Un mundo nuevo ¡y mejor!, lalalá, lala lalala

Vivo en un mundo que no era mi mundo hasta hace unos meses, pero que ahora sí que lo es. Un mundo sin fronteras, porque no las vemos. Y no las vemos porque las tenemos delante de nuestras narices. Sí, delante. Ya no las hay en la frontera, pero fuera de todas ellas son siete mil millones de fronteras. Y setenta y ocho muros, para hacer grafitis. O Verjas. Para saltarlas. Para pagar impuestos.

Estoy instalado en mundo que no es mi mundo, pero vivo en él. Está repleto de inmortales y quien no cumple con serlo se le entierra en cifras y cifras, números y gráficos de las estadísticas. Y si su muerte es santa, de la santa ciencia, se vanagloria la muerte de moda, se hace noticia y espectáculo. Su cifra sale en la tele. La curvatura del espacio se ha convertido en la curva de la realidad a la que hay que vencer. No entiendo nada, pero es cierto que soy tonto. Lo siento. No doy para más.

¡Con la que está cayendo!, pero pibe se nos cae un mundo encima y nos colocan otro, encima de nuestras narices. ¡Tiene narices la cosa! Prohibido reírse de las cosas serias, es blasfemar. Nos encierran y lo llaman resistencia. Y lo llaman paciencia. Y lo llaman ciencia. Y nos llaman conciencia.

Mi nuevo mundo es un mundo donde la gente se da el codito y huyen unos de otros. Los besos se dan con el dedito apretando la tecla que sube y baja, baja y sube y me gusta, me encanta, me asombra, me entristece y demás mensajes. Escribo una parida y me quedo tan campante, ¡ortan chíviri! Y si la digo me como un elefante ¡ortan chíviri! Miramos a los ojos, ¡no!, ¡no! a la pantalla, que se lleva el 93 por cuento de nuestras miradas.

Me siento desnudo cada vez que salgo a la calle y me tapo la cara para vestirme. Mis congéneres lo mismo. Todas las personas vivimos con miedo a dejar de ser inmortales. Y no les hace gracia reír. Este no es mi mundo, pero vivo en él. Me disfrazo y creen que soy yo. No lo puedo comprender. Ni siquiera haciendo soñar a las maracas de Machín.

Abrazarse vuelve a ser pecado, pero no moral, sino científico, ¡un pecado científico!, amparado por la santa ciencia. Ahora todo es serio. ¿Qué ha pasado? ¿Que ha pasado que no haya pasado siempre? Decídmelo vos. Yo quiero decirte algo: Nada. No es que no me salga, es que ya no hay nada que decir que no sea lo que proclamen los expertos.

Nada se puede hacer, las revoluciones son de terciopelo, son primaverales, pero ahora vuelven como un boomerang a quien sopló para avivarlas. Allá donde al loco se le llama rico y al que lo sea se le eleva a los altares para sacrificarlo, pero es rico. Y lo es para serlo, nada más. Y yo soy tonto. No sé nada, ni entiendo nada. Perdonadme, por favor.

El carnaval de los desesperados que danzan las danzas tribales. Se mata con la inyección letal, o a balazo limpio. O se vota, al rico, por supuesto. Simplemente por ser rico, por supuesto. Y al pobre, si es chivato y boludo se le enriquece. No hay problema, pero al pobre hay que mantenerlo empobrecido. Y que se le vea, que se sepa que el pobre es pobre, ¡pobrecito! Cada rico tiene su pobre asignado. Y si es muy rico una comparsa. Y al indigente se le cobra un peaje, un euro por comer, y si no no come.

Detalle de un cuadro de El Bosco.

Las revoluciones son peditos de monjas, dulces, sabrosas, pero engordan porque tienen mucho azúcar. Es mejor ponerse a dieta de pensar. Pero los tontos no podemos adelgazar más. ¡Que tontos somos! Y creyentes. Los obispos pedían castidad a su prole de hijos bastardos y a las barraganas. El cielo es el cielo. Los telélogos piden ponernos a salvo, pero ellos llevan puesto su rostro a la vista porque la vanidad es un valor en alza. Es necesario creer lo que vemos. La salud es la salud.

