Asistimos a un fenómeno que pasa desapercibido aunque quede a la vista, siendo el fondo de lo que sucede hoy en día. Nos afecta cada vez más, a medida que se dan pasos en los que nuestra libertad está en juego más allá de fenómenos puntuales de libertad cultural, política o económica.
Los acontecimientos violentos que suceden, es posible que tengan que ver con una reacción desesperada de colectivos de jóvenes que sienten su personalidad anulada, atada a algo que les amenaza, aunque se exprese en otro contexto más inmediato, porque desconocemos que es lo que está sucediendo en cada uno de nosotros. Pero lo sentimos, sabemos que algo nos pasa. De ahí la rebelión a la ciencia, a un progreso que nos envuelve y anula. Nos controla y dirige. Es necesario hacerlo desde la razón para aprovechar lo que realmente es necesario del conocimiento y avance de la Humanidad.
Observo un nuevo fenómeno, que es la ocupación material de nuestro cuerpo. Veamos como se llega a este proceso para poderlo entender. La pandemia ha sido un catalizador que acelera el establecimiento de un nuevo Poder. A lo largo de la Historia el Poder ni se crea ni se destruye, se trasforma. Cuando se derriba un Poder se construye otro a la vez. Parece una constante en las sociedades.
Pero en este proceso ha habido una evolución. Siempre el Poder ha utilizado lo que tuviera a mano, sea como conocimiento y métodos de coacción para el control de la sociedad. Diferentes formas, pero todas han sucedido a través de la conciencia individual, previamente diluida en la conciencia social. Sin embargo asistimos a un salto en este proceso histórico que es el abordaje de nuestro cuerpo, porque materialmente se puede hacer y, entonces, si se lograra, no habrá escapatoria. Cuando el historiador Francis Fukuyama habla del final de la Historia, lo que observa es que no hay capacidad de respuesta a un Poder que no se hace reconocible. De ahí la necesidad de enfocarlo.
Según los estudios de Michel Foucault el Poder no es algo ni alguien, es una función: El Poder se ejerce. Se trata de una dinámica de todas las civilizaciones. Por eso señalarlo con el dedo no le afecta, que si capitalismo, que si comunismo, que si fascismo, o mercado liberal o sinagoga o mezquita. Es un laberinto en el que se ha perdido la crítica social. Y por otro lado el Poder ha dejado de actuar como represor y se impone con propuestas positivas (Foucault.) Basa su eficacia en vigilar y castigar. Lo cual está sucediendo en la actualidad de manera embrionario, ojo.
Muchas veces las reacciones sobresaltadas consolidan el Poder y lo justifican de cara a su “necesidad” de imponer el orden, o de garantizar nuestra seguridad. Pero sobre todo se encargará de nuestra supervivencia, para lo cual deben ocupar nuestro cuerpo con la tecnología. Es un paso más en el proceso evolutivo del Poder, adaptado a las nuevas biotecnologías.
A este respecto Focault nos advierte de que la pregunta sobre quién detenta el Poder o lo ejerce es lo de menos, lo importante es saber cómo f8unciona, para de esta manera saber interceptarlo, impedir su consecución, al menos lograr que no lo implante de manera absoluta. El filósofo francés quiere evitar que la crítica se vaya por las ramas y entremos en la inútil, en la “metafísica” del Poder, y podamos abordar sus aspectos materiales y concretos.
El profesor de filosofía Santiago Hernández, me ha enviado una reflexión tras leer a Henry Levy, que tiene que ver con lo que estamos viviendo con la pandemia. Observa que el autor toma la tesis de nuestro querido Foucault: «Se trata de una operación maravillosa de medicalización de la sociedad, unida a la higienización de la misma. En suma eliminación del espíritu crítico por la supuesta objetividad de la medicina y disciplina del cuerpo por esa corriente de higienización.»
Pero vayamos a la microfísica del Poder para entender adónde vamos, o adónde nos llevan, porque no somos realmente conscientes de lo que nos está envolviendo. Sufrimos, de una u otra manera sin tener las claves de lo que nos ocurre. Es cuestión de observar. Como dijera Arthur Conan Doyle, el autor de las novelas de Sherlock Holmes, “vemos, pero no observamos.”
