Hago un trabajo sobre este libro para dar mi opinión, sobre todo porque cosas que he descubierto con su lectura no las he leído en ningún otro estudio. Creo que merece la pena analizar esta obra, sobre todo por lo que supone de reto leerla. En mi caso ha sido la traducción-versión del poeta Víctor Pozanco, que ha hecho un gran esfuerzo para dar a conocer esta obra en la lengua castellana, con todas las dificultades que tiene la traducción de una novela como ésta cuyo significado muchas veces está en el interior de la palabra y no en lo que dice, donde los conceptos o ideas, o imágenes parten de un juego de palabras, cuya traducción es harto compleja. Él mismo lo reconoce y admite que su versión es para hacer inteligible lo esencial en castellano, lo que no ha quitado muchas críticas a su traducción. De ahí que el mismo traductor hable de versión, en editorial Lumen, Barcelona – 1993. Se pueden perder algunos detalles con su traducción al castellano, pero el fondo de la obra creo que se puede captar y entender dentro de lo que sea entendible.

Portada de A Skeleton Key to Finnegans Wake

¿Por qué leer esta obra?. No es una lectura fácil y difícilmente recomendable. Desde luego es una obra para personas con una gran experiencia en la lectura. En mi caso no es que estuviera en mi lista de libros para leer, pero sucedió que en la tertulia que celebramos un grupo de amigos sobre grandes obras, en dos sentidos, que tienen una gran repercusión en la literatura y que son voluminosas, de esas novelas sobre las cuales se oye hablar, se leen citas o referencias a ellas y nunca se suelen leer. Al juntarnos, para hablar sobre ellas, nos hace cumplir con su lectura hasta el final.

Las obras que hemos leído a lo largo de cinco años han sido, “El cuarteto de Alejandría”, de Lawrence Durrell. “La montaña mágica” de Thomas Mann y “El doktor Faustus” del mismo autor. “Ulises” de James Joyce. “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Este año nos ha tocado “Los hermanos Karámazov” de Fiódor Dostoievsky y para el próximo hay varias propuestas, las cartas de Franz Kafka o “Ana Karenina” de Tolstoi. Cada una de estas obras nos ha abierto el interés para leer otras del mismo autor o de autores diferentes por referencia, por comentarios, por consejos de amigos. Quien ha coordinado esta tertulia ha sido el profesor de literatura, docente jubilado, Joaquín Colín.

Después de leer la obra “Ulises” de Joyce hice un trabajo sobre ella, una vez fueron debatidos en la tertulia mis puntos de vista. También esta obra es difícil de leer, pero más aún ha sido “Finnegans Wake”. Ambas son novelas muy mitificadas, como ejemplos de renovación de la literatura, sobre las que se han escrito muchas exégesis. Pienso que cuando se aborda una obra hay que quitar esa aureola y pensar qué es lo que me dice a mí como lector, porque muchas cosas que se cuentan de ésta y otras a veces poco tiene que ver con lo que realmente comunica.

Creo haber descubierto algo en la lectura de Finnegans Wake, quizá por mi estudio a lo largo de muchos años sobre el enamoramiento a través de la literatura, aspecto éste que también encontré de manera lateral en “Ulises”, pero expuesta claramente en una relación de distancia entre Bloom y la joven y atractiva Gertry. En las dos obras hay un juego de contrarios entre el pensamiento-sueño del amor y el deseo biológico de la sexualidad, algo que Joyce expone como trasfondo de estas dos obras aludidas.

Finnegans Wake tiene otros aspectos que hay que destacar, no sólo como aportación a la literatura, sino sobre el fondo de lo que comunica su autor, lo cual es algo en lo que deberíamos fijarnos siempre. Cuando la empecé a leer, al llegar a la página ochenta me había perdido, no sabía muy bien qué estaba leyendo. Y volví a empezar desde el principio. ¿Por qué leo esta obra?, me pregunté. Fue un reto desde el principio, que al final pienso ha merecido la pena, pero no cabe duda que exige un esfuerzo.

Tras haber leído “Ulises”, un compañero de la tertulia propuso la lectura de esta obra, que ningún otro siguió después. Javier Marín, Vier,  me regaló el libro y tomé la decisión de leerlo. A medida que lo fui haciendo me pregunté si lo leería en caso de que el autor fuera un escritor desconocido. He de reconocer que cuando parece que estás perdido en un desierto de palabras aparece algo especial, que llega sin saber el porqué.

Durante la segunda lectura, más o menos a la mitad otra vez del libro, me di cuenta de que hay un nombre que se repite, Isolda, Isolda y Tristán. Pensé que pudiera ser el hilo conductor de la obra, que siguiendo su rastro llevase al fondo de lo que el autor quiere contar. Y volví a comenzar su lectura. Terminé la misma y volví a leerla entera por última vez, de momento, tomando notas y apunté ideas para relacionar textos que aparecen a lo largo de la obra. Repetir la lectura me dio opción a fijarme en el hecho mismo de leer, como mera forma, con lo cual he creído descubrir aspectos nuevos de la escritura de esta obra.

