Cuando se lee una novela hay una historia, que a medias es lo que se suele contar al respecto de ella, pero hay muchos recovecos con anécdotas, curiosidades de una época y un fondo sentimental que por regla general hace visible los modos sentimentales de un determinado momento histórico, los cuales la literatura hace que cambie. El confesor de Toledo advertirá a Fortunata que las mujeres se dejan pervertir por las novelas e ideas falsas de otros.

El autor va dejando pistas salteadas que habrá que ir relacionando para saber el carácter y el temperamento de cada personaje. Juanito Santa Cruz que aunque en un momento determinado deje de salir en la novela está presente en toda ella. Para mí esta novela es la historia de amor de Fortunata, de su pasión, una manera de amar que la sociedad de la época, 1887, no permite por un control de los sentimientos que permite perpetuar los convencionalismos. En esta historia pasional se abre un interrogante a la religión tan influyente en la sociedad, pero también al corsé de las apariencias.

Juanito Santa Cruz estudió derecho, leía novelas y aunque no atendía mucho en clase al final se aplicó. Lo describe como hijo hijo único, inteligente y de familia rica. La demarcación de hijo único como forma de ser caprichosa de este personaje de la novela de u refrán del norte de España que dice “hijo único y gocho de pobre / no lo compres aunque el dinero te sobre”. También es significativo que advierta el autor sobre que la lectura es vida artificial y prestada, porque nos va describiendo la manera de ser de Juanito. “Jacinta leía poco, pero apreciaba la poesía”.

Juanito Santa Cruz viaja a París con varios amigos. Su madre teme por las mujeres francesas, que han oído decir que despluman a los forasteros. Estaban sus padres con miedo, pero el padre dice que hay que dejar que corra hasta que se case. Tienen miedo de que lo coman los bribones. Al volver trajo novedades, entre otras el “alma del negocio”, algo que se ve no fue muy popular en España, tierra de hijodalgos, acostumbrados a la conquista y a la renta. Viste con pantalones ajustados. Le llaman Delfín.

La madre de Juanito afirma que sus progenitores la comunicaron que se casaría con quien fue su marido, “nos casaban como a los gatos”. esto nos sitúa en el meollo de la novela, una etapa superada, que son embargo de otra manera se hace algo parecido mediante los prejuicios y el clasismo social. La madre de Juanito, Barbarita “no supo qué es el amor, lo sospechaba”. A lo largo de la novela se va a hacer visible el conflicto entre el amor, la pasión y la costumbre social, en una época de cambio, en la que la literatura hace que se mire los sentimientos de las personas. Explica que si bien Barbarita no ama al novio tampoco a ningún otro.

Por otra parte el padre de Juanito, Baldomero, ve a su esposa como una criada sagrada, lo cual ya es decir bastante, lo que nos hace saber de donde viene nuestra sociedad, porque estamos hablando de la época de nuestros bisabuelos y abuelos. En otra parte escribe que el marido piensa en los negocios, la esposa en la casa. Y en boca de Juan Pablo “la mujer es para dar disgustos”, por lo que está a favor de amor libre y espontáneo.

Aparecen citados diversos escritores a lo largo de ella: Schiller, Beethoven, Mozart, Pitágoras. Cita “el sándalo que nos trae los misterios budistas”. Gutenberg. Darwin, Platón, Wagner, Murillo, Goethe, Shakespeare, Heine, Sócrates, Cervantes y a su Quijote, Jovellanos, Claudio Moyano, Hegel.

Entre las comida que aparecen en la novela están el chocolate, que tomado en taza debió de ser muy apreciado en aquellos tiempos en que transcurre la novela, donde ase afirma que es costumbre tomarlo a la salida del teatro. En una ocasión lo presenta con la mezcla de cacao, azúcar y canela. Se leen algunas comidas: congrio, coliflor, perdices, lengua de vaca, carne de ternera, salmón, langosta, quesillos, rosquillas, codornices, pescadilla, café, chuletilla, pasas, mazapán, dátiles, bacalao, arroz, sardinas escabechadas, sopas de ajo, mantecadas de Astorga, lechuga, escarola, bacalao de escocia, croquetas, merluza, solomillo, zanahoria, tocino, tortilla, hierbas como valeriana y ajenjo, cerveza con limón. Recoge una frase de Francisco de sales: “Lo que entra por la boca no daña el alma”. O una receta para el catarro: té con coñac.