El Poder se impuso tiempo ha por la fuerza física del propio cuerpo, lo que a lo largo de siglos se sustituyó por la fuerza física de las armas. El vencedor se adueñaba del cuerpo de sus esclavos, estaba definido el amo, el siervo y el esclavo. A quienes ejercían el poder les sometían obligándoles a obedecer. Lo cual experimentó sexualmente la mujer, por lo tanto con mucha más intensidad. Este Poder físico dio lugar a un Poder paralelo que sometía y controlaba a las personas a través de las creencias o, después, de las ideologías. Apoyando siempre su Poder en la fuerza física de las armas. El Poder dominante intervenía en la conciencia de los individuos que se sometían a quienes mandaban a través de una mentalidad en la que creyeron, la cual se la hicieron «ver». El elemento común a todo Poder es el MIEDO, sea al infierno, al pecado, a la clase dominante, al enemigo que cada contexto histórico representó de una u otra forma. La reacción ha sido una luchar por la libertad, que a la larga trasforma un Poder en otro.
La sociedad industrial prosperó con modelos totalitarios en los que se ejerce como explotación a los trabajadores. La esclavitud deja de servir y se controla a las poblaciones mediante el miedo al hambre y se somete al colectivo trabajador a empleos mal pagados que permiten sobrevivir. Evoluciona y aparece la sociedad de consumo, que fomenta una mentalidad con la publicidad, una técnica psicológica para influir en la conducta, emociones y el pensamiento. En todos estos procesos se ha dominado alguna función de cada uno de nosotros: Madrugar para cumplir un horario, comprar compulsivamente, acudir a espectáculos de masas, en grandes estadios o por la televisión. Se nos ha delimitado la vida a base de acotar nuestra existencia. Y nos hemos ido adaptando a ello paulatinamente. E integrando los mecanismos de Poder como formas de vida con horarios establecidos, cámaras en las calles para nuestra seguridad, localizadores en los móviles que permiten evitar secuestros o en caso de perdernos es posible saber dónde estamos para salvarnos de algún peligro. El control forma parte de «nuestra» seguridad.
Nos han impuesto modos de vida, nos han condicionado y sometido, lo cual afecta a nuestra manera de vivir. Digamos que nos han atrapado, seducido para que a través de la moda, por ejemplo, modelemos los cuerpos según un criterio social, la industria de las dietas, los medios de comunicación y demás han influido en nosotros de manera que han controlado a la población. En lugar de las ideas sociales que ofrezcan diversos modelos de sociedad, funciona la publicidad política, sustituyendo las razones colectivas a los mensajes sugerentes y espectaculares. La incertidumbre al no saber qué hacer, y el miedo nos hace cobijar en la chabacanería y mediocridad para dejarnos llevar. Este modelo se ve proyectado la categoría de lo que es la fama como referente social. Hasta hace unas décadas una persona con méritos se hacía famosa, hoy el merito es serlo sin más. Una sociedad vacía de personas vaciadas. Lo que se llamó la alienación.
Ya advierte Umberto Eco sobre la frivolidad de los programas de masas, las tertulias banales e informativas, sin fondo alguno que nos llevaría, como así ha sido, de la estupidez a la locura. A lo banal y cutre. En lograrlo se ha invertido muchísimo dinero, porque ha servido para el control de la población y ejercer de esta manera el nuevo Poder, o tecnopoder-tecnofascismo.
Ocurre que el Poder o es absoluto o no es, de ahí que cuando se establece se expande irremisiblemente o lo intenta: Alejandro Magno, Genghis Kan, imperio romano, la cristiandad, la Unión Soviética, el nazismo, el colonialismo más allá de las necesidades de materias primas, las multinacionales convertidas en emporios que funcionan como “estados” económicos.
