Un cuento naif, afectado por la sensibilidad niña. Pero también, junto con los demás cuentos breves, ofrece una reflexión que he querido transmitir a través de la belleza del lenguaje.

¿Cómo son los poetas en su infancia? De esto nunca se habla, ni de sus primeros versos. En este cuento, Pompolito sin zeta el niño poeta, sí. Busca despertar el niño que queda dentro cuando ya sabemos lo que queremos ser cuando seamos mayores. Pompolito quiso ser poeta y lo fue. Con su mirada convirtió el paisaje en un juego de miradas cómplices, el pueblo Villarnera en el New York de la pradera.

Y otros cuentecito, sobre qué es ser el poeta. Las aventuras del pirata Malvadín (aventuras hace sin fin.) Historias en un ascensor. Una bailarina que se mira a sí misma. De los muros que pueblan el mundo. De la locura. La flor de Baudelaire. Y algunos más.
“El autor logra, una vez más, rescatar a la niña interior que se quedó por el camino observando lo que ocurre con una sonrisa pícara. A través de esa mirada inocente todas las posibilidades existen y entre todas ellas está la verdadera o, al menos, la que queremos creer como tal para reafirmarnos en nuestra ingenuidad. De la mano de Pompolito y el resto de los cuentitos se presentan situaciones cotidianas que gracias a la astucia del autor se convierten en extraordinarias.” (Elsa Pinto Prieto, autora del prólogo.)
Ilustraciones de Camino Viejo.
Editado por LápizCero Ediciones, con Xavier Tusalle al frente.
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