Es ésta una novela (1944) de sensaciones que se malinterpreta de muchas maneras con análisis que la encuadran como una novela costumbrista o existencial, cuando es una novela de sensaciones, en la que la autora usa la historia que narra a modo de escenario para poner en juego diferentes maneras de sentir, de expresar los sentimientos y desde diferentes formas, a modo de un calidoscopio, de ahí la confluencia de los personajes. De ahí la nada. Palabra ésta a la que será interesante que sigamos la pista.
Pienso que una obra puede trascender a su autora o autor, porque en ella manifiesta una parte de lo inconsciente, sin reparar en ello, de ahí la inconsciencia y la fuerza comunicativa que adquieren determinadas obras. Que nadie busque en «Nada» un vestido elegante como novela, su valor está en la desnudez, ni siquiera en un cuerpo despampanante, sino en lo que desnuda emocionalmente y en esta desnudez es donde pienso que se encuentra su encanto. Es el tipo de novela que la autora necesita escribir, más allá de pensar nada, sino recursos para sacar lo que lleva dentro y sorprende al lector cuando es capaz de darse cuenta de lo que trasmite y no sólo lo que cuenta.
El lenguaje de la novela
La lectura de “Nada” exige al lector introducirse en la densa atmósfera que crea con la comunicación escrita que es en primera persona y va implicando a quien lo lee para que sienta no sólo la historia, sino los sentimientos que en ella afloran. Sin esta referencia sería una historia más. Porque narra una escena de posguerra, pero no se queda en ella, como muchos críticos parecen insistir. Mucho menos que trate de una historia de la pobreza de entonces, que sería la psicología de tanto hijodalgo que viven en este país, pero no deja de ser una referencia de prototipos en los que apoyarse para expresar un cruce de relaciones que tampoco son el meollo de la obra, sino los sentimientos, sus vivencias, lo que trasluce y adonde nos lleva y lo que atrapa.
De hecho hay unos personajes ausentes, que no intervienen porque la autora nos lleva a un pasado y presente de los personajes sobre la base de lo que han sentido sin ser una obra sentimental, sino una radiografía de lo que es sentir de manera intemporal. Por eso descarto la interpretación que se hace de ver esta novela como una descripción de una moral asfixiante, o el prototipo de la mujer española del franquismo que se quiere liberar. Va mucho más allá. Es realmente una novela universal, sin modelos. Y hay que valorarla en este sentido. No cuenta una historia determinada, sino que la usa para que sirva de mapa de emociones que trasciende a una época determinada. Cuando parece que los sentimientos en nuestra vida, en la sociedad son nada. Si se quiere ver como una novela existencial lo es desde un punto de vista muy profundo y filosófico, no como una pose.
Laforet nos lleva a un entresijo que interfiere con otros personas. No vemos nada más allá de la conducta, de lo que “vemos”, pero es una nada llena, llena de lo invisible a lo cual señala. Sin esta idea no es posible entender esta novela, sino una trama costumbrista, incluso existencial, cuando es mucho más. No podemos entender ni analizar una obra de arte, como es esta obra, de la misma manera que algo escrito que no llega al hilo emocional, no siempre porque lo pretenda el autor o autora, sino que surge de esta manera.

Indudablemente rezuma una critica social sobre la vivencia de la religiosidad, como mujer: los hombres “son idiotas”, “sementales”. Pero sobresale el hilo de los sentimientos, de madre a hijo, la sobre protección, el del enamoramiento, la pasión, la convivencia – amor, la agresividad contra la pareja, la sumisión en el matrimonio, la relación de las personas consigo mismas.
Desde el punto de vista literario el lenguaje metafórico despierta muchas sensaciones. Considero que una buena parte de la novela Carmen Laforet se deja llevar en su lenguaje íntimo, lo que le lleva a sacar parte del inconsciente y a esta parte no visible le acopla una trama, a veces forzada como historia, como que es que justamente la madre de la amiga es la que de joven estuvo enamorada del tío de Andrea, desde quien escribe la autora. pero da pie a hacer una comparación muy interesante en la diferencia de ver el enamoramiento de un varón y el de una mujer. El enamoramiento como algo diferente al amor, que lo es en sí mismo y no una derivación o sucedáneo o consecuencia de la pasión, amar, convivir o la fascinación.