Hace una crítica a la poca ciencia que se enseña en el país, lo cual es el caldo de cultivo de un tipo de mentalidad, “no estaba de moda Darwin”. Es curioso que pasado un siglo en el Coto Escolar de la ciudad de León hay una estatua de san Francisco, en un lugar de aprendizaje de la naturaleza. Se ha pedido que se ponga una referencia a Darwin y tanto el partido socialista o la derecha cuando han estado en el gobierno municipal se han negado, ni paneles sobre la evolución. Considera el autor a España el país más charlatán. Dice que en este país hay tres cosas: la guardia civil, las uvas de albillo y el mueso del Prado. Afirma “el pueblo español está ineducado y hay que impedir que los pillastres engañen a inocentes” y habla del “corruptor materialismo”. Reconoce que la mayoría es buena, pero que hay mucho tonto.

Gotean curiosidades de Madrid, ciudad en la cual transcurre la historia y a través de la cual sabemos de calles, de comercios que empezaban por entonces y poco más de un siglo después vemos cerradas y en ruinas. Comenta que la llaneza castiza forma parte del carácter nacional y se pregunta por qué se usan tanto los diminutivos en Madrid, lo que achaca a una cierta familiaridad democrática en la sociedad.

Se citan en la novela los juegos de cartas el mus y el tute. Habla del colegio de san Idefonso, donde se extraen los números de la lotería, lo cual narra algunos piensan que hay que suprimirlo porque “mata el ahorro”. Nombra el circo Price. También el reloj de la Puerta del Sol, el parque del Retiro. Cita a la casa Rostchidl dos veces. De la lotería y del tranvía como una novedad.

Se recoge una nueva situación que empieza a desparramarse por España, “la seriedad europea”, “la sociedad española empieza a presumir de seria, vestir de oscuro, el rojo de los forros, lo que es una influencia de los países del norte.

Entre las costumbres de la época estuvo en determinados ambientes las tertulias, sobre economía leemos: “los grandes problemas se resuelven por sí mismos, dejar ir, dejar hacer”, lo que recoge la tradición liberal, y reitera “la naturaleza se cura sola”. Hablan de la deuda pública, que por lo que se ve es la eterna canción. Nombra la peseta catalana, los duros españoles, cuartillas, onzas, pesetas columnarias. Se comenta que el género de China degenera, sobre todo en los paños, al igual que en España la cerámica no vale para nada. Cuenta que la lana sustituye a la seda y recoge un dicho de la época “el vestir anticipa el pensar”. “No había tienda sin tertulia como sin mostrador”. Se quejan en la novela que se estaba perdiendo la costumbre española de que las criadas canten cuando trabajan. Afirma que en España, esta pícara raza, no conoce el valor del tiempo y del silencio. Dice que en este país muchos creen que ser liberal es pegar gritos, insultar a los curas, no trabajar y pedir aboliciones y que mueran las autoridades.

Comenta que en los clubs y cafés se fomentan las sociedades secretas patrióticas. leemos la expresión “judía libertad”. Y “esa judía cosa”, de cuya expresión deriva el dicho actual “jodía cosa”. Se indica que Rubin es un apellido judío usado por algunos conversos, ex-deicidas. En otra parte de la novela se lee: “los curas son los que más conspiran y pueden contra el gobierno”. Hay gente que hace un revoltijo de las ideas, lo que se define en la novela como “meneo mental”, como el de don Carlos que pide un absolutismo sin religión, lo mismo que se defiende el socialismo sin libertad. En un momento dado de la historia leemos algo que es aplicable a la política como a la vida personal: “Hay un mundo que se ve y otro que está debajo, escondido y lo de dentro gobierna lo de fuera, no anda el reloj, sino la máquina que no se ve”.

Alguna palabra peculiar de la época que aparecen en la novela son “mondongo”, la expresión “hacer el higui en los carnavales”. Define “ejido” como las afueras de las ciudades. Otra es polla, que quiere decir jovencita, chica, “que guapa era cuando polla”. Recuerdo oír decir a mi abuela “esa pollita pera”, “si estuviera presente la polla”. De los curas y abogados dice “la peste cargue con ellos”. La carpanta como sinónimo de hambre, “que carpanta estábamos pasando”.

