De niño imaginé que los libros son cajitas que guardan aventuras, leyendas, sueños e ideas. Para descubrir lo que tiene dentro habría que mirarlas, porque mirar es pensar en lo que se ve, es acariciar la palabra para dar a cada una su significado.
Recuerdo que al abrir un libro, creyendo fuera una caja especial, con hojas de papel, pero también palabras, miraba cada una de las hojas, y el conjunto de palabras que había en ellas. Eso me hizo leer de una manera especial, preguntándome por lo que quería decir todo lo que se contaba y hablé con las palabras, les decía cosas en alto y me reía.
También cerraba los ojos para imaginar las aventuras, las caras de los personajes, los lugares que se describían.
Cuando aprendí a leer me pareció esta ida una tontería, ¡cómo se me pudo ocurrir aquella idea tan absurda!, pero luego he descubierto que pensar es mirar dentro de uno mismo. Al mirar lo que nos rodea vemos que todo está lleno de palabras, y dentro de nosotros también. Hay que descubrirlas y contar qué dicen, o al menos imaginarlo.
Eso que se mira se puede dejar escrito en unos cuentos, que son para contar, por eso son cuentos.
Me gustaría que estos que hay a continuación fueran cajitas que guardan algo, y que al abrirla tenga la música que dé la mirada. Ahora que se usa el ordenador todavía se parece más el lugar de las palabras a una cajita, llena de sorpresas.
Son una docena de cuentos si título. Espero que te digan algo cuando los mires.
1.-
La rosa tenía celos del televiso porque las niñas y niños, y las personas adultas miraban a ese aparato más que a ella.
El ruiseñor tenía envidia de la radio debido a que la gente escuchaba más aquel aparato que a los pájaros.
Un día la rosa vio la televisión y se dio cuenta de que salen flores en la pantalla. El ruiseñor escuchó la radio y ¡cuál fue su sorpresa! Al oír grabaciones de las más variadas aves. Entonces ambos sintieron pena de las personas.
La rosa se chamuscó durante un incendio del bosque y el ruiseñor fue alcanzado, certeramente, por la bala de un cazador.
Las semillas de la rosa brotaron y una nueva flor creció en el bosque. Otro ruiseñor nació del huevo que el otro dejó en el nido. La rosa siguió perfumando el aire. Y el ruiseñor cantó con más ganas que nunca.
Otra vez los pétalos de la rosa se calcinaron en el fuego premeditado de un insensato y el ruiseñor fue blanco otra vez de un cazador.
Sus respectivos descendientes siguieron perfumando y cantando.
¿Acaso la rosa y el ruiseñor pueden hacer otra cosa?
2.
Un carpintero decidió hacer una jaula. La diseñó preciosa y la hizo con los mejores materiales. En ella iba a meter a muchos jilgueros y canarios. Quiso construir un pequeño paraíso para estas aves y, de esta manera, conseguir los mejores trinos y cantos. Dispuso sistemas de agua, comida diversiones, para que no les faltase de nada.
La puerta era muy pequeña, apenas cabe un puño, para de esta manera evitar que pudieran entrar depredadores.
Cuál fue la sorpresa de aquel buen hombre cuando terminó su obra maestra y descubrió que la estuvo haciendo desde dentro y no podía salir, a no ser que destruyese la obra maestra de su vida. Le había costado mucho dinero y esfuerzo. Ni el canto de los pájaros que volaban alegres le consoló.
Se conformó con ser libre en la jaula, en la que podía dar todas las vueltas que quisiese, orgullosos al fin y al cabo de haber contribuido al progreso y desarrollo.
3.
Un hombre se enamoró profundamente de una mujer. Depositó todo su amor por ella en una flor, que arrancó y se la regaló a ella. Al cabo de un tiempo la flor se marchitó.
Otro hombre se enamoró también de una mujer. Vertió su amor en otra flor. Llamó a la mujer que amaba para que fuera con él al jardín donde estaba la flor. Al cabo del tiempo la flor dio semillas y nacieron muchas más.
4.
Un monje zen salió de su templo para conocer el mundo. En África vio como un leopardo arrebató la vida al hijo del jefe de una tribu. Desde entonces este jefe bantún se dedicó a cazar leopardos.
Vio como un hombre que se suicidó al saber que su empresa había quebrado y quedó en la ruina. También conoció a un padre de familia que enloqueció al perder a su mujer y dos hijas en un accidente de tráfico. Conversó con un sindicalista que se desesperaba luchando contra la corrupción política y contra quienes oprimen a los trabajadores. Consoló a un estudiante que lloraba amargamente por haber suspendido un examen.
El monje zen permaneció impasible. Parecía que su corazón fuera de piedra. Pensó que no se enfrentaba a los problemas reales de la vida, que sólo estaba de frío espectador. Quiso ponerse a prueba. Dejó los votos de monje zen sin dejar la meditación y se quitó el hábito, según la idea de que el hábito no hace al monje. Se casó, consiguió un trabajo y llevó una vida sencilla. Tuvo cinco hijos.
