Se dice que no hay texto sin contexto, pero en esta novela sus personajes son la psicología de ellos mismos,  de ahí el capítulo «Circe» (15), que no tiene mucho sentido desde el punto de vista de la acción, pero sí dice mucho sobre lo que sucede en la psicología de quienes intervienen, sobre todo de su protagonista. La psicología misma se convierte en un personaje que interviene en toda la novela, se desdobla en varios personajes. De otra manera la novela se vería como un sin sentido.

Foto Estatua de James Joyce en Dublín

En una primera lectura hay que preguntarse ¿qué me quiere decir? y ¿por qué el autor lo hace de esta manera?. Fuera de este contexto el texto se diluye, carece de sentido. Joyce propone una nueva forma de hacer literatura, que coincide con las nuevas aportaciones de  la filosofía analítica que surge en la época en que escribe «Ulises».

La realidad y el lenguaje

En su obra «Investigaciones filosóficas«, Ludwig Wittgenstein plantea que una palabra o proposición tiene un significado según su contexto, a éste lo llama «juegos del lenguaje«. La realidad es a través del lenguaje. La realidad es diferente según se vea desde los juegos teológicos o desde los juegos científicos. Según el lenguaje la  misma realidad es una u otra. Pero también el lenguaje construye realidades a partir de sí mismo. Es esto lo que desarrolla Joyce cuando hace una enumeración de hechos que le suceden a sus personajes, unos que el protagonista sospecha, otras que cree, otros que piensa, otros que observa.

La realidad es para Wittgenstein la totalidad de los hechos posibles, sucedan o no. Los hechos que suceden forman el mundo. En «Ulises» tenemos por un lado la realidad en la que se encuadra a los personajes y por otro su mundo interior, envuelto de una realidad externa repleta de acontecimientos posibles, que siempre pueden suceder o no, sean en el ámbito de la política o en el de lo cotidiano y doméstico.    En «Retrato del artista adolescente» Joyce escribe respecto al protagonista: «Su propia conciencia del lenguaje estaba refluyendo de su cerebro y condensándose en simples palabras que se ponían a enlazarse y desenlazarse».

         A partir de datos conocidos en la novela tenemos que llegar a otros que hay que averiguar mediante la relación de unos textos con otros según van apareciendo, muchas veces sin tener aparentemente que ver entre ellos. Cuando Joyce fue a París a estudiar medicina acabó por dejar la carrera. Leyó muchísimo en aquel tiempo, sobre todo literatura a la cual responde con su novela «Ulises».

El héroe literario

Esta novela es una parodia, la caricatura del héroe literario, lo que hace que a su protagonista, Bloom, se le haya definido como un «antihéroe».  Mientras que está escribiendo la novela Joyce expresa en un artículo (1916) que el artista es un ciudadano común, no un ser heroico. Bajo esta idea va a dar cuerpo a sus personajes literarios, en un sentido literal. El cuerpo en la literatura es algo que desapareció desde que se acabó con las novelas de caballería, sensuales y reconocedoras de un cuerpo físico para sus personajes. En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) se lee: «Una vida es todo. Un cuerpo«. Con la obra «Don Quijote de la Mancha«, de Miguel de Cervantes, se desvirtúa y desaparece todo deseo sexual y se inicia otro tipo de literatura, con un antihéroe a quien el cuerpo queda reducido al cansancio, a las ganas de comer y poco más.  «Ulises» caricaturiza y burla a don Quijote, el personaje de Cervantes y pone en evidencia a toda la literatura metafísica que había surgido desde entonces.

En «Escila y Caridis» (9) el autor asocia a la loca Martyn con don Quijote y Sancho Panza. El Dr. Sigerson dice que la épica irlandesa está aún por escribirse, «un caballero de la triste figura aquí en Dublín«, «¿Y su dulcinea?», se pregunta. James Stephen está haciendo unos esbozos para lograr este reto, escribir un quijote irlandés. Lo cual puede ser la intención de la obra «Ulises», hacer la caricatura de una caricatura, para crear su personaje central en una situación contraria a la del Quijote. En muchos análisis de «Ulises» se ha visto a Stephen como el alter ego de James Joyce en su juventud. En «Euneo» (16)  se llama idea quijotesca a pensar que se va a acabar el carbón en 100 millones de años.

