Diario de un disidente del coronavirus: La despedida

3 de mayo, 2020. Sí. El estado de alarma continúa, pero se empieza a desmontar el campamento del encierro. Lo he vivido como una experiencia. Un diario con 43 entregas, casi a una por día. He expuesto mis impresiones sobre lo vivido. He podido compartirlas con quienes las habéis leído. Gracias.

Gracias por haberlas leído. Echaré de menos no contar por escrito lo que opino, pero prácticamente lo que pueda añadir es repetición de lo ya escrito. Espero haber dejado alguna pista para reflexionar. De vez en cuando me seguiré asomando a esta ventana de la palabra. Sí. Porque escribir es una pasión.

Decía Blavastky, a modo de lema de su sociedad teosófica, que nada hay superior a la verdad. Para mí sí que lo hay: La sinceridad. Pensar exige información y autenticidad. Ésta lleva a la razón. Ideé una despedida breve, pero me asaltan las cosas que quiero decir, las que han quedado en el tintero, ¡ay, tintero!, en los apuntes de unas hojas de papel en la mesa.

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Ya no hablaré de los chistes sobre el encierro, el coronavirus y la desescalada. Ni de los comentarios de quienes habéis leído este diario fugaz. Tampoco los reproches de quienes se quedaban en el título de “disidente” y se han sentido ofendidos. Nunca he admitido que una muerte sea más que otra, salvo casos excepcionales por sus causas. Los testimonio de la pena, la tristeza por la pérdida de un ser querido, es común a la que causan otras enfermedades y otras circunstancias. La diferencia está en ser televisados los llantos o no. Cuando la muerte es una noticia y se repite hasta la saciedad nos arrastra emocionalmente.

Habrá que tener cuidado, porque en lugar de información nos han metido miedo. Miedo, sí. Las emociones de la masa son proclives a ser conducidas, dirigidas. Mas aún: El pueblo intervenido sobre la base de sus emociones acaba clamando por un salvador. Éstos siempre han llevado a las naciones al abismo, por causas pueriles que se engrandecen. Y lo han hecho porque quienes los precedieron, en lugar de razonar, se encaminaban a un acantilado sin salida. Una sociedad asustada es peligrosa. Además de desinformada, la nuestra, ha sido bloqueada social y psicológicamente.

La palabra está sembrada, la vuestra, la de mucha más gente que sopla las velas de un barco para moverlo en otra dirección. Me hubiera gustado nombraros, pero faltaría alguien y al otro lado está el tú de cada cual. Gracias.

La culpa de alargarme ha sido encontrarme esta mañana con el libro de Karl Jasper,  «Psicología de las concepciones del mundo” ¡Ni me acordaba de él! Eso que hace tiempo lo subrayé página a página. Como psiquiatra y filósofo, advierte de que la dependencia tecnológica lleva a la conciencia de subordinación. Afirma que aparte de lo histórico, en lo que cada ser humano está inmerso, hay dos caminos iniciales en la vida. Cada uno de ellos se bifurca en muchas rutas diferentes. Los iniciales son el de la racionalidad y lo disparatado. Éste no se ve como tal porque se cubre de normalidad.

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Seguiré olfateando libros de papel y noticias del mundo por internet. Ya os contaré en alguna ocasión. Y también seguiré el rastro de vuestras palabras, de las que tanto he aprendido. Y a mirar el paisaje desde el Cuturrasu. La lejanía nos acerca a lo que las cosas son y a lo que las personas rezuman desde su lugar en el mundo. De cerca se escabulle la perspectiva.

Seguimos en la senda del error, haciendo normal lo disparatado. Ya no lo puedo gritar más alto: Europa pone a disposición del Estado español miles de millones de euros para la reconstrucción de la economía. Anuncia nuestro gobierno un auténtico disparate, compartido con otras naciones. Plantea impulsar las empresas y promover créditos oficiales dando dinero a la banca, con el fin de que lo alquile mediante préstamos de diversa índole. A los empresarios les dará beneficios a la manera de siempre, traspasando dinero público a ganancias privadas. Pretenden impulsar el crecimiento económico. Lo que se llama “capitalizar las empresas”, origen de la corrupción en España a partir del año 1986 con la recuperación del proyecto del embalse de Riaño. Hoy no produce lo que se esperaba con los futuros regadíos. Los agricultores se manifiestan porque van a la ruina y necesitan más subvenciones. Las empresas constructoras se forraron.

