Es frecuente leer «poco puede decirse del Quijote que no se haya dicho ya… obra cumbre de la literatura universal y primera novela moderna». Pero no se analiza, o poco, ni se habla, ni se estudia de lo esencial de esta obra:

  1. Que el enamoramiento es un sentimiento real, no la fantasía de un loco. Lo describe tal cual es, de ahí el enganche sentimental con la novela. Miguel de Cervantes retrata muy bien este sentimiento, que es como lo describe, por más gracia que pueda hacer. Lo exagera, pero lo cuenta tal como es. Sin esta aportación sería una obra burlesca más, pero hace que llegue al lector porque describe este sentimiento tal cual sucede, en sus dos vertientes. La de quien lo vive esplendorosamente, como hace don Quijote y quien lo adormece y atrofia, como sucede a Sancho, que va a vivir su enamoramiento acompañando al bueno de Alonso Quijano, pues ¿por qué si no sale tres veces de aventura con él?, cuando la paga le llega a trancas y barrancas. Hay algo sentimental que le llama. Es este sentimiento lo que hace que enganche al lector y le permite a Cervantes reírse de sí mismo y permite que lo mismo suceda con quien lo lee. Lo contrapone a la sexualidad, cuando son procesos paralelos. Lo curioso es que Cervantes describe este sentimiento genuino tal cuál es, no es una caricatura lo que hace, que sí lo es es sobre otras cuestiones.
  2. ¿Qué narran las novelas de caballería, qué cuentan?, ¿por qué el ataque furibundo contra ellas? ¿Para qué darlas el golpe de gracia deformándolas y ridiculizando sus contenidos? Cuando el Quijote se encumbra para este fin con una propaganda jamás habida en la historia de la humanidad. Se crea una cadena de adjetivaciones, de laudatorias que enmarañan la novela de Cervantes y no dejan ver su fondo. Tampoco se dice nada sobre a qué se refiere la «modernidad» en la novela posterior a la escrita por Cervantes. Habrá que saber qué dicen las novelas de caballería y no lo que se dice que dicen, para saber por qué se las ha querido hacer desaparecer.

Don Quijote y las obras de caballería

Permitid que me refiera a cómo trata el libro «Don Quijote de la Mancha» a las obras de caballería, pero especialmente a la de Amadís, para que veamos como se las desprecia y se las anatematizó. El canónigo de la novela del Quijote despotrica sobre las mentiras de esos libros de caballería, a los que califica de inmorales. Cuando don Quijote habla con él observa, sin embargo, que leer historias de caballeros andantes causa gusto y maravilla: «Mejora la condición de las personas a las que hace más liberal, guerrero, atrevido y sufridor». Cualidades, que veremos, van a exponer los conquistadores, y quizá sean tales cualidades las que no gusten cuando no las controla el Estado, sea eclesiástico o político.

Portada de Don Quijote de la Mancha
Don Quijote de la Mancha
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La tía y sobrina de don Quijote, cuando éste vuelve a casa, al final de la I parte, maldicen los libros de caballería y a sus autores, por estar plagados de mentiras y disparates. Veamos que con la obra «Don Quijote», Miguel de Cervantes quiere arrancar una mentalidad que rezuma de los libros de caballería, lo cual fue todo un estilo que había progresando y evolucionado, hasta desaparecer definitivamente del interés de los lectores. Cervantes manifiesta qué quiere lograr: «no dar crédito a los libros de caballería, que con eso se tendrá bien pagado». Como dice Jesús Vicente Magdalena «mató de ridículo las novelas de caballería porque cegó el gusto literario por ellas a muchas generaciones».

En el capitulo VI del Quijote entre el cura y el barbero hacen un escrutinio de libros, mientras que duerme don Quijote. Deciden ver uno a uno, para valorar cual merece el castigo de fuego. Para la sobrina todos han sido dañadores y se han de tirar todos ellos por la ventana, al patio para hacer con ellos una hoguera. El cura dice que antes hay que leerlos, al menos los títulos. El primero de todos son los cuatro de Amadís de Gaula, por ser dogmatizador de una secta mala y compara los libros de caballería con las herejías. Así lo califica. 

Para Josef de Valdevieso, que es quien autoriza la edición de la obra, (1615) las novelas de caballería son «una contagiosa dolencia» y para el censor que aprueba la edición del libro, Gutiere de Cotiva, las califica de «vanas y mentirosas» y «contagiosas» El cura en la obra de Cervantes dice: «le debemos sin excusa alguna, condenar al fuego«. Sin embargo el barbero plantea que no, pues es el mejor de este género y se debe perdonar. El cura le responde: «Se le otorga la vida, por ahora». Tiran el libro sobre Espladián (Libro V de Amadís) y el de Amadías de Grecia (libro IX) junto con otros. Quedan salvados Palmerín de Inglaterra, por ser compuesto por un rey, el rey de Portugal, y Amadís de Gaula. Pero el cura establece lo siguiente: «Se usará con ellos de misericordia y justicia. Tenedlos, pero no los dejéis leer a ninguno«. Al tirarlos se cae, por casualidad, Tirante el Blanco, del que se dice ser el mejor libro de caballería, distinto de otros,el cual el cura recomienda que se lea.

Miguel de Cervantes

Tengamos en cuenta que Juan Valdés, erasmista que estudio en la universidad de Alcalá de Henares, fundada por el cardenal Cisneros, fue camarero secreto del Papa y activó todo un movimiento religioso para el establecimiento de la moral católica. Algo que inició el cardenal Cisneros quien también impulsó la formación de milicias activas y de gente de ordenanza, así como cuerpos dedicados a la defensa de la fe como «Los pardos» y «los lansquenotes». Pensemos que Miguel de Cervantes nació y vivió sus primeros años de vida en Alcalá de Henares y que en 1609 ingresó en la hermandad de Esclavos del Santísimo Sacramento, cofradía a la que pertenecieron muchos autores de su tiempo. No en vano don Quijote dice en la novela: «La primera razón para desenvainar la espada y poner en riesgo su persona: defender la fe católica».

Observamos una serie de datos curiosos, que nos hacen ver que no fue una ocurrencia lo que llevó a hacer la obra sobre don Quijote, sino que tuvo toda una intencionalidad, con el fin de combatir las novelas de caballería y burlarse de quienes las leyeron y se vieron imbuidos por  en su mentalidad por ellas. Cervantes trabajó como camarero del cardenal Julio Acqueviva. Fue protegido por el arzobispo de Toledo. Antes de que fuera un personaje conocido hablan de él los alféreces Mateo de Santillana y Gabriel de Castañedo, comentando que Miguel de Cervantes, con fiebre quiso participar en la batalla contra los turcos: «quería morir peleando por Dios y por su rey». Le definen como un soldado aventajado. Al volver de aquella contienda fue cuando unos piratas lo hacen prisionero quedando cautivo en Argel durante cinco años, hasta que entre familiares y amigos consiguen pagar su liberación in extremis, cuando iba a ser embarcado hacia Constantinopla, de donde ya los cristianos no volvían .

¿Qué es lo que se quiere ocultar de la obra de Garci Rodríguez? ¿Sus batallas, sobre lo cual está luego plagada la literatura? ¿La violencia de sus escenas? ¿El idealismo, el sentimentalismo sobre lo cual luego habrá toda una corriente literaria? ¿Qué hay en esta novela que se quiere ocultar y que hoy se desconoce? El V centenario pudo ser una oportunidad para conocerlo. Y se debe enseñar en tres aspectos: a) sobre los texto de la obra. b) en relación con su contexto histórico y c) en cuanto a sus posibles significaciones como análisis de la modernidad. Yo animo a las instituciones académicas y culturales a que acometan este reto, porque considero que es necesario.


Quisiera dar un dato, por la coincidencia cronológica y tenerlo presente, en tanto que el mismo año que se edita «Amadís de Gaula» de Garci Rodríguez de Montalvo, 1508, el artista italiano Miguel Ángel comienza a pintar el fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina. Años después se cubre la desnudez de muchas de sus figuras.

La obra «Don Quijote de la Mancha» se impone como modelo literario, cuya función indica el autor: «no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna» ¿Por qué? Pero hay algo que no dice, que también aparece paulatinamente en esta novela: su desdén  hacia los soldados conquistadores del Nuevo Mundo. Sucede desde entonces una castración de la literatura que llega a nuestros días en forma de harrys potters en sus diferentes formas y versiones y que tanto eco tienen en el público lector. La literatura ha seguido un camino en el cual ha dejado de contar cosas y de proponer nuevos paisajes para profundizar en el ser humano a través de la palabra.

La obra «Don Quijote de la Mancha» se impone como modelo literario, cuya función indica el autor: «no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna» ¿Por qué? Pero hay algo que no dice, que también aparece paulatinamente en esta novela: su desdén  hacia los soldados conquistadores del Nuevo Mundo. Sucede desde entonces una castración de la literatura que llega a nuestros días en forma de harrys potters en sus diferentes formas y versiones y que tanto eco tienen en el público lector. La literatura ha seguido un camino en el cual ha dejado de contar cosas y de proponer nuevos paisajes para profundizar en el ser humano a través de la palabra.

Hoy funciona la literatura que transita en el mundo del espectáculo mediático en busca de éxito, fama y ventas. Pero la otra literatura, la fabuladora, la que brota del verbo y el ser, sobrevive en la soledad de pequeños grupos y tertulias, sin que tenga ni una proyección ni una función social. Ese proceso que se inició hace cuatro siglos pervive en nuestra modernidad. Con la perdida de las novelas de caballería escribir y leer dejan de ser un fin, para convertirse en un medio, cuya finalidad es el triunfo sobre otras novelas, vender más, entretener, aprender. Aparece el fenómeno de hacer obras literarias y desaparece la capacidad de escribir y leer como un juego con las palabras, con las que inventar paisajes humanos. Se pierde jugar con la realidad. Hoy es muy difícil que se entienda escribir, incluso leer, sin que sea para algo.

fachada Julio C Cervantes

Miguel de Cervantes y Saavedra hace una burla de lo que es accesorio en la novela de Amadís, las andanzas, las peleas. Quiere demostrar en resumidas cuentas que la literatura de caballería es una tontería. Pero adonde llega Amadís pienso que lo ignora. La intención de esta novela de Garci Rodríguez la deja a un lado, «en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…». Y aún hoy se desconoce completamente. Y esto es lo que quiero contar. Cierto que Cervantes explica que no quiere especificar cuál lugar concreto porque puede ser cualquiera, aparecen pueblos de La Mancha para dar visos de realidad a la ficción que narra y así dar realismo a la novela y hacerla creíble, no verificable, trasladando la realidad a aspectos psicológicos que despiertan en el lector. Y es que Cervantes juega con varias realidades. Ginés de Pasamonte, un galeote, prisionero que va a galeras, cuyo nombre y apellido coincide con el de un compañero de nave en la batalla de Lepanto, que escribe su biografía, dice a un comisario que le interpela: «pudiera ser que saliera algún día las manchas que se hicieron en las ventas...». Lo cual da un sentido a «la mancha» muy diferente a un lugar geográfico, sino a algo que se esconde. Lo mismo que en un verso del soneto al final de la primera parte: «Nunca sus glorias el olvido mancha…», pues tengamos en cuenta que Cervantes no da puntada sin hilo en lo que escribe. A través de su obra lanza un mensaje sin decirlo del todo, sin comunicarlo abiertamente.

Al menos tal es la impresión que me da. En la segunda parte la dueña Dolorida llama a don Quijote «de la Manchísima», lo que algo quiere decir, porque Cervantes tiene el afán de jugar con las palabras. De hecho Alonso Fernández de Avellaneda sitúa este lugar de la Mancha, de dónde es don Quijote, en Argamasilla, lugar en el que estuvo Cervantes en el calabozo. Veremos más adelante que este personaje, Ginés, puede referirse o hacer referencia a otra persona de igual apellido y pudiera Cervantes coger de ambos, pero desde luego trasmite un mensaje que hay que analizar detenidamente.

Cervantes construye otro proceso paralelo a la novela de Amadís, nos aparta de su esencia. Para poderlo realizar desarrolla en el personaje don Quijote el enamoramiento. Y lo hace de manera magistral. Pero separa enamoramiento y sexualidad, función esta última que ignora y saca de la literatura. Habrá que esperar a 1913 cuando es publicada la obra de Marcel Proust, «En busca del tiempo perdido» en la que la sexualidad adquiere el protagonismo con las emociones que acompañan las relaciones humanas. Y al año 1922 cuando se publica la obra «Ulises» de James Joyce, en la que interviene en la novela el cuerpo y la sexualidad de sus personajes. Y en 1934 el escritor Henry Miller, tras una gran resistencia de parte de la crítica y una parte de la sociedad, trata la sexualidad en la literatura con normalidad. Pero sin la utilidad social ni la relación con el desarrollo de los acontecimientos como propone Garci Rodríguez de Montalvo cinco siglos antes, que han sido sepultados. Don Quijote no actúa como el caballero Amadís. Es una caricatura sobre una deformación previa. El Quijote es «el más casto y valiente caballero». Don Quijote define al caballero andante como «un no enamorado vicioso, sino platónicos continentes»; «Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo». Lo cual nada tiene que ver con Amadís de Gaula, como seguidamente vamos a poder comprobar.

