Diario de un disidente del coronavirus: Política

25 y 26 de abril, 2020. Noticia de última hora de ayer: “La pandemia de coronavirus deja ya más de 200.000 muertos”. Noticia de diciembre de 2017: “Cada año se producen hasta 650.000 defunciones por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe estacional, según estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.

Desde hace una década la noticia se ha convertido en la noticia por sí misma. De esta manera controla el estado de ánimo de las personas y de las poblaciones al conseguir crear una emoción común: el miedo compartido. También los titulares de prensa, y lo que sale en los programas de televisión / radio, definen la actualidad. Pasamos de un tema a otro dirigidos por los grandes medios de comunicación de masas. La realidad es lo que ellos ponen en el foco de mira. Las controversias entre ellos forman parte de la noticia dentro de la noticia. Observemos como, por ejemplo, La Sexta y Antena 3, antagónicas en la manera de ofrecer las mismas informaciones y cuyos enfoques no coinciden, forman parte del mismo grupo económico de inversores. Sus accionistas lo son de cualquier parte del mundo.

Las noticias fabrican sensaciones que trasfieren un punto de vista unificado a la población. De esta manera marcan la agenda de los políticos. Gobernantes, diputados y asesores actúan como si de un guion se tratara. Lo mismo que los periodistas. En su entorno están los realizadores, productores, los que maquillan la realidad y los que se encargan de montar el escenario dentro de los partidos políticos, entidades deportivas, patronales, universidad, sindicatos, entidades de la cultura oficial y demás.

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El panóptico: Arquitectura carcelaria ideada por el filósofo Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII. Para Foucault es el modelo de vigilancia en las sociedades modernas

¿Quién es “el autor”? Aquellos consorcios que manejan los grandes capitales. Abarcan tanto que sin ellos la realidad no funcionaría. No porque sean malévolos, ni estén en contubernios extraños, sino porque la realidad mundial se ha ido construyendo de esta manera. Se apoderan de los medios de comunicación y de crear una economía paralela (la financiera) que se ha logrado imponer sobre el mercado de productos. Los medios de producción dependen más de la tecnología que de los obreros. Se ha creado una maquinaria que fabrica conciencia y deseo: la publicidad. El resultado es una mentalidad en la que funciona la política moderna.

Las tribus se movían en torno a sus chamanes o magos / sacerdotes. Cuando se originan los estados, sus reyes eran ungidos por un dios, en cada cultura el suyo. Tal reminiscencia llega a nuestros días en forma de monarquías hereditarias (parlamentarias) bajo este principio solapado, aunque ya no se justifique en la creencia originaria, pero sí que se ampara en ella

La nobleza controlaba el devenir de los pueblos organizando guerras, conquistas, represiones a las revueltas y establecían sus condiciones (normas) con las “noticias” o la buena nueva que anunciaba el clero, en cada civilización el suyo. De esta manera impusieron al pueblo sus leyes:  Mediante la moral, costumbres, formas de trabajo y los caballeros armados, luego organizados en un ejército. El desarrollo del comercio dio lugar a una nueva colectividad, la burguesía. A través del dinero consiguieron el Poder, primero influyendo en quienes tomaban las decisiones y luego siendo ellos quienes lo ejercieron. El cambio de modelo fue consecuencia de revoluciones sangrientas. Sucedía, como cuenta Guiseppe Lampedusa en su novela “El gatopardo”: Muchos nobles se apuntaban al carro y se hicieron con las riendas de los grandes negocios. El Poder, como energía de la Historia, no se crea ni se destruye, se transforma.