Hoy en día el eje sobre el que funciona el Poder, por cuyos mecanismos se ejerce, es la ciencia y la tecnología. Lo ha venido haciendo desde hace medio siglo. Con la pandemia se hace visible, al menos es posible detectarlo mejor, porque igualmente al mismo Poder le ha sorprendido y le obliga a acelerar su proceso. inoculan el miedo. Ingrediente básico para lograr una reacción. Quienes lo provocan, o a través de quienes se provoca, harán a su vez el papel de salvadores y luego el de perseguidor. Se anuncia una pandemia como si fuera una guerra atroz. Se ofrece tras un periodo de tiempo sembrando esperanzas, la vacuna salvadora, para perseguir a quienes no se la pongan, sean proclives a enfermar o no.
La represión ya no se apoya de las funciones de nuestra mente y de nuestro cuerpo. Sino que, controlada la conciencia ciudadana, el nuevo modelo consiste en hacerlo de nuestro ser, del cuerpo como materialidad del lo que somos individualmente. No es algo puntual, sino un conjunto de cuestiones que se contextualizan unas a otras. Además de las vacunas hay un proceso en cadena. Sin tener nada que ver forman un todo.
El hecho final es cambiar los procesos biológicos propios de nuestra anatomía, fisiología y genética, que anulados serán sustituidos con procesos químicos, biológicos y cromosómicos externos. Es una ocupación porque se instala en nuestro cuerpo todo un proceso tecno-científico. Sin criterios científicos, sino políticos. Lo ejecutan los gobernantes, y el médico, sanitario u hombre de ciencia que discrepe se le aparta, se le cataloga de “hereje”, de negacionista, sin serlo, de conspiroparanoico per se, sin debate ni posible respuesta, sólo como ejercicio del Poder. Los médicos que actúan de nuevos “teólogos” o “comisarios” lo hacen en los medios de comunicación abusando de su autoridad que les confiere su titulación. Pueden decir sandeces, irresponsabilidades manifiestas, medias verdades y medias mentiras que da lo mismo. En muchas ocasiones por mera vanidad y los estipendios convenidos por actuar como «asesores».
Porque no es el conocimiento lo que se ha de mantener ni comunicar, sino ejercer el Poder. Éste necesita sus aliados, sus mercenarios, sus agentes ejecutores, sus vendedores. Sus mercaderes y serviles, como también lo son los “representantes del pueblo”. Es la estructura de Poder.
La ciencia deja de ser una herramienta, necesaria, y se convierte en un arma. Como lo fue el fuego, una herramienta para mejorar la alimentación, o para defenderse de los ataques de animales, pero también un arma devastadora para someter a las tribus enemigas.
El mundo que nos viene funciona mediante un proceso disperso, con acciones diluidas a las que se da pábulo y formar el fondo de un escenario irreal. Por ejemplo, no es gratuito un debate que, estando de acuerdo con el respeto a los transexuales y facilitarles su identidad, se genera e impone (legisla) un criterio de “autodeterminación de género”, para todo el mundo, de manera que se elimina el aspecto biológico y material de nuestro cuerpo. Además de la tergiversación de lo que es la Justicia y la legalidad, cuyas consecuencias no se tienen en cuenta. Si se puede elegir el género, lo convertimos en un concepto apartado de su realidad. Conceptualmente puede ser definido por el sujeto, en lugar de venir dado biológicamente, con las excepciones naturales, con lo cual nuestra corporalidad se transforma en una cuestión política que permite abrir el camino para su ocupación por otros derroteros “científicos”, que son posibles, pero que siendo una herramientas favorecedoras de nuestra salud se convierten (pervierten) en armas del Poder, cargadas ideológicamente. De ahí la tesis foucaultiana de “Las palabras y las cosas”, en tanto y cuanto lo material deja de significar lo que es y cabe cualquier cosa, por absurda que sea, por horrorosa que nos pueda parecer tras separar las palabras de las cosas. Es un paso previo a modelos totalitarios que han sucedido a lo largo de la historia.