Por ejemplo en la obra «El viaje del elefante» (2009) de José Saramago se reproducen los prejuicios sobre esta obra. Alude a Vasco de Lobeira como autor de las primeras novelas de Amadís en el s. XIV, lo que se ha demostrado incierto. Pero Garci Rodríguez no hace una nueva traducción de versiones anteriores, sino una nueva visión que intensifica la sensualidad de las novelas de caballería. Sin embargo se insiste , como hace Saramago, en dar una visión romántica, etérea del amor, cuando el amor caballeresco es tremendamente sexual. Pero quienes lo conocen de oídas se agarran a la visión deformada: «verse y amarse fue un instante de deslumbramiento que permaneció intacto toda la vida», lo que no es exactamente cierto en las novelas de caballería. Lo mismo que el caballero «andante» Amadís no quiso acabar con todo el mal del planeta para acabar la obra de Dios. Tal deformación que se reproduce en la intelectualidad impide conocer el contenido real de las obras de caballería y lo que supone su desaparición y desconocimiento.

Don Quijote, ya al final de su aventura (pg. 1064) dice: «Ya tengo juicio y, libre y claro sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua lectura de los detestables libros de caballería… a punto de muerte,…. no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano… ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya que me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberla leído». Así la palabra «profana» la usa Cervantes en su pleno sentido: que no muestra respeto a lo sagrado.

¿Es Amadís una novela que habla sobre los valores y actos de la caballería, como se suele enseñar? Es mucho más. Muchísimo más. Sin embargo su último vestigio lo tenemos con Lean Baptiste Lilly, compositor francés, en una ópera sobre Amadís, el año 1684. El año 1599 en el libro de caballería «Flor de caballerías» sale la figura del emperador Amadís de Gaula, ensalzado como «emperador de la caballería». Casi un siglo después de ser escrita su historia por Garci Rodríguez y siete años antes de que saliera a la luz la novela «Don Quijote de la Mancha», la figura de don Quijote se ha ido estableciendo como centro del paradigma literario moderno. Pero ha sido todo un proceso, no fue un destello al que todos se rindieran a sus pies. Y se ha ido conformando una cultura literaria y en general en la cultura una visión en pro de esta novela.

En un principio no fue algo que estuviera tan claro. Pero ya nadie lo pone en duda. Lope de Vega, en una carta escribe: «hay muchos poetas en ciernes para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio como quien alabe a don Quijote». Honoré de Balzac en su novela «Las ilusiones perdidas» cuenta que a Cervantes le llamaron «viejo e innoble manco». Y le echa en cara que tardó diez años en lograr que publicasen su II parte. Padre Isla en una carta a su hermana, 1758, comenta sobre dejar atrás al Quijote y dice que los aplausos del libro suyo, «Fray Gerundio de Campazas», se disputarán la preferencia a Cervantes. Lo que con el paso del tiempo no sucedió.

La novela Amadís de Gaula fue muy leída en el s. XVI en los barcos que cruzan el Atlántico para llegar al nuevo mundo. Según el catedrático de Filología Hispánica en la universidad Autónoma de Madrid, Guillermo Sergé «»Amadís de Gaula» es uno de los libros más leídos de aquella época». Para Mª. Carmen Marín Pina, profesora de la universidad de Zaragoza, «se trata de una obra de un éxito tremendo ya desde cuarenta años antes del nacimiento de Cervantes y que constituye la lectura favorita de la época: la misma Santa Teresa confiesa que de joven quería escribir un libro de caballerías». En su obra autobiográfica esta Teresa de Jesús escribe: «Era tan extremo en esto (libros de caballería) me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento». Advierte que también su madre es aficionada a estas lecturas, que explica lo fue por no pensar en las grandes labores que tenía. Ambas, cuanta, los leían a escondidas de su padre, a quien le parecieron inmorales, como a las mismas monjas que siguieron los pasos de santa Teresa de Jesús en la congregación que fundó, al calificar este tipo de libros  como «novelas fantasiosas de aventuras amatorias«. Veamos que destaca este calificativo que condena la sexualidad más allá de su función procreadora. O como en aquellos años se concibió por parte de la iglesia «sermones del diablo», tal como recoge Fidel Martínez García, catedrático de Lengua y Literatura, licenciado en Ciencias Eclesiásticas. Advierte que el éxito de este tipo de libros fue en todas las capas sociales. No dejan de ser narraciones que exaltan el ánimo y motivan, como para emprender «aventuras» como la de Teresa de Jesús, hasta llegar a ser concebida santa por la iglesia católica, tras crear la congregación «Compañía de santa teresa de Jesús».

Según Antonio Sancho Royo el que más se leyó sin duda en el s. XVI. No sólo en España, sino también en Italia en donde la cultura española estuvo de moda en aquellos tiempos. En larguísimos viajes se leen sus páginas en voz alta. Nombres de los que salen en esta novela se ponen a quienes nacen en el continente americano. «California», por ejemplo, es una palabra que aparece en «Las sergas de Esplandián». La isla California, cuya reina es la amazona Calafia, es tierra con mucho oro. También aparece en la canción de Roldán, pero se sabe que la tripulación que llega a lo que será luego California, llevaron la obra sobre Esplandián en el barco. También «Patagonia». En diversas biografías de Hernán Cortés consta que fue un ávido lector de novelas de caballería. Guillermo Segés recuerda que en la época de la conquista es el momento álgido de las novelas de caballería, lo que desde mi punto de vista implica una mentalidad determinada. Durante esos años se imprimieron 157 ediciones entre reimpresiones y novelas originales. Bernal Díaz cita en su verdadera historia de la conquista la novela «Amadís de Gaula» porque lo ha leído y sus compañeros de armas también. Forma parte del acerbo cultural de aquel ambiente y época. Algo que remarca el Historiador y ensayista Salvador de Madariaga cuando afirma sobre los tiempos de la conquista de la Nueva España «los libros de caballería subían rápidamente al cenit de la popularidad, cuando desde el Emperador-Rey Carlos V en persona hasta el último de sus soldados y de sus pajes, todos los hombres y las mujeres de España, leían, gozaban y hasta creían las aventuras de Amadís de Gaula, de Tirant lo Blanch y de Palmerín de Oliva». Llega a una conclusión: «Es difícil imaginar hoy lo que era la imaginación de nuestros antepasados».  La lógica de aquellos tiempos, las motivaciones de las personas poco tienen que ver con las de nuestro mundo actual.

Algo que estimulan estas novelas y de manera especial «Amadís de Gaula» es la iniciativa individual. La capacidad de actuar por uno mismo como persona. Creo que se debería de estudiar la influencia de esta novela en el proceso de mestizaje en la parte del nuevo continente conquistado por los españoles, mientras que no sucede lo mismo en la parte inglesa del norte, en la que este fenómeno prácticamente no sucede. Según el historiador francés, Christian Duverger, (2013) Hernán Cortés insta a una convivencia diferente a la de la Corona, impone su visión mestiza y no la genocida que se ha practicado en el Caribe: «el México mestizo que conocemos hoy es producto de la visión de Cortés». La lectura de esta novela, de la que Hernán Cortés y muchos de sus soldados fueron asiduos, pudiera favorecer una mentalidad que no interesó a quienes estaban organizando el nuevo mundo para los intereses del imperio. Es sabido que la lectura de la novela «Amadís de Gaula» fue lectura de los conquistadores del nuevo mundo. Es por ello que el año 1531 un Real decreto prohíbe su importación a las colonias americanas. Erasmistas y contrarreformistas se manifiestan unidos en prohibir el envío a América  libros de caballería «por tratar de materias profanas y fabulosos y fingidas a lo cual siguen muchos inconvenientes«.

El 21 de septiembre de 1543 (poco más de medio siglo antes a escribir Cervantes sobre su personaje el Quijote) se establece la Real Cédula del Príncipe Felipe, expedida en Valladolid, sobre los libros de caballería, en la que se cita expresamente el libro Amadís de Gaula, dirigida a los virreyes, audiencias y gobernadores de la Nueva España: «no los consientan imprimir, vender, tener ni llevar a sus distritos y provean que ningún español ni indio lo lea«. En otra anterior del 4 de abril de 1543 se prohíbe: «libros de romance, de historias varias o de profanidad, como son Amadís e otros de esta calidad porque éste es mal ejercicio para los indios e cosas que no es bien ocupar ni lean«. Viene de lejos querer destruir este género novelesco, al que Cervantes da el golpe de gracia. Y lo consigue. Quizá haya que recuperar esta literatura por todo lo que se ha perdido con ella.

Las motivaciones de Cervantes

Miguel de Cerbantes (firma con la letra «b) fue excomulgado dos veces por querer cobrar los impuestos a la iglesia por estar obligada a ello. Otras tantas el arzobispo de Sevilla le devolvió la comunión. Encontramos muchos indicios que apoyan nuestra hipótesis, en tanto que trabajó para la iglesia en Roma, a pesar de haber la sospecha de ser de familia judía. Tiene que llevar un certificado de limpieza de sangre. Lo que sí es seguro es que fue «cristiano nuevo». También fue espía de Felipe II durante varios años en Orán.  Quiso ir a América, para lo cual solicita el cargo de gobernador de Socomusco, pero se lo denegaron.

Su vida conyugal fue también contradictoria. Se casó a los treinta y siete años con Catalina de Salazar, viuda con veinte años. Un mes antes parece ser que tuvo una hija con Ana Franca, mujer casada, que cuando enviudó Cervantes dio a su hija su apellido Saavedra. Catalina fue una mujer muy religiosa hasta el punto de hacerse de la orden seglar de san Francisco, yendo en hábito a pesar de ser una mujer casada. Un pariente suyo se llama Alonso Quijano, hombre aficionado a leer novelas de caballería, en quien se dice se inspiró Cervantes como modelo inicial de su personaje.

Si Cervantes pone en juego su vida y su espada por la cristiandad, no será menos su pluma. Todo escritor es una persona de acción, viene de esa experiencia, hasta el punto de que escribir para él forma parte de esa lucha que le insta a batirse con la realidad. Así sucede para los escritores de la literatura, no cualquier compositor de historias escritas. Lo vemos igual en la inmensa mayoría de grandes autores. Se educa en un ambiente de fanatización de la sociedad. Nace el mismo año en que es creada la Santa Inquisición, lo cual no quiere decir nada, pero sí que vive su infancia y juventud en un ambiente de gran intensidad religiosa y en el fervor de la persecución por causa de la fe. Combate una atmósfera social que no se doblega a los cánones y valores de la iglesia católica, apostólica y romana. No es de despreciar como contexto biográfico que fuera enterrado con el hábito de los franciscanos, lo que no fue usual entre los soldados ni escritores.

Considero que escribe, y así lo dice, en contra de las novelas de caballería y para acabar con ellas. Su obra «Don Quijote de la Mancha» fue además utilizada permanentemente para tal fin y lo hace en clave de humor y y con una destreza literaria que no tiene parangón. Se ha logrado sacar del mapa literario tales obras que él combate. Se usó de manera propagandística y de ahí la sobre dimensión a la hora de valorar esta obra, pero de manera sesgada. Lo mismo se hace a través del cine para crear una mentalidad proclive a la nueva potencia económica desde Hoolywood. O cómo la novela «La pícara Justina» se escribe con una intención moralizante, que reconoce el autor, describiendo ambientes amatorios y pícaros con el fin de desprestigiar y desaconsejar tales valores y prácticas. Las novelas ejemplares tienen también esta función, de servir de ejemplo para la virtud.

Cervantes arremete contra su mismo espíritu caballeresco de juventud. Por eso lo combate desde dentro, porque vivió la pulsión del enamoramiento. Su apasionamiento juvenil le hizo batirse en duelo con Antonio de Juan Segura, lo que le hizo huir de Roma por las heridas que ocasionó a su contrincante, lo cual estuvo penado con cortar la mano derecha. Afirmó Cervantes que por la honra se puede y debe arriesgar la vida. A lo largo de su vida dejó de ser un aventurero, un caballero, para ser un soldado. Y como tal escribe. No se puede olvidar esta faceta del apego cada vez mayor a la fe católica y su ser soldado. Y un enemigo a combatir además de los moriscos fueron las obras de caballería, en especial «Amadís de Gaula», pero no sólo por ellas mismas, sino por sus consecuencias.

En la recopilación de cartas de Padre Isla se cuenta que en los trasnochos castellanos, reuniones en los establos (en León se hicieron en las cocinas con el nombre de «filandón») fueron frecuentes las lecturas colectivas, sobre Alejandro Magno y caballeros de la Tabla Redonda. Fue costumbre en Suramérica la lectura en alto de novelas durante el trabajo en las fábricas. Por ejemplo en una fabrica de puros en Cuba, gustó tanto la novela de Dumas, «El Conde de Montecristo», que pidieron al patrón que diera ese nombre a una marca y de ahí viene la que es tan conocida hoy día. Las novelas de caballería fueron contadas y leídas colectivamente como una costumbre que perduró después con otros géneros literarios.

Fue la novela del Quijote la que da la puntilla a la novela Amadís de Gaula, pero hubo todo un proceso previo y también posterior que no debemos pasar por alto. Las prohibiciones no lograron su objetivo: que las novelas de caballería dejaran de leerse y de imprimirse. Los místicos de la época quisieron reconducir el espíritu heroico de las novelas de caballería a una orientación religiosa, lo cual formó parte de todo un proceso sistemático de manipulación de las novelas de este género. El año 1511 aparece en Castilla la corriente de alumbrados, contra los que actuó la Inquisición (edicto de Toledo 1525). No sólo posteriormente se ha manipulado el contenido de la novela cumbre de la caballería, como cuando se lee sobre esta novela «Amadís de Gaula» en determinados estudios que el amor entre su protagonista y Oriana «es un ejemplo de idealismo y neoplatonismo», siendo totalmente lo contrario. ¿Por qué se prohíbe ésta y otras novelas de caballería?, ¿por su platonismo? Hay quien alude a la decadencia de las mismas, pero no plantea la persecución y censura a la que fueron sometidas esta obras.