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         En el capítulo «Los bueyes del sol» (14) el autor se refiere a Bloom como «el andante Leopoldo«. Usa un lenguaje, que simula medieval, y fabula con el personaje que entra en el castillo por el deleite de placeres amatorios.  Bloom es llamado «caballero don Leopoldo«, cuyo timbre es la flor de la serenidad. Se encuentra con Simón y Stephen, ingeniosos escolares, en lugar de ingeniosos hidalgos. Joyce hace de manera clara una parodia del personaje de Cervantes, lo que le lleva a los  personajes de Joyce a parecerse a los caballeros de los que la obra «don Quijote» se burla: «caballeros folgar es breve… la naturaleza tiene otras metas que nosotros». Se advierte en «Ulises» que el unicornio se corre por el cuerno. En el capítulo «Penélope» (18) hay otra alusión al Quijote cuando Molly dice en bromas que al primer hombre que la besa, mientras que restriega su rodilla sobre los genitales de él para saber como están, le dice que ella está comprometida con el hijo de un noble español llamado «don Miguel de la Flora«, en referencia al autor del casto caballero don Quijote de la Mancha.

El cuerpo físico

Joyce da cuerpo físico de los personajes y no uno etéreo, como sucede en la literatura anterior a él. Con Joyce la historia de un personaje afecta al cuerpo y éste a su vez a la pequeña historia personal, porque la vida es la historia de los cuerpos del hombre y de la mujer. Unos cuerpos en los que interviene la conciencia, las emociones, los pensamientos, la imaginación, de manera que todo ello forma una unidad que requiere de un lenguaje específico. Joyce se atreve a llevar acabo este descubrimiento literario, el cual permite que se entienda que es una novela que vislumbra al hombre moderno. En el capítulo «Lestrigones» (8) escribe: «Davy Byrne sonriobostezoafirmó todo en uno«. La realidad corpórea que aparece en «Ulises» abre un camino en la literatura posterior. Necesita un lenguaje en el que las palabras se quedan cortas, son insuficientes. Entre el mundo interior y el exterior hay una frontera: el cuerpo, que percibimos por separado, pero que es una misma cosa con la conciencia. La mezcla del lenguaje y pensamiento forma una argamasa similar a la arcilla, mezcla de  agua y tierra. Ambos elementos forman una única materia, la arcilla, a la que se da forma. Dando forma al lenguaje se escribe el «Ulises». El lenguaje es un protagonista más de esta novela, no sólo un instrumento.

Entiendo que cuando alguien escribe no lo hace en función a un estilo, ni queriendo representar a una época, sino que lo hace por uno mismo, desde su experiencia personal y por el deseo de comunicar algo. Joyce además lo especificó: «todo lo que he escrito está en mi propia vida«, lo cual nos va a dar pistas importantes para analizar esta novela.

Dublín y el contexto literario

La historia sucede en Dublín, de donde es Joyce, aunque la escriba en tres ciudades diferentes a lo largo de siete años, de 1914 a 1921, tal como deja claro al final de la novela. En el ambiente de aquella época destaca internacionalmente  el autor de teatro irlandés Bernard Shaw, que será galardonado con el premio Nobel de Literatura tres años después de la publicación de «Ulises», 1925. En aquella época Shaw fue un escritor reconocido a quien Joyce leyó. «Ulises» responde a una de sus obras, «Héroes«, para convertirla en una caricatura que le permite a Joyce descubrir otro modelo y otra dimensión de  la literatura.  Hay que tener en cuenta lo que escribe Stefan Zweig: “En aquella época, finales del s. XIX comienzos del s. XX en lugar del ideal de la humanidad y la concordia de los pueblos los intelectuales y artistas reconstruían ídolos heroicos y homéricos que hicieron tan mal papel en nuestro tiempo”. Joyce reacciona a esta situación y va a dirigir su mirada al mundo interior.

 «Héroes» es una obra de teatro que tuvo mucho éxito en Estados Unidos y en Londres. Su primera representación fue en 1894. Más adelante la leería Joyce, quien estando en el colegio escribió un ensayo sobre la traducción de la Odisea por Pope. Más adelante, Shaw y Joyce,  van a coincidir en la defensa del autor de teatro noruego Henrik Ibsen, sobre quien escribe Shaw en 1898, «El nuevo drama de Ibsen«. Dos años después también Joyce, 26 años más joven que Shaw, escribe sobre Ibsen en su texto titulado «La quinta esencia«. Es importante tener en cuenta la relación de estos dos escritores con Joyce, para entender el contexto en el que se crea «Ulises».