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Toda nueva realidad da lugar a su propia evolución. Ocurre sobre los nuevos conocimientos, con herramientas y factores que permiten que se trasformen las diversas sociedades, hasta que llegan a una situación en la que hace falta un cambio para adaptar el Poder a la suma de trasformaciones que hayan ido sucediendo. Es la manera de controlar la realidad. Tal evolución acontece porque el Poder se define a sí mismo: Lo que controla todo. ¡Todo! Por eso siempre tiende a la conquista: Para ser Poder. Es un afán que forma parte de las dinámicas sociales de la Historia. Conocerlo nos hará entender lo que estamos viviendo hoy en día y defendernos. Es la única manera de evitar los abusos de quienes hacen el toque de corneta para anunciar los eventos y medidas oportunas que se aprueban en las Cortes.

La sociedad del comercio llegó a su final con la economía industrial. La política se tuvo que ajustar a la nueva realidad. En torno a este equilibrio, entre aquello que emerge y el antiguo Poder, se mimetizan uno con el otro y se mezclan. En este complejo proceso de encajar dos épocas sucedieron las dos Guerras Mundiales. Entre medias muchas más de carácter local como reacción a los cambios: Guerras civiles y luchas fronterizas. El paso de la sociedad industrial a la tecnológica exige, desde hace años, un reajuste del Poder. Un elemento esencial ha sido el hecho de que el capital de valores en la economía supera con creces al productivo. Es decir, la economía financiera domina sobre la industrial. Exige una reestructuración del Poder. Esto ha provocado grandes tensiones, que se han manifestado en todo el mundo. La tecnología informática y aplicaciones adaptadas a nuevos aparatos para  el transporte, la ciencia, la medicina, la construcción, etc. ha dado lugar a la globalización. El mundo funciona al unísono. Hay una interrelación de todo el planeta. Con la pandemia lo vemos ante nuestros ojos

La industria acaparaba la fuerza de trabajo de los obreros. La tecnología sustituye la mano de obra con la robótica. Se calcula que en veinte años las nuevas tecnologías dejarán sin empleo a más del 65% de los trabajadores. Esto exige un ajuste en las políticas económicas y nuevas formas de ejercer la democracia, que no se aplican por una cuestión de Poder, de ingeniería de Poder. Es necesaria la Renta Básica El estamento político lo impide porque  pretende hacerlo bajo el auspicio y el mando de quienes controlan los grandes capitales. También los partidos y la información. Y para ello necesitan políticos que trabajen para ellos, para los grandes capitales y que el pueblo les crea y “vote”. Han de controlar, en este sentido, a todo el espectro político convirtiéndolos en «noticia». A unos les asignan la moderación, a otros que prometan sin cumplir, a los demás que se opongan o que sean notas discordantes para realzar la necesidad de un mando. Esto es lo que estamos viviendo.

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Veamos dos aspectos para entenderlo mejor y acercar el análisis al fenómenos global de respuesta a la noticia de la pandemia del COVID-19.

Carlos estudió cómo se produce la ganancia de los beneficios.  El empresario (dueño del capital) se lleva, además de la parte que le corresponde como inversor, otra que ha generado el producto realizado por el esfuerzo del obrero (fuerza de trabajo.) Me refiero a Karl Marx como autor de esta teoría: La que explica el valor añadido al beneficio, que se usurpa al obrero. En la defensa de sus intereses la clase obrera provocó una tensión, la lucha de clases, durante casi un siglo. El mundo se dividió entre países capitalistas y comunistas, dicho de manera muy esquemática. El capitalismo se fue adaptando a las nuevas realidades productivas con la tecnología y creó la sociedad de consumo, del despilfarro y de la destrucción paulatina del medio ambiente. El comunismo en su etapa industrial, mediante la planificación estatal, afectó gravemente a la ecología, pero no se adaptó a las nuevas tecnologías, como recoge en su libro “La perestroika” Mijaíl Gorvachov. Una obra de pensamiento político que recomiendo. China tuvo que incorporar el capitalismo a su modelo para apuntalar el Estado comunista y solamente puede funcionar en el mercado global, debido a la implantación de la tecnología que dirige el Estado. Tal contradicción sólo podrá ser superada de dos maneras: O con la destrucción del comunismo estatal, y adaptarse a su nueva economía de mercado global, o controlar y ejercer su poder en todo el planeta por la fuerza. Esto forma parte de la tensión actual en la que hay otros polos. El más fuerte es el imperio económico resultado de anexionar el poder comercial británico y el industrial propio: Estados Unidos.