Leer Finnegans Wake es una experiencia, el mismo hecho de su lectura. Se recorre el texto a ciegas, igual que cuando se camina por un lugar a oscuras, en el que se va tanteando el lugar con las manos y lo que se descubre es la realidad de ese espacio según el tacto. No se ve nada claro en este libro y quererlo entender es quizá un error inicial, hay que dejar que transcurra y esperar a ver qué me dice, por eso tal vez tenga muchas lecturas. Otra cosa son las interpretaciones, que a veces son simplemente inventos de exégetas que dicen cosas que no aparecen en lo que escribe Joyce, porque esta obra dice lo que dice en sí misma. Se pueden inventar teorías al respecto, pero son añadidos a lo que está escrito. Incluso coetáneos del autor quisieron dar un sentido histórico a este libro.

Igual que el espacio es muy diferente a la vista que en la oscuridad, esta nueva forma narrativa que desarrolla Joyce nos lleva a una sensación diferente de leer. Hay que entender este aspecto y no quererlo comparar con lo anteriormente escrito por él ni con otros autores. Es un juego a la gallinita ciega, en la que se lee párrafos y hay que esperar tocar alguno, algún texto para luego saberlo reconocer, porque no se ve. ¿Lo hizo Joyce a propósito de esta manera?. Pienso que no, que él se lanzó a una forma de escribir que le salió tal y como le quedó, cuyo valor es el reconocimiento del autor como escritor. De no haber alguien que lo hubiera valorado y hasta sobredimensionado estas obras hubieran desaparecido del mapa literario, como sucede con muchas otras de autores que ni lo son porque sus nombres no quedan en el recuerdo colectivo.

No es fácil poder explicar esta obra, por eso lo que planteo son algunos aspectos de la misma, pues a veces plantea cuestiones locales que no coge quien no sea del ambiente concreto en el que sucede la narración. Pero incluso esos aspectos que se pueden ir hilvanando no aparecen de una manera visible, directa, por decirlo de algún modo. No se puede explicar esta obra con un manual, como si del uso de un coche se tratase, por ejemplo: arranque con la llave, apriete el embrague, quite el freno de mano…, no, esta obra no tiene un mapa por donde seguir su historia, porque no la tiene. Más bien es algo intuitivo, que comparo a cuando se hace un nudo en el mandil, atado a la espalda, para deshacerlo hay que tantear, tirar de un extremo y otro, pero no se sabe exactamente cuál, y aflojar una parte, se hace sobre la marcha y al final de tantear un lado y otro del cordón tiras, te das cuenta de que algo se ha movido, sigues tirando con los dedos, a ciegas y, finalmente, se ha desatado. Algo parecido sucede con la lectura de esta obra.

La lectura de Finnegans Wake es muy diferente a la de una novela al uso. No se avanza, porque se está en un mar de palabras que se suceden unas a otras, pasando de un tema a otro sin aparente conexión. Es lo mismo que diferencia a una persona que nada en el mar, que se desplaza por su brazadas y tiene la sensación de moverse en el agua. Así se leen las novelas. Pero en ésta de Joyce no, es en este ejemplo el caso de de una persona que está quieta en el mar y al pasar un rato se ha alejado de la orilla ostentosamente, sin haberse movido, porque ha subido la marea.

Esta obra de Joyce no transcurre en el tiempo, sino en la psiquis del narrador, donde el tiempo es una unidad que no se mueve. El punto de partida es en una situación especial, que ya veremos, porque es también el final. El tiempo deja de trascurrir después de la muerte, cuando resucita o despierta Finnegans, el tiempo está quieto, pero está en forma de recuerdo y de introspección, entonces es cuando vemos el tiempo, porque ya no se nos escapa. No hay un antes y un después. Esta novela permanece en el mismo sitio siempre, sin embargo es un foco luminoso que va dejando ver destellos psicológicos que hacen que su lectura llegue a enganchar, pero cuando se ve en sí misma, sin comparar con otras lecturas porque entonces no tiene sentido. No va a ningún lugar, no cuenta nada, y sin embargo mientras se busca qué quiere decir, qué quiere comunicar el lector se da cuenta que esconde algo, tal es su encanto, buscar eso que finalmente está en lo que despierta al lector, le resucita de sí mismo. Es como una luz que no vemos como tal, la luz no es nada, pero es lo que nos hace ver las cosas. Posiblemente James Joyce no se propuso esto, pero se lanzó a una nueva forma narrativa y lo mismo que otros autores que experimentaron nuevas formas de escribir y no lograron atraer la atención de nadie o solamente de un círculo muy cerrado, ni nadie valoró su estilo original, en el caso de Joyce sí. De no haber encontrado a ese grupo de personas que acogieron su obra hoy sería desconocida, estaría olvidada y probablemente destruida.

