Todo «Ulises» es el proceso de una obsesión que el autor tiene que expresar, necesita escribirlo, por eso el empeño de Joyce en una obra como ésta. Su personaje Bloom interpreta la obsesión que Joyce proyecta en él. Lo delata la base de la historia de la novela, cuando sucede a lo largo de un día, el 16 de junio de 1904. Pudo haber sido un día cualquiera, pero Joyce específica dentro de la novela que es ése.  Las cartas entre Nora y Joyce confirman muchos datos biográficos. En la novela no hay una trama, sino el desenlace de esta obsesión, a la que da forma mítica porque frente al héroe de grandes aventuras, de las leyendas está la persona cuya aventura es llevar consigo sus preocupaciones. Al hacer visible Joyce las suyas da voz y la palabra a muchas otras personas que conviven con ellas en silencio. De ahí la resonancia de esta novela. 

         Hay muchos elementos biográficos conocidos de Joyce que nos van a permitir adentrarnos en su escrito, con el fin de ver realmente su valor por aquello que nos hace descubrir. El 16 de junio de 1904 es el día en que Joyce se encuentra con Nora después de haber quedado unos días antes y no coincidir. Van a los muelles del puerto donde ella «le explora el cuerpo sin recato«, con naturalidad y destreza, lo que le hace gozar, «hasta hacerme hombre«. Pero después este atrevimiento de ella se convierte en un tormento para él, en dudas que le obsesionan por haber mantenido relaciones íntimas el primer día de conocerse. Nora lo realizó con tanta soltura que Joyce empezó a preguntarse si lo había realizado igual con otros hombres y con otros muchos más. Nadie le obliga a estar con ella, ni a seguir. Es con la única mujer con la que se emparejó y lo hizo libremente. Tuvo experiencias con prostitutas, que aparecerán directa e indirectamente en la novela.        

         Joyce se compromete con Nora en unas relaciones de pareja tensas, de separarse y volverse a juntar, pero es atraído por ella sexualmente. Aquel día de su vida real se convierte en la novela en un día en que su personaje Bloom aflora su aventura psicológica a lo largo de todo él. Nora Bernacle es una mujer de mundo, que gusta de leer literatura pornográfica, es desinhibida, lo cual le hace gozar a Joyce con experiencias sexuales muy diversas, tal y como se lee en sus cartas. Pero al mismo tiempo le hace sufrir intensamente. Es un sufrimiento psicológico que necesita sacar fuera, exorcizar su zozobra, para ver qué le pasa, verlo desde fuera y dominar esos pensamientos que se imponen sobre él acompañados de sentimientos de angustia, aunque en su conciencia razone que no tiene por qué, pues otras relaciones que ella tuviera habían sucedido antes de conocerle a él, que quiso estar con ella por una decisión que nadie le impuso. A veces vivieron separados en lugares diferentes, pero se escribieron cartas, la mayoría llenas de contenido erótico. Por una de ellas se sabe que él dormía en ausencia de Nora con un guante de ella, «que se porta adecuadamente igual que la dueña lo hacía«. No se casaron hasta 27 años después, tras haber tenido dos hijos y haber sufrido un aborto. 

         En otras cartas Nora le pide que en su ausencia se masturbe, pues es una forma de tenerle vinculado a ella con un juego erótico en la distancia. En una carta fechada el 2 de diciembre de 1909 Joyce  llama a Nora «mi pequeña pajera amante«. Este dato si lo recojo no es por meternos en sus intimidades, sino porque aparece en la novela de manera relevante y orienta el sentido de la novela, pero sobre todo hay que tenerlo en cuenta porque es una experiencia personal que va a ser conocida a través de su correspondencia hecha pública, la cual indica el universo en el que sucede la novela. 