Sin embargo lo descrito en estas líneas forma parte del teatro político, o de la escenificación del conflicto que define la línea histórica que hoy nos afecta: La economía financiera, presente en los dos modelos, es donde se sitúa el campo de batalla (la guerra económica). El mundo de las finanzas aplica la teoría de la plusvalía de Marx para la obtención del beneficio. La desarrolla y crecen sus actuaciones con productos como futuros, bonos de riesgo, productos derivados, fondos de inversión y muchos más. Mientras que se ha considerado que el marxismo es un atraso y que no funciona, sus conocimientos los usan los dueños del capital para llevarse el beneficio. No se estudia por regla general, pero sí en las universidades privadas de la élite para usar este conocimiento en su provecho. Hoy se ha creado algo que es lo que funciona en la economía de la era tecnológica, superando la plusvalía: el plus capital.

Tiene que ver con la política y con lo que estamos experimentando en estos meses de coronavirus, porque a diario se relacionan las noticias más espectaculares con lo que suben o bajan las bolsas y sus respectivos beneficios en el mercado bursátil.

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El mundo financiero se ha convertido en noticia. Pero a través de un espejo que deforma su realidad. Cuando hay un suceso aparatoso, como un accidente en el que se incendia una refinería, un atentado, o el inicio o final de un conflicto bélico, se añade la coletilla de que las bolsas de todo el mundo han subido o han bajado, cuando a la inmensa mayoría de los espectadores no les importa. Se considera un indicador de la realidad, que acompaña a la noticia. Es al revés, los grandes capitales invierten en conflictos, o en sus soluciones. Aprovechan un hecho accidental para presionar a los gobiernos, cambiando el valor del dinero a través de comprar deuda de los países o activos de las industrias nacionales o quitar el apoyo a determinados bancos autóctonos (que a la mayoría ya han anexionado con las «fusiones bancarias»).

Todas las operaciones bursátiles van encaminadas al beneficio de los accionistas, de manera que las inversiones son estratégicas para succionar el dinero de la economía productiva, cada vez más vaciada. De ahí que a pesar de los grandes beneficios de los mercados de masas, los salarios son cada vez más bajos, los empleos más precarios, hecho que desde el ámbito político se traduce en «reformas laborales».

El dinero disponible para las personas es cada vez menor, al tiempo que aumentan las fortunas. Un ejemplo es la desorbitada cantidad de dinero que se da para la compra y venta de futbolistas, o que se invierte en la publicidad. Ambos ejemplos producen beneficios que no son proporcionales al coste. Es una forma de especulación. Los agricultores venden sus patatas casi a precio de coste, mientras que una marca de patatas fritas adquiere un valor enorme en los mercados financieros. Las cadenas de supermercados ganan al ampliar sus puntos de venta, es lo que hace que suba su cotización en Bolsa. El beneficio que obtienen de la venta de su mercancía, una vez que cubren los gastos de compra, distribución y almacenamiento, no es comparable con lo que ganan en el mercado de valores. Pensemos adónde hemos llegado: ¿Qué es más  necesario, los goles que mete una estrella del fútbol o las patatas que come la gente?

Debido a las consecuencias garrafales de esta epidemia se habla de los fondos de inversión, muchos de ellos accionistas de algunas residencias de ancianos. Negocian la deuda pública y privada e invierten en empresas en quiebra o que no dan demasiados réditos (fondos buitre.)  También hacen negocio con empresas públicas que se han privatizado (la gestión del agua y de las basuras, cuidados de parques y jardines, etc). El beneficio está en la capacidad inversora, pues operan a nivel mundial con cantidades de dinero muy superiores a los presupuesto de muchos estados. La ganancia de los fondos de inversión está en hacer operaciones mercantiles múltiples, mientras que en la economía real, la productiva o de servicios, se mantiene el mínimo de rentabilidad a costa de rebajar los salarios, las condiciones de calidad de las materias primas, reducir las medidas de prevención de los riesgos laborales y aplicar tecnología punta, pues ésta se activa como negocio.