Sucede lo que Foucault llama la “capilaridad del Poder”. Por ello es necesario saber cómo funciona. Como se desliza hacia el control y la anulación de la libertad, y el uso instrumental de lo que es, debiera ser, un medio para la salud. Esta cuestión abarca la absorción de la palabra y la imagen en las pantallas, ocupan nuestros sentidos y percepción. Los mensajes permanentes, repetidos bajo un formato de lavado de cerebro colectivo, hace que ocupen nuestra conciencia y sentimientos. Para llegar sibilinamente a la ocupación de nuestro cuerpo, no del cuerpo en abstracto como si se interviniera conceptualmente, sino de manera técnica.
Si estamos libres, podemos estar encerrados. Pero escapar. Si tenemos libertad, podemos no tenerla, pero adquirirla con procesos revolucionarios. Pero si somos libres podemos no serlo. Entonces no podremos hacer nada. Esta es la tesitura hoy. De ahí que haya que actuar previamente.
La medicina se ha trasladado a un algo mediático, en donde se buscan respuestas sociales más que a la pandemia, grave sin duda, a la histeria colectiva y personal creada y propagada. La sanidad se centra en la patología del nuevo virus y toda actividad médica ha quedado reducida, limitada y trasladada a consultas telefónicas y en el futuro a través de las pantallas. La paralización sanitaria es necesaria para crear un estado de ánimo propicia para intervenir el cuerpo. Las medidas sanitarias como la vacunación no las recetan los médicos, ni el médico de cabecera o especialista a su paciente, sino “expertos” en ideologizar el miedo sanitario. No se resuelven las carencias de hospitales, ni de profesionales, como si la culpa de toda la falta de recursos fuera del coronavirus y no de una gestión nefasta y privatizadora, pero se toman medidas de otra índole en donde el debate previo descubre el juego de Poder: Querer poner multas a quienes no se vacunen, multas impagables, de manera que acabarán con penas y trabajos forzosos / sociales para quien no cumpla con los preceptos establecidos. Que no serán los más graves, sino el preámbulo de lo que irá viniendo. Volverán a resucitar las figuras del hereje, el disidente, el traidor, el señalado, a los que se volverá amarcar con un nuevo lenguaje capaz de convencer a la mayor parte de la población, como siempre.
Una minoría, otra vez, será señalada y criminalizada: «Quien no se vacune pone en peligro al resto.» Axioma falso que se repite. Premisa que fundamenta la mentira, pues no cabe error entre profesionales que optan por callar. Pasaporte de vacunación. Obligar por «solidaridad», cuando no se sabe el impacto en la salud pasado un año. Pero sobre todo que una vacuna es para generar defensas, lo cual necesita quien tiene este proceso debilitado de manera natural. Quienes han sido asintomáticos, aquellos que han pasado la enfermedad de manera leve no la necesitan, pues el contagio no tiene nada que ver. La mayor parte de la población no la necesita, lo mismo que la de la gripe. Otra cosa son personas en trabajos de riesgo por su profesión que deberían poder optar, si lo considerasen. Se fabrica un prejuicio en contra de quienes no se vacunen. El resto funcionará por sí mismo, vendrá por añadidura.
Desde plataformas mediáticas y políticas se quiere crear confusión. Deberán vacunarse, aun asumiendo riesgos aquellas personas que por enfermedad o edad tienen debilitado el sistema inmunológico. De lo contrario será sustituido por uno externo que ocupará nuestro cuerpo y desplazará el que nos es propio. La medicina se convierte de esta manera en algo mediático, en donde se buscan respuestas sociales más que a la pandemia, grave sin duda, a la histeria creada y propagada. La información emocional y obsesiva es necesaria para crear un estado de ánimo propicia para intervenir el cuerpo. Las medidas sanitarias no las recetan los médicos, ni el médico de cabecera o especialista a su paciente, sino “expertos” en ideologizar el miedo sanitario. No se resuelven las carencias de hospitales, ni de profesionales, como si la culpa fuera del coronavirus, pero se toman medidas en donde el debate previo descubre este juego de Poder: Querer poner multas a quienes no se vacunen, multas impagables, de manera que acabarán con penas y trabajos forzosos / sociales para quien no cumpla con los preceptos establecidos. Que no serán los más graves, sino el preámbulo de lo que irá viniendo.