El amor
La vivencia del enamoramiento es diferente y lo cuenta tal cual es. Iturdiaga es un escritor incipiente, casi adolescente, estrenada su mayoría de edad. Forma parte de un grupo bohemio de Barcelona en el que la mayoría que lo forman son pintores. Pasó una semana en el monasterio de Veruela siguiendo las huellas de Bécquer. Quiere batirse en duelo con un amigo que faltó a una florista de Las Ramblas. Cuando está en un antro se fija en una mujer que con verla nada más considera que es rusa, su atracción le desborda. Resulta luego ser la amiga de Andrea que empieza a merodear por aquel ambiente.
Es otra coincidencia forzada como trama novelesca, pero que le sirve a Laforet como herramienta para su propósito o intención de poner en juego emociones que chocan con la realidad. La considera “su mujer ideal”; “su alma gemela”: “nos hemos enamorado sin decirnos una palabra”. Su mirada le decía todo: sus sueños, sus esperanzas. Afirma que no es una aventura. Ella se va. Él corre tras ella. Se va. Se pasó todo el día siguiente buscándola como loco. Reconoce que algo así sólo ocurre una vez en la vida. Vemos que su conducta al respecto es expansiva, inspirador de un proceso creativo. La distancia en relación a ella intensifica el enamoramiento.
Por contraste Enea, la amiga de Andrea, le gusta que se enamoren de ella. Como dice su madre, de cuando fue joven que para ella lo más es vestirse de la mirada de alguien que le admire. Cuanta ésta, la madre de la amiga de Andrea, que se enamoró de adolescente, diecisiete años, de Román, un tío de Andrea. Fueron compañeros en el conservatorio de música. Su vivencia del enamoramiento, como contraste, es cerrada, entra en contacto con él y es despreciada. Se convierte en una obsesión que le hace sufrir: “le he querido demasiado tiempo” reconoce que estuvo pendiente en exceso de sus gestos y estados de ánimo, de manera que a veces le pareció irreal cuando es una persona. Sintió angustia, porque se cierra en esa relación que no sucede en la distancia, como en el varón, sino en una relación unilateral que exige la misma intensidad a la persona de la que se enamora, sin que sea posible, al menos sin que haya reciprocidad.
Manifiesta una admiración estática. Román le pidió su trenza. Ella se la dio, de manera que pierde su encanto. Román la desprecia, le dice que se ha convertido en su perro, ¡qué como fue capaz de hacerlo?. Se burla de ella, que enfermó. El padre de ella paga a Román porque se aleje de ella, lo cual acepta. Cuando al cabo de un año la madre de Ena ve el recibo se desencanta. Se casó con el primer pretendiente que tuvo, sin amarlo. Luego fue feliz con él y tuvo una hija y varios hijos.

De esta manera Carmen Laforet diferencia la convivencia de pareja, al amor que se construye con el tiempo del enamoramiento. En su marido, Luis, encontró amistad, compañía, ternura. Una vez que ella enfermó y tuvo fiebre en sus delirios febriles habló de Román, por lo que lo supo el marido, que aceptó aquella situación sentimental. De esta manera vemos que es algo propio el enamoramiento como tal y diferente a otros sentimientos. Y que el varón y la mujer lo viven de manera diferente, siendo el mismo sentimiento, pero la reacción cambia en su manera de expresarlo y vivir el enamoramiento. Aquí sucede otro artificio en la historia, pero necesario para jugar con las sensaciones de los personajes para hacerlas más intensas al hacerlas visible por contraste de unas con otra.
