Aunque no tenga qué ver con el tema tratado, si viene a cuento, porque el fondo de lo que planteamos afecta a más cuestiones y casi de la misma manera, porque  igualmente desaparecen del mapa de la Historia muchas ideas renovadoras, racionales que sin darnos cuenta nos siguen afectando, precisamente porque desde el Poder no sólo se define una mentalidad, de la que somos partícipes sino lo normal, la normalidad, de la cual no es posible salir so pena de enloquecer o quedar al margen y retirado de la participación social.
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Un ejemplo es la corriente que se ha venido a llamar «tacitismo» que sucede en Europa en el s. XVI y XVII, especialmente durante éste periodo en España, cuando se empiezan a traducir e introducir ideas de Cornelio Tácito (año 55 – 120). Pretende una organización racional del Estado que eviten las guerras religiosas, partiendo de sus denuncias sobre los emperadores. El Renacimiento a partir del s. XVI tiene uno de sus impulsos en la traducción de los clásicos, lo que con este historiador y senador romano hace Justo Lipsio (1547 – 1606), al igual que con el filósofo y político Séneca. Lipsio sienta las bases del tacitismo, algo que va a formar parte de un debate concreto en la época previa a que Cervantes fuera a escribir su obra «Don Quijote de la Mancha». En año 1533 Justo Lipsio difunde a este autor romano, cuando reina Nerón. Generó un auténtico furor intelectual. Hasta el s. XIV no se conoce su obra, hasta que Bocaccio descubre sus manuscritos.
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Desde las ideas de Tácito se pretende que no cualquier medida de los gobernantes es válida, sino que han de ir en un contexto de virtud y prudencia. Se contrapone a la idea que Maquiavelo expone en su obra «El príncipe», que no hay que olvidar que toma como modelo al rey Fernando el Católico. Justo Lipsio en su obra «Políticas» aboga por negociar la paz mientras que se impuso el «partido de la guerra» con la idea de Juan de Austria de «reducir a los rebeldes por las armas». Justo Lipsio aboga por una contrareforma del Estado desde la razón y la justicia, no desde la fe fundamentando la razón de Estado, tal como señala J. A. Laciana. Para ser admitidas sus propuestas Lipsio hace profesión de la fe católica, lo que hace que reciba el perdón de Felipe II, intentando armonizar la razón de Estado con los valores religiosos del catolicismo. Aconseja seguir las pautas teniendo en cuenta los libros de Historia como experiencia y no basadas en creencias. Critica que «cuando han hecho del Estado un desierto lo llaman paz», para lo cual trasforman las mismas leyes con lo que se consolida la injusticia convertida en justa por la victoria de las armas.
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La profesora de filología clásica, en su libro «El tacitismo en el s. XVII en España», Beatriz Antón Martínez, expone como el tacitismo se convierte en un movimiento político y una corriente de pensamiento que entra en auge el año 1580. Tácito aparece en Roma cuando se incuba la decadencia del imperio. Cuando su obra es rescatada siglos después para adquirir cuerpo jurídico e histórico va a impulsar el nacimiento del estado moderno. Pero se va a ver frenada y deformada por su cristianización. Confirma que se perpetua desde entonces la fuerza de la religiosidad, que con ésta a la luz o no se convirtió en una mentalidad. Afirma que los Austrias fueron excelentes cristianos, pero no buenos gobernantes, de manera que como poso histórico la crisis espiritual se prolonga sine die.
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La mentalidad moderna comienza cuando empieza a desaparecer la mentalidad caballeresca. Vemos que al no saber qué ocurre de fondo, cada conquista social, científica, técnica que sucede y construye se anula, más que liberar nos encierra por un fenómeno de adaptación a una sociedad que de manera eufemística se viene a definir como «conservadora», lo que afecta a todo el espectro del abanico político y cultural, que se convierten en un tapón de cualquier cambio que se quiera dar en profundidad, desde un punto de vista historicista.
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Sucede en España de manera prevalente una especie de Renacimiento invertido, en permanente contrarreforma en todos los ámbitos, lo cual conforma la modernidad, incapaces de reaccionar y atrapados en nuestro propio progreso técnico y científico. La contrarrevolución afecta a la literatura y al arte, pues como dice José Saramago «la literatura es lo que inevitablemente, hace pensar», lo cual exige que la creación artística sea controlada para conducir el pensamiento que en la última etapa del s.XX se hace a través de los medios de comunicación a nivel mundial. Por más que hay reacciones para evitar sus efectos y contrarrestar tal hegemonía las respuestas sociales entran en una arenas movedizas de las que no son capaces de salir por desconocer qué hay en el fondo, pues no es únicamente la religiosidad, en parte superada, sino la mentalidad que generó.
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Hasta tal punto se consideró que las palabras de Tácito «traen veneno». Habrá que preguntarse ¿contra quién o contra qué? y fueron censuradas, lo mismo que las obras de caballería según el criterio de los censores sobre tales libros: «Son dañosas mercancías: libros peligrosos para los cuales la religión sirve para lo convencional. Sobre el engaño y la malicia fundan la conservación de los estados que no pueden durar por alzarse sobre tan falsos cimientos». Y con esta justificación manu militari se lleva a la hoguera a las nuevas ideas, como una de ellas el tacitismo.
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La obra de Miguel de Cervantes fue usada como un arma psicológica, universalmente, que afecta al pensamiento político, social, cultural, artístico sobre cuya base se compone un mundo que se destruye a sí mismo que no reacciona ni colectiva ni individualmente. Donde cualquier novedad se tilda de utópica en sentido peyorativo, de delirio los cambios necesarios ante el imperio de la «normalidad».
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Han surgido reacciones que tienen que ver con lo que se expone, como el romanticismo, termino que proviene, curiosamente, de «semejante al romance» como forma de denigrar las novelas de caballería que volvieron a recuperarse, pero que fueron mancilladas por el poder constituido como historias fantasiosas. Definida esta corriente peyorativamente de «idealismo» su choque con una realidad hostil, a la que se niega cualquier horizonte, pero que hace que desde los sentimientos se dé una respuesta. Sucede que el amor a la naturaleza como símbolo lleve a quienes lo viven, más allá de las expresiones artísticas acaben muriendo jóvenes y suicidándose por no aceptar el engaño que lleva al abismo al mundo de manera colectiva, sin huecos para la acción individual. Hasta se cataloga la rebeldía como «delirio reformista» desde el imperio de la normalidad. Lo cual no es algo que suceda porque sí ni de manera espontánea, sino que supone una construcción social que se ha ido fraguando a lo largo de siglos y que sólo podrá ser superada cuando se haga visible.

Amadís de Gaula