El encanto de Finnegans Wake no es lo que narra, sino lo que no dice mediante el recorrido de un laberinto de palabras para el cual el lector quiere ver una salida, algunos mensajes, la mayoría de los cuales son de otros autores que él integra porque sus propias lecturas las ha introducido en su mente que escribe y forman parte de lo que piensan y sienten sus lenguaje-personajes, que son informes.

¿Qué estilo tiene?. Ninguno. Ni tan siquiera simbólico ni expresionista. Igual que una palabra inventada carece de significado, esta manera de escribir no es que no corresponda a ningún estilo, es que carece del mismo, pero expresa sensaciones que se captan en la misma lectura de la palabra inventada, “sifilinamente” (sífilis y sibilino). La obra recoge una atmósfera de sensaciones, sin que ni tan siquiera haya un narrador único, pasa de uno a otro sin avisar y hace que muchas veces el lector se pierda. ¿Quién cuenta esto o aquello?, ¿qué quiere decir?, ¿qué dice?, cuando lo que hay que darse cuenta es de que es necesario penetrar en la atmósfera literaria que crea el autor, ya que es lo que importa y no lo que diga ni quien lo cuente. Evidentemente poco o nada que ver con leer cualquier otro libro, porque lo que importa es el polvo que saca al andar, al escribir, no lo que escribe que a veces es simplemente nada.

Para analizar esta obra no basta hablar sobre ella, sino también sobre la manera de leerla, pues forma parte de la novela y sobre todo porque es lo que nos va a hacer entender algo de ella. Uno lee una frase y se encuentra que nada tiene que ver con lo que sigue, pero sí con algo que cuenta varias páginas más adelante. Hay que estar atentos. La forma de leer esta novela es fundamental para sacar algo de ella.

Imagen de un crucigrama.
El crucigrama tiene, en cierta manera, forma de laberinto.

La lectura de Finnegans Wake se ha de hacer de manera similar a como se resuelve un crucigrama, las letras adquieren su significado y se forman al entrecruzarse con otras, tanto en vertical como en horizontal. Joyce entrecruza aspectos psicológicos, míticos, con cuestiones cotidianas de su vida o deambular concreto que nadie sino él ni nadie puede saber a qué se refiere. Ha pasado una señora con un sombrero, ¿y qué?, lo que le ha pasado lo incluye en su proceso creativo de la novela. Se convierte toda ella en una masa psicológica, pero que no va a tener sentido sin relacionarse con otras cuestiones que forman parte de la mente, las lecturas de una persona, los libros que influyen en una sociedad, las proclamas de la prensa, los discursos políticos, su mundo de Dublín, su “Diosblín”.

Igual que la escritura del antiguo Egipto, cuando los faraones, es jeroglífica, esta obra es un jeroglífico en forma de adivinanza, que en parte lo es también su obra anterior “Ulises”, pero en Finnegans Wake no hay una trama narrativa, sino una ocurrencia tras otras que parten del acervo cultural de su mundo y llegan a aspectos cotidianos en los que se piensa a diario y lo que se siente cada día acompañando las labores y quehaceres. Esto es lo que Joyce cuenta, pero de una manera que no encaja con el hablar ordinario, ni tampoco con la escritura que estamos acostumbrados a leer, porque quiere crear un espacio psicológico propio.

Pienso que algunas partes de la novela las escribió bajo los efectos del alcohol, quizá no borracho del todo, o sí, pero desde luego con unas copas de más. Luego al corregirlo lo debió de dar forma. Es una hipótesis, pero se puede comprobar, de manera que si se lee en alto alguno de los textos imitando a un borracho no desentona, parece que pega y que adquiere consistencia: “por el Putamayo te puso a la biburnia del Kassis de la aysterdames que me sorprendería muchísimo”. Da una pista muy relacionada con esta hipótesis: “supongamos como etícosis (hipótesis etílica) de trabajo”. Pero todavía más, cuando afirma: “los grandes bebedores son los grandes pensadores”. O cuando Samuel Beckett dice al estudiar esta obra: “el lenguaje está ebrio”. Probablemente su amigo Joyce le diría algo en este sentido. Algo que hay que adivinar. Y en este sentido en una de las cartas de Nora  a una hermana suya afirma que Joyce es muy aficionado a la bebida.

Para Malcolm Bradbury “Finnegans Wake” es una obra onírica, yo más bien diría ebria. La borrachera hace aflorar el inconsciente, y es esta característica la que el lector percibe y se da cuenta de que algo le quiere decir, ¿qué?, eso es lo que tiene que averiguar, adivinar, porque no lo dice directamente, ni tampoco indirectamente, sino que hace que afloren contenidos a base de los destellos que lanza.