Llama la atención que lo que hoy es algo cotidiano fue una noticia por entonces: “Madrid va a tener agua en las calles y plazas, para lavarse las manos y la cara”. La gente ordinaria usa la moneda, la onza, siendo los billetes de uso entre bancos. Aparecen algunos datos históricos, como referencia a la época en que sucede la historia, el golpe de Estado de Pavia, el 3 de enero de 1874. Cita a Sagasta. De Canovas dice que no sabe por donde se anda y que entiende de la aguja de marear. Hace alusión a las guerras de África, Cuba y Filipinas, en las que estuvo Evaristo González Feijoo, militar jubilado de ideas progresistas. En un momento dado leemos “las guerras no y terminan porque los militares van muy a gusto en el machito; los de acá y los de allá no están por la paz, seguirán mientras que unos y otros mamen de ellas”. Se cita la guerra de 1870, que dice el autor fue por culpa de Bismark y Napoleón III.

Es una historia referida a unos personajes, en la que el autor pretende hacer ver una situación sentimental que debió ser frecuente en aquellos tiempos, “por doquier el hombre vaya lleva consigo una novela”.

Hay cosas que parecen ser sempiternas en la sociedad humana, “la voracidad el hombre no tiene límites y sacrifica a su apetito no sólo lo presente sino las futuras generaciones gallinaceas”.

 

A Juanito le gusta ver va Fortunata comiendo un huevo crudo en un matadero de gallinas. Luego le contaría a Jacinta durante su viaje de novios que estuvo enamorado de una chica que comía huevos crudos. Fortunata es huérfana, sobrina de la huevera y pollera. No tiene educación, pero sus ojos y labios son muy bonitos, es descrita como morena y guapa, algo tosca. Juanito la llama Pitusa. Se siente engañada, pues Juanito la hizo creer que se casaría con ella. “El pueblo es tonto, se deja engañar con tal de que se lo digan finamente”. Fortunata le idolatraba. Quedó embarazada. Al no estar con Juanito quiso tirar al niño que nació, hijo de él. Cuando Jacinta lo sabe se sintió engañada, porque su marido se lo ocultó y por abandonar a un hijo. Cuando Jacinta ve a Pituso le ve gran parecido a su marido, los ojos como los que pinta Murillo. Jacinta le empieza querer. Sin que lo sepa su marido,a través de Guillermina, lo quiere comprar por 6.500 reales. No se atreve a decírselo a Juanito. No está bien, pero se dice: “Los ángeles están acostumbrados a volar, cuando andan por la tierra tropiezan”.

La madre de Juanito, Barbarita estuvo preocupada de ver que su hijo salía mucho por las noches, preguntándose y temerosa de que tuviera amores libertinos y orgías de mal gusto, por lo que se dispone a casarle, “tienes que casarte, hay que darte todo hecho”. Jacinta es una chica pura, de buena familia, que una vez se han casado considera que no deben de haber secretos entre ellos e indaga de la vida amorosa de su marido de cuando fue joven. Juanito Santa Cruz se casa con Jacinta, quien tiene curiosidad y le preocupa si su marido ha tenido algún hijo con otra mujer, “si habrá algún huevecito por ahí”. Jacinta a veces piensa que le engaña, sobre todo los días que está bromista y pillín. Pero cuando estaba él formal, Jacinta ya sabía que había estado de picos pardos. Juanito le dice que sus quebraderos de cabeza son dolores imaginarios. Lo mismo que cuando Jacinta le habla del parecido del hijo de Fortunata, él le responde que es por su imaginación.

La mentalidad de Jacinta es tremendamente clasista, siendo uno de los pilares dee esta novela, la tensión y pulso entre dos mentalidades, la del pueblo y la de una clase adinerada de planteamientos elitista. Dice Jacinta: “El pueblo es sucio. La mujer de clase baja por más que lave el palmito siempre es pueblo”. Le disgusta que su marido tenga loa manía de lo popular, “el pueblo no tiene moral”. Entiende la relación de él con Fortunata como una demencia ocasional, un capricho de aquella hembra popular. Juanito en otro sentido también participa de esta mentalidad al considerar que el pueblo no conoce la dignidad, sólo le mueve las presiones y los intereses. Para él el dinero es para jugar y tomar cañas. A medida que avanza la novela leemos que el verdadero señor no humilla al inferior.