Valoremos el aspecto literario y no la composición de una trama. Me quedo con dos expresiones que me parecen arte: “zumo de luna” y “dolor de soledad”. Expresiones que necesitan todo un contexto, pero que en sí mismas revelan la profundidad del lenguaje con que escribe.
Los personajes
Intervienen varios personajes que se relacionan entre sí, de manera que la novela se desarrolla en un universo cerrado, fuera del cual quedan personajes ausentes, como el abuelo, los padres de la chica desde quien escribe la autora. Cada uno tiene su historia, pero se urde dentro de ese mundo que ha creado Laforet, cuando los protagonistas son la historia sentimental de los personajes que llegan a formar una unidad la cual disecciona como si de un objeto anatómico intangible se tratara.
Los personajes en su aspecto externo son incoherentes, en situaciones extremas socialmente, anacrónicos, pero sacados de una realidad oscura, pero cierta, extraña, pero más normal de lo que puede parecer. De un mundo en el que no hubo asilos, ni en el que cada cual tenía su piso. Se produce una convivencia tal cual fue en una época. Aunque luego los sentimientos se repitan en otros escenarios, de ahí que el valor de esta novela permanezca. Antes de hacer un mapa que nos lleve a la esencia de la novela siguiendo la palabra “nada” que es la que da título a la obra, unas pinceladas de la historia con el fin de analizar a continuación su significado.
Una adolescente va a estudiar en la universidad a Barcelona. va a vivir con su abuela y unos tíos, cuyo encuadre es difícil porque viven interior y social y familiarmente en una situación compleja, a veces ridícula, otras se ve como algo penoso, difícil de asimilar, pero es la manera de hacer aflorar toda una serie de historias sentimentales que se acaban haciendo presentes. Como contraste aparece un ambiente bohemio, de artistas jóvenes frente al mundo del arte decadente de al cabo de los años. Son jóvenes llenos de ambiciones de familias ricas, lo que se encarga de remarcar la novela.
Baste citar algún posicionamiento de quien encamina la historia al ser la protagonista desde la cual escribe la autora: “Me gusta la gente con un átomo de locura que hace que la existencia no sea monótona, aunque sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes… las que según mi familia son calamidades indeseables”; “Siempre nos movemos en el mismo círculo de personas por más vueltas que parezca que damos”.
La palabra «nada»
Veamos adonde nos lleva la palabra “nada” que da título a la obra y aparece diez veces, pienso que con gran carga de sentido para la novela, fuera o no consciente este aspecto, pero ahí queda en lo que leemos y que es posible entresacar como hilo conductor de todo lo que se cuenta. De ahí el título, pienso yo.

Cuando Andrea conoce a su tío éste toca el piano en su cuarto. Román pregunta a su sobrina qué le dice la música. Ella contesta “nada”. Nada, cuando reconoce que evocaba los colores impotentes de mi alma. Es lo que más adelante cautiva a su mejor amiga, la música que le hace ser un genio y que ella evoca finalmente porque le ha afectado.
Román se asoma a la habitación de su hermana Angustias. Ésta se ha ido por unos días. Su habitación es ocupada por Andrea. ésta se sorprende de que aparezca él, ¿a cuento de qué?. El tío se excusa. “Nada, nada”, dice Andrea. ¿Nada?, cuando a lo largo de la historia se refieren al parecido de Andrea, precisamente, con Román. A la habitación de Angustias que mantiene una moral de hierro para sí misma y su sobrina, cuya religiosidad sepulta sus sentimientos. Acabará yendo a un convento, pero antes se descubre una historia de amor con su jefe, con quien se ha estado viendo a escondidas, Jerónimo.
Román es su antagónico, un hombre frío, que se dedica al contrabando, cínico y sin escrúpulos. Aparentemente no pasa nada, se ve que alguien se asoma y que se ha equivocado al ver que hay otra persona, pero en ese choque de miradas hay un mundo invisible de emociones que se irá plasmando poco a poco, en una trama que no viene hecha, que no la define su autora, sino a cada paso nos va sorprendiendo con una lógica de los sentimientos, que no se quiera buscar otra porque entonces la obra literaria queda reducida a una mera historia.