Hubo un proceso de tergiversación de este de las novelas de caballería a través de la literatura con una intención moralizadora, lo cual culmina con la obra de Cervantes «Don Quijote de la Mancha». Es decir no es un proceso aislado de esta novela. Unas pléyades de novelas quieren orientar el modelo novelesco de la caballería a lo divino: «caballero del sol» (1552) de Pedro Hernández de Villumbrales; «La caballería celestial al pie de la rosa fragante» (1554) de Hierónimo san Pedro; «caballería cristiana» (1570) de fray Jaime de Alcalá, y otras muchas. A partir de 1605 el Quijote de Cervantes logra este objetivo.

Quedan otras creaciones literarias de tipo popular mediante la novela picaresca que van de «La Celestina» de Fernando de Rojas, «La Lozana andaluza» (1528) de Francisco Delgado; «Comedia Florínea» (1554) de Juan Rodríguez Florián, autor de Medina del campo; «Comedia Selvagia» (1554) de Alonso Villega Toledo, etc. Como se recoge en la enciclopedia Durvan: «Acabar con las novelas de caballería fue empresa que estaba destinada a Miguel de Cervantes, quien publicó su Quijote de la Mancha, en la que parodia la literatura caballeresca de manera que el género quedó totalmente desacreditado… Cumple el propósito tantas veces repetido por Cervantes…. Logró lo que no consiguieron moralistas y autores con razonamientos». O como José M. Lucía Mejía concluye en su obra «De los libros de caballerías manuscritos al Quijote»: Las novelas de caballería se han entendido desde el punto de vista del Quijote, desde su perspectiva; Todas parecen la «mesma cosa«.

¿Por qué hace esto Miguel de Cervantes? Es imposible saber las motivaciones profundas, ni siquiera las conscientes, pero hay una serie de datos documentados que es necesario tener en cuenta. Desde mi punto de vista la reacción de Cervantes es muy similar a la de el inquisidor Tomás de Torquemada, quien expulsó a los judíos proviniendo de una familia de judíos conversos. La fuerza del converso es que conoce lo que quiere eliminar, necesita acabar con ello desde dentro, porque de esta manera acaba con su culpa.

¿Por qué hace esto Miguel de Cervantes? Es imposible saber las motivaciones profundas, ni siquiera las conscientes, pero hay una serie de datos documentados que es necesario tener en cuenta. Desde mi punto de vista la reacción de Cervantes es muy similar a la de el inquisidor Tomás de Torquemada, quien expulsó a los judíos proviniendo de una familia de judíos conversos. La fuerza del converso es que conoce lo que quiere eliminar, necesita acabar con ello desde dentro, porque de esta manera acaba con su culpa.

Es necesario tener esto en cuenta. No porque Miguel de Cervantes procediera de una familia judía de Córdoba, vendedores de paños, que a veces eruditos de la obra del Quijote han querido asociar a este hecho lo de la Mancha, en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, ¿por qué no quiere acordarse, de algo que evidentemente sabe? Este comienzo es copia literal de un verso del romance «El amante apaleado». Y «de cuyo nombre no quiero acordarme», fue una fórmula popular de iniciar los cuentos.

Pensemos que Cervantes define de antemano a don Quijote de ingenioso caballero, cuando pudo decir del loco o desfasado don Quijote, como hizo Avellaneda, pero el autor original va a actuar astutamente y como un caballero coge su pluma y va a escribir ingeniosamente. ¿A qué se refiere esa Mancha?, ese paisaje humano del que él form parte, que quiere acabar con él para eliminar un sentimiento de culpa, puede ser otro que tiene mucho que ver con lo que se elimina con la obra Amadís de Gaula.

Tal como ha estudiado y recogido documentos administrativos e históricos, Antonio Rey Hazas, catedrático de Filología Hispánica, y reconocido cervantista, una tía por parte de padre de Miguel de Cervantes intercambio relaciones sexuales por dinero, y también su hermana, quien recibía compensación económica por mantener relaciones sexuales. Pero más aún, cuando vivió Cervantes en Madrid con su mujer, hija y más familiares, a poco de haber publicado la primera parte del libro de don Quijote, murió asesinado a las puertas de su casa un hombre, Gayos de Ezpeleta, lo que luego se demostró fue un problema de infidelidad de este con la esposa del asesino, pero en un principio se pensó que pudiera ser Miguel de Cervantes quien le mató, que ya había estado en la cárcel.

Lo interesante para lo que estamos viendo es que en las actas judiciales aparece que en su casa entran caballeros de noche y hay escándalo, uno de ellos Simón Méndez amancebado con Isabel, que es la hija de Miguel de Cervantes. Actividad ésta que también ejerce una prima de ésta, Constanza. Las mujeres que conviven con Cervantes se dedican a «cortejos ajenos al tálamo con compensación económica». Y es en tal ambiente en el que Cervantes escribe su novela en la que sucede el alejamiento del amor carnal total y absolutamente.

Pero hay algo más atrás en su vida que le corroe y que tiene que ver con lo que aparece en las novelas de caballería, las relaciones homosexuales entre enemigos, algo que a él le preocupa según escribe en sus primeras obras de teatro. Va a escribir ingeniosamente, va a luchar como un caballero, sin decir nada, no quiere acordarse del lugar de su mancha, cuando frente a las costas de Catalunya, al volver de la guerra de Lepanto, su embarcación, la galera Sol, va a ser apresado junto con su hermano Rodrigo y el resto de la tripulación por una embarcación musulmana y es vendido como esclavo a Dalí Mamí.

Estando preso intentó escaparse un total de cuatro veces, haciéndose responsable de tales fugas, sin ser represaliado, cuando otros murieron empalados o recibieron castigos como doscientos latigazos, que a él no le dieron. ¿Por qué?, se ha especulado mucho al respecto, pero hay una serie de concatenación de hechos y de testificaciones que apuntan que Miguel de Cervantes fuera homosexual, que tuvo que ejercer tales prácticas para sobrevivir en el cautiverio. Otra hipótesis pudiera ser que para sobrevivir actuase como topo para boicotear las fugas.

Pienso que no a ambas conjeturas, a pesar de que haya quien argumenta que el precio por su liberación en el mercado de esclavos fue más del doble del precio de su hermano y otros esclavos, lo que hizo más difícil su liberación, que tardó cinco años y tuvieron que acudir a una cuestación pública los hermanos trinitarios encargados de dicho cometido. Por otra parte su hermana y otras familiares femeninas pusieron dinero gracias al oficio que ejercieron. Está documentado que Miguel de Cervantes fue comprado, por 500 escudos de oro, antes de ser liberado para volver a su patria, por Hasan Bajá, que fue luego rey de Argel y muy conocido por ser un notorio sodomita de la región. Hay documentación escrita de la acusación formal de Juan Blanco de Díaz, sobre que Miguel de Cervantes y Saavedra realizó cosas viciosas y sucias, así como tener trato y familiaridad con los musulmanes. Lo unico que indica es que el tema estuvo presente en su vida, fuera cierto o no.

Algo parecido, aunque en otro sentido y de manera lúdica y llena de erotismo, aparece en la obra Amadís de Gaula, que él hunde para lograr con ella el olvido y el desprecio, ¿por un sentimiento de culpa y de convencerse a sí mismo de su conversión para repudiar aquello que se vio obligado a ejercer? Quizá fue acosado, y que en su primera obra, un guion de teatro: «El trato de Argel», que se anunció en el mismo libro como una experiencia del autor: «Hecha por Miguel de Cervantes quiestuvo cautivo en él siete años». Cuenta lo que le sucedió, pero, lo mismo que hace Proust en su obra «En busca del tiempo perdido» que cuenta su pasión y celos del protagonista por Albertina, cuando es lo que siente el autor por una pareja del mismo sexo con quien mantuvo relaciones.

De la misma manera podemos ver que Cervantes usa tal recurso, pues es una intriga de deseo de un amo sobre su esclava y de un gobernador, señor de un esclavo, Yzuf y Zahara que se apasionan y desean mantener relaciones respectivamente con su esclava él y con su esclavo ella, Silvia y Aurelio respectivamente. Resiste, no le mata, ni obliga, sino que, por lo que dice de Zahara, pretende: «gozar de su vencimiento», en la que la pareja cristiana resiste con ayuda de Dios y encomendándose a la Virgen María. De ahí venga la animadversión de los excesos sexuales de las novelas de caballería y a la conducta lujuriosa de los conquistadores. Es muy importante tener esto en cuenta porque va a ser lo que pudiera influir en que rechace plenamente y anatemice la obra de Amadís de Gaula y en general las novelas de caballería.

Analicemos lo que cuenta en «Tratos de Argel» en este sentido, que insisto, pienso que camufla lo que vivió, pero que lo cuenta de alguna manera. Por eso lo escribe, igual que para denunciar que no se dediquen los esfuerzos en liberar a los 15.000 prisioneros españoles cristiano. En lo que nos concierne Yzuf afirma ante «Silvia» «yo no quiero de ti / sino que quieras de mí / ser servido y respetado». Le preguntan a Silvia si querer a un moro es pecado. ¿Lo es que una mujer quiera a un hombre? Silvia responde que es cosa reprobada y que para las cristianas no está bien. Pero ¿amar a una cristiana un mahometano?, porque por estar casado, tienen la disposición religiosa de casarse con varias mujeres.

Sin embargo en «Los baños de Argel» leemos de uno de los personajes: «amar a cristianos moras /eso verse a todas horas». No da la intriga amorosa para tanto drama moral. Aurelio plantea que no tiene desdichado como al que llega al punto deseado sin fe y traidor el mancebo cristiano al torpe vicio para esta gente. No podemos entender que sea «torpe vicio» una relación heterosexual, pero así es como llamaban la práctica de la homosexualidad, y «pecado nefando», que justamente para que Aurelio ceda a su «señora» Zahara, Fátima, criada de ésta, hace conjuros al diablo.

El mismo demonio, que interviene en la obra reconoce que no hace falta tal pues la necesidad con paciencia la desata la ocasión, ya que no tiene resistencia la pasión. La relación homosexual sí, más cuando no se siente atraído por ella a quien se lo solicita. Que reconoce con «Aurelio» «tiene estrecheza». Disfraza así el acoso en una doble posición que le permite contar sin decir nada al respecto, en el doble acoso de Ysuf a Silvia y de Zahara a Aurelio, siendo matrimonio los amos y esclavos amantes los receptores de sus deseos libidinosos. Lo cual se enmarca como una relación del demonio.

Cervantes coge al personaje Yzuf que es un español que se hizo corsario de Argel, e invierte su papel. En lo que cuenta está el silencio. Ante la presión que él vive se dice en la obra: «Estos rapaces cristianos / al principio muchos lloros / y luego se hacen moros / mejor que los más ancianos«. Cambiemos «moros» por «sodomitas» y encontramos coherencia con lo vivido por el autor, que no consta en ningún lugar que allá tuviera amor femenino ni se relacionara con mujeres. Una madre cristiana en la obra de teatro se despide de su hijo, le advierte que mantenga la fe a toda costa y que no guste de «regalos» que le muevan a dejar a Cristo por seguir al pueblo moro..

Al comienzo de la obra de «El trato de Argel» leemos: «No de la imaginación / este trato se sacó / ya la verdad la fraguó / bien lejos de la ficción«. Usa la historia de amor como disfraz de lo que realmente quiere contar, sin hacerlo directamente, pero sí de una manera clara. ¿A qué otra verdad se refiere? En la obra de los baños vuelve a incidir cuando Hazén mata a Yzuf, personaje cuyo nombre mantiene de la anterior pieza teatral: «llevas buena esperanza / a los lagos de Sodoma«. el personaje Bajá pregunta por la belleza de los cautivos. Y dice otro personaje «De Mahoma la torpeza», que es como se refiere a la sodomía: torpeza, nefando.

Algo que Cervantes tuvo que ver y vivir de alguna manera, como acoso fundamentalmente, según refiere en sus escritos. Leemos en boca de Francisquito: «No pienses que he de ser moro / por más que aqueste inhumano / me prometa plata y oro / que soy español cristiano». Otro personaje, Cadi asegura: «… blasfemo / seré del mismo mahoma / si estos rapeces no doma». De dos hermanos comprados en el mercado de esclavos, uno no se hace «moro», el otro tal como cuenta un personaje mediante promesas y amenazas, esa prenda del bautismo, se deja circuncidar por su gusto y albedrío.

Toda una metáfora que da forma en otros versos, que en no pocas ediciones se suprimen del texto original: «¿Dónde encendió este fuego, / que tiene entre burla y juego, / el alma ceniza hecha? / De mahoma de esa flecha / de cuya fuerza reniego / Como cuando el sol asoma / por una montaña baja, / y de súbito nos toma / y con su vista nos doma /nuestra vista y la relaja / como la piedra balaja / que no consiente carcoma, / tal es su rostro, Aja, / dura lanza de Mahoma /que las mismas entrañas raja». Por si quedara alguna duda hay que saber que la «piedra balaja» refiere a la que se pone en sortijas para reprimir los movimientos de la carne a deshonestidad, contra las imaginaciones y tristezas.

En la obra «Don Quijote», su pretendido autor dentro del libro es Cide Hamete Benengueli, siendo este apellido que significa «berenjena», y en un momento dado el protagonista de la Historia dice «a todos los moros les gusta la berenjena«, sin tener un sentido gastronómico en el contexto, un juego de palabras al que alude más de una vez. No quiere decir nada, pero sean apuntes para la reflexión de una obra insigne a la que se quiere disecar en los tópicos sin entrar al fondo.

En la obra don Quijote retoma el tema de manera algo autobiográfica con la historia del cautivo, como si quisiera dejar alguna pista sin decir nada explícitamente. Ante un amo moro cruel que corta orejas, empala a prisioneros cristianos «sólo libró bien un soldado español llamado Saavedra el cual con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años y todo por alcanzar la libertad«. Zoraida se quiere escapar con el cautivo porque al haber tenido una esclava cristiana se ha convertido a esta religión. Su padre cuando le dejan en una isla al descubrir la huida de su hija la echa en cara que no es por haberse convertido a esa religión  de la virgen María, Lela Marién, sino porque España es tierra en que usa la deshonestidad más libremente que en su tierra.