¿Cuál es el error de esta política económica? Se trata de un modelo que propuso Keynes, y que ha funcionado especialmente después de la II Guerra Mundial. O sirve tras una catástrofe que destroce una ciudad. En esos momentos se han destruido edificios, hospitales, carreteras y hace falta reconstruir el país impulsando la producción. A través del empleo se activa la economía. Este mismo modelo se mantuvo después y llevó al fracaso de la economía del bienestar. Vino a sustituirlo el modelo neo-liberal. Cuando ha llegado al límite del mercado lo exprime y oprime a la población. No da para más. Lo que hace falta es, por contra, incentivar el consumo para mantener la economía y actuar sobre la demanda: La Renta Básica.

Y ser acompañada esta medida con un modelo fiscal que explica José Miguel Sánchez Alcalde. La recaudación no puede ser una herramienta ideológica, sino aplicada a la economía en su totalidad. Es necesario, por un lado, llevar la fiscalidad al mundo financiero, al ser éste un mercado de dinero, una mercancía. Igual se producen otras en la economía productiva. Por otro se ha de aplicar sobre la demanda y no incidir en la oferta, para evitar ahogar a los pequeños productores (autónomos, artesanos, creativos.)

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Ayer, en la ciudad de Estocolmo – Suecia.

Suecia: 2.653 fallecidos (muertos), con 10 millones de habitantes, a día de hoy. Un país que ha decidido dejar que gran parte de la población circule y se exponga al contagio para desarrollar la inmunidad de manera natural. Cuando alrededor del 60 por ciento de la población lo haya hecho, habrá inmunidad colectiva y se cortará la transmisión del virus. Esta estrategia plantea que la mayor parte de las personas menores de 65 años que contraigan el coronavirus, si no tienen enfermedades preexistentes importantes, lo vivan como una gripe normal o fuerte, o de manera totalmente asintomática.

En España el sistema sanitario llevaba colapsado, al límite, varios años. Agravado por los recortes que se han hecho los últimos tiempos, muy mal planificados. Mi madre, en marzo de 2018, estuvo cinco días en un box de urgencias, en un hospital de Madrid, a causa de una infección que le deformó la cara. El coronavirus ha sido la gota que ha colmado el vaso de la sanidad pública. Un error tras otro, por intereses de Poder, de dinero e ideológicos. Si no lo remediamos el futuro se decidirá entre la extrema estupidez o el cinismo radical. Es necesario salir de este juego, sin extremismos, sin radicalidad, sin una actitud cínica. Inteligentemente. Pero ¿dónde está la puerta? No es algo que pueda encontrar una sola persona.

Estamos encerrados. No imaginamos cómo es afuera, más allá de los límites de nuestro pensamiento. Como la película “La habitación” de Lenny Abrahamso, basada en una historia de Emma Donohgue. La vi hoy.

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Sin palabras.

Hay algo que apunté en los primeros diarios. Apenas se informa de esto. Parecemos una sociedad infantil, infantilizada, donde nos cuentan cuentos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), ya  prevé un riesgo inminente. Avisa. Pero no es noticia. Hasta que sea necesario que lo sea para apretar más las tuercas a los ciudadanos. No nos preparamos como Humanidad, ni como especie humana, ni como ciudadanos libres de una civilización. Tampoco como personas. El problema final es la superpoblación. En el s. XVIII fue el asunto más debatido. Gracias a la tecnología podemos asimilar los miles de millones de seres humanos que somos, pero hay que adaptarse a semejante situación de una forma racional y sensata. Lo grave será el hambre. Tiene que ver con lo que ha comenzado con el COVID-19. Algo que se debería empezar a resolver desde ahora mismo, pero llegaremos cuando sea demasiado tarde.

Los científicos hablan de hambruna, porque el coronavirus no es una cuestión aislada, como se está enfocando. No. Tiene que ver con la manera de organizar la supervivencia humana en el planeta. Deberíamos preverlo. Todo se acelera demasiado. Pero preferimos manejar imágenes conceptuales de las películas, las que nos forman para las acciones heroicas o aparatosas y no las cotidianas. Que si es un virus de diseño, que si un laboratorio de acá o de acullá. Y lo que se ha estudiado queda arrinconado, por no formar parte de un guion que deba interpretar la sociedad, cuando lo manden los directores de la película del Poder. Ya he hablado de ello. No insistiré. Todas las opciones, o la interpretación de ellas, son plausibles, pero no verídicas mientras que no haya una certeza que las demuestre. Hay que argumentarlas.

Hace tres años hubo una enfermedad en la cabaña animal de cerdos en China, la diarrea porcina. Causó estragos. Se suplió la alimentación cárnica con otros animales. Sacrificaron millones de cerdos para acabar con la epidemia y se volvió a comenzar, pero de la misma manera, sólo que con más precauciones. Parece que somos incapaces de no hacer lo mismo y tropezar de nuevo en la misma piedra. Un coronavirus que no afectaba a los seres humanos pasó a los murciélagos desde el ganado doméstico.  Los hábitats de aquellos están muy reducidos. Se detectaron virus que afectan a los humanos en macro granjas de pollos,  pero son patologías que se controlan médicamente. El COVID-19 no ha surgido porque sí. Como todas las epidemias responde a una concatenación de hechos, que han sido estudiados por los científicos, sin ser noticia. No toca.