El autor planea por el paisaje social, describe Barcelona como una gran colmena de seres humanos. habla de las casas excéntricas en Chamberí, de Madrid. Describe que las mujeres que trabajan en los talleres ganan poco y observa que se dejan seducir por cualquier pillo, pero recoge una sentencia de la época: más vale ser mujer mala que máquina buena”. Más adelante define a las peluqueras de grandes alcahuetas, “¿por qué las mujeres no se peinan solas?, la que no sepa que aprenda”.

Habla del Bierzo, zona de León en la que dice hay una gran riqueza artística, asombrosa” y habla del castillo de Ponferrada, en ruinas. Cita las mantecadas de Astorga. El criado Pedro Manuel de Jauregui es de León. En otro momento alude que los estudiantes gallegos y leoneses son los que meten más bulla.

Otro viaje de Juanito y Jacinta es a Andalucía, de donde resalta que todas las mujeres llevan una flor en la cabeza y la que no se pone una hoja verde, algo que vemos muy desarrollado en la novela Ramón J. Sender, “La tesis de Nancy”. Juanito dice “estaba mirando todos los días como mira el burro la flor, sin atreverse a comérsela. ¡Yo me comí el cardo!”. En su vida caprichosa tiene como filosofía tomar las cosas a bromas, se hacen más llevaderas. Avanzada la novela leemos que la filosofía vuelve gilis a los hombres.

Según Juanito “hay dos mundos, el que se ve y el que no se ve; la sociedad no se gobierna con ideas puras”. Más adelante advierte “a las personas muy buenas hay que atarlas a veces”. También: “Es triste vivir agradeciendo y aborreciendo”.

La relación entre Juanito y Jacinta se ve afectada por el deseo de querer tener hijos y no lograr el embarazo de Jacinta, quien se queja, dice que Dios está chocho, que una pobre tiene gemelos y ellos que son ricos ninguno. Jacinta oye unos gatitos maullar en una alcantarilla, que mueren al poco rato.

Barbarita, la madre de Juanito cae en comprar por comprar. “La satisfacción del deseo chifla tanto como la privación del mismo”. Hay un análisis psicológico muy importante a lo largo de la novela, observa que en la naturaleza hay sucesión de modas, cambia el “apetito”. Juanito ama a su mujer, incluso en la marea de la infidelidad. “El corazón tiene rincones y callejuelas”. Y habla de un término que empezaba a usarse cuando escribió la novela, “la neurosis de la carta que no sale”.

En otro momento leemos una proclama de gran contenido social: “¡Qué desigualdades!. Unos tanto y otros tan poco. Falta equilibrio, y el mundo parece que se cae. Todo se arreglaría si los que tienen mucho se lo diesen a los que no poseen nada. Pero ¿qué sobra?”. Baldomero le propone a Juanito jugar a la Bolsa o a cualquier otra especulación, para ganar más dinero. Más adelante leemos que los bolsistas sólo hablan de dinero. El autor define la política como comedia, basada en habladurías. Llega a escribir Galdós: “lo indecentes y mamarrachos que son los políticos españoles”. Jacinta se dio cuenta al ir al barrio en el que vive Fortunata que el imperio de la pobreza se extiende, a pesar de lo cual en otra parte de la novela se indica que el servicio en las casas estaba mal. Feijoo de ideas progresistas dice que al final se trata de a quien le toca mamar y a quien no. Escribe: “Conviene que todo el mundo coma, porque el hambre y la pobretería es lo que más estorba la acción de los gobiernos, lo que da calor a las revoluciones manteniendo a la Nación en la intranquilidad y el desbarajusta”, lo cual todavía hoy debería tenerse en cuenta. En otra parte afirma “cuando hay libertad los ricos se asustan y van al extranjero y no se ven las pesetas”.