Otro aspecto autobiográfico, dentro de una hipótesis razonada, es cuando el canónigo habla con el cura, mientras que llevan a don Quijote en una jaula, que hace una disertación sobre las novelas de caballería. Dice que ha leído muchos libros de caballería, pero sólo el comienzo, sin terminarlos. Tal es la impresión que me ha dado de Cervantes, quien recogió mucho de tópicos y de oídas, cuando la cultura oral fue tan importante o más que la escrita. No creo que llegara al final de la obra de Garci Rodríguez, ni de otras. Por un lado no aludir a un asunto tan grave o llamativo, sino que se soslaya, pero por otro en su obra «Don Quijote de la Mancha» Cervantes escribe en una conversación entre el canónigo de Toledo y el cura  del pueblo de don Quijote, mientras que éste cree estar encantado: «Jamás me he podido acomodar a leer ninguno (libros de caballería) del principio al cabo«. Alude que son todos una misma cosa.  

Fue, sin embargo, un gran lector de comedias y en parte de filosofías. Pero esto no se puede saber, es una impresión. El canónigo relata más la crítica a los libros de caballería definiéndolos como lascivos, o no creíble que «una reina acabe en los brazos de un andante y no conocido caballero», por lo que considera que «hay que desterrarlas de la república del cristianismo». Por otra parte ve aspectos positivos en este tipo de literatura, pues el autor puede explayarse e intercalar diferentes géneros y estilos en una misma novela. Es importante tener todos estos datos en cuenta para entender la inquina hacia la obra «Amadís de Gaula».

Un dato más que pudiera ser autobiográfico es cuando el canónigo confiesa que hubo comenzado a escribir una novela de caballería, hasta cien páginas, pero que dejó de hacerlo al no ver su sentido, sobre todo moralizante, sino ser sólo para entretener. En esta parte Miguel de Cervantes habla de dos novelas suyas, «Numancia», que hubo sido representadas años atrás de que escribiera su gran novela y «Rinconete y Cortadillo» que publicaría años después. Por eso no es descabellado pensar que pudo haber comenzado una novela de este estilo y acabó haciendo una parodia de la misma. Hace así un análisis de la comedia de la época, con referencias admirativas a Lope de Vega, pero se queja de que son realizadas sólo para entretener, de manera que propone «hacerlas ordenadas», que sean imagen de la verdad como requiere el clásico Tulio, dice el «canónigo,»  y añade: «contra el vicio». Se considera un enamorado de la virtud, pero no culpa a los poetas de esta deriva de sus obras, sino que «se han hecho mercancía vendible» y de otro modo no se las compraría ningún marchante de la cultura».

Cervantes cita un nombre que fue el corsario jefe de la nave que le hizo prisionero a él. Le hace ser amigo del padre de Zoraima y dice que aquél que es «buscador de todas las yerbas, para hacer ensalada»; «venía a buscar ensalada». Cuando el padre de Zaraida la encuentra abrazada al cautivo dice: «entró en el jardín para buscar las yerbas», que en una ocasión que lo vuelve a repetir entrecomilla esta palabra «yerba», como si diera a entender algo. Cuando se va dice «volveré por yerbas a este jardín, en ninguno las hay mejores para ensalada», cuando no hay ningún contexto gastronómico ni botánico al respecto.

La España de Cervantes y Don Quijote

Considero que es necesario un estudio interdisciplinar de la literatura, en especial de la obra de Cervantes, pues su novela abre un nuevo camino en la literatura y forma parte de un contexto histórico, social y de pensamiento. Por ello hay que analizar lo que plantea desde la sociología, la filología, la Historia, la filosofía, pues de otra manera se perpetúan los moldes sobre esta obra que sigue siendo una incógnita en muchos aspectos al caer en meros tópicos academicistas.

Leyendo «Las crisis humanas» del filósofo catalán José Ferrater Mora, hace una referencia que ha de ser tenido muy en cuenta, sin referirse al Quijote en concreto, sí a su época, precisamente abriendo la literatura esta obra, del s. XVII, siglo al que refiere que debido a la tensión entre la religiosidad estricta y la naturaleza humana, lo cual se bate fundamentalmente en la sexualidad,  advierte que no hubo el hombre sólo «religioso» ni sólo «libertino» sino que «cada hombre llevara en sí mismo, como Fausto, dos almas«. Continúa: «Esto puede despejar algunas  algunas de las perplejidades que causa la producción literaria del s. XVII en los diversos países europeos. Algunos adoptan, explica, estilos «sospechosos»: «Tres siglos después  uno tiene la impresión, al leerlos, de que no dicen lo que dicen, de que dicen otra cosa, pero sin que pueda saberse  a punto fijo qué es». Se creó la «literatura de la indecisión». El desdoblamiento – cuenta Ferrater Mora –  es no darse enteramente, armas hábilmente  toda clase de coartadas intelectuales«. Tal desdoblamiento lo hace Cervantes  a la vista con dos personajes que forman casi una unidad, entre don Quijote y Sancho Panza.

Don Quijote llega a decir redundando en lo que se expone que si todos los caballeros andantes de España se juntan, doce sólo bastan para destruir la potestad del Turco; solo un caballero es cosa nueva deshacer un ejercito de doscientos mil hombres… y vuelve Cervantes a hacer referencia al linaje de Amadís en cuanto a estas historias que están hechas de «esta maravilla», añadiendo que si se enfrentaran contra el Turco no les arrienda la ganancia. Sin embargo no es cierto que Amadís y los caballeros luchen unos pocos contra muchos, los conquistadores sí. Las capitaneadas por Amadís son batallas ciertamente inventadas, pero el ejército del emperador romano se lleva a la amada del héroe, lo cual se asemeja a la novela mítica de Homero y que lo que hace es resaltar el valor y la necesidad de luchar. Cervantes tergiversa completamente la novela de caballería, contra la que arremete, pero para atacar a los conquistadores en los que inspira a sus personajes.

La profesora de filología de latín de la universidad de Extremadura, Rosario Cortés, en su estudio «Teoría de la sátira» hace un análisis del Apocoloenytosis de Séneca que estudia la sátira, palabra que viene de «satura», «mezcla», al ser ironía + humor. Para que algo sea una sátira ha de cumplir una serie de condiciones según Rosenheim: A) Ataca a un objeto real. B) Tiene intencionalidad y trata de convencer de la crítica. C) Se hace por medios artísticos. D) No muestra ira. D) Causa risa.  Lo cual cumple la obra «Don Quijote de la Mancha». La ironía consiste en decir lo contrario de lo que se quiere decir. La burla representa la realidad deformándola, de manera que la sátira ridiculiza, pero la parodia no. Y para ser sátira es imprescindible que sea un ataque indirecto, de manera que la víctima de la misma no aparece. Vemos que Cervantes hace relucir a los caballeros andantes, pero no a los conquistadores que cumplen toda condición manifiesta en la obra que hace de ellos diana de su sátira.

El traductor, Jerónides Lozano Rodríguez, de la obra «Sátiras» de Quinto Horacio Flaco, manifiesta también que la sátira suele ser impersonal y referida al prototipo, no a la persona en concreto y que se usa para hacer una descripción caricaturesca de vicios y defectos. De esta manera manifiesta Horacio «¿qué impide decir la verdad, riendo?» En este sentido vemos que los caballeros luchan contra gigantes que existen (en la novela) no contra seres imaginarios. Los conquistadores sí imaginan (quijotes), personal y colectivamente, territorios y dan por válidas leyendas que resultaron ser nada. Los caballeros no piden recompensa alguna, aunque la adquieran tras sus periplos. Los conquistadores y especialmente sus descendiente sí (sanchos).

Atenernos a las definiciones es importante en el sentido de que Miguel de Cervantes fue una persona culta y muy meticulosa, como demuestra el documento de 1593 en el que defiende a un amigo, Tomás Gutiérrez, a quien se le vetó formar parte de la cofradía del santísimo Sacramento. Cervantes en su escrito de apoyo define muy bien y diferencia sobre las definiciones de tales palabras lo que es comedia, mimo y pantomimas. En su obra «Don Quijote» hace una sátira en toda regla, a sabiendas de lo que hace.

Voy a poner un ejemplo que se puede comprobar y que sigue un patrón parecido como sátira. La obra «La curva del cuervo«, desarrolla la historia de una terulia literaria. Un grupo de amigos se reunen para hablar de poesías y libros. Poco a poco se va formalizando y se acaba imponiendo una jeraquía y un orden que se defiende pistola en mano. Cierto que en el mundillo literario se dan trasformaciones drásticas, como en muchos ámbitos de la vida, sucede en las parejas, en los clubs deportivos, etc.

Pero el autor hace una sátira de un hecho y ambiente concreto que él vivió. En concreto la trasformación de un partido ecologista y pacifista, desde el cual defendió la objección de conciencia, que luchó contra la entrada de España en la Alianza Atlántica, etc. y en un congreso celebrado en octubre de 1998 en Sevilla se aprobó el apoyo a la intervención del ejército en el conflicto de Yugoslavia tomando partido por una de las partes. La sátira no nombra nada este hecho, ni alude a las ideas de la no-violencia pero es lo que denuncia y muestra desde la sátira. Tampoco cuenta que por aquel hecho al que se refiere fue ministro de asuntos exteriores en Alemania que era miembro de Die Grünen, Los Verdes, que es por lo que se exige.

Hay también en la novela una referencia a una mujer que hace de musa de la tertulia, que refiere a la primera escisión en España del partido pacifista, por un asunto de faldas, tal como se cuenta en el cuento aludido disfrazando la referencia a la realidad a la que se refiere. De otra manera hubiera sido una denuncia, pero la intención es remarcar algo que sucede, pero referido a un hecho concreto que afecta al autor.

Se establece un paralelismo de los personajes de la obra «Don Quijote», no casual, con la reivindicación de Bernal Díaz, que tras el reparto de las riquezas logradas se queja y escribe: «No anduviéramos como agora de mula coja y de mal en peor, debajo de gobernadores que hacen lo que quieren y muchos de los conquistadores no tenemos con qué sustentar; ¿qué harán los hijos que dejemos?«. Hay que recordar la carta que escribe Lope de Aguirre.

Miguel de Cervantes es ante todo un hijo de su época y un hombre de mundo, atento a lo que sucede y comprometido aun a riesgo de su vida. Durante su juventud se habla en la sociedad del tema de los conquistadores, que trae cola con los pleitos de los conquistadores, sus demandas y un cierto desprecio a la sociedad. Cervantes de Saavedra es un soldado que lucha contra los turcos, que estima la de Lepanto como la más gloriosa y decisiva de las batallas de la cristiandad jamás llevada a cabo: «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» (prólogo de las novelas ejemplares) Bernal entiende, con los viejos conquistadores, que tales son sus batallas que valora como auténtivas epopeyas.

Busca con su obra escrita que se haga justicia histórica e individual, trata de mover la solidaridad y la piedad para que se vea su labor heroica, que no es reconocida ni por parte de las autoridades, sino mínimamente, ni de parte de la sociedad, en gran medida, y menos los soldados que luchan contra el imperio turco, musulmanes. Pero exige justicia, no limosna. Muchos compañeros dejaron sus vidas allá sin otro sepulcro que el vientre de los indios y echa en cara a este respecto que la Nueva España es cuatro veces más grande que Castilla, con minas de gran riqueza que ellos han conquistado, que va a parar a Castilla que con el oro hace armas, barcos para luchar contra el imperio otomano, sin lograr ellos ni bienes materiales ni blasones, lo cual cuenta: «dígolo con tristeza, me veo pobre y viejo». En la obra «Don Quijote» hay una burla expresa en el capítulo en el que se enfrenta a los cueros de vino creyendo ser gigantes con los que combate: «he tenido con el gigante la más descomunal y desaforada batalla», que es lo que repiten los conquistadores del nuevo mundo ante el desprecio que de su actuación se hace en su tiempo. Veremos la respuesta que da en consonancia Avellaneda.

Cuenta Iván Vélez  en su obra “El mito de Cortés” (2016), que circuló una leyenda «urbana» a finales del s. XVI y principios del XVII que acabó siendo escrita por alguien, según la cual cuando Hernán Cortés fue a dar unos legajos al emperador Carlos V, éste no le reconoció y preguntó que quién es. A lo que Cortés contestó «quien ganó para vos más reinos que ciudades habéis heredado». También un romance anónimo que dice «En la Corte estás Cortés / del católico Felipe / viejo y cargado de pleitos / que así medra quien bien sirve«. Lo cual forma parte del magma social en el que vive Miguel de Cervantes.

En aquella época, además de juicios y querellas por el reparto de la riqueza del oro de la Indias de América, aparecen libelos contra Hernán Cortés al que llaman «fray Hernando» y le echan en cara que «todo son quejas». La visión de muchos es que los conquistadores tienen poco mérito al enfrentarse a indios desnudos y desarmados y que fue llegar y coger el oro y apresar a los indios sin que ofrecieran resistencia, lo cual rebaten las crónicas y los testimonios, pero mucho hubo de leyenda negra que tiene como punto de partida el desprecio previo de la misma sociedad española que se benefició de aquel esfuerzo, el cual para muchas personas fue magnificado por los mismos conquistadores.

La visión tan cruel y despiadada de España, que lo ejerce mucho menos que otros países, se asienta no desde la visión de sus enemigos, sino de los mismos españoles, de unos contra otros por envidias, rencillas, desprecio para vanagloriarse otros. Algo tan vergonzante que aún hoy se silencia y pasamos de puntillas haciendo que muchas cuestiones históricas y sociales no se entiendan bien y hace que muchos sucesos cambien su sentido sobre lo que paso realmente.