Beber alcohol algo más de la cuenta tiene el efecto de evadirse de la realidad, de dejar que aflore el inconsciente porque la conciencia queda adormecida, al menos ese rato. De alguna manera libera, aunque sea falsamente, a quien usa el alcohol para olvidar, para calmar la angustia. Es un método que Joyce traslada a la literatura no sólo en el contenido, el alcohólico Finnegans, sino en la forma también. En varias partes de la obra define a los irlandeses como un pueblo bebedor, atado por su religiosidad que, de alguna manera, intenta liberarse de esta situación que reprime el pensamiento y los afectos. Joyce hace que estalle por sí misma esa represión, desde dentro. Admiró a Henrik Ibsen, sobre quien hizo sus primeros trabajos literarios en críticas a sus obras teatrales. Este dramaturgo noruego plantea su mundo de costumbres almidonadas como una prisión social y una prisión psicológica en la que estamos las personas. En una parte de la obra Joyce escribe: “A la guerra se fue el soldadito, pero quedan más tesoritos paramamáyparapapá. ¡Ibsenízalo!”. Lo que quiere decir dar un portazo a todo ello, el que da la protagonista en la obra de Ibsen, “La casa de las muñecas”, a su relación de pareja, con un esposo “ejemplar” y un tipo de relación normalizado, como está la guerra normalizada en la sociedad. Estamos analizando una obra de gran contenido político, porque la política falsea los sentimientos, los despersonaliza y Joyce quiere volver a ellos, como lo más importante de la vida, por eso parte de la resurrección de un personaje popular, que ya ha vivido y vuelve a la vida.

En otra parte de la obra escribe: “la guerra está en las palabras y la selva es el mundo”. Sabemos que no hay texto sin contexto y es preciso observar que la obra se realiza durante los prolegómenos de la II Guerra Mundial, editándose el año en que ésta comienza. Hace otra alusión a “sangrientas guerras de reyligión” (rey y religión).

A su vez Joyce observa que las leyendas se pegan a la psicología de los pueblos, algo así como lo que Ibsen desarrolla en su obra “Espectros”, a modo de huellas del pasado que vuelven, como si guardarán un destino o un guión que atrapa a las personas y a los pueblos: “… tu hermanito escribía las cartas y nos contaba viejas historias hilandesas (irladesas, que hilan unas con otras); esas historias han arrobado (arropado y robado) nuestro corazón”. Considera a las leyendas “vigas maestras de nuestra eirregenal (irracional e irreal) morrada, cuando criaturitas de nosotros nos machacábamos a pajas”. Por un lado el mito, lo imaginado, también en el amor, por otro la realidad tangible, la biología humana.

Joyce crítica cómo los aspectos legendarios han sido utilizados por la iglesia católica: “no debéis reír, amar ni cometer adulterio”; “ten té (fe), esperanza y calidad (caridad)”, es todo un juego de palabras en las que expresa la mezcla de todos estos sentimientos unidos en la mente consciente e inconscientemente, porque forman parte de ella. Por esta razón Samuel Beckett afirma en su estudio de la obra que el mito es creado por la necesidad de la mente y luego creído, apuntando que la raíz de toda palabra puede retrotraerse a algún “símbolo prelingual”.

Estamos ante una obra circular que no tiene un comienzo ni un final, lo cual se comprueba claramente. Es más bien una novela esférica, porque aborda varias dimensiones del sentimiento humano. La obra termina así: Un camino solo al fin amado alumbra a lo largo del. No continúa más porque el comienzo es adonde llega el final, pues no es un comienzo, sino una continuación, del final, incluso comienza a mitad de página con puntos suspensivos: “… río que discurre, más allá, de Adam and Eve…. Podemos leerlo unido: Un camino solo al fin amado alumbra a lo largo del río que discurre, más allá, de Adam and Eve, lo cual es perfectamente coherente como frases relacionadas unas con otras. Sin final al que llegar porque no hay conclusiones a las que agarrarnos, sino tan sólo que nos hagan pensar.

Es importante este comienzo y este final para la tesis que mantengo, pues va a ser el compendio de todo lo que trasluce la obra en su conjunto, un camino solo al fin amado alumbra. Y la referencia a Adán y Eva, que carecieron de sexualidad antes de salir del Paraíso. Al mismo tiempo Adán es el encargado de dar nombre a los animales y cosas. Inventa el lenguaje humano de la palabra, de lo nombrado. Esta metáfora no es gratuita, porque es el comienzo y el final, que se unen y encierran todo lo demás. Es por tanto una pista a tener en cuenta. Y ver cómo lo cuenta Joyce en esta novela, “Adán se convirtió en el tocón de Eva”. A este respecto hace una serie de metáforas lingüísticas: “gesta es mi madre (la gestadora) y jeta mi padre con su árbol de la vida, ¡que flausca! ”. Joyce llama directamente a esta obra “libelo cainabelesco (de Caín y Abel)”, que está presente en toda la obra, como cuando refiere “el espinoso asunto de la cigarra y la hormiga”, una canta y otra trabaja, “rasguen el amor de la jungla”. Es la historia de una contradicción, Caín y Abel, el enamoramiento y la sexualidad.