Varias veces Galdós introduce nuevas escenas, para ver los temas desde varios ángulos. En casa de Juanito don José clama contra su esposa, que dice es adúltera. Los demás dicen que es un delirio, que como es escritor se le ha reblandecido el cerebro.

El hijo de Fortunata muere.

Fortunata se relaciona con hombres groseros, tramposos y perversos. Se la presenta como una ingenua. Al único hombre que a amado es a Juanito. A este amor a un hombre casado se describe como “anarquía moral”, pero a renglón seguido dice “lo moral es el menor amor posible”. Otra expresión que usa es la de “zurzidor moral”.

Maximiliano quiere que Fortunata le quiera algo, se enamoró de ella. Según él “el amor puede nacer del agradecimiento, pero también tiene otros padres”. Debido a su crisis amorosa leyó la obra “Werther” y “Fausto” de Goethe y al poeta Heine. A Maximiliano le llaman Papitos, es sobrino de doña Lupe, ésta es descrita como “un reloj con alma”. Para Papitos “el amor es la ley de la leyes, gobierna el mundo”. La tía advierte al sobrino de las viciosonas, que tenga cuidado de que no le engañe una pendona. Tiene a los poetas por embusteros. La tía quiere que Fortunata se reforme para casarse con su sobrino y la llevan al confesor de las Arrepentidas de Toledo, quien le dice que ilusionarse con un caballero es para bobear y que el verdadero amor es espiritual, “el alma por el alma” este va a ser el eje del conflicto en la novela, la moral espiritual debatiéndose con la naturaleza humana. La insta a que amase a quien será su marido con ilusión espiritual y no con los sentidos, ya que la única hermosura es el alma, pues el cuerpo se lo comen los gusanos. Aquí vemos una contradicción, ya que Maximiliano se ha sentido atraído y enamorado por la belleza corporal de Fortunata, considera que ésta es docilota y de poco entendimiento. Fortunata trata a su marido con frialdad.

Entre las lecciones del confesor está que trasnochar es malo para el cuerpo y para el alma. Fortunata va a pasar una temporada trabajando con las monjas. Jacinta da dinero para mantener ese convento. Reconoce que los hombres son caprichosos, que ella tuvo relaciones con quien creyó que se iba a casar. Sigue enamorada de Juanito, que va a rondar el convento al saber que está en él. Fortunata trabaja bien. A veces las monjas la dan coñac para levantarla el ánimo. Sor Marcela sabe de la vida: la privación absoluta es el peor de los remedios, conviene permitir de vez en cuando.

Una vez que Fortunata va a ver un desfile ve de lejos a Jacinta, la ve muy elegante, pero la recrimina que no respetó a quien fue suyo, Juanito y se dice “ a la que por ser pobre no se la respeta y así anda este mundo pastelero”. Fortunata no quiere casarse con Maximiliano, pero en ningún momento les dejaron solos para hablar, ella se dijo a sí misma “no me llevarán a la iglesia ni atada”. Se casó. O mejor dicho, la casaron, “me llevaron al matrimonio como una una res al matadero”, “me casaron”. Observemos que la madre de Juanito comentó una vez que en su época les casaban como a gatos. La historia de Fortunata es la de una mujer que se rebela a los casamientos por conveniencia y que defiende su amor con todas sus fuerzas. Se pregunta que por qué no amó a un albañil y no a un rico para que la engañara. Sigue amando a Juanito, que la ronda. Él la busca. Se entera que el hijo que tuvo con ella murió. Ella le dice que él es su marido y le pide que no la civilice, que ella siempre es pueblo. En realidad vemos que Fortunata es fiel a su amor, que la infidelidad es por tener presente sus sentimientos y no los convencionalismos, de lo que Juanito se aprovecha, pero no lo defiende, se deja llevar por su ambiente social y por sus apetencias sexuales. Cuando Fortunata se separa de Feijoo define la infidelidad como “el fuego de la naturaleza contra el despotismo social”, siendo esta reflexión el eje sobre el que gira toda la novela. A parece sin embargo un hecho dual de los sentimientos, Juanito quiere a Jacinta, también a Fortunata “de una manera diferente”.