Y esto rezuma en la obra de don Quijote y Sancho Panza. Por ejemplo, cuando ambos pasean por Barcelona en compañía de Antonio Moreno un castellano increpa a don Quijote acusándole de «dar coces contra aguijones», de lo cual nunca se dijo de los protagonistas de las novelas de caballería, pero sí de los soldados que lucharon en el Nuevo Mundo. La referencia para ello fue lo que Bartolomé de las Casas trascribe del «Diario. Relaciones de viajes» de Cristóbal Colón: «desnudos todos, hombres y mugeres, como sus madres los parió». En algunos pueblos de las islas que descubren en el primer viaje las casadas llevan puestas unas bragas hechas de hilo de algodón, «las moças no». Insiste también en que los pobladores de las Indias no llevan armas, ni las conocen. Pone como ejemplo que cuando les enseñan las espadas y las cogen se cortan con ellas. Es ésta la imagen inicial que se trasmite del lugar al que llegan, sin saber aún que es un nuevo continente.

La obra de Iván Vélez, mucho recopila al respecto de la dicotomía exagerado a favor  a Hernán Cortés y en contra de una manera desaforada. Recuerda el eco que llega al s. XIX con el poeta alemán Henrich Heiner en sus versos: «En su cabeza llevaba el laurel / y en sus botas brillaban espuelas de oro. / Y, sin embargo, no era el héroe, / ni tampoco un caballero. / No era más que un capitán de bandoleros«. Recogen esta visón historiadores que lo presentan como «de temple natural de forajidos». Mientras sus allegados y otras visones del mismo lo comparan a Alejandro Magno por la epopeya que consideran que llevó a cabo, y con el Cid o con Julio César. Bernal Díaz escribe las batallas en las que ha participado él y son, afirma, más que las del emperador romano, citando al final de su obra una por una.

Por un lado el sueño de El Dorado que nunca llegó como tal, por otro la avidez del oro. La creencia de haber descubierto el Paraíso Terrenal, la tierra de las Amazonas o la Cíbola, ciudad legendaria llena de riquezas como parte de un delirio colectivo. Esto se refleja al pie de la letra en la obra de Cervantes, por un lado el afán de hidalguía de los conquistadores, lo que piensan que es exageración de sus hazañas que califican los protagonistas de epopeya, de épica colectiva, en definitiva se enfrentan a gigantes, pero que para muchos en realidad son molinos.

Muchos que se apuntaron a la conquista de la Nueva España creyeron ferviertemente en que iba a ser la tierra del Paraíso que se describe en la Biblia, para otros la Nueva Jerusalén, la tierra de las míticas amazonas y demás fantasías. Para los franciscanos iba a ser la oportunidad de poder establecer la Ciudad de Dios que describe san Agustín y para otros grupos la oportunidad de llevar a cabo la utopía de la que habla Tomás Moro. Los testimonios, el mismo Bernal repite y así escribe al emperador Carlos V, que ha participado en más batallas que Julio César.

Compara la gesta de la conquista a la de Alejandro Magno, al valor de Atila y se ve digno de comparar con los caballeros de las novelas, como Amadís (lo que dice textualmente), identificándose con los ideales caballerescos y con otros de la antigüedad y de la realidad histórica cercana como con el Gran Capitán o el rey Jaime de Aragón. Por un lado el afán de aventura que les lleva a aquellas tierras, por otro la exigencia de títulos y riqueza cuando acaba la contienda. De lo cual se habla en la sociedad, es un tema que está a flor de piel. Bernal echa en cara a su majestad que «ningún emperador habrá ganado nunca tantas ciudades», y expone los riesgos, los peligros, la dificultad de enfrentarse a los Méxicanos y otros pueblos del nuevo continente descubierto.

El desencanto por lo imaginado en torno al Nuevo Mundo adquiere tintes cómicos que Miguel de Cervantes va a recoger en su novela como parodia, con el agravante de que las leyendas se creyeron en su momento y motivaron a muchas personas que se sacrificaron y fueron en busca de grandes aventuras esperando títulos y riquezas por doquier, que no fueron pocas, pero la fantasía se desbocó. Sucedió una alucinación generalizada. Algo que se hizo real real y no sólo anecdótico, es decir la idealización de lo real fue un hecho histórico y su derrumbe también. Formó parte de la mentalidad de le época.

Muchas pequeñas historias que no se conocen, pero que las hay que, por increíbles que parezcan hoy, fueron motor de acontecimientos importantes. Por ejemplo la leyenda de las Siete Ciudades: la ciudad de los Césares, El Dorado, Cíbola, Quiviria… O las que los indios citaron como ciudades míticas, la isla de Aztlán. Se fraguó la historia quimérica según la cual cuando los musulmanes conquistan España siete obispos huyeron a un lugar ignoto. Siglos después, al descubrirse el Nuevo Mundo, reaparece y muchos españoles y de otros países creyeron  que fueron a parar a estas tierras muy ricas en oro y piedras preciosas.

El primer virrey del Nuevo Mundo, Antonio de Mendoza y Pacheco, aprobó la expedición para llegar a Cíbola, el año 1540, capitaneada por Francisco Vázquez de Coronado. Un año antes fue un monje franciscano, francés, Marcos de Niza, acompañado de varios indios para informar de la veracidad de aquel lugar. Este monje llegó como capellán de las tropas de Pedro Alvarado, y describió aquel sitio, que vio de lejos, como un lugar bañado en oro, con cúpulas doradas, lo que luego al llegar la expedición fue un poblado de casas de adobe. Los gigantes de oro fueron molinos de barro. Parece ser que desde lejos la luminosidad de la zona da un  halo dorado al paisaje en determinadas estaciones del año, algo nuevo por aquel entonces para los que llegaron de nuevas a aquellas tierras. A pesar de la decepción, tal fue la obsesión y tanto se obcecaron que siguieron la «aventura» en busca de Quiviria, que tampoco encontraron y de los 800 indios que partieron y 340 españoles al cabo de dos años volvieron cien.

En la segunda mitad del s. XVI la fama de riqueza en Perú hizo que oleadas humanas desde México pasando por Centro América, muriendo en ese periodo de tiempo sobre cuarenta mil españoles. Lo cual supone un impacto en la metrópoli, por lo que no fue un tema baladí.  Muchos hipotecaron sus bienes para financiar tal expedición. Como dice el escritor argentino Dardo Cúneo «la imaginación fue la savia de las aventuras del mundo europeo en América«.

En la biografía de Hernán Cortés que hace Salvador de Madariaga podemos leer: «Los españoles vieron por primera vez (1519) la Meca de su azarosa peregrinación; las llanuras con sus dos lagos y sus treinta ciudades que surgieron a la vista del sol de México, evocando en ellos las ciudades encantadas de los libros de caballería«. También recoge algo significativo en relación a lo que estamos planteando: varios jinetes que se adelantaron para ver la ciudad Cepoal, que llamaron «Sevilla» por su riquezas, informaron de que las paredes de las casas eran de plata, y así se lo contaron a Cortés. resultó que fueron blanqueadas recientemente con cal y tierra blanca, lo cual advirtieron Marina y Aguilar, los traductores de los conquistadores, que «tuvieron a  bien que reír de su plata y frenesía«. Cuando esto se contara años después en la metrópoli daría también lugar a  risas. este tipo de anécdotas y noticias se contaban de boca a boca y pasaba mucho tiempo en llegar de las Indias a España.

La parodia de Cervantes, en la que se burla de esto haciendo una caricatura, poco tiene que ver con las novelas de caballería, donde los caballeros esforzados se batían en armas con gigantes de verdad, aunque no existieran, sí en la novela. Y si alguno se transformaba lo hacía como tal, no por ser otra realidad, como sí se reitera en los conquistadores ávidos de fama y riqueza que imaginaron más de la cuenta, gracias a lo cual realizaron su afán, aunque la mayoría quedase en el camino. Lo mismo que azuzar a la aventura con promesas de tierras y de títulos. Algo sobre lo que de un lado y de otro ironiza el autor que crea los personajes don Quijote y Sancho Panza, sobre la base de hacer al escudero gobernador de una ínsula. ¿En qué novela de caballería aparece este aspecto del que se burla Cervantes?, paga a Sancho con futuros bienes, propiedades, o le paga en especies como ovejas. Esto sólo lo encontramos como hecho intrahistórico con los conquistadores de la Nueva España, a las que el capitán Cortés promete grandes tesoros, encomiendas, tierras, en definitiva riquezas futuras. Incluso cuando en un principio reparte el oro que ha recibido de los pueblos a los que llega, se lo pide a los soldados conquistadores para poder impresionar el rey Carlos. Avellaneda va a responder cambiando al personaje protagonista, que paga con dinero contante y sonante a su escudero y en los mesones a los que va. Lo cual no deja de ser harto significativo.

Otro ejemplo lo vemos en un pasaje que escribe Bernal Rodríguez del Castillo treinta años de que Miguel de Cervantes editase su obra magna, tiempo  durante el cual circuló en forma de manuscrito y contándose las historias del Nuevo Mundo  en forma de anécdotas y leyendas, en no pocas ocasiones con cierta retranca e ironía en lo que es el lenguaje oral. Pero es preciso observar semejanzas con la obra del Quijote, que es de suponer, dicho con toda ironía, que no fue Bernal quien copiara a Cervantes. Ni quizá éste, sino que recogiera historietas que se contasen, que fueron informadas como ciertas y así lo recoge el soldado conquistador, cuando narra que el ser hechos prisioneros una comitiva de los soldados y un cura que fueron de parte de Pánfilo Nárvaez, a las órdenes de Velázquez, gobernador de Cuba, a detener a Cortés los soldados de éstos que estaban en Veracruz, con el capitán Sandoval al mano, les detuvieron y llevaron a presencia de Cortés. Les portaron indios a cuestas en «hamaquillas de redes«. Al ver tantas ciudades y pueblos grandes «iban pensando si era encantamiento o sueño«. Lo cual recrea Cervantes en su obra, que no tanto de novelas de caballería, en las que tales episodios le son ajenos. No así con lo que se contaba de los conquistadores y que consta por escrito, en lo que hay no poca relación.

Lo cual no fue sólo una cuestión de riquezas, también de salud. Como cuando a la luz de las ensoñaciones Ponce de León, natural de Valladolid, se desplazó desde Puerto Rico al lugar que sería años después la primera ciudad del futuro Estados Unidos, San Agustín, en busca de la Fuente de la Juventud para «recuperar nueva savia» en su cuerpo que acabase con sus dolores, enfermedad y vejez. Creyó las leyendas sobre la ferocidad de los indios de la actual Florida y dedicó sus últimos años de vida a buscar el agua «que tornara jóvenes a los añosos«, año 1521. Buscó gigantes y se encontró con que la mayor parte de la expedición murió en el intento. Sus descendientes lucharon por sus «ínsulas» particulares, en forma de reconocimientos, tierras, encomiendas y gratificaciones materiales. Fueron conocidas y parodiadas los ofrecimientos permanentes de Hernán Cortés a sus soldados, con el fin de animarles, repartir territorios en ducados, marquesados y condados para ellos, lo que nunca se llegó a materializar.

Bernal no deja de quejarse por él y en nombre de sus compañeros que quedan vivos y por la memoria de quienes murieron, harto de que se sublime y digan lisonjas de unos capitanes y se abaje a otros, a muchos que ni se les nombra, como la crónica que hace Francisco López de Gómara, a quien refuta muchos datos a lo largo de su obra: «Cuan poco sueldo hasta agora he ganado yo y otros hidalgos que en mi compañía andan y el poco provecho que hemos conseguido«. Exige, a modo de Sancho, la fama y hacienda que merecen.

Cervantes, pienso se burla de esto y hasta de la derrota, que no toma en serio las batallas de ultramar, convirtiendo a su personaje hidalgo en el Caballero de la triste figura, en relación a la «noche triste» como se conoció en su época la retirada de Cortés y los suyos de México, en la obra de Cervantes se crea  otra derrota cuando unos pastores dan una paliza a don Quijote tras atacar a un rebaño de ovejas y pasa la noche en vela con Sancho a su lado y reclamando éste su ganancia. Lo que asemeja al retiro del personaje Amadís cuando por razones de amor se retira al bosque y se hace llamar Belltenebrós, el «bello triste», pero este paralelismo parece orientarse a su parodia, pues encaja con la mentalidad de entonces que él representa.

Lo que Cervantes realiza, lo cortés no quita lo valiente, con gran maestría, ironía y sorna, satíricamente. Pero no por ello hay que dejar pasar de largo, que la escena de la matanza de ovejas en el año 36 aC. aparece en una narración de la obra «Sátiras» de Horacio, siendo Cervantes ávido a la lectura de los clásicos, como lo comprueban sus abundantes citas. En dicha obra se recoge que Príamo cuenta que Ayax, el héroe griego más grande después de Aquiles, «estaba loco: masacró mil ovejas gritando que eran el ínclito Ulises, Melenao y yo mismo a  quienes mataba». Algo que no sucede ni parecido en novela de caballería alguna, que repito, es de lo que disfraza a los conquistadores Cervantes en su novela. Como enseña Antonio Cortijo Ocaña (2002): «Carnavalizar para parodiar«. Bajo este prisma hay que entender cuál es el fondo de la obra «Don Quijote de la Mancha». Si para Martín de Riquer la novela «Don Quijote de la Mancha» es una sátira y una burla, que según él recaen ambas funciones en la novela de caballería, pienso que Cervantes satiriza a los conquistadores y se burla de los caballeros andantes literarios.