Otra referencia en este sentido es: “ el fruto prohibido es que este Cam (Camino, perro, Caín) ¿?) nunca había podido cunar el celemín con tantas mozas refocilarse tanto en sus gemidos, gritos orgasmos”; “Deus es machine”; “la dulce agua del padre blanco que traspasa la cancela de las lágrimas”; “cicloanalismo, de espacio a espacio, tiempo tras tiempo”. Hay un Paraíso psicológico del que se sale a la sexualidad, pero la religión quiere mantener o, más bien, volver a ese Paraíso y renuncia a la sexualidad, sobre todo al exceso cuando es algo innato en la naturaleza humana. Tal dualidad concita la tensión y Joyce se va a burlar de ella a lo largo de toda la obra, sobre todo porque reconoce que hay un paraíso psicológico que viene reforzado por la cultura a través de sus leyendas. Las alusiones a la religión van a ser abundantes, como cuando habla de “los manahisterios” (monasterios – donde mana lo histérico).

Según Anthony Burgess se trata de un libro divertido, yo diría un chiste que no se entiende. El mismo autor en la introducción que hace de la obra comenta que quiere divertir, hacer reír. ¿Dónde está la gracia?. Porque hay muchos guiños de un determinado ambiente en el que puede hacer algo de gracia, pero fuera de él no tanto. El sentido del humor cambia mucho de unas culturas a otras, y también según las generaciones o los ambientes. Sin embargo es la base sobre la que escribe el autor. En un determinado ambiente se cuenta algo y cada vez que se repite una palabra los que están en el ajo se ríen. El que no, no, nada y no entiende tanta risa por decir, por ejemplo “lasai”. Sin embargo hubo un tiempo en que decir esta palabra vasca en algunos pueblos de la montaña hacía que la gente se riese, se abrazasen, porque compartieron una experiencia de lucha que fuera de ese contexto si alguien dijera “lasai” no provocaría ninguna reacción. Esa palabra hacía recordar gestos ridículos, borracheras en común, engaños a la policía, etc.

El humor juega con el lenguaje, es una de sus características. Al mismo tiempo llega a la esencia de muchas situaciones que al verlas con el humor nos hacen reírnos, casi hasta de nosotros mismos. Cuando las palabras se rompen abren el pensamiento, lo sorprende y esto sucede mucho en la obra Finnegans Wake. Una reacción a ese choque de las palabras cambiadas de su sentido ordinario es la risa. El juego de palabras es permanente en ella, diría que es su esencia. Lo chistoso llega al inconsciente, desde donde estalla la risa, porque no depende de la voluntad-conciencia. Sucede lo que dice Allen Ruppersberg: «el artista es un cómico misterioso».

Las palabras incompletas, la mezcla de las mismas y no contar nada fue la base del sentido del humor de un artista español considerado un genio del arte de hacer reír, Chiquito de la Calzada, que con su “te das cuén”, “por la gloria de mi madre”, “fistro pecador” y no terminar las frases casi nunca hizo reír a su público, su público, porque quien no estuviese en la onda del humorista no entendía nada y menos que hiciese gracia a alguien. Parecía hacer el tonto, con sus movimientos de pasitos cortos, de ir de un lado a otro como una pelota de pin pon y como si le escociera el culo, pero hizo aflorar resortes interiores que las personas no controlamos, desinhibidores psicológicos. Bastaba que dijera “¡es conde Mor!”, para que el publico soltara una carcajada colectiva. El fondo de la frase dice “esconde amor”, representando a un personaje absurdo, tímido, que se ríe de sí mismo, acompañando su escondite del amor, que le hace ser el conde Mor, de chistes obscenos. Hay un comentario muy significativo en youtube de una actuación de Chiquito de la Calzada que dice: “no me he enterado de na, pero me he reído una pollada”. A este mundo del inconsciente hace alusiones Joyce en esta obra como iremos viendo, muchas veces en forma de chistecito: “cabeza de chochito (chorlito), basta que te hagas una pichografía”. ¿Literario?, fuera del contexto de la obra no lo sería.

Joyce habla de “retranca dublinesa”. Me llamó la atención que usara la palabra “retranca” que siempre pensé que es un localismo de León, España. No la había escuchado decir en otros lugares. Decir que alguien tiene retranca es que habla con segundas y terceras intenciones, que dice una cosa para querer hacer ver lo contrario. Como la ironía, pero que no muestra su tono irónico, una especie de humor que no parece que lo sea, pero que quien sabe de qué va sí detecta ese humor sibilino. Que el carácter leonés tenga retranca quiere decir que es un carácter serio, que parece serio, pero es muy guasón.