Los personajes

En su obra, «Casa de muñecas«, Ibsen plantea, de manera revolucionaria en aquel momento, la capacidad de que sea la mujer quien tome sus propias decisiones y de no depender del varón. La escena final del portazo marca una etapa de la literatura que impulsa socialmente la liberación de la mujer. Molly en la novela de Joyce va a tomar sus propias decisiones, liberada también de los convencionalismos. La protagonista de «Casa de muñecas» se llama Nora, igual que la pareja de Joyce, Nora Bernacle. Una casualidad que va a llamar la atención a Joyce, quien se casó con Nora después de muchos años de convivencia. En otra obra de Ibsen, «Espectros» hay dos características que serán determinantes en la obra «Ulises». En esta pieza teatral Ibsen condensa la vida de sus personajes a lo largo de dos días y las huellas de los acontecimientos del pasado vuelven al presente, lo cual es aplicable perfectamente a «Ulises» en donde el pasado de los personajes está de manera permanente presente en sus pensamientos. La historia de Bloom y de Molly la conocemos en «Ulises» durante un día de sus vidas que es lo que cuenta la novela. Otra referencia de esta pieza teatral define el sentido de la novela «Ulises»: «el héroe se hace en medio de las pruebas terrenales». 

Joyce recoge la idea renovadora del papel de la mujer en la obra de Ibsen, a quien valora y admira. Quiere hacer una historia que va a ser parodia de la obra de teatro de ShawHéroes«, en donde el papel de la mujer es ser espectadora de su vida y tiene que esconder sus auténticos sentimientos. Joyce va a construir algunos rasgos característicos de sus personajes con referencias a este guión de Shaw que los va a hace ver claramente en su novela:

A.- Bloom es presentado en el capítulo «Calipso» (4) como un hombre que gusta de saborear órganos internos de aves y reses: mollejas, corazón asado, hígado, riñones de cordero, como antítesis del mismo Shaw que es vegetariano y apasionado defensor de la moral de esta dieta. En el capítulo «Lastrigones» (8) Joyce ironiza sobre esta dieta  cuando relata «vienen de restaurante vegetariano… no comen bistec, los ojos de la vaca te perseguirán toda la vida». En un bar de mucho jaleo sale y piensa Bloom:  «Comer o ser comido ¡Matar! Matar!». Deja que las ideas se agolpen y salgan a relucir contradicciones: «nada de carne y leche juntas. Higiene…. Ayuno Yom Kippur La paz y la guerra dependen de la digestión de algún individuo. Religiones. Pavos y gansos de Navidad. Matanza de inocentes. Comer, beber y divertirse. Luego el servicio de atestados».  ¿Qué pinta la alta filosofía en un ambiente de comilones?. Bloom observa la cantidad de cosas extrañas que se comen: bígaros, conchas, caracoles. Señala que a las langostas se las cocina vivas. Más adelante en el mismo capítulo se dice: «Y nosotros atracándonos de comida por un agujero y echándolo por detrás, comida… estiércol, tierra, comida«.

B.-  Blunstschili, el personaje de «Héroes» de quien se enamora Raina dice «tengo 34 años«, los mismos que Joyce se encarga de hacer ver, en varias ocasiones, que tiene Bloom (18), cuando en realidad es un dato sin importancia, pero lo quiere hacer equivaler, pienso que como una referencia clara. Lo mismo que la edad de Gerty en «Ulises» son 17 años, los que cree el «soldado de chocolate» que tiene Raina, cuando en realidad tiene 23. En la pieza teatral «Héroes» la edad indica la diferencia de años entre Raina y Blunstschili, mientras que en «Ulises» la edad se refiere al cuerpo, Molly empieza a ponerse oronda, «considerablemente más gruesa«, como señala Bloom al enseñar su foto en «Umeo» (16). Molly se ve fofona (18). Otra alusión sobre la edad en «Ulises» la hace Molly en su pensamiento, cuando recuerda a Stephen , a quien le saca sobre diez años sin que esto la importe. O sea tiene 23, los que en verdad tiene Raina en la obra «Héroes». Molly dice «no soy demasiado vieja para él«. En esta caso es la mujer quien es mayor, contrariamente a los protagonistas de «Héroes».

