Finnegans es un personaje que viene de una balada irlandesa, que se canta popularmente y que cantan los borrachos, lo cual nos indica el contexto de la obra y del estilo. Finnegans es un obrero al que le gusta el alcohol, siente amor por éste. Cae por una escalera y muere. Cuando está en el ataúd le echan whisky y resucita, whisky que significa “agua de la vida”.
¿Relata sueños?. Para mí el autor saca ocurrencias, a partir de esta historia y escribe sus sensaciones interiores. Joyce bebe con frecuencia, y esos momentos de embriaguez los traslada al relato, al fin y al cabo escribe sobre una persona que se emborracha y que le hace resucitar el alcohol.
El mismo título es ambiguo. Pudo haber sido In the wake of Finnegans, el despertar de Finnegans, pero utiliza el nombre y una palabra, sin más, una palabra muy ambigua, pero que da juego, porque lo puede ser todo a la vez y creo que es este el sentido con que lo decidió, no elegir uno u otro, no adivinar uno, sino todos en conjunto. Wake significa: despertar, resucitar, desdormecer, excitar, velar un cadáver, velatorio, incluso estela. Y pueden ser todos ellos, pero adquieren su significado si son todos a la vez, lo mismo que la luz tiene todos los espectros de los colores, sin ser ninguno en concreto. Podría ser Finnegans en su velatorio, la excitación de Finnegans al verse resucitado al recordar sus momentos de excitarse, el despertar de Finegans, el resucitar de Finnegaans, la estela de Finnegans, porque a lo largo de la obra ese rastro efímero es lo que queda, el recuerdo de su vida, de los destellos que cuenta. Pero puede ser en el velatorio de Finnegans, porque hay otros narradores, que están allí y lo ven. El autor hace cómplice a quien lee su obra: “Y fajaos en este prepronominal funeral”.
En un momento dado escribe “¿Lloráis en mi tumba?. ¿Te despertarás?. ¿Os habéis bebido mi vida?. Y aporta otra pista: “el creador ha creado la propia creación de sus creados”. El creador ¿es Dios?, ¿él cómo autor?. Siempre la ambigüedad, la falta de relación entre sujeto y predicado. Desde mi punto de vista indica que va a seguir la creación de su personaje, un borracho irlandés, de cuyo país dice “una Irlanda sobria es una Irlanda en sombra”. Habla de la cervezósfera, el ambiente etílico. Recientemente (Diario de León, 17 – V – 2011) una chica española que vive en Irlanda declara: “admito el buen humor de los irlandeses, pero no soporto que no saben salir y beber en un pub sin terminar casi en coma etílico”. En otro párrafo Joyce dice: “el palimpséstico rasgueo de la pluma”, lo cual indica su intención de hacer una variedad de reflexiones sobre temas varios, sin seguir ningún orden.
¿Desde qué personaje escribe?. Cambia. Lo mismo que en las novelas distintos personajes actúan en ésta diferentes personajes narran, unas veces es una mujer, otras un varón, personajes que están en la mente del escritor. No los presenta, ni cambia puntos de vista sin avisar, lo cual desconcierta en un principio. Si no se tiene esto en cuenta el lector no sabe qué está leyendo, se pierde, como me pasó a mí en la primera y segunda lectura.
Finnegans fue y es un personaje del inconsciente colectivo irlandés, como en León lo es Genarín, alguien que existió y que su muerte se convirtió en una leyenda local, que al haber sucedido en Jueves Santo cada año se celebra en León una procesión en su honor. También fue un putero y borrachín, de lo que se hace mención en las poesías dedicadas a él y en la procesión un homenaje a las prostitutas que le acompañaron y la que le tapó con periódicos cuando fue atropellado Genaro, por el primer camión de la basura que funcionó en Léon. Fue el primer día que funcionó y Genarín se puso a hacer sus necesidades al lado de la muralla. El conductor no le vio al dar marcha atrás y le atropelló fatalmente. En el acervo colectivo hay cierta reacción a la religiosidad hipócrita y durante la Semana Santa son muchos los lugares en los que se hace la procesión de los borrachos, como contrapeso a tanta manifestación de fe en estas fechas. O en Salamanca se celebra la tradición de ir a recibir a las prostitutas de la ciudad, que vienen de la otra orilla del río, a las que se las había enviado fuera, a la otra orilla, para que no “ensuciasen” la ciudad durante la fecha de la pasión de Cristo. Esta obra de Finengans Wake ha de situarse en este contexto.
