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Se llama Pancho. Por su forma de hablar y por su cara tiene fama de gilipollas. De tanto querer hacer el tonto se ha convertido en lo que se niega a reconocer, por no encajar su personalidad ante el resto de los compañeros. El miedo de ser como se le ha hecho no encontrar un lugar, ni un amigo, ni una miserable compañera a la que ayudar y querer.

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En su familia le insultan y se rían de él, como si tuviera la culpa de ser como es. Está en casa lo menos posible, pero en la calle no lo pasa mejor aunque lo quiera hacer creer. Siempre encuentra algún trabajo, lo que no es fácil, pero ninguno le ha durado más de un mes. No sabe el motivo, pero quien ha querido abusar de su torpeza lo ha pagado caro.

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De pequeño oyó el cuento del patito feo y esperó convertirse en un cisne. Pero ya no cree que pueda suceder, porque ha pasado mucho tiempo. Se hace el tonto, para que crean que es en bromas que lo es.

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Se viste a la última moda, sea de los roquero o punk, y si en el Rastro ve un grupo de hipis que venden cintas de colores, el domingo va vestido como quien se la vendió. Su madre le da por un caso imposible.

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Es el comodín de las pandillas, pasa de estar en una a otra, porque le usan como percha de los chistes y gracias. Hay quien le llama “la cabra loca” y él se ríe pensando que es una forma cariñosa de referirse a él. Quiere caer bien y se hace el simpático, pero cuando saluda con un apretón de manos la suya siempre está mojada de sudor. El tupé de su peinado es demasiado grande, exagerado. las botas camperas que compra de segunda mano tiene tacones más altos de lo normal. Le pasa que quiere tener la imagen de los que triunfan en el cine, en las películas, pero le sale el tiro por la culata, porque se ha convertido en un actor que se representa a sí mismo. la chupa la lleva repleta de chapas que compra a los grupos que defienden algún tema, para caer bien a todos. Si le ofrecen algo no se atreve a decir que no, por eso a dado caladas a porros.

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Le mandan hacer cosas y se pone tan tenso que al quererlo hacer bien se le caen las botellas, no coge la vuelta en el estanco. Tartamudea con las chicas y se muerde la uñas cuando la ve bailar en la discoteca. No sabe qué hacen los demás para besarl. No entiende por qué las chicas le consideran un gilipollas, porque se ve igual que los demás. Siempre se pregunta qué puede hacer para ser igual que los demás, por lo cual trata de imitar a los demás.

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Ni los intelectuales de izquierdas se apiadan de él: no es mujer, o sea es varón, blanco y no negro, burgués, sin invalidez alguna ni SIDA y apoya a los extremistas para estar con alguien algunas veces. Es machista y no le importan los problemas del Tercer Mundo. Es un privilegiado.

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Ha querido inventar una imagen de sí mismo. Piensa, alguna vez, que le tienen envidia y que las mujeres le temen, que se ponen nerviosas cuando les mira. Cuando ve alguna película piensa que el protagonista tiene algún rasgo suyo. No pocas veces se para en la acera desafiante, sonríe y pone mirada de vaquero del Lejano Oeste. Cuando va de duro acaba en el suelo, porque alguien le ha tirado empujándole de un puñetazo.

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Se ha afeitado el bigotillo de pelusa antes de tiempo para que no se rían de él. Se perfuma demasiado. Pero no puede evitar tira pedos, porque se le revuelven las tripas. Trata de disimular cuando le salen, con mal olor algunas veces.

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Cuando habla se le pone la cara roja y los amigos le dan collejas, pero nunca ha llorado. ha aprendido a aguantar. En su casa da tanta guerra que le llaman “la carabina de Ambrosio”. Es muy discutidor, pendenciero y callejea. Llega siempre tarde a casa. Sus padres piensan que es un golfo. A él le gustaría cometer un atraco para sentirse importante. Prefiere ser malo que no bobo, como le consideran.

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El sábado por la noche es su momento cumbre de la semana. Va a la discoteca él solo. ya encontrará a alguien conocido, a quien dar la turra y que le desprecie y humille con comentarios jocosos sobre él. le dan palmadas en la espalda, a veces con demasiada fuerza. Se burlan de él. Él acaba colocándose en la pista de baile, cierra los ojos y se siente la estrella. Se deja llevar por la música y las luces intermitentes de colores le acompañan. Hace movimientos que ha ensayado a solas en el cuarto de baño y en su habitación cuando no hay nadie en casa.

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Cuando empieza a sonar la música lenta las parejas se abrazan y morrean. Dejan de mirarle, algunos de reojo. El baila solo, con los ojos cerrados, mueve los labios para hacer que canta la balada que suena. Le gustaría que en el mundo hubiera alguien igual que él, una chica, y que salieran juntos. Busca chicas que bailen solas, pero no ve ninguna.

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El chaval que baila solo por Ramiro Pinto se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.
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