C.- Raina explica que el heroísmo de los soldados es por leer a Lord Byron. Joyce especifica que Bloom también lee a este poeta. Molly dice en sus pensamientos que Bloom le regaló al comienzo de su relación las poesías de Lord Bayron (18). Poco más adelante sigue pensando que Bloom era muy guapo cuando le conoció «intentando parecerse a Lord Byron», de quien Molly piensa que le gusta como poeta, pero le ve demasiado hermoso para ser hombre. Antes de escribir  la novela «Ulises» Joyce hizo un cuento, «Una nubecilla», en el que esboza esta idea: Un artista lee a Lord Byron mientras que el bebé que tiene llora y no puede consolarlo, está más pendiente de los versos del poeta que del pequeño que tiene al lado. Llega la madre y calma al bebé. El artista se avergüenza entonces de sí mismo. Bloom escribió poesías con 11 años (17). Según piensa Molly (18) a ella le gustaba desde niña la poesía y pensó que Stephen, escritor según él, «era poeta como lord Byron«, pero que luego comprobó que «ni un gramo de ello«.  En su obra «Retrato del artista adolescente» Stephen considera a Byron el mejor poeta. Otro personaje, Heron, dice que es para gente sin educación y que es herético e inmoral.

D.-  Raina compara el valor de los soldados al de don Quijote con los molinos de viento, a quien pone de ejemplo de patriota y héroe. A lo cual hace alusión caricaturesca Joyce.

La obra de teatro «Héroes» es una historia de amor meliflua, de relaciones etéreas, en las que el acercamiento más atrevido es un «bésole la mano» o un beso en la frente. Joyce va a enfocar el conflicto sentimental en lo que se ha venido a denominar «hiperrealismo». Con Joyce la historia que sucede afecta al cuerpo de sus personajes desde la sexualidad. En «Ulises» no hay un desenlace que resuelva la trama, sino que solamente la hace visible. Queda planteada, nada más.

Cuando comienza Joyce a escribir «Ulises» otra obra de Shaw está en el candelero, «Pigmalión» (1913), orientada a la didáctica de la buena pronunciación y del buen uso del lenguaje. Joyce va a escribir saltándose todas las normas de puntuación y  de la gramática. Va a construir las frases de manera sui generis, nada convencional. Por un lado cuestiona la literatura dominante en su forma y por otra la literatura heredera de los mitos, los cuales son reflejos de la psicología humana que en aquella época estudia Freud, habiendo publicado en 1900 su obra «La interpretación de los sueños». Para Joyce los mitos se baten en el interior de cada persona y las aventuras suceden en la vida cotidiana.

La vida y el destino

En «Ulises» se hace ver que cada día es una odisea siendo un día cualquiera. Bloom es dueño de su destino, pero se ve atrapado por circunstancias familiares, de pareja, laborales, de amigos, en el que el azar juega un papel muy importante, que igualmente condiciona la vida de los seres humanos. Joyce sale de ese mundo que Sófocles describe en su obra «Ayax»: «Nada hay en lo que no ande Zeus«; «Los dioses son responsables de todo y cada cosa que afecta a los hombres«.

En la obra «Ulises» se produce la inversión del mito clásico en el cual todo lo programa el destino, para dar paso a una narración que rueda según el azar. Joyce parodia el mito clásico que nos hace salir de nosotros mismos, que orienta la conciencia de las personas según un ser inventado por el lenguaje. El autor de «Ulises» descubre el espejismo que ha envuelto la mentalidad de la sociedad y que penetra en sus individuos por ser el substrato de las creencias religiosas. Las historias que crea el lenguaje se han apoderado del pensamiento y de la conciencia de las personas mediante otros lenguajes («juegos del lenguaje«) que crean las religiones, las ideologías, la ciencia, que acaban convirtiéndose en nuevos mitos.

Hasta la propuesta de Joyce las novelas se han hecho con el lenguaje, este autor lo que hace es un lenguaje con su novela, invierte la escritura en un proceso similar a lo que Nietzsche llama en filosofía la «transvaloración«. Cuando en el capítulo «Telémaco» (1) Stephen y Mulligan se bañan en el mar, éste dice al meterse en el agua: «Así habló Zaratustra«, lo cual resume todo un fondo filosófico. Los dos ven una foca. Muchas frases que parecen no venir a cuento lo que hacen es golpear la lógica, romperla con el fin de ver la realidad directamente y no a través de una idea o de  la razón, en definitiva del lenguaje, el cual deforma la realidad misma y nos hace ver su realidad, aquella que fabricamos con las palabras.