         La masturbación hace sentir placer, se siente físicamente, pero la excitación sucede en la mente, en lo que uno se imagina y, sin embargo, adquiere realidad corporal. Los obstáculos, toda la aventura del Ulises irlandés, su «viaje»,  sucede en la mente del personaje. En el capítulo «Ítaca» (17) Se lee: «¿Entrañas? ¿Cansado?. Descansa. Ha viajado«. Lo ha hecho en sus entrañas psicológicas, porque ¿adónde ha viajado si no ha salido de la ciudad?. Todo «Ulises» sucede en la mente de los dos protagonistas, Bloom y Molly. Para lograr hacer una novela de la mente Joyce necesitó inventar un nuevo lenguaje literario, que le surge de la manera en que lo hace, sin haberlo diseñado de antemano, ni probablemente hubo pensado en ello. Es un lenguaje en el que las palabras no cuentan algo concreto, sino que sorprenden e indican que hay que encontrar su significado dentro de uno mismo. Por eso le basta muchas veces nombrar una palabra, sin que quede inserta en un párrafo o éste aparezca incompleto. Es un nuevo lenguaje literario en el que la palabra adquiere más significación que la frase. Son palabras que sugieren más que decir algo concreto. Adquieren significado dentro del conjunto global de la obra. Su impacto consiste en que las frases y palabras estallan en la mente del lector para iluminar una sensación que no define nada, no van a explicar algo concreto, sino que muestran un estado psicológico. A esto es a lo que se refiere esa magia de la que tanto se habla en el lenguaje que usa Joyce, porque sin comprender del todo lo que dice atrae al lector que quiere experimentar esa aventura interior por la que nos llevan los personajes. «Ulises» se acaba entendiendo a medida que se profundiza en la novela. 

         En el entorno de Joyce le agitan su malestar interior por la soltura sexual de Nora, que él  disfruta y sufre al mismo tiempo. Un antiguo compañero suyo de cuando estudió medicina le contó que mantuvo relaciones con Nora antes que él. Otros amigos le avisaron de que ella le era infiel, lo que Nora tiene que desmentir a Joyce varias veces. Un amigo común tuvo que intervenir para que no se separaran definitivamente, desmintiendo las acusaciones de otros sobre la infidelidad de ella. Algo de lo que al final Joyce quedó convencido. Esta experiencia es el substrato de «Ulises». Ahora bien, este proceso psicológico es la materia prima, nada más. Para analizar una obra hay que ver qué cuenta, no querer indagar en el autor, lo que puede servir para entender la motivación del mismo por escribir lo que escribe. En el caso de Joyce se entrelaza su mundo interior con lo planteado en la novela. Es necesario tenerlo muy en cuenta para saber la base de la novela, pero es como el vino cuando se saborea,  lo es porque viene de la uva, y catar su sabor y aroma no lo explica la uva, sino todo un proceso de fermentación, aunque el tipo de uva marca algunas características. Por eso el proceso creativo es lo que nos interesa para analizar esta novela.  Se dice que «Ulises» es una novela autobiográfica, pero sólo parte de esa experiencia como manantial, no se queda en su problema mental, sino que hace un recorrido en una auténtica trama psicológica. 

         Muchas cuestiones costumbristas y opiniones políticas que se vierten en la novela, con planteamientos contradictorios, son meros decorados de la trama psicológica que aflora en toda ella. Forman parte del decorado, por ejemplo las alusiones al nacionalismo irlandés, del que él tuvo noticias desde lejos, al ser un tema en el candelero internacional. Justo el año que finaliza la novela Irlanda se declara un estado libre e independiente. Joyce hace referencias irónicas muchas veces tanto para los ingleses como para los irlandeses, porque ve en ambas posturas patrióticas una coincidencia, lo grandilocuente del nacionalismo, el cual simplemente cambia el nombre de la patria. Se puede decir una cosa y la contraria, como se ve en forma de chispazos a lo largo de la novela. Ese lenguaje de exaltación, de convertir a lo otro en enemigo tiene como consecuencia la guerra. El año que comienza a escribir Joyce «Ulises» se desencadena la primera guerra mundial.