Fortunata mantuvo otras relaciones como con Juárez el negro como venganza por haber sido abandonada. Cuando murió su hijo quiso ser mala. A Jacinta la engañaron con la compra de aquel niño. Fortunata llegó a pensar en darla el hijo y que ella le diera a su marido. Maxi, marido de Fortunata, conoce a Juanito y piensa que se ve con él, le pide que le diga la verdad, Fortunata le miente. Él se ve deshonrado. Le atormentan los celos. Propone irse al campo, lejos de la ciudad y de su amante, pero Fortunata no quiere encerrarse en un pueblo. Un día se ven en la calle y se pelean. Maxi quiere matarle a él y a su esposa. Doña Lupe, la tía de Maximiliano, se entera y afirma que de una mujer mala no se puede hacer una esposa decente. Fortunata considera que su marido es un simple, “un hombre que no es hombre, que no puede ser su marido”.

Juanito llega a ofrecer a Fortunata ponerla un piso para verse frecuentemente. Fortunata se va. Un sacerdote observa que el pasado licencioso de ella la envenena el alma y que una esposa ha de serle fiel a su marido en cuerpo y alma. Jacinta sabe que su marido “entretiene” a una mujer. Considera a los hombres en general unos hipócritas, a los que no se les puede tener consideración. jacinta vuelve a gustarle a Juanito como si fuera la mujer de otro, y vuelve al deber conyugal. Le deja el piso a Fortunata para que se gane la vida con su belleza.

Jacinta exige a su marido que la deje, él le asegura que no volverá a verla, pero ve que es un “prestidigitador de palabras”. Pero Juanito siente hastío de Fortunata, “lo que no se tiene se desea y lo que se tiene se desprecia”. La ve común, no le seduce ya, la ve antipática y considera que ha nacido para dar placer a un albañil. La había llamado cariñosamente “nena negra”, pero quiere cortar, separarse como amigos la manda 4.000 reales, ella quiere devolverle la mitad.

Evaristo Feijoo le propone a Fortunata pedir perdón a su marido, ella no quiere, pero él alude a un sentido práctico y no hacer tontería contra la ley de la realidad. Se relacionan, pero ella no siente amor por él, sí respeto y cariño. Se instala en un piso modesto para verse con él. La regala una “Singer” (marca de una máquina de coser) para que se entretenga. El marido de Fortunata cree que se ha ido de Madrid. Feijoo la deja por estar con otro, Juanito, pero la deja una paga. Por esto a Fortunata le parece un hombre raro. Como hombre de mundo piensa que la condición del amor es su no duración. Considera que más de dos años de matrimonio es un grillete.

Fortunata piensa que Juanito se habrá cansado de su esposa y dice “cuanto tragan los hombres ricos”. Sintió celos de Jacinta. Feijoo cuando enfermó, dice que su enfermedad es la edad, le dijo a Fortunata que arregle su vida y que se una con su marido. La aconseja que se deje dominar por el amor y por él echar todo por la ventana. Le aconseja que guarde el decoro y que adquiera un buen nombre. Quiere que vuelva con su marido para que la vaya bien, “las formas son casi todo”.

Maxi advierte que la desgracia le ha hecho volver la vista a lo que no se ve ni se toca, “desde arriba las cosas se ven de otra manera”. Se arrepiente de haber querido matar a Juanito, “hay que anularse para triunfar, no ser nada para serlo todo”. Olvida lo que le ha hecho Fortunata, quiere dejarla su dinero, con tal de guardar las apariencias. Se refugia en la religión que dice es la medicina del alma y del cuerpo. Restauran el matrimonio. Para Maxi los infinitivos de la existencia son padecer, amar y pecar.

A Fortunata no le gusta ir al teatro, piensa que la miran y hablan de ella. Vive con su marido como un hermano, “sin dichas ni penas”. Maxi no la deja salir sola a la calle. Un día les vista Evarista, lo que incomoda a Fortunata porque fue un antiguo “protector”.

Un día se encuentra Fortunata con Jacinta, ésta no sabe quién es. Fortunata piensa que ella sería igual que ella si estuviera casada con Juanito. Una segunda vez vuelven a coincidir. Jacinta dice que desea tanto a un niño que lo robaría. Jacinta piensa que Fortunata es una enajenada mental. Cuando se cruzan en un pasillo Fortunata pellizca a jacinta y la dice “soy Fortunata”, se va, piensa que ella le robó a Juanito. Quiere adoptar a un niño, pero doña Lupe se niega. Fortunata piensa, también en referencia a jacinta que la esposa que no tiene hijos no es esposa.