La libertad

A finales del siglo XIX y comienzos del XX la libertad es una aspiración de las personas y sociedades que convierten luchar por ella en el centro de gravedad de la vida y de la acción social en Europa, lo que da lugar a una pugna entre modelos políticos del pasado y los grandes movimientos de liberación de la mujer, de la clase obrera, de la libertad de expresión. Pensemos que la obra «Ulises» estuvo censurada doce años desde que se editó. La libertad genera conflictos interiores, es problemática en uno mismo, también en la convivencia social y en la relación de pareja. Las historias de amor ya no son vencer las dificultades externas de amores imposibles o relaciones prohibidas, cuyo paradigma podemos encontrar en «Romeo y Julieta» de Shakespeare.  Mas bien al contrario, la libertad es problemática, elegida una pareja y ser una relación de mutuo acuerdo surgen celos con motivo de esa misma libertad, lo cual es el hilo conductor que desarrolla Marcel Proust en su obra «En busca del tiempo perdido«. También Joyce en «Ulises», pero con otro estilo. Ambas obras marcan el comienzo del modernismo en la literatura, con formas narrativas muy diferentes, pero con un fondo parecido, la psicología de la relación de pareja. También Virginia Woolf lo plantea con su obra «La señora Dalloway».

Una novela, en cuanto obra de arte, no es algo que se planifique, que se decida enmarcar en un estilo o que quiera provocar determinadas reacciones. Todo esto se estudia a posteriori y al margen del autor. Se habla de «la magia de las palabras» de Joyce.  A pesar de escribir de una manera que es difícil de leer atrae a muchas personas y hace que esta novela sea valorada como algo muy especial. La literatura había adquirido un desarrollo máximo en contar historias, aflorar sentimientos, denunciar y hacer visibles muchas injusticias sociales, de manera que en aquella literatura se cuenta qué sucede a los personajes. Pero  con Joyce aparece un nuevo enfoque que es presentar y hacer ver qué sucede en el personaje, en su interior, lo cual exige algo más que la construcción de una trama y es ahí donde radica esa magia, la sinceridad, escribir desde el interior del autor. Es algo que hacen los escritores del siglo XX , Eliot, Proust, Woolf, Ibsen, Pirandello, Mann, Kafka, Hesse y otros, que enseñan lo qué les sucede a sus personajes, nos cuentan qué sienten y cómo son por dentro, a los que, por regla general, les dan alma y cuerpo. Pero hay dos autores que hacen del proceso interior  de sus protagonistas la historia de toda la trama, Kafka y Joyce. Ambos cuentan la historia de sus personajes por dentro y se expresan en ellos y con ellos.

Escribe Joyce, como ya hemos apuntado, que todo lo que ha escrito está en su propia vida. Kafka viste de un personaje su propia psicología, pero Joyce además la da a través de sus personajes un cuerpo con sexualidad, de manera que Joyce participa en dos revoluciones de la literatura, la de la manifestación psicológica de los personajes y la de adquisición de sensaciones del cuerpo, lo cual hace visible la sexualidad de los personajes. A mediados del siglo XIX comienza un cambio en el arte de escribir con Tolstoi y Dostoievsky, lo que Malcom Bradbury llama «la revolución de la palabra». Hasta entonces se habían escrito historias en las que aparecen aspectos psicológicos de los personajes. Con estos dos autores y luego otros la psicología de los personajes  adquiere relevancia y es la centralidad de la novela, mucho más que la trama. Con Joyce y Kafka se narran los aspectos emocionales de sus protagonistas. Joyce lo encuadra en una historia. Kafka no, lo cuenta directamente mediante una metáfora. Ambos desarrollan la historia de un proceso psicológico, que toca al lector, de ahí su interés, su «magia».

La «magia» literaria de Joyce saca aspectos profundos de la personalidad humana, lo cual llega al lector de una manera complicada, porque es un proceso que exige su propio lenguaje,  debido a que no es algo que el autor comunica, sino que lo expresa de manera que crea un impacto con el que provoca una reacción en el lector. Es necesario aprender a leer esta nueva  manera de escribir.