No dejaba de hacer zazen cada día. Un coche atropelló a su hijo pequeño. Le echaron de su casa para hacer en ese lugar unos grandes almacenes. No le indemnizaron. Su mujer murió de cáncer y sus otros hijos de otras enfermedades. Le despidieron del trabajo debido a una crisis financiera. Tuvo que mendigar para sobrevivir. Siguió imperturbable.
El país entró en guerra. Fue encarcelado por ser considerado un maleante. Siguió imperturbable y practicando zazen. La ciudad sucumbía en llamas. La gente gritaba desesperadamente y corría despavorida hacia todas partes durante los bombardeos. Cuando salió de la cárcel las tropas invasoras entraron en la ciudad. Él se puso a hacer zazen en un parque. Nada ni nadie pudo interrumpir su meditación profunda. Para unos fue un cobarde, para otros un valiente. Su último koan, antes de morir por un disparo fue: «Si el silencio no puede vencer al ruido, mantente en silencio para no ser vencido por el ruido”.
5.
Fuimos a la inauguración de una piscina y Blanquita venía con nosotros. Como es mucho más pequeña le gastamos la broma de decirla que iba a tocar la banda del pueblo. Se ilusionó tanto que quiso llegar muy pronto. Después de habernos bañado nos íbamos a marchar, cuando ella no quiso irse hasta que tocase la banda de música. No quería perderse esa actuación, que tanta ilusión le hizo.
– No sabemos a qué hora va a tocar y se nos hará tarde -, le dijimos.
Preguntó a un bañista que cuándo iba a tocar la banda municipal y éste no sabía nada, pero le indicó que preguntase al socorrista. Éste le dijo que no había previsto nada de eso, que nadie le dijo nada. Pero para cerciorarse, no fuera que él no se hubiera enterado, que preguntase al camarero del bar. Así lo hizo, pero tampoco supo nada. Le indicó, no obstante, que preguntase al alcalde. Le localizó y se lo preguntó. Le dijo que el pueblo no tiene banda de música.
Blanquita se fue decepcionada y muy enfadada porque se percató de que se rieron de ella. Pero ¡cuál fue su sorpresa!, cuando al año siguiente, en la inauguración de la temporada de verano ¡actuó la banda municipal! Aquel año se formó una banda de música.
6.
Paseaba un peregrino por el campo y vio llorar a una rosa.
– ¿Por qué lloras, hermosa flor? -, le preguntó.
– Porque mis tallos están llenos de espinas y estropean mi belleza -, contestó.
Luego vino una zarza que se reía al mecer sus ramas al aire. Cuando le preguntó que por qué se reía tanto, contestó que debido a que está muy contenta de los frutos silvestre que da.
El peregrino se dio cuenta de que la rosa y la zarza crecen en su corazón.
7.
Dijo un marinero a una flor: “Me gustaría plantarte en el mar”.
Cuando embarcó el mar preguntó al marinero que por qué lloraba. Él respondió : “Para que mis lágrimas se unan a ti y así saber que una parte del mar es mío”.
Una ola orgullosa le salpicó y le dijo: “Ten, no quiero nada tuyo”.
Cuando volvió a la costa fue al bosque donde estaba la flor y lloró ante ella: “Gracias por traerme un poco de mar”, dijo la flor.
El marinero vendió el barco y se hizo jardinero.
8.
La mano izquierda y la mano derecha decidieron buscar la verdad.
– Dice la nariz que la verdad está en el jazmín -, dijo la mano izquierda y fueron al parque a buscar aquella flor. La cogieron, la acariciaron, pero se marchitó.
– No, esta flor no puede ser la verdad, la verdad es incorruptible -, dijo la mano derecha.
– La oreja dice que la verdad está en el jilguero -, y fueron ambas manos a la búsqueda de del pajarito cantor. Le cogieron, estuvieron con él un rato hasta que se escapó volando.
– No, no es la verdad, la verdad no es efímera, es eterna -.
– La boca es quien tiene la verdad, es la miel -, y las dos manos fueron a buscar ese alimento con el que se pringaron los dedos, pero la mano derecha no se conformó, no no podía ser la verdad porque le falta consistencia. Esta sustancia viscosa cambia de forma y la verdad es absoluta.
– Los ojos dicen que la verdad es la montaña -, y fueron mano a mano a la cima de una que vieron.
– Al fin y al cabo es un montón de tierra, grande, muy grande, y de rocas, pero hay muchas montañas, y la verdad es única -, dijo la mano izquierda.
– Creo que hemos encontrado la verdad -, afirmó la derecha.
– ¿Cómo puedes decir que hemos encontrado la verdad si no hemos hallado ninguna?
Porque cada cual tiene su verdad y nosotros tenemos que conseguir saber nuestra verdad, no la verdad.
Aquellas manos se hicieron alfareras para construir su pequeña y frágil verdad.
9.
En cierta ocasión un explorador, harto de caminar, de recorrer el desierto, de subir montañas, de atravesar valles y viajar por selvas y bosques hizo un trato. Dijo al horizonte: estoy harto, cansado de buscarte. No te perseguiré más, pero a cambio concédeme un deseo.
– ¿Cuál es? -, preguntó el horizonte.