Maxi se pone enfermo, “nerviosismo”, lee libros de medicina. Considera que el mundo vale por el amor, lo demás es figurado. La señora de Rubí, amiga de Jacinta, pregunta a Fortunata si sigue con Juanito, ésta le contesta que no, que hace mucho que no lo ve. Para Fortunata doña Lupe y su marido son su cárcel. Sueña que ve a Jacinto en la calle, arruinado Luego se ven de verdad. Él la llama guapa. Ella le dice que es para él toda. Juanito la pregunta que si ha tenido algún devaneo. Quedan en volverse a ver, Fortunata le dice “aunque me pagaras te seguiré queriendo, Dios me ha hecho así”, es un afecto, una relación salvaje y primitiva.

Maxi tiene delirios, ve que en su casa entran hombres con Fortunata, cree que le quieren matar. Tiene dos aficiones la farmacia y la música que ahora para él es la farmacia del alma. Para la viuda de Jauregui Fortunata quiere a su marido por el dinero, pero las faltas de ella no vienen del interés, sino del corazón. Fortunata no ha cogido dinero de su marido. Ballester piensa que Fortunata debería estar con él y con con el botarate de su marido.

Fortunata se encuentra con Aurora, a cuyo primo le gusta el dinero y es un disoluto, le gustan las mujeres casadas, a ella le hizo la corte cuando se casó. En Francia tuvo una relación con él, después “la del humo”. Cuando ella enviudó, él ni la hizo caso. Se relacionó con otro hombre, quien al cabo de los años la descubrió con otro, sin decirla nada, su conclusión fue “que viva y padezca y padeciendo aprenda”, él piensa en suicidarse, pero se va, porque le destinan en su puesto de gobernador a otra ciudad, pero no puede ir con la mujer que no es su esposa por mantener las formas, pero la mandará dinero.

Maxi no tiene miedo a la muerte, compra un puñal de Toledo. Piensan que está demente. Pero descubre que su mujer está embarazada. nadie lo sabía. Él considera que es una revelación. Quiere ir con el cuchillo a por Juanito. Fortunata y su tía Lupe lo detienen. Piensan si llevarlo al manicomio. Soñó que Fortunata está en cinta de otro hombre, y se lo contó a ella para que confesara. Fortunata no deja de pensar en Jacinta, de quien piensa que pudo tener una historia con el señor Moreno.

Una conclusión de Maxi es que de nada sirve la bondad si la maldad de otros obliga a hacer una barbaridad y “no somos dueños de nuestra vida, estamos engranados a una máquina y andamos conforme nos lleva la rueda de al lado… quienes se casan se engañan”.

Fortunata tiene a su hijo, Juan Evaristo Segismundo. Para Fortunata las leyes son un disparate, sólo vale la ley natural para ella, dice que ha quitado la mona del cielo a jacinta que le quitó a su marido, Juanito, que es su marido por la ley natural, dice: al amor no s ele dictan leyes” y plantea que si uno de los dos falta al otro que se divorcien. Su hijo se parece al padre, Juanito, que Fortunata piensa que lo tiene que querer, pero ella se ve ordinaria para alternar en los ambientes requetefinos de él.

Maxi reconoce los celos que tuvo que no le dejaron vivir: “tu infidelidad se me había metido en la cabeza, no tenía ningún dato y fundamento, pero ese convencimiento no lo podía echar de mí”, celos que define “fermentados y en putrefacción”, hasta el punto que pensó en suicidarse. Y también matarla a ella con su hijo en el vientre, pero decidió que naciera y que aprenda. Le dice a Fortunata “soy un santo” y “lo malo no perece nunca, lo malo engendra y lo bueno se aniquila en la esterilidad”. Y dice que la mujer castiga sin piedra ni palo, que en otro momento se dice lo mismo de Dios.