Hay un juego entre el sentido literal de las palabras y de las expresiones y el sentido adquirido a lo largo del tiempo con el uso del lenguaje, es diferente el valor denotativo del connotativo de las palabras. Otra novela, también realizada con sentido del humor y con intención de hacer gracia al lector, pero a la vez muy aleccionadora, es “La tesis de Nancy” de Ramón J. Sender. Se basa en el juego de palabras con distinto significado para una estudiante de español estadounidense que contrasta con el que se usa para decir otra cosa, por ejemplo “mala leche” Nancy entiende que es una leche de mal sabor, que está estropeada, cuando lo que quiere decir es alguien que se enfada, que está con mal humor. O “golfista”, ella lo entiende como un jugador de golf, mientras que su novio gitano ve en esa palabra la referencia a ser un golfo. Este cambio de significados provoca malos entendidos y hace gracia. O el símbolo de la flor que para Nancy es un adorno vegetal, mientras que para el novio y en su cultura gitana es el lo que hace visible la virginidad de la mujer. También la obra de Sender trata sobre la sexualidad. Lo cual ha sido materia prima de muchos chistes y parodias de humor, el adulterio, la homosexualidad, la impotencia. Joyce trata una dicotomía que sucede en el ser humano entre su ser biológico, el deseo sexual, y su ser cultural formado por las palabras, mitos, creencias y leyendas.

Joyce presenta a Finnegans como un gran maestre, “alejado de cariz mesiánico”. Más adelante dice “dejemos que los idos sean idos”. Lo que cuenta a partir de su resurrección, tal y cómo es la leyenda de este personaje irlandés, transcurre en sentido contrario a la metafísica en el caso de la resurrección de Jesús, porque Joyce plantea cosas inmediatas, al mismo tiempo muy profundas de las personas y de la sociedad. Fusiona lo excelso del ser humano y su más inmediatez biológica. Presenta al personaje de fondo como “finnado”, el muerto, y a la vez se burla del lenguaje que crea dioses: “viva nuestro Haltísimo”, lo escribe con hache y luego lo refiere como “conspicuo eropajita”, en un sentido puramente erótico, que a la vez es un sentido de la vida, en contraste con otro que tiene en la cabeza. Tal hache puede hacer referencia a un personaje histórico que se creyó ser portavoz de Dios, por eso dice “vuestro”, refiriéndose a Hitler, que más adelante veremos se refiere a él textualmente. También habla del “Homo Casi Eterno”. O de Finn, el fin, cuya palabra lleva el nombre del propio protagonista. Dice a ver si ribabelizamos (rivalizar, torre de Babel, rivalizar las diferentes lenguas) y plantea “reconocer la cachondez del héroe”. Y habla de “la Almoneda de signos de este lenguaje”.

Se ríe de la muerte, “cómo suenan los endemoniados cascaveles (escrito con uve, compone una palabra que dice casca ¿las velas?, la vida) del cementerio; ¡cómo si ramonearan en las tumbas!”. La palabra de lo que hacen las cabras en el monte la vuelve a utilizar observando la falta de visión del conjunto de la vida que advierte: “se ramonea más en las partes que en el todo”. Lo cual es otra pista que el autor va dejando al lector. Ramonear es alimentarse de lo que a uno le rodea. En otro momento: “Tu obra se ha consumido (juega con las palabras consumado, consumir). Tras insistentes peticiones cae el telón”. “¿Erradicarlo de la tierra?. ¿A causa de su desgaste por los polvos de tantos años?. La hora en que ann (han) de cerrase sus ojos está próxima…. bombeas cerveza para celebrarlo”.

Finnegans ha resucitado al ser rociado con alcohol, pero no cuenta lo que hay después de la muerte en la que ha estado, sino lo que hay antes de ella, la vida. Ante la pregunta ¿qué hay después de la muerte? Joyce plantea ¿qué hay antes de la muerte? y es a lo que responde en su novela. Lo que plantea es el sentido del sentido, ¿acaso tienen que tener sentido las cosas, la vida, el mundo?. La novela plantea la duda de si se ha suicidado, al menos de tanto beber, pero se piensa que se ha podido tirar desde algún lugar: “se suidipitase (se precipitase para suicidarse, ¡que palabra más expresiva!) desde algún acantilado” y sigue: “aquel aborto capaz de abortar la muerte”.

Las religiones buscan un sentido trascendente de la vida, en función a lo que haya después de la muerte. Joyce hace una mueca irónica a esto: “Cuando sueño de esta manera (sobre fieles difuntos), empiezo a percatarme de que no somos sino un telescopio, arenas movedizas de sandeces”. Más adelante Formalisa, nombre que compone “de forma lisa”, dice: “El amor y la muerte, ¡qué sencillo!”. De alguna manera a esto se reduce la obra, pues el amor, en sus diversas variantes y contradictorias formas es el hilo conductor de Finnegans Wake. Por eso más adelante dice “ante la muerte de la vida”. Se supone que la muerte es es de lo que vive, pero lo remarca, porque se puede seguir viviendo, pero en una vida muerta, anodina, sobre todo sin sentimientos, sin deseos. Por eso a continuación dice “escuchando el mar de los besos”. Al final-comienzo de la obra leemos «labioenclave del beso».

Cerca del final de la obra leemos: “Muchas gracias ¡Finnegas!. ¿Qué en punto?”. Escribe el nombre Finnegans, como si fuese el fin de su aire. “Y quién coño es el que resucita ahora desde debajo del memorialorum”. Lo que resucita es la memoria del personaje, es eso lo que cuenta, como si simbolizara a su pueblo dublinés, más que irlandés, pero que tiene un poso en común con los demás pueblos del planeta. Dice: “este endublinido mundo”. Puede ser y tal vez lo sea a la vez, endiablado mundo, o Dublín como origen, nido, de su producción literaria, pues en esta ciudad suceden sus obras y parten de ella, como mundo concreto y peculiar.