Joyce recoge leyendas, cuentos populares, chistes de la época, todo ello que forma parte de la cultura oral, hablada. Escribe: “… si habían leído las leyendas irlandesas”, pues admite que de ellas vienen muchos aspectos de la psicología colectiva que perdura en el inconsciente: “funda Irlanda: derecho de pernada”. En la conversación hay silencios, gestos que suplen muchas frases y palabras, que según el tono, la mirada adquieren un significado u otro. Si se recoge textualmente en el escrito quedan lagunas, carencias en la comunicación, por eso hay quienes dicen que Finnegans Wake es una obra para ser leída en alto. En este sentido Samuel Beckett dice sobre esta obra “la forma es el contenido y el contenido la forma; su escritura no versa sobre nada, es algo por sí mismo”. Si fuera sólo esto, la palabra por la palabra, sería musicalidad, pero su lectura hace atisbar algo que engancha si se va entendiendo y si se lee como algo nuevo sin compararlo con otras lecturas, ni con otras maneras de leer.
El primer título que dio Joyce a su obra fue “Epifanías”, que quiere decir manifestaciones. Son manifestaciones interiores. No sólo del autor, sino de ese personaje que toma del acervo colectivo al que Joyce da la palabra, lo cual es una de las razones por las que la obra cala en determinados sectores de la población y tiene algo de especial, ese ver la vida desde el otro lado que llega a la conciencia del lector atento. El mismo Joyce escribe: “las epifanías como súbita manifestación espiritual que hay que registrarlas por tratarse de los momentos más delicados y evanescentes de todos”. Finnegans Wake está hecha sobre el registro de ocurrencias que coloca una tras otra sin que tengan una relación narrativa. Desarrolla un metalenguaje que él mismo advierte: “no puedo hacer uso del lenguaje en su conexiones ordinarias”. Pero es que siguiendo el rastro de lo que escribe lo dice el autor sin lugar a dudas: “erector de templos donde deposita el óvulo amortizador del capital acertijo epifánico”.
Es una obra difícil de entender. Antes puse el ejemplo de los colores, que puede servir para hacer una analogía que permita entender mejor cómo escribe Joyce esta obra. Los colores los vemos mediante los ojos, pero en realidad éstos captan una vibración que se convierte a un color en el cerebro. Vemos un color que produce nuestro cerebro, o mejor dicho que aparece en la relación de una determinada onda visual desde una parte del cerebro. Joyce escribe esa vibración, referida a un color que no lo es, pero que sí lo es.
Joyce crea un conjunto de sensaciones, que no son ideas ni conceptos, no significan nada ni tienen sentido y no tienen porqué tenerlo. Fuera de la mente del autor no lo tiene. La redacción del texto es muchas veces, la mayoría, ininteligible porque mezcla contrasentidos, por eso no podemos buscar una respuesta a ¿qué dice?, lo cual es el gran error de una gran parte de las interpretaciones que se han hecho de esta obra. Lo que sí podemos encontrar una respuesta, al menos nos va a dar un contenido coherente, a la pregunta ¿qué oculta?, porque la misma redacción de la obra llega a convertirse en un laberinto, al que hay que buscar una salida. El autor llega un momento que decide no salir y vuelve al comienzo, pero ha dicho muchas cosas en ese trayecto, y sin embargo las tapa. Simplemente se cierra en sí misma la novela porque es un aspecto del ser humano que no tiene salida ya que es el ser de lo que es el ser humano, carece de solución, es conflicto y está dentro de la psiquis permanentemente.
A veces claramente un párrafo no dice nada y no quiere decir nada, ¿por qué buscar un sentido o un significado si no lo tiene?. Lo cual nos indica una característica de esta novela, no se puede entender por partes, ni buscar en trozos de ella, sino en su conjunto, es un todo, en donde todo está relacionado con todo, carece de un principio, un desarrollo y un final, es toda a la vez. Por eso es necesario leer esta obra varias veces, para tener en cuenta durante una segunda lectura el conjunto de la misma en cada parte. El mismo autor dice «semejante lenguaje sólo me resta por decir que la ambivalencia es suma«. No resta significado la contradicción, sino que lo aumenta.
Sobre el sentido de esta obra hay que tener en cuenta lo que Joyce escribe en cartas a sus amigos y allegados. Por ejemplo se pregunta si “alguien alguna vez y en algún lugar leerá sus palabras escritas”. Sobre “Ulises” dice: “he planteado tantos enigmas y quebraderos de cabeza que tendré ocupados por siglos a los profesores, que discurrirán sobre todo lo que he querido decir”. Le faltó decir: sin encontrarlo, porque no lo tiene. Parece un farol burlón, más que pretencioso, por más que le escritora Rebeca West descalificase Joyce y su obra por considerar a este escritor un narcisista presumido, del que dice que se compró tres sombreros.
¿Por qué va a interesar esta obra?, y en general las dos consideradas obras maestras de este autor. Porque se convierten en un símbolo, no tiene una lógica que lo explique, más bien se puede entender como lo que el matemático libanés Nassim Nicholas llama un cisne negro, un hecho fortuito, improbable, con una gran repercusión y que causa un gran impacto en la sociedad o en la persona y esto se cumple con la obra de Joyce. Emerge contra todo pronóstico en la literatura universal, sin una causa especial. Sucede así y no hay que buscar una explicación, que sólo sirve a posteriori.