Maxi le cuenta a su mujer, Fortunata, que Juanito, padre del hijo de ella, se ve con otra mujer: Aurora, ella piensa que lo dice para herirla, pero empieza a sospechar, le dice que si le hubiera dado un tiro la hubiera matado menos que con lo que la contó. Maxi filosofa regodeándose de ver que quien le fue infiel a él ahora recibe la misma moneda: “Mejor castiga una consecuencia lógica que una puñalada”.

Fortunata quiere matar a Juanito por traidor, soñó que él y Aurora matan a su hijo. Teme que se lo roben, sobre todo jacinta. Va a ver a Aurora, le da un tortazo, la da con una llave y la tira del pelo, “por meter tus dedos en casa ajena”. Guilllermina teme que Fortunata abandone a su hijo.

Fortunata considera que Aurora ha engañado a dos, a ella y a Jacinta.

Maxi tiene delirios persecutorios y de grandeza, piensa que va a fundar una secta y gobernar el mundo. Considera que Dios ha castigado a Fortunata, “es el único que castiga” y que “la infidelidad castiga la infidelidad”. Se siente vengado, “veo que Dios ha castigado a los malos”, “mientras más me humillen más me levantaré, mientras más me azoten más salud tendré allá”. Considera que toda víctima es por sí interesante, todo verdugo odioso. “Padecer y aprender son sinónimos”. Fortunata considera que su marido no es tan loco como creyeron, sino cuerdo, pero sin honor, le dice que si hubiera tenido dignidad la hubiera pegado un tiro. Le pide que mate a Juanito y a Aurora, así se venga de Juanito y la venga a ella, a cambio será para él. Le dio dinero para que comprase una pistola, le calentó la cabeza.

Fortunata no tiene leche, pero se niega a tener una nodriza. Le da un biberón. Jacinta la ha perdonado, por un sentido religioso de perdonar a su enemigo. Fue Aurora quien le dijo que Jacinta estuvo con otro hombre. Pero Fortunata se da cuenta de que es mentira, Jacinta no es como ella. La familia de Aurora quieren que vaya a la cárcel. Dicen que Aurora no es de Juanito, sino de Segismundo, que es el mismo.

Fortunata quiere escribir una carta, presiente que se muere, la pelea con Aurora recién parida la ha provocado una hemorragia. Su voluntad es que Jacinta cuide a su hijo, el verdadero Pituso. Acude el padre Nones, que la pregunta si perdona al hombre que la ha hecho pecar. Fortunata no contesta. Le pregunta si perdona a Aurora. Le pidió que se arrepintiera de la idea de que un matrimonio por no tener hijos no lo es, que considera “un error diabólico”, le pide que se confiese para tener puro su interior. Fortunata dice que ella es un ángel, no puede confesar. Muere

A Maxi le quitan el revólver.

Jacinta da la carta a su marido que la faltó. Juanito reconoce que es hijo suyo, prometió quererle. Perdió la estima de su esposa y parte del amor. Vemos que no es un amor pasional, ni siquiera un amor de estima, de respeto, sino amparado en el convencionalismo social. Jacinta piensa que pudo haberse casado con Moreno que la adoró, considera a Juanito falso y mala persona, sin embargo y a pesar de lo que piensa seguirán casados.

Ballester le dice a Maxi que hay que volver al bromuro de sodio y a la ducha, lo que considera lo mejor para echar virtud y filosofía. Maxi, a pesar de lo que Fortunata le hizo, afirma que la quiso lo que más, “más que a mi vida y me hizo mucho daño”. Admite que ella no le quiso, que no le pudo querer y reconoce que los dos se equivocaron, “los dos nos engañamos, no contamos con la naturaleza, madre y maestra”. La conclusión de la novela es que chocan los convencionalismos sociales, los intereses en el amor y concluye: “La naturaleza nos estrella a quien queremos gobernarla”.

Para Maxi la vida es una pesadilla… «más la quiero muerta”. Ballester le dice que le amaran los dos como si fuera un ángel. Maxi quiere ir a un convento, su tía Lupe lo estaba preparando, le dicen que sí, pero se da cuenta que le llevan a Leganés, a un manicomio, pero Maxi se dice a sí mismo que no podrán encerrar entre murallas su pensamiento, “resido en las estrellas”, pongan a Maximiliano en un palacio o en un muladar, lo mismo da.

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