El juego de palabras le lleva al autor a recoger canciones populares y dichos verdes, de manera que inventa palabras y formas de expresión para crear nuevos significados. Se refiere a las jovencitas como “jodencitas” y “obispillas del oro feroz”, de manera que introduce en las palabras un sentido sexual y de crítica. Está llamando a los obispos lobos feroces deseosos de jovencitas, por ejemplo, lo que puede parecer un tanto sacrílego, pero cuando se ha descubierto la plaga de abusos sexuales en Irlanda por parte del clero, es que había oído hablar mucho de estas historias guardadas en secreto hasta hace muy poco, que él desvela escondiéndolas en las palabras mismas. “Las floras, ramilletes de bonitas doncellas … aparecen las encantadoras florecillas con las faldas levantadas enseñando los pantalones, todas menos una mostrando la retaguardia”. En otra parte de la obra escribe “recuerda, doncella, que un polvo tienes y cenicienta te quedarás”. Y habla de “la Isla de las mujeres”. E insiste en su metáfora que refuerza “aconocoñantes jodencitas”. Pero veremos que no es una obra burda, por más expresiones soeces que use, sino que quedan en constante contraste con la otra parte del sentimiento, el enamoramiento, con el cual se bate la personalidad entre el amor imaginado, al belleza creada y el deseo sexual. De ahí el final, todo un canto de amor que vuelve al principio, con Adán y Eva, que van desnudos en el paraíso, que al morder la manzana de uno de los dos árboles prohibidos, se ruborizan al verse desnudos y se tapan con una hoja de parra.

Siempre parece que el autor apunta a decir algo, pero no lo llega a decir, insinúa, pero tampoco. Lo que hace es enumerar palabras, una tras otra, sin decir nada muchas veces, debido a que no hace una narración, sino que coloca sus ocurrencias tal y como le llegan sin dar cohesión a lo que escribe. Pero sigue dando pistas, como cuando habla del saber tomístico, que asocia a una amarga compota. Una mezcla de palabras, que es lo que Joyce hace. Supongamos que Dios no existe, ¿qué significan las palabras de Tomás de Aquino?, nada, carecen de sentido, escribe: “soltando un pedo que ni salido de toma (Tomás) de Aquino”. Esto es lo que hace, ironizar.

Estamos acostumbrados a leer la escritura en hojas estiradas, donde un reglón se escribe uno tras otro, sin embargo la obra Finnegans Wake podemos verla como un papel arrugado, del que se ha hecho una pelota de papel con los folios y las palabras se mezclan, no van una seguida de otra, hace un arrebujo de frases, difícil de leer y de dar sentido, hay que buscar una estrategia para buscar su significado. Para nada pienso que lo hizo con tal intención, sino que le salió de esta manera. Los grandes escritores escribieron, no se pusieron a hacer una obra maestra, les salió de esa manera y luego fue valorada como tal.

Antes de que se editase la obra ya circuló en manuscritos, que fueron rechazados por muchos intelectuales, incluso artistas y críticos, Joyce buscó a un grupo de escritores amigos o amigos de amigos que hicieron una defensa de la obra orientada por él. Parece ser que en muchos casos planteada en forma de cachondeo, para burlar la crítica. Uno de ellos fue Thomas S.  Eliot, otro Samuel Beckett. Elige doce defensores de su obra por la similitud a los doce apóstoles, a los doce meses, como si quisiera hacer ver un simbolismo en el que él no cree, como buen descreído. Joyce propone que hagan un análisis siendo él quien indicó a cada uno las líneas de investigación como respuesta a la crítica, bajo el nombre “Nuestro examen en torno a su factificación para encaminar la Works in Progreso”.

Samuel Beckett

Beckett hace un capítulo que titula “Dante … Bruno, Vico … Joyce”, en el que aporta explicaciones interesantes, pero la relación con Vico es más bien inventada. Hasta el punto de que intenta encajar las partes de la teoría de Vico, que divide la historia en cuatro periodos: teocracia, aristocracia, democracia, acracia como la progresión de la sociedad, con las otras cuatro de Finnegans Wake: iglesia, matrimonio, entierro, liberación. Pero es difícil de encajar. Más bien sería una caricatura, cuando según el napolitano Vico, místico e historiador científico, considera que Dios lo ha hecho todo. Joyce no lo niega, no mata a Dios como hace Nietzsche, ni lo desmonta desde la razón como hace Immanuel Kant, sino que se ríe de Dios y lo divino, lo ridiculiza y hace ver que en el fondo está lo humano de la condición humana, el ser que parte de una especie que se perpetúa por la reproducción la cual exige el mecanismo de la sexualidad, de la atracción sexual, lo que se ha convertido en nuestra cultura occidental en un problema. Lo veremos.