En el aspecto profundo de la personalidad de los individuos sucede una relación entre la conciencia y los sentimientos, lo cual se relaciona también con el cuerpo. No tiene por que interpretarse como algo obsceno o vulgar, sino que es una relación compleja que sucede ante las contradicciones de todos estos procesos que desembocan en un conflicto interior, que es lo que Joyce abre, aunque no lo resuelva. Los seres humanos existimos en la encrucijada del cuerpo y la mente. En cada uno de nosotros se produce un choque entre lo biológico que somos y lo cultural en que nacemos, ya que formamos al mismo tiempo parte de una especie animal y de una cultura histórica. El golpe de ese encuentro brusco es lo que vivimos cada día, tal y como lo hace Bloom. Los héroes, al  igual que los personajes de las novelas metafísicas, no tienen problemas, sino aventuras ilusorias o dramas fabricados para ellos que no tienen cuerpo.

La lectura de «Ulises» se acompaña de una reflexión permanente  para el lector, que no será ajeno a lo que se cuenta, porque son palabras con una especie de tacto que tocan la mente del lector gracias a un nuevo lenguaje, necesario para una nueva forma de hacer literatura. Joyce hace una presentación de los personajes con una actuación de los mismos de manera simbólica. Logra hacer un psicoanálisis de los personajes, sin proponérselo específicamente, aunque puede que sí se lo planteara. Escribe tal como lo siente, sin querer gustar a nadie, sino expresar el interior de Bloom y Molly de manera desnuda. Este planteamiento implica que el lector debe situarse en un nuevo plano frente a la palabra, de manera que exige una nueva manera de leer. El ambiente en el que vive Joyce mientras que redacta «Ulises» es de fervor por el cambio. En la ciudad en la que está cuando redacta una parte de la obra vive Lenin cuando prepara la gran revolución rusa. También Tzara, creador del dadaísmo. Hay un ambiente revolucionario en las calles. Joyce se sumerge en este espíritu de transformarlo todo y lo aplica a la escritura. Se dice que «Ulises»  supone la muerte de la literatura, pero más bien se trata del final de un tipo de literatura, que da paso a otra en la que los personajes no estén hechos de palabras, sino de vivencias y a los que se les da un cuerpo, no sólo una vestimenta, porque son psicología y percepciones de su entorno más allá de la historia que representan.

Bloom se masturba, lo dice claramente su mujer «ahí está la señal de su leche en la sábana limpia» (18). ¿Qué lector no se ha masturbado?. ¿Qué lector no ha tenido celos?. Por eso es una novela que incomoda. Pero suceden además otras muchas cosas que hacen que ocurran tales hechos, que a su vez generan otras consecuencias sin que siempre encajen unas con otras. Los deseos muchas veces no coinciden con los sentimientos, ni éstos con la experiencia  ni tampoco con nuestra cultura. En las novelas metafísicas fue normal repartir cada parcela de estos aspectos entre diversos personajes, pero Joyce hace que todos coincidan dentro de cada uno de los personajes que él crea, por esta razón son poliédricos, con muchos lados. Encajar todos ellos es el origen del conflicto humano y de su libertad. Por eso la novela «Ulises» nos dice algo, pero no sabemos muy bien qué, porque hay que leerlo de una manera especial. No pasemos por alto que Joyce mantuvo correspondencia con el psicoanalista Jung, que desarrolló la teoría de los arquetipos. Fue quien trató a la hija de Joyce, enferma de los nervios.

En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) podemos leer: «El arte ha de revelarnos ideas, esencias espirituales si forma. La cuestión suprema sobre una obra de arte es saber desde qué profundidad de vida surge». Lo que hace Joyce es adentrarse hacia una dimensión que la literatura anterior a él  nunca había tratado. Más adelante advierte que la vida esotérica no es para personas corrientes, o sea la vida profundamente interior. Dice «todos los lados de la vida deben ser representados«, y Joyce lo hace porque expresa facetas diferentes del ser humano sin venir a cuento unas con otras, que es lo que muchos lectores no entienden porque no relaciona unos procesos psicológicos por sí mismos con otros, sino que el lector los representa como si tuviera que suceder algo y no es así, simplemente están ahí, en la mente del personaje.

Es el lector quien ha de encajar las piezas para que toda la novela forme una unidad. Mr. Bret, un personaje que aparece en «Ulises», dice «todo es paradoja«. Al hablarse de literatura  en «Ulises» se expresa lo que su autor hace como escritor, lo cual es el sentido estético de toda la novela: «palabras de palabras por palabras, palabras«.