas es unidireccional y sesgada, repito. Veraz a medias.

Pienso en dos analogías para visualizar lo que he contado.

1. Alguien puede decir que en los mandamientos de la ley, dados a Moisés en una tabla, pone la palabra “matarás”. Es cierto. Pero no puedo deducir que, porque sea veraz, es cierto que su significado sea ese. Es lo contrario, pues la palabra “matarás”, que es cierto que está escrita, viene precedida de una negación: “No matarás”.

2. Imaginemos que cada accidente de moto se narra en el momento en que sucede, con cifras reales: 264 motoristas fallecidos el año 2019, más de mil accidentados con lesiones medulares que provocan parálisis para toda la vida. Se entrevista a los familiares y vemos sus caras de dolor, a la vez que no se informa del número de dramas que suceden el mismo año con los coches, 1.098 accidentes mortales. Y por la alarma social creada y para evitar tantas muertes, se decide prohibir la circulación de las motos.

Foto de Ramiro Pinto Prieto
Gato maltés.

Hoy he reflexionado sobre mis textos anteriores. Me doy cuenta de que el tema de fondo es la muerte, como hecho dramático. La cuestión que flota en el ambiente, sin que se hable de ello, es la manera en que se ha extendido el temor y la emoción ante un hecho como es morir. Estamos proyectando nuestra concepción sobre la muerte, lo cual es el trasfondo de lo que estamos viviendo respecto a cómo experimentamos el miedo, las reacciones de masas y la enfermedad. Hay variaciones según las creencias de cada persona, según las ideas, la edad, incluso el nivel económico, pero dentro de una mentalidad de la época en la que vivimos. Cada período histórico ha tenido una manera específica de enfrentarse al final de la vida.

La concepción de la muerte cambia según la mentalidad de la persona, pero hay una forma de sentirla colectivamente. Es diferente la manera de percibirla según sea en un campo de batalla o en la cama. Lo he comentado con Javier Cartago en una interesante conversación. La vivencia ante la muerte no es igual para quien sea joven o si se es anciano, si la muerte es por accidente o por enfermedad. Cada etapa de la Historia tiene una manera diferente de encarar lo inevitable de morir. Las creencias y las ideas de cada cual nos harán entender de una u otra manera la muerte, si hay o no vida más allá, y de qué manera, pero la experiencia de la muerte de los demás, la conciencia de ser-para-la-muerte (Sartre), depende de la sociedad en que vivimos. La sociedad actual se define por ser científica.

En épocas donde la mentalidad fue religiosa la muerte se concibió como una voluntad de Dios. Lo que Dios quiera. En épocas anteriores fueron las fuerzas de la naturaleza quienes regían el destino mortal de los seres humanos. En el tránsito hacia la sociedad científica se crearon corrientes románticas o por contra materialistas, que hicieron que abundasen los suicidios. O en otros casos matar / morir se entendía como un medio para conseguir los ideales.

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En la ciencia hemos puesto nuestra esperanza, nuestro ser, porque nos salva en muchas ocasiones, evita el dolor, sana las enfermedades, nos ha dado una visión del mundo que hace que todo fuera de ella quede a un lado. La muerte se llama “fallecimiento” en referencia a que ha fallado todo lo que pone la ciencia a disposición de que no ocurra. En la circunstancia actual nos apesadumbra que el conocimiento científico no dé una respuesta inmediata y creamos en torno a la muerte una esperanza, pero huimos de ella asustados, infantilmente, porque como dice Heidegger:no podemos curarnos de la muerte”. Nos enfrentamos al fracaso temporal del la esencia de la ciencia que es conocer. El ser humano es mortal, lo cual nos hace vulnerables. Cuando vivimos arrolladoramente no nos preocupa, pero al enfrentarnos a morir nos paraliza y escondemos, de la misma manera que un niño asustado cuando se tapa la cara con las manos, creyendo de esta manera que aquello que le atemoriza no le va a ver.

También Heidegger precisa que es necesario “comprender la muerte existencialmente». Observa: “No podemos abstraernos de la Historia”. La humanidad del mundo global pone sus esperanzas en la ciencia y hasta que intervenga nos paralizamos. Ya no rezamos como sociedad, no sacamos al santo que nos proteja, simplemente esperamos, pero el ser humano es mortal. Como dice mi madre “los años no se operan”. Ya mayor, mi madre está apesadumbrada porque quiere, de siempre, un entierro con boato. En estas circunstancias no podría ser.

Las noticias de hoy, que forman parte de la imagen del mundo que nos encierra, siguen: La policía detecta un ataque masivo al sistema informático de los hospitales”, parece ser que se trata de un grupo de piratas informáticos. Otra es que las Fuerzas Armadas han encontrado en diversas residencias de mayores a varios ancianos muertos en sus camas. El virus mata, el pánico hace que se dejen los cadáveres sin atender. La bondad y la entrega también salen a la luz. Ambos extremos de la conducta humana son formas de gritar contra la enfermedad, siendo la muerte el eco y el silencio, un silencio que se convierte en el fantasma que recorre las calles de la ciudad.

Salud y resistencia.

 .

4 comentarios en “Diario de un disidente del coronavirus: La muerte

  1. La muerte. Es lo único cierto de la vida, pero nuestra sociedad actual vive como si no existiera y trata a la muerte como algo que no va con nosotros. Lo único que debemos tener claro es que la vida hay que vivirla… La muerte, lo único cierto, sabemos que no nos conduce a ninguna parte. A veces ni al cementerio. Gran reflexión Ramiro. Gracias

  2. Me parece encontrar en este artículo tuyo, Ramiro, independientemente de las citas que contiene, una serenidad expositiva distinta de la que fluye en la rica diversidad de los precedentes. Supongo tendrá que ver con lo que intenté resumir en un anterior comentario y al ya constatarse, actualmente, que este virus está sin control y mata, causando pánico hasta el extremo de abandonar cadáveres.

    1. Gracias, Marc, por lo comentado. Evito generar crispación, que no es buena para la reflexión, aunque el ambiente social está muy tenso y más que lo va a estar.

      Decirte que el pánico no es por las muertes ocasionadas por el nuevo virus, sino por lo que representa como imaginario colectivo, ante la alarma convertida en una emoción de Estado. Lo causan los medios de comunicación con su información espectáculo. Lo mismo que habilitar una pista de hielo, es por la falta de medidas que eviten el contagio a los trabajadores. El virus seguirá su curso y todo se querrá justificar con que «gracias a…».

      Un abrazo…, ¡no! Mejor: Sayonara.

  3. Y yo añadiría más, la muerte como mercancía, como reality show en vivo, con un único objetivo: entretener y ganar audiencia.
    Yo propongo un apagón infoxicativo, #ApagonInfoxicativo, #CaceroladaContraElCircoMediaticoDeLaPandemia

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