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Lo grave es la crisis alimentaria y se preparan negocios para aprovecharse de ella cuando suceda, sin tomar precauciones, sin cambiar hábitos, más que cuando no quede otro remedio, después de afectar a mucha gente. Se ha observado que después de los murciélagos el contagio de los virus afectó a otras cabañas gigantes de animales. El virus que nos preocupa en estos momentos es un aviso, una advertencia. Llaman a este contagio que hubo en animales domésticos  la “revolución ganadera”. Es a consecuencia de las concentraciones de animales para el consumo humano. Necesitan piensos, medicamentos y toda una industria, en principio necesaria, para producir millones de toneladas de carne, de todo tipo de ganadería y de cabañas de animales.

China mantiene, por ejemplo, una granja de vacas con 100.000 cabezas, para exportar su carne a Rusia. Es la mayor del mundo. Se extienden sin parar estos modos de producción antinatural. En China se ha pasado del año 1980 con un 2’5% de macro granjas al presente año con 56% de ellas. Están llegando a España y el primer problema son los residuos orgánicos, purines. Una vez que los virus, adaptados a los animales domésticos, han dado el salto a la fauna salvaje, a la especie indicada,  pueden ser más los contagios. Se ha roto el equilibrio con la naturaleza de manera grave. Los humanos hemos incrementado el riesgo de epidemias al atacar los equilibrios creados entre los microbios y sus animales hospedadores. Algo que es el resultado de la evolución humana durante millones de años. Se llama la zoonosis: La creciente amenaza de saltos de virus de animales a humanos tras romperse el equilibrio de la naturaleza. ¿De qué sirve tanto estudio si no hacemos caso? Luego dejamos, ¡dejamos!, que nos cuenten milongas.

Pensando sobre este asunto, esto ya no es ciencia sino pensamiento: El mayor contagio ha sucedido en las grandes ciudades de los países afectados. La deducción simple es que hay más contactos, pero se producen fenómenos específicos por ser macro poblaciones, donde afecta la contaminación, por ende, se debilitan las defensas del cuerpo y el sistema respiratorio, donde aparecen los síntomas de efectos mortales en la afección del COVID-19. Wuhan es una población con 11 millones de habitantes en apróximadamente 8.000 Kilómetros cuadrados. Es la ciudad más contaminada del planeta, con un nivel de polución 6 veces por encima del máximo permitido en Europa.

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La ciudad Wuhan – China

Todo tiene un límite, cuya transgresión provoca consecuencias, por regla general, muy graves. Deberíamos plantearnos abiertamente cómo organizar el mundo, bajo una conclusión que aporta el estudio de la la Historia: “Las civilizaciones nacen en los pueblos y mueren en las ciudades”. Por las buenas o por las malas. Siempre ha sido a consecuencia de guerras devastadoras.

Ahora sí. Me despido. A la manera de mi amigo Melquiades, alguien que soñó toda su vida ser actor, trabajando de  técnico de cámara de televisión. Le conocí viajando a Rusia: “Y no prosigo más porque la emoción me embarga y, cuando esto se produce, el cerebro se perturba”.

Hasta siempre. No sin antes agradeceros lo que Santy llama “la botella con el mensaje”. Y a Yolanda que me ayuda a corregir los textos, que si las tildes, las comas, las concordancias del sujeto y el predicado, que “tú sabes a qué se refiere, pero el lector no” y demás. Por eso leeréis errores gramaticales, que al día siguiente son corregidos. Por vuestra paciencia y aportaciones. GRACIAS.

Finalmente, deciros que también seré disidente del distanciamiento social. Espero, cuando nos veamos, abrazarnos.

Para todas y todos.
Escaparate de una tienda en Roma.

Salud y resistencia. Hasta la vista.

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2 comentarios en “Diario de un disidente del coronavirus: La despedida

  1. Gracias Ramiro, por disentir, porque es necesario para evitar el peligroso pensamiento único.

    Al principio del estado de alarma, una de las indicaciones era que nos guiásemos de fuentes fiables. Gracia me hizo al leerlo.

    Gracias por tu fiabilidad.

  2. Gracias Ramiro, ha sido un placer seguirte en este tu diario disidente, y espero seguirte por otros derroteros en los que la palabra siga siendo tu arma, la mía, la nuestra, para, al menos, intentar vencer a la estulticia.
    Salud y resistencia.
    Salvador

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