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La política está inmersa en esta realidad sin saber gestionarla. Se doblega a los grandes intereses financieros, pero en ello entra una izquierda televisiva, que actúa en su órbita: “empleo garantizado”, que no tiene ningún sentido. “Ingreso Mínimo”, cuando ya queda obsoleto. Juegan con el lenguaje de los movimientos sociales para neutralizarlos. Y la derecha, mientras tanto, diseña modelos totalitarios para adecuar las leyes al actual mecanismo económico.

Este ajuste de modelo es lo que está en juego al día de hoy. Ha sido con el coronavirus, pero pudo ser cualquier otra excusa. La epidemia permite utilizar la ciencia, al creer en su conocimiento sin darnos cuenta que su valoración está en lo que sabe, no en lo que creamos de ella. La ciencia ha entrado a formar parte del espectáculo de la noticia. Se ha creado una mentalidad que sólo acepta el entretenimiento y el sobresalto para recibir los mensajes. La información y el estudio aburren, de tal manera que los hechos han dejado de ser noticia.

Se televisan entrevistas con familiares de personas que han muerto a causa del coronavirus, se proclama la tragedia que supone la pérdida de un ser querido. Trasladan esa pena y el susto que sufren a la sociedad, cuando sería lo mismo por otra enfermedad o por un accidente. En esta inercia de dramatizar entra no poder acompañar a un padre o a una madre en sus últimos momentos, no hacer un funeral como estamos acostumbrados… Esto forma parte de la respuesta irracional a una epidemia, que más allá de las medidas de prevención y sanitarias, se nos ha ido de las manos y es imparable porque funciona en el interior de las personas  que han asumido su papel en este problema.

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Hoy, domingo 26 de abril, los niños podrán salir a pasear. Es muy significativo que “ el gobierno da permiso” y se dice “nos dejan”. Es decir es una concesión benefactora que hace el Estado, apoyado en criterios científicos ante una pandemia ¿Se han debatido otras propuestas, también científicas?, ¿se han valorado más allá del teatro mediático otras opciones? Tampoco se asume la realidad con acciones médicas y de contención en los focos más vulnerables. Hoy el colectivo sanitario en su conjunto ha pedido que no se aplauda, que lo que necesitan son medios para ejercer su trabajo con seguridad. La pantomima se está saturando. Pero la política ejercida como Poder no da posibilidades sino de obedecer. La democracia se convierte en aceptar lo que nos manden los «elegidos», que para serlo necesitan mucho dinero para sus campañas electorales. La función de esta crisis sanitaria está siendo la construcción emocional del miedo, que afecta a la persona y a la población en general.

No es que se haya diseñado para que suceda de esta manera, pero se aprovecha para introducir criterios de adaptación al nuevo modelo de control, que ya estaba en estudio. Como plantea Foucault, el Poder no es una abstracción, sino que se concreta en el dominio sobre la gente. La legislación se pone al servicio de este proceso. Es poderoso quien ejerce el Poder.

La población mundial ha reaccionado dejándose llevar ante la suma de cambios de paradigmas, de nuevos modelos que estaban frenados a nivel de la energía, el trasporte, el mundo económico (cuya capacidad de mejorar el crecimiento económico estaba bloqueada; ya no funciona ni con la teoría liberal, ni con la socialdemócrata y su idea keynesiana, ni desde la planificación estatal; todas ellas nacieron con el modelo industrial.) La democracia será dirigida y controlada, «por nuestro bien”, sin cuestionar las premisas del progreso y desarrollo. El mundo tecnológico se introduce cada vez más en las relaciones laborales (tele trabajo basura). En la educación (clases de repaso y de cursos online.) Protestas virtuales sin referentes en la calle para no expandir posibles virus. Tememos el actual y otros posibles en el futuro. La política se hará sin ideas, sino a golpe de noticias y sobresaltos para aterrorizarnos y así controlar nuestra conducta, hasta en lo más íntimo, lo que pensemos y nuestros sentimientos.

