.
Eran las fiestas de un pueblo. En la plaza todas las personas bailaban al ritmo del “pachín-pachín”. Un grupo de chicos y chicas jóvenes se encargaban de amenizar la fiesta y animar a los que se reunían para bailar. El ambiente era alegre, quien no bailaba cantaba animado y gesticulero, otros formaban corros que recorrían el recinto saltando y dando brincos. Las botas de vino pasaban de mano en mano. Los más tímidos miraban desde las gradas regocijándose en la fiesta.
.
La calle que hasta allá llegaba se veía repleta de puestos con todo tipo de productos. unos con manzanas cubiertas de caramelo de color rojo, muy brillantes; ruletas para probar la suerte por cien pesetas; una tómbola en la que se anima a jugar, “jueguen señores, jueguen, ¡siempre toca!”; otro que el joven encargado grita “qué alboroto, qué alboroto, rifamos el perrito piloto”. Un puesto con fusiles de perdigones para hacer tiro a unos palillos, tres perdigones y los premios son un chicle, un puro o un llavero. Puestos con bisutería, con pulseras de cuero, otros con amuletos de latón, collares de colores, ranas de la suerte, algodones de azúcar que comen los niños y las parejas invitándose ambos a probar lo dulce que es y cómo se deshace en la boca.
.
Un mendigo estaba sentado en el borde de una acera, con la mano derecha extendida. Todo el mundo pasaba de largo, por dar la impresión de no encajar en aquel ambiente festivo, parecía invisible y quien le veía se sintió incómodo. Un punto negro colocado entre un puesto de pañuelos y otro de caretas, frente a uno de juguetes huecos con caramelos dentro y parrillas que fríen morcillas, chorizos, pinchos morunos, “¡qué rico, qué rico, todo rico!”, agasajan con un trago en porrón de vino tinto a quien pasa cerca. Puestos con refrescos, con vasos de whisky, con bocadillos de tortilla y de diversos embutidos.
.
Tan llena estaba la calle que se formaban atascos de transeúntes. Unos se paraban para mirar los tenderetes, otros saludaban a conocidos, otros caminaban dejándose llevar por el gentío. Las pandillas cantaban y algunos de las mismas tiraban petardos.
.
Un matrimonio paseaba con sus dos hijos pequeños que no paraban de dar guerra. Que si quieren un “biomán”, o luego una tortuga de plástico que mueve la cabeza, o los perritos que nadan en un balde, o marionetas hechas de piedras de río… ¡lo quieren todo!. Y se les antojaba montar en todas las atracciones, los caballitos del Tío Vivo que dan vueltas, colocados junto a la iglesia. El mayor de los dos montó con su padre en un coche de choque. Cuando entraron en la plaza sus madre compró un globo a cada hermano, de los que “vuelan”. Uno con la cara de Mikey Mouse y el otro de forma de elefante. En otros puestos se venden gorros y viseras, bufandas de los equipos de fútbol y bastones gigantes llenos de caramelos. Por ser las fiestas del pueblo donde veranean su padre les dio la vuelta de lo que compraron,. que ellos guardaron en el bolsillo del pantalón, para que al llegar a casa lo metieran en sus respectivas huchas. Pasado un rato dejaron de ver a sus dos hijos, no les encontraban por ningún lado que mirasen. Ante el temor de que se hubieran perdido, avisaron a dos policías locales, que dieran el aviso y las indicaciones con el nombre de los niños. Un joven de la colonia del chalet en el que veranean los vio. Los llevó al lado del escenario donde un grupo tocaba, y por el micrófono dijeron donde estaban los niños perdidos.
.
La madre les dio unos azotes por haberse escapado.
.
– ¿Dónde os habéis metido? -, preguntó el padre.
.
Ninguno de los dos se atrevió a contestar. Dijeron que se habían despistado. Lo que sucedió es que dieron su dinero, calderilla, al mendigo, quien no pasó desapercibido para ellos. Ni tan siquiera les sonrió porque miraba al suelo, pero los dos pequeños se sintieron felices por haber ayudado a aquel hombre. Sus padres pasaron de largo, disimulando no verle. A ellos les dieron un ligero empujón, cuando se pararon delante de él a contemplar a aquella persona que pedía limosna, para que siguieran andando y no se amargasen la fiesta.
.
.
.
Dos niños y el mendigo por Ramiro Pinto se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://wp.me/PQt0c-2yV.