Las obras de Joyce se consideran el pilar del modernismo literario junto a la obra del escritor francés Marcel Proust. Dos estilos completamente diferentes que coinciden en dos aspectos fundamentales, la introspección a través de los personajes, que hacen de manera muy diferente, pero sobre todo que ambos colocan los órganos genitales en sus personajes y hacen ver la sexualidad de los mismos, que hasta entonces hay que imaginarla, sospechar, porque no se ve desde que la literatura fuese castrada con la supresión y desprestigio de las novelas de caballería, en lo cual la novela de Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha” tuvo un papel esencial y se hizo de una manera premeditada. A esta obra alude Joyce en Finnegans Wake: “¿A dejarse apalear como el Caballero de la Triste Figura?; ¿a hundirse a pesar como la Armada Invencible?… sinia Sinhow Panza”. También de España cita a Finisterre y a la “familia española”.
Joyce además entra en resonancia con un proceso de destrucción de la literatura, como paso previo a una futura reconstrucción, que más bien parece que después de aquella época retrocede el mundo literario hacia formas narrativas que fabrican historias más que sacar el jugo de las palabras, parece que se las diseca.
El éxito de esta novela ¿a qué se debe?. Ha adquirido fama universal y es admirada por intelectuales, quienes estoy seguro si una obra parecida fuera de un autor desconocido no la harían ni caso y hasta la descalificarían de una locura sin sentido. Joyce tuvo el apoyo de un grupo de incondicionales que se rebelaron a las novelas definidas y diseñadas. Hay una ola de cambio en el arte en aquella época en que aparece, surge el cubismo en la pintura, adquiere fuerza el arte abstracto, el dadaísmo, aparece un modelo económico con repercusión mundial que revoluciona el mundo, el comunismo. La transformación sucede en todos los órdenes de la sociedad. En esa época las novelas de Joyce se convierte en una novela símbolo, “Finnegans Wake” y “Ulises”. El impulso de cambio convierte estas obras nuevas en chispas que pueden prender y agitar el cambio.
Joyce afirma en sus comentarios a la obra, los cuales hace en cartas a amigos, que hay personajes que no es que sean abstractos, sino que no tienen ningún sentido, ¿a qué buscárselo?. Para Víctor Pozanco los narradores duermen, sueñan, deliran, ve en esta obra, en parte, una provocación. ¿Cuál es, entonces , su sentido?, el sin sentido de lo que no tiene sentido. Lo cual es un gran descubrimiento, en una sociedad que quiere entenderlo todo y al mismo tiempo ocultarlo. Joyce lo hace visible, lo enseña. ¿Provocación?. Arte.
Escribe Joyce en Finnegans Wake: “Pregunta respuesta. ¿Cómo fueron tus putitas?. Amantes de la risa… odiaban pensar y pensaban sintiendo”. “El muy vicioso aeropajita… vigila no se pierda lo que te queda de pilila. ¿Te la chupo?. Vaya sitio para tener un dedo. Jodencita… conocerte carnalmente. Te daré un beso que te devuelva a la vida”. Este ebrio, más que simbólico, lenguaje parece irrespetuoso, pero lo que hace es desmontar los sentidos, digamos, consentidos, “odio la sola idea de la idea que tiene él de tener idea”.
Joyce alude a lo que está haciendo: “nuestro celtilibro… con un cajón de palabras”. Comenta más adelante algo que define lo que está haciendo en esta obra: “es el orden-desorden total”. El propio autor no sabe lo que está haciendo, le surge y se deja llevar, a ver adonde llega, como si quisiera hacer ver una parte de su inconsciente y del inconsciente colectivo, como veremos más adelante con referencias concretas. Joyce alude a sí mismo, de manera clara, no es una interpretación, sino una lectura de lo que escribe: “En ese jamesjoiciano e iracundo cavetero. Lo reconocéis por sus travesuras, pero no sabéis lo que se lleva entre manos porque no os lo ha dicho”. Es otra pista. Juega al despiste. Sabemos que no va a decir lo que quiere decir. Tiene tal dominio del lenguaje, tal intensidad que es capaz de decir algo no diciendo nada, lo dice, pero lo esconde, es una travesura literaria, no lo dice … Si no dice lo que quiere decir, ¿para qué escribe?. Para decirlo de manera velada, pero no por ocultismo ni ocultación, sino porque sólo de esa manera se puede comunicar lo oculto del ser humano.
El sentido es todo lo que dice, ni más ni menos. Pero lo que dice, no lo que significa aquello que dice. No es una obra de significados, sino de expresiones. Lo importante no es saber qué quiere decir el autor, sino cómo suenan sus palabras, porque es ese sonido interior el que nos va a decir algo.