        En el primer capítulo, Stephen dice «me asustan las palabras tan grandes que nos hacen infelices«. A continuación recuerda la hambruna del 1846 y la logia de Orange.  A lo largo de la novela se habla a favor y en contra de los irlandeses y de los sajones. En un momento dado se lee «también para ellos la historia era  un cuento como cualquier otro oído demasiado a menudo; su tierra una casa de empeño«. Siendo irlandés el protagonista, en su cajón guarda el retrato de la reina de Inglaterra (17). En «Hades» (6) se dice: «la casa de un irlandés es un ataúd«. En «Eolo» (7) se hace referencia a un ensayo que aboga por el restablecimiento de la lengua irlandesa. En «El cíclope» (12)  culpa a los mandamases de lo chapuza que son en materia de la lengua irlandesa. Al final de la novela, que sucede en Dublín, su nombre, también los años durante los cuales estuvo escribiéndola, 1914 – 1921, y en las ciudades en que lo hizo: Trieste, Zürich y París, para expresar su condición de ciudadano del mundo. 

         Los enfrentamientos entre naciones son un producto del lenguaje que lleva a la muerte de miles de personas, sin dejar que transcurra la vida cotidiana. La propaganda hace creer a las personas en mitos exteriores a sí mismo, que los sitúa por encima de ellas como individuos. La novela, sin que necesariamente lo haya querido hacer  exprofeso el autor, da una nueva visión del ser humano por sí mismo. Bloom podría ser cualquier ciudadano del mundo. A la vez crea un nuevo modelo de personaje literario. Frente a las grandes gestas y aventuras están los problemas cotidianos, la relación con amantes, parejas, los deseos, el vivir día a día, desayunar, ir a la compra, preparar una taza de té, las pequeñas discusiones, lo contrario de Simbad el Marino,  con quien termina a modo de moraleja la jornada de Bloom: Oscurimbad el Luminero. Simbad siempre vuelve a salir a otro viaje y consigue regresar a pesar de las dificultades. Viaja como mercader, no como guerrero, pero lo que ilumina a Bloom no es el destino trascendente, sino su destino psicológico, que afecta a su cuerpo, a sus deseos. Deseos sexuales y deseos que se sueñan, que son una esperanza, todo lo cual es la vida humana, sin necesidad de inventar historias ni mitos, mas que los que cada cual quiera imaginar. 

         El contenido de toda la novela «Ulises» es el lenguaje, que va pegado al pensamiento de sus personajes y forma una unidad con ellos. Joyce da forma a sus personajes con lo que sienten y piensan, no con lo que hacen. Pone un microscopio en un trozo de tiempo, dieciocho horas en las que sitúa  una historia que enseña los rasgos psicológicos de los personajes. Lo que ocurre no son grandes hazañas, ni batallas heroicas, ni naufragios gloriosos, sino hechos cotidianos, como desayunar. Pero se mete en ese hecho, por ejemplo, y va viendo lo que transcurre en él minuciosamente, paso a paso y cuenta lo que siente un personaje en ese momento, lo que piensa. Al hacer una mirada microscópica no vemos los hechos, las cosas, sino sus células. Si miramos un paisaje vemos los árboles, las plantas, montañas. Lo que sería la literatura narrativa a la que estamos acostumbrados. Podemos ver alguna escena de animales. Pero con un microscopio la visión cambia y nos extraña, pues vemos las mitocondrias, el núcleo celular, los ribosomas de las hojas, de los troncos de los árboles, los cristales de las rocas, ¿qué tiene eso de paisaje?. Nada, pero es lo que lo forma. Leer «Ulises» es entender que  el autor nos hace ver las células de la historia que cuenta. En el tomo «La fugitiva» de la novela «En busca del tiempo perdido» Marcel Proust escribe: «Me hubiera gustado tanto saber cuáles eran esas numerosas mentiras del principio. Pero sabía de antemano que su confesiones serían nuevas mentiras. Así que me contenté con besarla«. Dos renglones cuentan la relación entre Marcel y Albertina, dentro de la historia que cuenta Proust. La voluminosa novela de Joyce cuenta lo que puede haber en estos dos renglones, no buscando lo que sucede, sino todo eso que se siente y piensa ante lo que Bloom, igual que Marcel, supone que es mentira, hasta llegar al beso. Dos renglones en «Ulises» suceden a lo largo de 18 horas que son toda la novela. 