Tal coincidencia no es única, lo que hace de la obra de Cervantes una novela de época al recoger su acervo cultural y literario. En el ensayo de José Manuel Lucía Megías, «De los libros de caballería manuscritos al Quijote», se recoge el personaje de una mujer tratada con humos en una novela de caballería, cuya difusión fue grande: la duquesa Remolina, que siendo un adefesio a los ojos de todas las personas, ella se cree muy bella. hace batirse a sus caballeros para obligar a los perdedores a decir que es la más bella del lugar. Lindoniso evita el premio  de un combate, al consistir en intimar con ella.

Una mezcla de humor y burla escrita como tercera parte de «Flirambel de Lucea, antes de 1549, de cuya obra sólo se conservan algunos capítulos y el tomo VII. Los otros personajes se ríen de la «loca duquesa», tato que uno dicen «no sentía el camino tras la respuesta del Emperador». Al defender su belleza por la fuerza de las armas se ironiza y cuestiona la validez de la justicia  por la sentencia de armas  que se fundamente en el honor. Megías apunta que pudiera ser «una fuente del Quijote». De esta manera observa que los libros de caballería castellanos usaron claves que luego sirvieron a Cervantes, como la socarronería. es algo muy del carácter castellano. Por ejemplo en la tradición belenística es cuando se difunde en Castilla que se introducen figuras anecdóticas como la del pastor que hace sus necesidades, al que se le cae la mula, el rostro de san José hecho feo por haber dudado de la virgen, etc. Aunque el libro de la duquesa remolina no se imprimió, sí tuvo una gran difusión mediante copias y lecturas en público. Lo que fue un personaje en aquella novela, fue la trama central del Quijote.

Observemos la ironía cuando la duquesa pide en su carta a Teresa, la mujer de Sancho, bellotas a cambio del collar de perlas que ella le regaló. Una alusión, se puede entender, al trapicheo de los conquistadores con los indígenas, que cuando éstos regalan oro y piedras preciosas o plata, aquellos dan baratijas. Tal parte de la novela carece de sentido de otra manera en la novela de Cervantes. ¿Por qué, a cuento de qué? Sancho Panza al dejar su cargo de gobernador en la ínsula de Baratalia advierte que «se subió sobre la torre de la ambición y la soberbia«, de lo que fueron acusados los conquistadores una vez adquirieron cargos en el Nuevo Mundo, nunca así los protagonistas de las novelas de caballería, más bien lo contrario. Insiste Sancho, que en contra de lo que es costumbre él entró al cargo sin blanca y sin blanca sale «bien al revés de como sucede sobre los gobernadores de otras ínsulas».

Los conquistadores de la Nueva España acaban por considerarse a sí mismos hidalgos, por entender que no es por herencia, sino por derechos propios y exigen las bondades que goza la nobleza en la península. Vemos que se siembra la semilla de las rebeliones a posteriori de los criollos para la independencia de aquellos territorios. Para aplacarles las autoridades del Imperio les conceden la «hidalguía de notoriedad», que es a través de un oficio, por el cual van a obtener riqueza. Carlos I no cumple sus promesas a los conquistadores que luego Bernal reclamara por carta al heredero del imperio Felipe II. Ya Hermán Cortés echa en cara al primero «¿Es que su majestad no tiene noticia de ello o no tiene memoria?».

Salvador de Madariaga define a Hernán Cortés como un hidalgo, lo compara con las mismas palabras que el mismo Miguel de Cervantes aplica a su personaje de la Mancha: «De la lanza en astilleros». Le asemeja a don Quijote en cuanto hombre que se bate en la encrucijada entre las armas y las letras, algo que afecta también a Cervantes. Cuando el año 1509  el hijo de Cristobal Colón, Diego, desembarcaba como virrey n las Indias, el cronista describe: «Muy bien acompañado é su casa poblada de hijosdalgo». Así en el séquito de la virreina Mª. de Toledo, sobrina del duque de Alba, remarca que con ella venían algunas dueñas é doncellas hijasdalgo.

Va más allá este ensayista cuando afirma en la biografía que hace de Hernán Cortés que el mozo que va a la guerra, en la segunda parte del Quijote, que habla con éste y al que Madariaga se refiere como «la reencarnación de Cortés«. Insiste mucho en el abolengo de la familia de Hernán, en cuanto que de parte de padre y de madre eran hidalgos, muy antiguos nobles y honrados, como así lo refiere el cronista y capellán de Cortés, Gomara. También Las Casas lo refiere.

Madariaga relaciona este dato: «Su vida retirada de Medellín no puede ser muy distinta de la de los hidalgos de España que vemos vivir en las páginas de Cervantes». También recoge una cita del cronista de la Nueva España e historiador Francisco Cervantes de Salazar, que es relevante para lo que venimos analizando, en cuanto a la similitud del personaje de la novela de Miguel de Cervantes con Hernán Cortés, cuya crónica, a parte de muchas cartas que circularon en España de las que escribió a cargos importantes y a conocidos suyos.

El Nuevo Mundo tuvo una gran repercusión un siglo después y despertó el interés en la sociedad europea al haber sido un acontecimiento que cambió la visión del mundo. El escrito de Cervantes de Salazar sale a la luz cuando el autor de don Quijote tiene veinte años y se va a Italia, pero todas estas escrituras tardan en circular, en ser leídas, comentadas y habladas entre la gente. El Cronista Cervantes de Salazar escribe, según recoge Madariaga que mientras se curaba Hernán Cortés de sus enfermedades cogidas en el «campo de Venus» soñó que se cubría de ricos paños y de  muchas gentes extrañas, que aun sabiendo que como buen cristiano no había de hacerlos caso, sí advierte que coincidía con lo que pensaba, lo cual «con gran cordura encubría por no parecer loco» y recoge que comentaba a sus amigos su afán de ser famoso y conocido: «había de comer con trompetas o morir ahorcado». Siendo la fama otra de las pretensiones del caballero de la Mancha. Con esto que aludimos no se indica relación de causa y efecto, sino el enorme cúmulo de coincidencias.

Insiste Madariaga, en no pocas ocasiones, sobre el «espíritu quijotesco» de Cortés, cuando más bien sería al revés: es el espíritu de Hernán Cortés el que retrata Cervantes con don Quijote. Lo mismo los soldados-caballeros, como también les denomina este historiador Madariaga, que recoge una cita de uno de ellos, Bernal Rodríguez, que en su memoria de la conquista alude: «Veníamos a deshacer agravios e robos, es que para ellos nos envió a estas partes». Una copia manuscrita de esta obra llegó a España en 1575, siendo habitual la circulación de manuscritos que se reforzaban en la trasmisión oral de lo que se leía, posiblemente con las correspondientes deformaciones, tanto exageradas como algunas propias de la invención del emisor. Se editó en 1632. A parte las expresiones que usó Bernal son propias de las que se usaron en estos ambientes y como forma de contar. Algo que pudo haber cogido Cervantes.

En el mismo sentido el escritor mejicano Carlos Fuente escribe: «Los hijos de Erasmus se convierte en España y la América española en los hijos de la Mancha», cuando efectivamente hay una relación clara. Pero por un sentido cronológico en verdad son los padres del de la Mancha. Para Milán Kundera son Quijote se convierte en un arquetipo junguiano de lo español, cuando sucede lo contrario, es el arquetipo «español», o mejor: el arquetipo hijodalgo es el que recoge y penetra en don Quijote. Un arquetipo que el mundo de los conquistadores (hijodalgos) lleva a su máxima expresión y desarrollo, lo cual Cervantes va a dibujar en su novela. Ésta clave y la del enamoramiento son los dos pilares para poder entender y valorar la grandeza de esta novela, en lugar de novelar interpretaciones, que especulan académica y literariamente sin llegar a la esencia vital de esta obra.

Los descendientes de los conquistadores van a defender el mérito de su hidalguía que ganaron por las acciones y méritos en la conquista sus padres y abuelos y no por nacimiento basadas en herencias medievales. Fray Jerónimo Román (1575), anota Vélez, reclama en su obra «República de las Indias», referida a la cultura peruana, que los conquistadores de la Nueva España y Pirú son hidalgos, que merecen el pago de 500 sueldos. Si bien es cierto que no pocos conquistadores fueron hidalgos de por sí. Tema éste recurrente como veremos más adelante. Lo cual hace que pensemos el que don Quijote sea hidalgo es en relación a este asunto, lo cual en su época fue  un asunto de primer orden.

Es algo que estuvo presente en los tiempo en que Miguel de Cervantes escribe. Hasta el punto de que en sus primeras obras de teatro alude al hecho en el prólogo a sus obras en relación a Argel, al indicar que siendo mejores las embarcaciones españolas respecto a las de los turcos, de que pudieron escapar de sus persecuciones, no fue así porque mientras que los enemigos soldados y remeros se pusieron a una para remar, los españoles por su sentido de hijodalgo al ser soldados no arrimaban el hombro. Lo cual fue condición de la hidalguía. Ya medio siglo antes cuenta la crónica de Cervantes de Salazar, sobre la fundación de Nueva España, que cuando Hernán Cortés designó a soldados para que hicieran de remeros ante la falta de los mismos, «protestaron aduciendo razones de hidalguía; remar era oficio de galeotes y gente de baja condición» (Miralles, 2010). Tuvo que imponer su autoridad.

No son hechos que tengan que ver, sobre lo que critica Miguel de Cervantes en sus obras teatrales sobre Argel, sino que formó parte de una mentalidad «caballeresca», que sí da lugar a un entrelazamiento tal como exponemos. Eñaga (1966) recuerda en su Historia de la iglesia española en América que varias misiones creadas en Chile el año 1615 tuvieron que cerrarse  porque los padres de las jóvenes , insuflados de hidalguía y alcurnia, preferían ver pobres a sus hijas que trabajando en un telar, «actitud muy explicable por aquel entonces», explica el autor.

Pero la analogía es mucho mayor, hasta el punto de que los dos personajes de la obra de Cervantes, don Quijote y Sancho, pudiera ser la misma desglosada, como decimos los conquistadores antes y después de la conquista. El historiado mexicano Juan Miralles, en si biografía (2001) sobre Hernán Cortés, explica que los conquistadores, como el mismo Cortés, fueron escuderos de entonces aclarando que fueron aquellos hombres de cierto relieve social cuyo anhelo fue armarse caballeros con el fin de subir en la escala social.

No lo fue Díaz Bernal, pero sí Alvarado, Sandoval. Olid, Ordaz y más. Pero mientras el caballero de entonces fue el que formaba parte de las Órdenes de Caballería, de un poder tal en aquel entonces que formaron parte de la estructura misma del Estado. Sólo el rey pudo armar caballeros por entonces, para la defensa de castillos y zonas fronterizas con los moros, con tal influencia que para consolidar más tarde el Estado plenipotenciario tuvieron que ser suprimidas. La máxima aspiración de los hombres de armas fue la de ser ennoblecidos con un escudo de armas. De hecho Bartolomé Las Casas llama a Hernań Cortés unas veces «escudero», en el sentido que se explica Miralles, y en otros momentos «bachiller en leyes», que parece ser empezó a estudiar en Salamanca. También al hijo del conquistador, Martín, que tuvo con Malinche le nombra como «pobre escudero». esto es significativo, porque hay un sentido de las palabras que se nos escapa en la actualidad, que cambia de antes de la obra «Don Quijote» y después.

Hernán Cortés solicitó el ingreso en la Orden de Santiago. En los juicios posteriores a la conquista en Sevilla rechazó a varios testigos por ser hijos de pescadera o a otro por haber trabajado de calcetero y se admitió tal rechazo. Al hijo de Hernán Cortés, Martín, se le admitió en la Orden de Santiago, a pesar de que su madre fuera india. Que el personaje don Quijote fuera un hidalgo y Sancho escudero tiene en su época mucha intensidad y es una alusión directa a una manera de ser, más allá de las novelas de caballería. Escribe Juan Miralles: «La mentalidad de los soldados de Cortés que, como esparcimiento, tenían la lectura de novelas de caballería; La caballería andante había terminado, pero quedaba una cierta nostalgia por ella, que se traducía en que se mantuviera en boga las novelas de amadises y palmerines, de hecho el gusto por ellas se mantuvo hasta mediados del s. XVI, en que su lectura en Indias fue prohibida«.

Otro dato que aporta Miralles,  que me hace relacionarlo con lo que venimos exponiendo, es que el año 1519 el monarca concede a Bartolomé Las Casas la franja de la costa de Venezuela para experimentar una colonización por medios pacíficos. va con trescientos labradores que portan una cruz, habiendo sido todos ellos ennoblecidos como Caballeros de la Espuela Dorada, cuya distinción obtuvo expofreso para ellos. Se encontraron que el territorio ya estaba ocupado por españoles. Las casas fue a solucionar la cuestión, y en su ausencia los indios mataron a todos los nuevos colonos, los «labradores de la Espuela Dorada».

Hidalgos fueron Olid y Núñez de balboa, que por derecho de hidalguía no fueron ahorcados, sino decapitados. Ser hidalgo fue un orgullo feroz, que entre otras características fue que les estuvo vedado trabajar con las manos. Pues para serlo las exigencias fueron no haber desempeñado trabajo manuela alguno o considerado bajo, ser hijodalgo y cristiano viejo, no tener antepasado judío o moro hasta tres generaciones anteriores.

De aquella Bernal se queja de las crónicas, como la del cronista oficial López de Gómara, que hacen intervenir en las batallas al apóstol Santiago con su caballo blanco y al que dan el mérito de la victoria, a quien él no vio y sí a mucho esforzado soldado, que muchos murieron y él sintió el dolor de las flechas, de lo que no hablan los cronistas del reino. Hubo, no cabe duda, controversia, porque también desmiente los informas del padre fray Bartolomé de las Casas, a quien acusa de hacerlo para sacar prebendas, si bien reconoce que hubo abusos y los cuenta, pero que también fueron castigados, y dentro de una situación de guerra en un territorio desconocido.