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La nueva política será una tiranía. La de siempre, pero tecnológica. El poder judicial forma parte de este engranaje, pues lo irracional desemboca en las leyes que regulan el gobierno, una vez que las aprueba el parlamento votado por el pueblo. Entre tanto los medios de comunicación de masas. Como consecuencia de esta epidemia-pandemia se aprueba la geolocalización, para detectar adónde se desplazan los infectados y evitar que contagien. Pero se aplica a todas las personas. Ya desde hace tiempo se controló el recorrido de los ciudadanos por las calles y carreteras mediante las cámaras de seguridad, en espacios públicos y privados. Hay técnicas de reconocimiento mediante análisis del adn para saber quién ha cometido un delito. Pero se trata de una vigilancia preventiva, como las guerras modernas. Sin casus belli, por si acaso. Es la cadena de la tecnificación del Poder cuya consecuencia empezó a verse con la llamada «ley Mordaza». De ella deriva la actualización de la misma por criterios “científicos”, como es disponer de las conversaciones telefónicas y poder intervenir las redes sociales. La política es la herramienta. Los partidos políticos que se mostraron contrarios a esta ley desde la oposición, la mantienen con mayoría parlamentaria “en contra”. Y la amplían. Es la tecnificación de la política.

La rebelión hará que se abran espacios de libertad. Imposible hasta que seamos conscientes. Leamos y pensemos en lugar de estar absortos con lo que nos cuentan. Pero nos han convertido desde pequeños en espectadores de nuestra vida. En lugar de ciudadanos nos han hecho clientes, en turistas a los que se lleva de un país a otro creyéndonos marco polos, o héroes que nos sacrificamos por la patria. Esa que guardan en su bolsillo quienes acaparan el dinero.

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Salud y resistencia. Pensamiento y conciencia. ¡Acción!

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4 comentarios en “Diario de un disidente del coronavirus: Política

  1. Ramiro, te sigo desde que iniciaste el diario y el de hoy es el que mas me ha gustado. Tus reflexiones son profundas y tocan el meollo de la cuestión. Adelante y Resiliencia.

  2. Totalmente de acuerdo. Hemos llegado a un punto en que al gran capital financiero ya no le interesan los trabajadores (en el caso de EEUU podría prescindir totalmente de los impuestos de los ciudadanos), se alimenta de la emisión de moneda que favorece a quienes están más próximos al centro de esa emisión, en este caso quienes tienen acceso directo a los préstamos prácticamente gratuitos de los bancos centrales, poniendo como aval activos que no valen nada pero que sus amigos se los tasan por el valor nominal y así continuar el juego de compras y recompras en valores que no tienen ningún respaldo en la producción de bienes y servicios tangibles. Es ‘el efecto Cantillon’, bien estudiado por el economista de ese nombre en el siglo XVIII.

    https://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Cantillon

    Y mientras ellos se enriquecen los demás viviremos de las migajas que nos concedan, pagando por alimentos y viviendas propiedad de esa misma clase parasitaria y trabajando por salarios de miseria -quien tenga la fortuna de trabajar- para empresas que ellos mismo controlan.

    Volvemos al feudalismo, donde el señor feudal era dueño de tierras y rentista, además de ser el único proveedor al que podías acceder y de obligarte a ir a la guerra cuando sus intereses así lo exigieran. Viviremos endeudados o de una caridad completamente arbitraria, que puede dejarte a un lado, en la miseria absoluta, cuando el Estado, controlado por ellos, lo considere oportuno.

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