         En su obra «La gramática de la vida» (1929) Anibal Ponce cuenta que el lenguaje ha sido hecho para traducir ideas, no para traducir sentimientos. La novela «Ulises» es la historia de los sentimientos de sus personajes, que van unidos al cuerpo con el que forman una unidad y con los pensamientos. Joyce crea un lenguaje particular para poder presentarnos directamente esto. Adapta lo que escribe al intento de hacer visible unos sentimientos que están enraizados en una historia, la de los sentimientos que no se manifiestan en una sucesión lineal, sino que crecen y se entrecruzan de manera que toda la experiencia de lo que se ha sentido en la vida se hace presente. El pasado se acumula, no pasa. Lo cual es uno de los aspectos fundamentales de «Ulises». 

         Explica Anibal Ponce que cuando digo «estoy triste» digo cuál es mi sentimiento, pero no lo describo. Afirma que los recuerdos, las resonancias del pasado forman nuestro yo secreto. Esto es ni más ni menos lo que desarrolla Joyce en «Ulises». No dice que Bloom esta celoso, o que le angustia pensar que su mujer mantiene relaciones con otro hombre, como hace Proust en su novela «En busca del tiempo perdido». Este autor francés analiza hasta el más mínimo detalle de lo que piensan , hacen y gesticulan su protagonista, logra hacernos saber cuáles son sus sentimientos, pero no llega a la esencia de los mismos, porque escribe sobre cómo se manifiestan. Joyce no dice en ningún momento «estoy triste», deja que en relación a esta emoción y otras el lenguaje fluya. Joyce no cuenta lo que sienten sus personajes, lo expresa desde dentro de ellos.    

         James Joyce hace en la literatura lo mismo que Ludwig Wittgenstein en la filosofía. Hay un gran paralelismo entre ambos. Ninguno de los dos autores conocieron respectivamente sus obras. «Tractatus Lógicus-philosophicus» se publicó el mismo año en que Joyce terminó de escribir «Ulises», 1921. A Joyce sí le llega y le influye la obra de Freud, igual que a Wittgenstein también austríaco como Freud, y todo lo referente al simbolismo de los sueños. Pero ambos dan un paso más, cada uno en su terreno. Hay una coincidencia en cuanto a un planteamiento similar. Con ambos también coincide el matemático alemán Gottlo Frege que plantea la explicación de las matemáticas desde la lógica, mediante lo que se llama el logicismo, fundando con ello las bases de las matemáticas modernas con su obra «Leyes básicas de la aritmética» (1903). Creo que es necesario que se inicie una nueva rama del saber: la filosofía de la literatura, que no tiene por qué ser en un contexto académico, con el fin de estudiar el pensamiento y el lenguaje que transcurre en las obras literarias de las distintas épocas y culturas. 

         En 1916 se publica la teoría general de la relatividad, en 1919 se confirma, lo cual fue un acontecimiento mundial. En 1917 se establece un gobierno comunista en Rusia estableciendo una nueva realidad política. Parece estarse viviendo en un remolino en el que todo cambia. La nueva realidad, sobre todo la que emerge con los avances científicos, se explica en fórmulas, el lenguaje ordinario no es capaz de describir los nuevos descubrimientos y aparecen nuevas palabras en el lenguaje común. La nueva visión del mundo no se asimila, la sociedad avanza a nuevos espacios de libertad. Este nuevo mundo sufre un ataque de fuerzas totalitarias que desemboca en la II Guerra mundial. Es necesario ver este ambiente para poder analizar la novela de Joyce, que rompe con la manera de escribir una novela. 