Volverán a resucitar las figuras del hereje, el disidente, el traidor, el señalado, a los que se volverá a marcar. Una minoría, otra vez, que será apartada. Cuando la vacuna es para generar defensas, lo cual necesita quien tiene este proceso debilitado. Quienes han sido asintomáticos, aquellos que han pasado la enfermedad de manera leve no la necesitan, pues el contagio no tiene nada que ver con padecer o no la enfermedad, en tener los síntomas más o menos graves. Pero desde plataformas mediáticas y políticas se quiere crear confusión. Deberán vacunarse, aun asumiendo riesgos aquellas personas que por enfermedad o edad tienen un sistema inmunonológico debilitado. De lo contrario será sustituido por otro externo que ocupará nuestro cuerpo y desplazará el que nos es propio. Lo cual supone el comienzo de entender el cuerpo como un laboratorio que se controla colectivamente a modo de una masa de pacientes a los que se les proporcionará los «cuidados necesarios.»
No es algo aislado, sino la puerta de entrada para “mejorar la salud”, y hasta el comportamiento, en una sociedad donde la ciencia prevé vencer enfermedades genéticamente, pero ya se habla de ingeniería genética en los fetos. Con la excusa de evitar conductas violentas, o deformidades se abre un territorio de control, a lo que hay que añadir el avance de las técnicas de clonación. Todo como herramienta para la salud puede ser positivo, pero no como un fin que sirva de control a la población en general, de aplicación sistemática y “preventiva”.
Hoy por hoy la vacunación total es el objetivo, llevando este método de combatir la enfermedad y la pandemia más allá del terreno sanitario. Y este es el debate que debería hacerse, profundizar en algo que trasciende el capitalismo, porque sucede igual en otros modelos económicos, porque afecta desde el terreno de la tecnología global. Para no prestar atención a lo esencial se proclaman y escenifican espejismos nacionalistas como si de una tragedia griega se tratara. Se consiente la corrupción y se persigue como si se hiciera una película
Nos entretienen en un teatro político que se escenifica en los medios de comunicación, con noticias del número de manifestantes en medio del miedo a los contagios, que si 500 o ninguno, con el triunfalismo vacunal, con imágenes de fiestas ilegales, con abrir o cerrar los bares una hora antes o una hora después y demás zarandajas que hacen que miremos a otro lado y no ver lo que de repente aparecerá.
Las fuerzas del cambio, la izquierda con representación parlamentaria abona el terreno y la legislación a una sanidad cada vez más privatizada. En la oposición lo combaten, en la poltrona la defienden, sin debate ni criterio contrapuesto. Un cambio de postura que sucede automáticamente. Vemos que desde estas posturas se abren frentes irrelevantes que nada resuelven, como la farsa del Ingreso Mínimo y otros temas como el de la vivienda que no da respuestas a los problemas concretos. Han abierto las puertas del fascismo porque han creado los cimientos de lo que luego construirán los otros, aquellos que aparentemente dicen combatir, y harán nada más que de contrapeso. No es algo que afecte a un país, consiste en una dinámica global.
De la esclavitud se pasó a la explotación, de ésta a la manipulación y el modelo que viene es lo seido, la posesión de nuestro ser. Ya no será hacer lo que nos obliguen, o comportarnos según lo que nos hagan pensar y creer, sino que seremos seres sin nuestro yo, con un cuerpo en manos del Poder que no sólo ha conseguido una visión de la realidad dominante, sino que habrá conquistado y ocupado la realidad misma, nada que ver con invadir una nación, una tierra, modelar una sociedad, saquear a una población. La tecnología y la ciencia lo permiten: Cosificar a las personas a partir de eliminar el yo, en cuerpo y alma (mente.)
La respuesta: Pensamiento crítico, conciencia, liberar los sentimientos y señalar el engaño. Comunicar ideas, lo cual no cabe en mensajes acotados. ¡Al ataque!
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