Tras leer «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» que escribe Fray Bartolomé de las Casas, me parece la obra de un fanático, que no miente, sino que delira sobre la base de exageraciones, que no es que se crean o no, pues carecen de contraste ni están documentadas la mayor parte de las acusaciones que hace, sino que no son creíbles. Parte de hechos deleznables, ciertos, pero en una exposición narrativa incoherente y  describe imaginaciones. Entre otras cuestiones silencia lo que fue una certeza entonces y que se ha demostrado, como es la práctica del canibalismo ritual, hasta el punto de narrar que los indios iban con redes para llevar su poca comida frugal, cuando es donde trasportaban a los conquistadores que caían en sus «redes».

Este debate y tales informaciones y desmentidos adquirieron gran intensidad en España durante el tiempo en que Miguel de Cervantes se dispone a escribir su gran obra. Sobre los estudios de la capacidad psicológica para informar de Las Casas hay muchos análisis que lo califican de delirante y paranoico, como son las conclusiones de Ramón Menéndez Pidal, el mexicano Esquivel Obregón, el argentino Rómulo Carbia, el peruano Porras Barrenchea y más. Según estudia el profesor de Filosofía Social, Vidal Abril Castelló, «las acusaciones de Las Casas se ven superadas por el equilibrio y ponderación de una nueva generación entre los que figuran los más lacasistas de la escuela de Salamanca».

Además Bernal va a poner el dedo en la llaga cuando afirma que se hace todo tipo de reconocimiento a los soldados que han luchado contra el Islam para quien hubo dinero, armas, gracias al oro que ellos mandaron de ultramar, que fue logrado a fuego y sangre. Esto no le es ajeno a Miguel de Cervantes. No siendo pocos los estudiosos que ven gran paralelismo entre la obra «Don Quijote de la Mancha» y la escrita por Bernal, como testimonio, el cual es parodiado, caricaturizado, insisto porque hay un gran recelo entre los soldados conquistadores del nuevo mundo y los que entran en batalla contra los turcos musulmanes. Cervantes no responde a Bernal, cuya obra probablemente no llegó a conocer, sino al ambiente de los conquistadores y especialmente de sus descendientes. Autores que han observado tales coincidencias, pero que en ningún caso lo han asociado como fondo de lo que escribe Cervantes son Alberto Rivas Yanes (1997); Walter Mignolo (2005); Ángel Delgado (2009) y Rolf Ebercuz (1991) estudiosos como historiadores y filólogos analizan la obra de Bernal y Cervantes encontrando similitudes importantes como que se autocritican desde la misma obra creando una especie de meta literatura, no siendo algo usual. Y la coincidencia de muchas expresiones. Cervantes fue conocedor de todo este entramado de quejas y noticias, pero toma partido.

No hay que olvidar que Hernán Cortés, ya con cierta edad para demostrar su valía como soldado fue a la conquista de Argel, (1541) defendida por el almirante turco otomano Barbaroja. Bernal alude a que soldados que han participado en batallas entre cristianos, contra el rey de Francia y en breados en batallas contra el Gran Turco se ven desbordados sin embargo al luchar contra los Indios en México, dando fe de la dificultad de su empresa. ¿Por qué esta insistencia si no?

Hernán Cortés se vio despreciado por el emperador que no siguió sus consejos al acompañarle contra Argel, después de todo lo que hizo. En Nueva España Hernán Cortés gozó de gran prestigio, pero no en España, donde tuvo muchos detractores. Lo cual hizo que quisiera limpiar su nombre ante el Consejo de Indias, responder a los ataques sufridos injustamente y reclamar sus propiedades. Se le consideró un mendigo de cargos y prebendas, porque no se dio crédito al esfuerzo y riesgo al que se enfrentaron. Todas esas intrigas cortesanas contra él y los suyos las recogió Cervantes posicionándose, siendo Sancho Panza claramente un retrato de ellos, frente a la imagen caballeresca que ellos se dieron a sí mismo y que se manifiesta en don Quijote. Sin ver este fondo la obra de Cervantes es más un mito que literaria, que se refuerza para no ver la realidad histórica y psicológica de donde proviene nuestra sociedad y también para entender la obra literaria.

Gracias a una referencia de Martín de Riquer en su obra «Para leer el Quijote» he reparado en algo que pasé por encima, y sin embargo en una segunda lectura veo de gran importancia destacar en esto que venimos tratando, porque es una referencia más que no debemos pasar por alto.

En la segunda parte, estando don Quijote en Barcelona, mientras que visita una galera con Sancho, invitado por el virrey de esta ciudad, Antonio Moreno, ven acercarse un bergantín turco. Don Quijote siempre tan valiente resulta que «se estremece y encogió de hombros y perdió el color del rostro». Es una manera de llamar cobarde a quien se refiera, pero tengamos en cuenta que los protagonistas de las novelas de caballería luchan contra moros y musulmanes. Luego resulta que en la novela de Cervantes no va en son de guerra tal embarcación, pero de un disparo mataron a dos soldados cristianos. Se burla de los caballeros andantes, pero humilla y desmitifica a los conquistadores. ¿Por qué cambia si no la actitud valerosa del hidalgo caballero, capaz de enfrentarse a un león, a ejércitos y gigantes y a todo tipo de peligros?.

Luego don Quijote cuando ha pasado el combate oye decir que hay que ir a Argel para liberar a Gaspar Gregorio, a lo que se ofrece: «Sería mejor que le pusieran a él en Berbería con sus armas y caballo, que él le sacaría a pesar de la morisma«. Nadie le hace caso. Hay dos cuestiones muy relacionada con los conquistadores del Nuevo Mundo, la importancia que destaca de los caballos como arma, que sin embargo en la guerra contra los moriscos pierde su potencial decisivo como fue en las Indias cuya función fue clave. Y que no le hagan caso fue exactamente lo que ocurrió a Hernán Cortés cuando de vuelta a España quiso mostrar su valor yendo a la guerra contra Argel, sin que nadie le tomara en consideración. Cervantes se burla y es otra forma sutil, pero clara de responder a la obra de Alonso de Avellaneda.

Por otra parte al ser derrotado don Quijote por el caballero de la Blanca Luna decide hacerse pastor, pasando a llamarse «Quijotil» y Sancho al acompañarle «Pancino». Al volver a su hogar por el territorio de los duques que se burlaron de él y de Sancho, al que le hicieron creer que gobernó una ínsula, tuvo lugar la «cerdosa aventura«, atropellado por una piara de cerdos. Hernán Cortés dedicó los últimos años que estuvo en Nuevo México a hacer negocios con la cría de cerdos, ovejas y plantaciones de maíz y de patatas y experimentó con el trigo en grandes extensiones de tierra. Una faceta que apenas hoy se conoce ni se cuenta, pero sí en su época y en la siguiente que es la que vive Cervantes. A través de las novelas de caballería ridiculiza y desprestigia a los conquistadores de las Indias. es difícil que sea casual tanta coincidencia. Ya que no estamos manifestando una interpretación, sino analizando datos concretos que aparecen en la obra que escribió Cervantes, en una época en la que el tema de los conquistadores estuvo a flor de piel, defendidos y reivindicando sus prerrogativas los descendientes de los mismos. Algo que no tiene en cuenta la obra escrita por De Riquer.

Adriana Arriagada Lassel ha estudiado la relación de Cervantes con el mundo de las Indias. En «El licenciado Vidriera» cita México, al referirse a esta ciudad como una «ciudad de América, espanto del mundo nuevo». Y corrobora que de México el autor de don Quijote no supo decir más que era una ciudad sobre canales, “versión que hace pensar en una posible lectura de crónica o cartas antiguas, cuando la conquista por Cortés y sus hombres“. Ya que “De lo americano fue, sobre todo, la visión que dejan los relatos orales y algunas lecturas”. Cita a Jorge Fernández para entender que «puede afirmarse que lo que se pensaba, lo que se decía en las conversaciones de mesones y posadas, está latente en el Quijote», también en sus novelas cortas y en su teatro.

¿Cómo no va a rezumar el tema de los conquistadores en el ambiente de Miguel de Cervantes tan cercano a los focos de las tertulias y ambientes cortesanos, interesado de primera mano, cuando es reconocido que influyó tremendamente en la última obra que escribió William Shakespeare? Llegando más tarde dicho debate a Inglaterra, sin la intensidad con que se vive en España y sin la rivalidad entre soldados y capitanías de diferentes guerras coetáneas. ¿Por qué nada se dice al respecto en España? Quizá porque se mantenga un hilo conductor de modelo que se impuso y que perdura. Pensemos que la obra «Don Quijote» al año de salir de la imprenta de Sevilla la primera parte  se leyó en México, donde fue un gran éxito. Los estudios de Enriqueta Vila Vilar, doctora en Historia de América y miembro de la Real Academia Española de Historia, confirman que «Cervantes tuvo más contacto del que se ha dicho con los grandes comerciantes de las Indias», no en balde trabajó en La Puebla de Cazalla (Sevilla) en 1593 como comisario del proveedor de las flotas de Las Indias.

Como comenta el filólogo Ángel Luis Pujante, la obra de Shakespeare “La tempestad” (1611) se inspira en un naufragio ocurrido el año 1609, en pleno debate en Inglaterra sobre el descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo. En esta obra aparecen los problemas de relación con otros culturas y de quienes son recién llegados y los nativos, la convivencia o sometimiento, la posibilidad de crear un nuevo orden social. Un debate que está en pleno auge en la sociedad inglesa del s. XVI. ¿En España no? Se quiere ignorar porque obliga a replantear muchas cuestiones históricas, muchos mitos establecidos culturalmente que se habrá de revisar.

Pensemos que el descubrimiento del Nuevo Mundo fue algo impresionante que trascendió las fronteras y adquirió una gran intensidad. Por ejemplo el primero Sohugún que gobernó Japón de 1600 a 1605, Tokugama Leyaru, siguió con mucho interés la intervención de España en América, de como se adueño del nuevo continente y que llegó a las islas Filipinas. Le causo temor que pudieran llegar los soldados españoles a sus puertos. Tuvo resquemor del Papa al tener la potestad de proclamar y quitar a monarcas. Las consecuencias fueron cerrar los puertos a las embarcaciones extranjeras y expulsar a los misioneros católicos.

Poco se conocen las comedias sobre el nuevo mundo de Lope de Vega, que por un lado celebran la conquista y por otro  expresan el sentimiento de culpa. Su obra «Los guanches de Tenerife» (1606) es un canto a la grandeza imperial de España. También un autor francés, Montaigne, escribe sobre esta temética, con su obra «Los canívales» (1603). José M. Martínez Torejón, pofesor de la universidad Autónoma de Barcelona, aprecia: «En la comedia de Lope las injusticias del colonialismo se resuelven en reconcilización, y no deja de sorprender el parecido con que Shakespeare plantea las mismas cuestiones en «La tempestad» (1611)».

Desmiente tal desinterés por parte de Miguel de Cervantes lo que el personaje Sayavedra, de la primera obra que escribió tres años después de finalizar su cautiverio Cervantes, «El trato de Argel», siendo este personaje su alter ego, con el que manifiesta su desprecio y minusvalora lo que luego ridiculizará, pero que ya manifiesta su parecer, sin lugar a dudas: «Los negros indios con sus clavos / reconocen honesto vasallaje, / trayendo el oro acá de sus rincones / despierta en tu real pecho coraje / la desvergüenza conque una bicoca / aspira de continua a hacerte ultraje. / Su gente es mucha / más su fuerza es poca, desnuda, mal armada / que no tiene en sus defensas muro o roca«. Su intención final con este guion teatral es que se deje la conquista de Portugal y se libere a los 15.000 presos en Argel. Pero vemos como quita mérito a los conquistadores y les acusa de hacer ultraje. Es un tema, pues que conoce, le interesa, y más como soldado.

Pero es que además Cervantes cita al «cortesísimo Cortés»  en la obra «Don Qujote», al comienzo de la parte II, cuando esperan el caballero de la Triste Figura y su escudero hacer la tercera salida. Hablan ambos y en una disertación de don Quijote sobre la fama  se pregunta «¿Qué barrenó los navíos y aíslo a los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo?» Vemos que lo de «cortesísimo» tiene cierta doblez, al ser famoso el conquistador por sus «conquistas» como seductor de mujeres, de ahí ser «cortés«.

Lo comenta Cervantes en boca de don Quijote en cuanto a la búsqueda de la mala fama, frente a otra «fama buena» como la de los santos que anota Sancho, que es fruto de la generosidad, matiza don Quijote. Lo dice porque considera que hay personas que para pasar a la posteridad destruyeron  grandes obras o mataron a personajes históricos para que su nombre se perpetuara a lo largo de los tiempos, pero todos supieron en aquella época que fue el mismo Hernán Cortés, quien «quemó» sus naves, lo que se vio como un sentido heroico, pero que para Cervantes fue para labrar la fama sin más, «fruto de la soberbia». Ésta y otros «gigantes» como la envidia, la pereza, la ira, la lujuria y lascivia es, dice, lo que han de matar los caballeros. Estos dos últimos «gigantes» con «la lealtad a quien hemos hecho señora de nuestros pensamientos», lo cual es una clara alusión a Cortés.