Apunta Beckett, autor de teatro absurdo, que Joyce aplica la teoría de la significación del mito que elabora Vico, pero no hay nada que lo indique, incluso decirlo de esa manera tan rimbombante después de haber leído la obra suena a cachondeo. Puede ser lejanamente una metáfora en torno al nombre de Isolda, pero como algo coincidente, en ningún momento se ve que Joyce desarrolle teoría alguna. Mucho menos relacionado con Juan Bautista Vico, italiano del siglo XVIII que planteó la ciencia del razonamiento y la filosofía de la historia. ¿Joyce plantea una filosofía de la historia?, sí, pero intuitivamente y de manera visceral. Que a algunos amigos Joyce les dijese esa extraña relación, oculta y simbólica, puede que sí, pero como una broma, en plan de sorna para la solemne historia de la literatura universal.

Incluso Joyce se burla de Vico y lo cita en su obra, «kikiriki, ¡eterna horda armagedoniana!, ¡kikiriky Vico!«, como si dejera que es un cantamañanas, cuando canta el gallo. Más adelante leemos la expresión «kikirikivikonoumenos«, porque para Joyce la Historia es la de los swentimientos y los deseos, «toda contingencia está disponible cuando se le hinchen los huevos«.

En la época en que lo escribió se debatía mucho sobre el simbolismo de los sueños y sobre teorías esotéricas y ocultistas, de las que también se ríe, ya que no hay nada de significados ocultos en la obra de Joyce: “Artha kama dharma mokss”. Karma, Dharma, dos palabras del esoterismo que vienen del budismo a lo que refiere “la mendicante orden karma”. ¿Qué quiere decir el autor con su uso?, nada. Refiere a Hermes Trimegistro como “Herones trimegislistón”, padre del saber ocultista. Habla de “nuestro Krishnasmurti”, quien fue proclamado nuevo avatara desde la teosofía, pero que renunció a esta misión. Hace referencia al Libro de los Muertos. También “Shaun predijo a través de su eróscopo (horoscopo, erotismo) la aparición de su adorada hemena Isabel, sabedora de su amor”. Hace más adelante referencia a “lo que dijeron tetrahedricamente los Maestros”. Las palabras tienen muchas caras en la metafísica, y Joyce va a hacer lo mismo en lo terrenal porque se da cuenta que está influyendo en la sociedad, «los espíritus elementales se dejan sentir en centrocentaurea». Y dice «apilemos a un lado la falacia tan pérfida como afinfinnéaganna. Tengamos en cuenta que muchas teorías sobre las razas vinieron de la teosofía de Blavatstky siendo el esoterismo un fundamento del nazismo. Lo ridiculiza: «Artha Kama dharma» , ante lo cual dice «pedidle la clave al poeta«, es en el interior de la persona, en su creación, en su sentimiento sincero donde está la recuperación de la persona ante la despersonalización ideológica y doctrinarias.

Se ríe y burla de esos conciliábulos teosóficos, antroposóficos, esotéricos que en aquella época en que Joyce escribe abundaron, incluso se intentó que se les viera con un tono científico. No es una interpretación que yo haga, sino que lo dice de manera diáfana: “Las secretas sociedades y las cartas onanimas (anónimas y onanismo, lo que se conoce como pajas mentales) hace que lo grandioso pase inadvertido como sus partes… pero bajo ningún pretexto dejéis hacer sus bombos en esos vulgares ayuntamientos…, que mientras que haya hombres pidiendo guerra habrá mujeres dándolo en lugares lupanarescos… Elige bien la tasca”. Lo secreto no está en las teorías metafísicas, en los templos, sino en la sexualidad, en los lupanares, en las tascas, lo que va a ser el hilo conductor de la novela en contraposición a un amor metafísico, más allá de lo físico, que viene de las leyendas, pero que pervive y aparece en la mente como una realidad, “hacer sus bombos”, y acabará observándolo para darse cuenta que somos las dos cosas, ese amor y ese deseo.

Trata un tema que estuvo candente en aquella época, el nacionalismo irlandés al que se le ha querido asociar, pero en su novela “Ulises”, ya vimos, da una de cal y otra de arena. Vico elaboró un amplio tratado sobre la naturaleza de las naciones. Orientar en este sentido a sus amigos y a la posteridad fue una manera de decir no busquéis sentidos que no tienen, se los podéis dar, pero en el caso del nacionalismo él observó que rige la ley del más fuerte, las razones y la historia son para Joyce sentidos añadidos.

Vamos a desgranar esta obra para ver qué dice y dejar a un lado interpretaciones inventadas, porque una obra es ella, lo cual hay que decirlo por evidente que pueda parecer. Por ejemplo ha leído críticos literarios que afirman que el personaje femenino que aparece en Finnegans Wake, Anna Livia Plurabella, es la continuación de Molly, de la anterior obra “Ulises”, basándose en el argumento de que cuando finaliza ésta novela comienza la de Finnegans. No tiene nada que ver.