Ena, la amiga de Andrea, le achaca a ésta “no te fijaste en nada”. Sin embargo Andrea fue una esponja a cada gesto, a cada suceso por nimio que fuera en donde estuvieron y así lo va a contar. «Nada» se convierte en el envoltorio de todo lo que construye el mundo sentimental de Andrea como base de su personalidad y de su historia.
Aquel verano no pasa nada, nada cuando sucede todo un desenlace fatal que ordena y culmina los sentimientos entrecruzados de los personajes con una intensidad inusitada.

No hay nada entre Román y Enea, cuanta la protagonista amiga de ésta, cuando hay toda una historia de venganza y de atracción fatal entre ambos, con la historia de la madre de ella con Román. Nada, cuando ha condicionado la vida de la madre y afecta a su hija y a Andrea, que aprenden a atisbar y ver y a sentir porque descubren su ser. ¿Nada?, nada más y nada menos.
Ena le dice que Andrea no le ha dicho nada, pero ese no decir nada hace que dejen de ser amigas, al menos un tiempo, que Ena reconoce que se enfada con su novio Jaime por una nadería. Un nada que afecta a las dos de manera esencial en sus vidas de aquellos momentos porque las dos buscan lo mismo por diferentes caminos. También a Andrea que se va a ver envuelta en aquel laberinto de sentimientos y emociones a flor de piel. Es nada. Como diría Sartre en su obra “El ser y la nada” (1943), es ser sale de la nada, hay una prioridad de la nada sobre al ser: “la nada funda el ser”.
Cuando Andrea coincide con su tío Román y hablan, él le da cigarrillos, dulces, hablan, ella queda impresionada, es “como un día que no hubiera pasado nada”, cuando a ella se le remueven muchos recuerdos, sensaciones que le hacen cada vez profundizar más en sí misma, dialogar consigo misma. No pasa nada.
La madre de Enea cuanta su historia sentimental con Román a Andrea. le pregunta que qué piensa: nada. Nada cuando descubre todo lo que guarda su tío, lo que es, lo que descubre en el seno de su familia, lo que afecta a su amiga a la que quiere y a sí misma porque no entiende, va aprendiendo, se sorprende a pesar de que parece que nada le afecta. Pero su personalidad se fortalece.
Andrea siente la presencia de alguien, es Ena, no sintió su presencia nada, cuando en ese encuentro se va a reconciliar con ella, se va a cerrar la historia para que sea comprensible para ambas.
Gloria, la mujer de Juan, el hermano de Román, dice que no piensa nada, cuando le ha denunciado, algo que va a afectar el desenlace final, la tragedia. Sin embargo Andrea no cree nada de lo que cuenta Gloria. Cuando es parte esencial de lo que sucede con el marido de Gloria que la pega. Gloria dice estar enamorada de él, de Juan, que por eso aguanta, pero habla de huir, no lo hace. Gloria se ofreció a Román de joven, cuando rompió con Juan, pero aquél la desprecia. la humilla. Vuelve con Juan, cuando la guerra. En el momento en que llega Andrea a la casa donde viven todos juntos en aquel nudo de sentimientos que para saber qué sucede ha de desentrañar esa nada que se esconde en la conducta de los personajes, en sus locuras particulares y muy personales.
Y como colofón de la “nada” que envuelve toda la novela mediante el título de la misma: “me voy sin conocer nada de la vida y del amor”, piensa Andrea, se dice a sí misma. ¿Nada?, cuando lo ha aprendido todo, ha huido de quien la besó, porque busca el amor, no al macho. Cuando huye de un baile en el que ha sido arrinconada y deja a u amigo que se ve en una situación similar, porque acaso las historias de amor y sentimiento se diferencian en detalles, pero poco. No quiere ser atrapada en la telaraña del amor dependiente, del amor que sea nada, porque lo es todo a través de la nada.