– Que seas tú que vengas a mí -, respondió el explorador.
Cual fue el asombro de este buen hombre cando vio que el horizonte se acercaba más y más y más. El explorador se quedó ciego. El horizonte llegó hasta él.
10.
Había una vez una habitación con unas estantería llena de libros que hablaban entre. sí.
– La existencia de Dios es indudable -.
– Esas creencias son invenciones para someter al pueblo -.
– Hay que ensalzar el sentimiento nacional -.
– El pueblo tiene que tener conciencia de clase, lo digo en la página 25 -.
– En capítulo cuarto explico que la raza es la única manera de agrupar a la especie humana de manera natural -.
– Hay que gozar del cuerpo y satisfacer cada uno de los deseos que tengas -.
Unos recitan poemas, otros explican cuentos sin que ninguno se pusiera de acuerdo con el otro.
Decidieron preguntar al lápiz, que estaba en la mesa.
– No sé, yo no puedo responder. Cuando os escribí sentía una fuerza interior que me impulso las ideas. Preguntad a esa cuartilla que está en blanco. Ella os podrá sacar de dudas.
Pero la hoja de papel permaneció callada. Los libros siguieron discutiendo unos con otros. En esto entró un señor en la habitación y se puso a escribir en un folio en blanco.
11.
Viajaba Juanito con su morral recorriendo caminos. Cuando llegaba a un pueblo paseaba por las calles de punta a punta. Cuando veía un bello paisaje a lo lejos se dirigía a él para meterse dentro.
Un día se tumbó en la sombra de un árbol para contemplar del cielo, escuchar al mismo tiempo a los pájaros, sentir el latido de su corazón, respirar lentamente y soñar despierto.
Cerca había una fuente. Pasó un rato y tuvo sed. Se levantó para beber un trago de agua fresca, pero cuando lo fue a hacer un señor con muchas prisas le apartó groseramente.
– Lo siento, es que estoy muy ocupado. Tengo mucha prisa. Soy una persona muy ocupada. ¿Entiende? -. Se puso a llenar una garrafa.
– No, no lo entiendo. Yo estaba antes para beber. – Pero Juanito se sentó al lado de la fuente, a la espera de que aquel señor llenase su garrafa.
– Tú no estás haciendo nada, te da lo mismo -, quiso justificarse el señor.
– Estaba mirando el cielo, escuchando a los pájaros…-. El señor le interrumpió.
– Pero yo tengo que ir sin falta a comprar unos terrenos, hoy se termina el plazo para poder recalificar los terrenos. Cuando urbanicen ese suelo ganaré mucho dinero. Si llego tarde cerrarán el ayuntamiento. Tú eres un vago. No sabes lo que es el trabajo. Cuesta mucho ganar el dinero. A mí no me gusta la sopa boba.
– Tanto dinero que quiere ganar ¿para qué?. ¿Adónde quiere llegar?.
El señor se puso a murmurar, a pensar en alto. Cuando tenga mucho dinero le gustaría tumbarse en el campo sin hacer nada. Al terminar de llenarse la garrafa el señor siguió hablando mientras que el agua se desparramaba, sin que él se diera cuenta. Miró el reloj y al ver el reloj comprobó que era muy tarde. Salió corriendo. No pudo arrancar el coche…. se olvidó la garrafa y tuvo que volver a por ella. Volvió a mirar el reloj y comprobó que se le había parado. También se paró el señor. Miró el reloj y dijo que lo mismo puede pasar con su vida. Quiso llamar por el teléfono móvil, pero no hubo cobertura. Al echar el agua al motor del coche, por fin, explotaron las bujías. No le quedó más remedio que ir andando. Pensó que había perdido su negocio, pero también que ganó la vida.
Juanito consiguió arreglar el coche otro día, y consiguió arrancarlo. Vio que estaban los papeles del señor en la guantera. Si se daba prisa podía llegar a tiempo de sacar tajada de aquel negocio. Al tomar una curva se estrelló.
12.
Salía del puerto de Vigo un barco en el que viajaba un príncipe que tenía muchas riquezas y posesiones y una buena recompensa.
Naufragó en alta mar y el grumete que limpiaba los camarotes le salvó la vida y le ayudó a subir a un bote de salvamento.
El grumete remaba. El príncipe se fue recuperando del susto Le ofreció aquel muchacho regalos.
– Cuando lleguemos a tierra firme en mi palacio te daré lo que me pidas. Quiero ser generoso contigo. Te regalaré un barco, joyas, tierras y una casa solariega. Me has salvado la vida y te recompensaré por ello -.
Mientras que hablaba una ola empujó al grumete que cayó al mar. Iba a ser devorado por un tiburón. El príncipe arriesgó su vida y le agarró hasta conseguir subirle al bote.
– Gracias -, dijo, nada más, el grumete.
El príncipe no paró de hablar de lo que le daría al llegar al puerto y de la proeza que él, ¡un príncipe!, hizo tras haberle salvado.
.
La cajita de las miradas by Ramiro Pinto is licensed under a Creative Commons Attribution 3.0 Unported License.
Based on a work at ramiropinto.es.