Y la pasión es hoy, en este nuevo mundo, un verso costumbrista: uvas y queso. ¿Para qué más? O están verdes o el queso caducado. Salgo a la calle y me quiero comer el mundo, pero no me dejan abrir la boca. Si la abro queda cerrada. No es una paradoja zen, es una realidad científica, ¡constatable!

Y es que no entiendo, la culpa de todo son las fiestas ilegales. La juventud depravada, insolidaria. Oh. Pero los envenenados son ministros, la esposa presidencial, la reina, los parlamentarios, el alcalde de Zaragoza y la alcaldesa de Madrid. Pero no cierran los parlamentos, ni la gubernatura, ni los ayuntamientos. ¿Van a fiestas infernales? Los teólogos de la ciencia venden bulas. Los púlpitos son cuadriculados y llegan al purgatorio, ¡son la esperanza! Bacu ¿Ni o Na?, he ahí el dilema. Y el infierno a la vez. Así es mi mundo. No creemos nada, pero nos tragamos todo. Y para no atragantarnos nos tapan la boca, los ojos, las manos.

Los hospitales se colapsan, todavía más. Y lloramos juntos, no se hacen más. Y si se construyen se facturan vacíos. Preparamos a médicos y enfermeras para el paro. Y los del MIR son veteranos y la experiencia no cabe en el nuevo mundanal ruido. Los sanitarios y servicios médicos tienen que ir al hospital a que les traten a ellos. Cura sana, / sana sanita / culito de rana. Y aplausos.

Cierran lo bares, las calles, los parques, las ciudades, los teatro, los libros, el aire, cierran el mundo y sube la luz. Sí se puede, sí se puede. Y ¡viva el rey!, pero con disimulo. Y suben las cotizaciones en la Bolsa. Y si nieva es una catástrofe, y si hace calor también, y lo mediocre es horroroso. Los casinos quedan abiertos, porque es cuestión de suerte. Las escuelas enseñan a abrir las ventanas. Pero quienes estudian y aprenden no pueden mirar por ellas. Al cuadradito, hay que mirar al cuadradito, sea libro, pizarra, ordenador, móvil, cabecita.

Y nos ponemos vacunas contra nosotros mismos, contra el miedo, pánico a que se caiga el cielo. Escribimos tonterías, por no decirlas, para estar alegres, porque estamos hartos pero no sabemos de qué. Somos tontos. Los ricos dictan. Los demás copian.

Un mundo de héroes plañideros, de puertas abarrotadas que se abren al abismo. Todo sigue igual, menos el mundo, que no ha cambiado. Simplemente se ha tapado. Si hace frío con una manta. Si calor, con la sombra. Si ni una cosa ni otra, lo tapamos con las manos, así no las metemos en los bolsillos.

¡Que viene el Coco, que viene el Coco!, y al final vino. Pero nos escondemos, nos tapamos la cara con las manos y se va. El Coco es el mundo. Es un Coco nuevo. Ya no da discursos, ni juega al balón. Ya los cuentos no comienzan con «érase una vez». Las recetas han dejado de rimar. El mundo es una palmera.

Los filósofos dicen pan y los panaderos bailan, y los bailarines bucean y los buzos van por las calles. Todos somos buzos. Y carteros de sobres vacíos.

Llaman a la puerta, ¿quién será?

Lalalá, lala lalala…

2 comentarios en “Un mundo nuevo ¡y mejor!, lalalá, lala lalala

  1. Estoy recordando perfectamente el lugar donde vi y escuché esa canción de Karina. Tenía diez años y en casa no había televisión, y la vi en casa de un amigo, vecino, en la cocina.

    El trío que la acompaña se le conocía con ese nombre, ‘El Trío la, la, la», que acompañó a Massiel. También me acuerdo; tres años antes, no lo vi en directo sino al día siguiente en un pueblo costero, en un bar apartado que tenía un huerto con naranjos. «¡Qué descarada!», decía mi madre, la única con minifalda.

    https://www.rtve.es/alacarta/videos/la-mejor-cancion-jamas-cantada/festival-eurovision-1968-massiel/4923698/

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