Precisamente Bernal Díaz del Castillo escribió su obra sobre la verdad de la conquista de la Nueva España, para entre otras cosas desmentir este asunto de quemar las naves, pues lo que se hizo fue abarrancar y esconder los tres navíos para que se incorporasen a la expedición los marineros y apoyaran a los soldados conquistadores, pues podrían atacarles y necesitaban más personas al iniciar la andadura a no se sabe qué territorio desconocido. Fue una decisión consensuada con la tripulación, para evitar, además que pudieran robarlas. Es un asunto que estuvo por aquel entonces en la voz del pueblo, en las habladurías de la gente a modo de leyenda urbana. Sancho pregunta a su amo que dónde están agora esos caballeros que ya son muertos. Don Quijote responde: «los gentiles en el infierno; Los que fueron buenos cristianos o en el purgatorio o en el cielo». Ya en la novela ejemplar «El licenciado vidrieras» Cervantes contrapone la ciudad de Venecia con sus canales a la de la Gran México, que también tuvo sus calles de agua. Venecia es una admiración, la de América un espanto del mundo nuevo.

En su afición a hacer juegos de palabras, Cervantes vuelve a dar pistas sobre eso que «no dice». Cuando la duquesa expresa a Sancho Panza, cuando le ha ofrecido la gobernación de una ínsula: «habéis aprendido a ser cortés en la escuela de la misma cortesía… Levantaos Sancho amigo que yo satisfaré vuestras cortesías… y (el duque) cumpla la merced prometida del gobierno».

En la escena de la cacería que organizan los duques, Sancho participa montado en su burro. Leemos: «Don Quijote de puro cortés y comedido, tomó la rienda de su palafrén, aunque el duque no quería consentirlo…». Poco comedido fue Hernán Cortés, lo que da un tono de retranca, a algo que en la época en que escribe y se lee  la obra magna de Cervantes, en cuanto a que los conquistadores fueron más a una cacería que a una guerra de verdad, algo que quisieron contestar y desmentir los conquistadores, como repite Bernal Díaz del Castillo, que ve en esta interpretación falsedad y algo descabellado.

Cuenta una versión diferente de los hechos, en contra lo que pulula como opinión. Refiere Cervantes a perros en la cacería, que parece denuncia lo que corrió como historia tras los escritos de Fray Bartolomé de las Casas, en cuanto los conquistadores solieron llevar perros para perseguir y matar y comer a los indios, incluidos niños y mujeres. Los indios cierto que tuvieron miedo de ellos, y lo que pudo ser un acto de crueldad puntual se creyó fue algo frecuente. Lo que dio pie a hablar de ir a la cacería de indios.

Sancho insiste en que la cacería «consiste en matar a un animal que no ha cometido delito alguno«. A continuación don Quijote hace una apología de la caza, pero como una imagen de la guerra, que él defiende contra el infiel. Así en la misma escena Cervantes traslada el sarcasmo a un terreno propio que nombra y defiende, al oírse en el bosque infinitas cornetas durante la cacería y otros instrumentos de guerra, como de muchas tropas de caballería. Se oyeron gritos de moros, los lelíles, como cuando entran en batalla. El duque pregunta «¿qué gente de guerra este bosque atraviesa?» Sancho alude a esperar como en Flandes (la otra guerra seria y real contra los protestantes al igual que contra los moros agarenos, dejando una imagen de «cazadores» para los conquistadores de la Nueva España).

Se acusó a los conquistadores, y tal fue su fama (mala) de llamar «guerra» a lo quen no fue tal. Lo que desmiente Bernal Díaz, que nombra al final de su obra una por una, comparando su gesta y epopeya, según él, con las del emperador Julio César. Incluso se increpó a los conquistadores de querer llamar guerra a sus abusos para dar forma legal al hecho de lograr esclavos, que es o por compra o por guerra. Por aquella época en que vive Cervantes de joven y a la vuelta de Argel, fue un tema social de calado popular, hasta el punto de que hubo cantos y romances que compararon a Hernán Cortés con Nerón.

Cervantes escribe su obra en tiempos de la generación de hijos y nietos de los conquistadores que reclaman sus derechos. Los criollos alientan la crítica a los soldados conquistadores para justificar su Poder y revueltas contra el Poder del imperio. Desde otros estados se da veracidad a la leyenda negra para minar a España como imperio y azuzar la lucha contra el mismo. Pero desde la metrópoli también para mermar el Poder de los asentados en el Nuevo Mundo y evitar que acumulen riqueza y Poder.

El descrédito y desprecio es total. Son mal vistos. Incluso entre los conquistadores pleitean y se difaman unos a otros para evitar que otro pueda ocupar su espacio y consiga más riquezas, así como por defender el derecho de cada cual a ser gobernador de un territorio. Refuerzan sus acciones con el demérito de los demás. Se lanzan entre ellos falsas acusaciones o se exageran los abusos de Poder, en los que cada cual participa a su manera. Llegaron a matarse unos a otros. Todo esto llega a España y crecen las leyendas. Cervantes como soldado que luchó contra los turcos va a incidir en el descrédito, al ver la conquista como fruto de una locura, de soldados que, como Bernal, se comparan con los protagonistas de las novelas de caballería, en especial a Amadís de Gaula y que a su vez dicho ímpetu se convierte luego en codicia por lograr riquezas (sobre todo oro), encomiendas, títulos nobiliarios y la gobernación de algún territorio, queriendo mandar los soldados, como Bernal, que al cabo de muchos lo logró, siendo un soldado sin otros conocimientos ni preparación.

Cuando don Quijote, derrotado por el caballero de la Blanca Luna, vuelve a su pueblo con Sancho. Se encuentran con un lacayo del Duque, al que han vuelto a encontrar. Sin venir especialmente a cuento  dice Sancho: «Queremos el envite, échese el resto de la cortesía y ensanche el buen Tosilos a despecho y pesar de cuantos encantadores hay en las Indias«. No dice en las ínsulas, ni refiere a encantamientos de novela alguna, sino de las Indias, lo cual descubre de manera clara su intencionalidad, al menos como una parte esencial de su obra de «encantamientos», lo cual no deja lugar a dudas.

Podemos interpretar lo que queramos, hacer las exégesis más rebuscadas, pero dice lo que dice. Sin olvidar que lo hace casi al final de la segunda parte, en la que responde a la obra homónima de Avellaneda, en cuyo anexo correspondiente veremos la reafirmación en este sentido, que no lo pasa por alto, sino que es significativo. Lo mismo que crítica el autor o autora, que escribe bajo seudónimo, las novelas de caballería, pero por su sentido fantasioso y no por la sexualidad, ya que la hace explícita en su novela.

Cervantes responde de esta manera al autor o autora que firma como Alonso Fernández de Avellaneda, en tanto y cuanto esta segunda parte (que no es apócrifa como se trata de hacer ver, sino de otra autoría) hace visible repetida y ostentosamente como fondo lo que estamos tratando, mucho más que el tema de las novelas de caballería que lo arrastra de la novela original. Sin tratar de interpretar nada, o querer encontrar lo que no hay, sino leer lo que está escrito, que parece insólito después de cuatro siglos no se quiera ver. Podremos dar más o menos significación al asunto, pero no despreciar, negar o ignorar, porque «lo escrito escrito está» y es comprobable.

Cervantes en su respuesta no quiere quitar el disfraz a su personaje, pero sí anular el efecto de ridiculizarlo que hace sobre él Avellaneda. Aclara Cervantes a qué se refiere en esta respuesta, a modo de acuse de recibo, insistiendo en su postura y califica desde su novela, cuando don Quijote llega a Barcelona con su escudero, se refiere a «ese otro Quijote» como «falso, ficticio y apócrifo».  Avellaneda no lo solapa, ni lo pasa de largo, sino que insiste en la legitimidad de su autoría y lo manifiesta abierta y claramente. Realmente es lo que le motiva la respuesta con otra novela a la par, como veremos más adelante.

Dos años después de difundir Bernal su obra, sin ser publicada aún, Pedro Pizarro edita otro libro: «Relación del descubrimiento y conquista». Cervantes tiene ya 23 años, cuando está en apogeo este debate en la sociedad. Hasta mediados del s. XVI hay documentos, cartas, bulos y leyendas. Luego los protagonistas quieren dar su versión, pues se ven mancillados, ultrajados en su acción que ellos valoraron como hazañas y son despreciadas. Los viejos soldados conquistadores que quedan para contarlo lo hacen a través de sus hijos. Quieren dar su versión y reivindicar su hombría y valor. Observemos que la novela de Miguel de Cervantes  supone el fin de las novelas de caballería, pero también del interés y centro de atención sobre los protagonistas de la conquista del Nuevo Mundo. Fundió ambos aspectos, de realidad y ficción en una misma caricatura.

En la historia del cautivo que se integra en la novela «Don Quijote de la mancha» los tres hermanos que han cumplido con la exigencia de su padre, de la montaña de León, uno de ellos fue a luchar a la batalla de Lepanto y cayó prisionero, llegó a España pobre después de mucho sufrimiento, mientras que un hermano es oidor  de las Indias en México y ha de volver desde Sevilla, con una buena situación económica y el tercero más rico aún está en Perú. Lo cual es una alusión explícita a este asunto. Además en aquella época todo el mundo supo qué es un oidor, figura que cita Bernal Díaz en su obra autobiográfica de la conquista de la Nueva España, pero pasados los siglos es una labor desconocida, de manera que en la época en que escribe se entiende este juego de críticas y de referencias a cuestiones del momento.

Otra alusión es cuando Sancho escribe a su mujer una carta y se la lee a la duquesa. Firma como «Tu marido el gobernador», lo que fue una obsesión de los soldados conquistadores. Sobre si la escribió Sancho responde a su interlocutora «no sé leer ni escribir, aunque sé firmar», lo cual es coincidente con Bernal Díaz. Nada de lo que narra Cervantes tiene que ver con las novelas de caballería. Ridiculiza el esfuerzo de los soldados conquistadores, cuando hace que Sancho Panza se dé tres mil azotes para que se desencante Dulcinea. Como toda sorna y sátira no aparece el sujeto al que se refiere, porque lo disfraza de otro.

Lo que Sancho dice es una parodia de lo que reclaman y motiva a los conquistadores del Nuevo Mundo: «me partiré al gobierno, andando voy con grandísimo deseo de hacer dineros porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con el mesmo deseo«. ¿Qué novela de caballería trata algo así? Ninguna. Sin embargo el mismo Miguel de Cervantes quiere ir al continente recién descubierto para «hacer las Indias». La duquesa reprocha a Sancho, como si al autor lo hiciera a los que se refiera que «la codicia rompe el saco» y «la codicia hace la justicia desgobernada».

Y algo que entronca nuevamente con lo que venimos analizando, todo este maremágnum de reacciones, de reflexiones individuales y colectivas desembocan en el fondo de nuestra civilización y su antagonismo poco a poco se tuvo que controlar y anular lo más posible: por un lado la represión desde la moral y como esencia de la fe católica en torno a la sexualidad que se hace cada vez una represión más extrema y exigente como organización religiosa que toma el Poder social y el control de los individuos, de manera que marca la superación de la naturaleza humana, por contra quienes quieren dejar fluir la naturaleza humana sin sentimiento de culpa, modelos enfrentados, que son representado en la obra “La tempestad” por Próspero y Calibán respectivamente.

Sin embargo hay un sector social que representan los conquistadores españoles del Nuevo Mundo y son un paradigma como mentalidad que se refleja de los protagonistas de las novelas de caballería que se sitúan en un estado intermedio entre la fe, devotos católicos y a la vez defensores y que viven plenamente los placeres sexuales. Lo cual el poder eclesiástico extirpó de raíz, lo mismo que los poderes puritanos protestantes y calvinistas que dan lugar a la sociedad victoriana en el mundo anglosajón y germánico en donde el modelo de sociedad occidental construye individuos reprimidos con una personalidad amordazada, llevando la sexualidad al mundo inconsciente que descubrirá Sigmund Freud (1900) y analiza cómo afecta y determina la construcción de la personalidad. Al mismo tiempo se despojó durante siglos a la literatura de su naturalidad, algo que afecta al mundo de hoy mientras no queramos darnos cuenta de los orígenes de esta situación y se siga encubriendo y no planteando la realidad abiertamente, al considerar que son cuestiones de interpretaciones, lo cual será posteriormente, pero los libros, novelas y testimonios aludidos, insisto, dicen lo que dicen.

Son pues tras líneas conductoras la de la obra de Cervantes que no se tratan en los estudios que repiten y repiten argumentos estereotipados:

  1. El enamoramiento como sentimiento real que vive su personaje central. Más aún don Quijote lo vive, pero Sancho para ir con un vecino así, sin ser un tonto, también está enamorado, lo que le une al hidalgo del pueblo que sale de aventuras, pero no lo ha vivido ni reconoce, aunque este sentimiento oculto es lo que le impulsa, de otra manera es difícil de entender.
  2. La caricatura con la que ridiculiza en el personaje central don Quijote, lo cual manifiesta abiertamente, a las novelas de caballería, especialmente Amadís, que se supone están prohibidas, lo que afecta al espíritu de aventura de los conquistadores.
  3. La parodia de los conquistadores que reclaman su recompensa, encarnados en Sancho. Siendo anteriormente ellos mismos «quijotes» cuando salen en busca de aventuras y ensoñaciones de grandeza.

La literatura necesita un giro copernicano, tanto en cómo se enseña, al igual que en su análisis y en su manera de hacerse, porque de otra manera desaparecerá en una pura erudición vacía y mero formalismo que se conforme con ser una pieza de museo de la cultura, cada vez más tecnificada y «especializada». Esta labor exige ir a las raíces y desarrollar las ramas que han quedado amordazadas, ocultadas, guardadas a buen recaudo y que se procura que no se lean y se prolongue la censura y la asfixia literaria, lo que exige rescatar las obras de caballería, reconocer qué es de lo que tratan y acabar con los estereotipos que se extiende en universidades y centros de enseñanza al respecto, a la vez que recuperar la memoria literaria antes de que la sociedad caiga en la demencia del arte y en una cultura que se olvida de sí misma al perder su identidad, cuyos síntomas cada vez son más evidentes.
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