          En la filosofía y literatura sucede como otras veces ha ocurrido en la ciencia, un invento o un descubrimiento es realizado por varias personas que no se conocen uno al otro ni saben de sus trabajos mutuamente. Las nuevas teorías son el resultado de un ambiente, de nuevas concepciones del mundo que se van adaptando a nuevas aplicaciones técnicas. Es posible que en el campo de la literatura hubiera otros autores que se lanzaran a nuevos planteamientos literarios como lo hizo Joyce, pero que sus obras se hayan perdido y se desconozcan por no haber tenido apoyos para su publicación ni haber nadie que hubiese reconocido el valor de su obra. De no ser por Taylor seguramente la obra de Joyce hoy estaría desaparecida sin que nadie hubiera sabido de ella. 

         A finales del s. XIX renace la metafísica en filosofía. Se quiere explicar las cosas desde el espíritu absoluto, lo cual niega un nuevo movimiento filosófico, el positivismo, al plantear que lo que tiene que explicar los hechos y la esencia de las cosas es la ciencia. En este ambiente surge una nueva línea filosófica que inicia Wittgenstein al plantear que tal discusión es un problema de lenguaje, de manera que la explicación científica es sólo comprensible y válida dentro del lenguaje científico. Paralelamente en las novelas metafísicas se expone el espíritu de los personajes, para lo que ya hay un lenguaje literario. Superar esta situación exige otro lenguaje que es difícil de comprender desde el anterior. 

         Los dos Wittgenstein, el del «Tractatus Logico-philosophicus» y el de «Investigaciones filosóficas», aunque ambas obras se contradigan, aportan una serie de observaciones que desde la literatura aplicó Joyce en su novela «Ulises».  Al analizar esta novela he observado que coincide con la explicación que ofrece Wittgenstein en cuanto «el lenguaje es un conjunto de proposiciones complejas que una vez analizadas se ve que están formadas por hechos simples, los átomos de esos hechos complejos forman el mundo». Según Wittgenstein se produce una interferencia del lenguaje con la conciencia. En una novela el lenguaje es del autor, pero la conciencia de los personajes es lo que llega al lector. La palabra sirve como herramienta para comunicar y pensar, tal como explica Wittgenstein en «Investigaciones Filosóficas». Hay un hecho narrativo en «Ulises» que desarrolla lo mismo que de manera lógica y filosófica hace el «Tractatus» cuando presenta tres niveles de la realidad: el hecho, que se descompone en hechos atómicos, los cuales a su vez se descomponen en objetos, al cual no se puede llegar. Estos hechos atómicos son los que se presentan en «Ulises» mediante lo que Wittgenstein llama «proposición elemental«, la cual afirma el estado de un asunto. En el caso de «Ulises» se trata de un estado psicológico. Según Wittgentsin «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo«. Joyce escribe un texto que limita el mundo de sus personajes al mundo interior, porque sus personajes se relacionan con la psiquis de los demás. En este proceso surge una realidad posible que sucede en los sentimientos. Por eso no podemos saber qué va a pasar al día siguiente. Podemos suponerlo, pero nada más, en un abanico muy grande de posibilidades, por eso «Ulises» nos sumerge en un mundo inacabado, en el que interactúan las bases de toda la construcción psicológica de los personajes, la muerte y la sexualidad en relación con el cuerpo. Lo cual permite al lector penetrar en su particular realidad  interior . 

         Según Bertrand Russell el pensamiento está hecho de lenguaje. Wittgenstein en su proposición 4.002 afirma que el lenguaje disfraza el pensamiento. Por eso el lenguaje de Joyce va mucho más allá de lo que piensa Bloom. Aborda lo que percibe, los átomos de los hechos que hacen que Joyce cuente que se mete el pan en la boca. O que a las 9´15 hs. le pregunta ¿te ha pagado Roberts ya?. A las 9´20 hs. ¿Qué lleva puesto Greth Conroy?, a las 9´23 hs. ¿cómo se me ocurrió comprar ese peine?» y a las 9´24 hs. «estoy inflada como esa col».