La novela carece de un argumento que desarrolle una historia. Consiste toda ella en lo que sucede durante una jornada en la que afloran rasgos psicológicos y percepciones materiales que nos permiten ver el interior del personaje. Si el argumento lo hubiera realizado de una manera lineal hubiera sido una historia más, curiosa, entretenida, pero sin la fuerza de atracción que tiene la forma en que fue escrita. Joyce pasó de la novela unidimensional a otra de carácter tridimensional (sentimiento-pensamiento-cuerpo), pues nos sitúa en la psicología de los personajes, sus sentimientos, y también en su mente, sus pensamientos tal como surgen, no sólo de la manera en que se manifiestan, sino con toda su relación con el cuerpo.
«Ulises» está redactado con frases que impactan por su incoherencia, porque no explican nada, sino que muestran una serie de sensaciones que consiguen plasmar percepciones psicológicas. El autor no cuenta algo, sino que coloca las frases desordenamente, probablemente no a propósito sino que le salió así, con el resultado de que sean observadas directamente. Se pueden comparar sus efectos a la paradoja oriental que dice algo y lo desdice a renglón seguido y a veces son afirmaciones sin sentido y contradictorias cuyo fin es despertar la mente, no enseñar, sino que pretende que el receptor del mensaje piense por sí mismo y desde él, que sea capaz de plantearse nuevos puntos de vista de la realidad, tanto la que le rodea como la de sí mismo.
Joyce se vale de varios puntos de apoyo para dar un sentido a lo que sucede en la novela, cuyo hilo conductor hay que seguir. Por un lado las cartas. Por otro la palabra «metempsícosis» y la palabra «flor«. Y el personaje de teatro Hamlet, del autor genuinamente inglés William Shakespeare. Joyce considera en una reflexión que publicó mientras que estaba atareado con la novela «Ulises», que a Shakespeare los primeros en descubrirle como autor universal fueron los alemanes, que abrieron los ojos a los ingleses. La trama de «Ulises» sucede en un marco que se supone que es un paralelismo, distorsionado y caricaturizado, de lo que acontece en la aventura de Ulises en la «Odisea» durante los años de su vuelta a Ítaca después de finalizar la guerra de Troya, sin embargo esta asociación que Joyce hace ha despistado a muchos lectores.
1.- Las cartas.
Cuando Bloom en el capítulo «Calipso» (4) vuelve de hacer unos recados recoge dos cartas y una tarjeta. Al cogerlas se acuerda de la empleada de un establecimiento en el que estuvo. Una carta es de su hija para él. La tarjeta de Mulligan y la otra, «¿de quién es la carta?», pregunta Bloom. De Boylan. Va a traer el programa de una actuación musical en la que Molly cantará «dulce canción de amor«. La narración no se hace desde un simbolismo determinado, sino desde el lenguaje del pensamiento de sus personajes. Se exponen todas las piezas de la escena que se relacionan con otra, como la del entierro de un amigo al que va Bloom, a las 11 hs. Desde el punto de vista simbólico puede parecer que el amor entre Bloom y Molly ha muerto, pero el proceso es mucho más complejo y es lo que se hace palpable a lo largo de toda la obra cuya densidad va creciendo. Molly le dice a Bloom que escalde la tetera, cuando él, al que ella llama Poldy, se ve abordado por un pensamiento de sospecha de infidelidad en su esposa, de ver que se suceden los acontecimientos cotidianos, saludarse, prepararse el desayuno, hablar del tiempo mientras que la vida interior de cada uno va por lados diferentes ajenos uno al otro. Bloom ve como ella fija su mirada en la carta y la guarda bajo la almohada.
A Bloom se le acelera el corazón. Lee la carta de la hija dos veces. Se plantea que ya tiene 15 años. Los ha cumplido el día anterior. Está con unos amigos en una merienda campestre. Bloom plantea que tendrá relaciones sexuales con un medio novio. No puede hacer nada. Es ley de vida, pero eso le afecta a él en relación con su mujer, pues hace que le surjan recuerdos y asocie el despertar sexual de su hija con el de su mujer cuando tuvo la misma edad. Molly vivió en Gibraltar, en un puerto lleno de soldados de paso, para ella amores furtivos. Molly es hija del comandante Brian Tweedy que le atrae (16). Días antes había escrito Milly, la hija de ambos, una carta en la que alude a un estudiante. En toda la novela no habla de celos, sino de pasada un par de veces, ni de tristeza, ni de rabia, se limita a describir una situación externa en la que viven los personajes, los hechos, a la vez que otra interna, la de sus reacciones psicológicas. La hija le dice que con sus amigos canta una canción de Boylan, quien se vuelve a hacer presente sin estar.
Cuando Bloom vuelve con el té para servírselo a su esposa ve una esquina de la carta que asoma de la almohada, está abierta. Molly no le dice nada al respecto.
En el capítulo «Lotófagos» (5) Bloom va a recoger una carta a la estafeta de correos. Dirigida a nombre de Henry Flower, su pseudónimo. Dentro hay una flor amarilla prensada. Leyó la carta, mascullando las palabras. Se sabe que en la realidad una tal Marthe Fleisahaman, vivió cerca de la casa de Joyce y que él la veía desde la ventana. Ella tuvo un amante. Ella y Joyce se escribieron cartas. En el capitulo «Lestrigones» (8) Bloom piensa que tiene que contentar a la desconocida que él escribe, lo que hacerlo el día en el que están le supone una faena. En «Las sirenas» (11), en un destello de su pensamiento Bloom la llama, «¡Martha! ¡Ven!». Cuando está en el bar y se siente solo piensa que la debe escribir. Cuando se decide a hacerlo no puede. Piensa que es extraño el nombre de «Martha». Le gustaría verle la cara. La escribe. Decide no contarlo todo. Él firma con la H.
El sentido de las cartas, como uno de los elementos que conducen la novela, se observa en el capítulo «Circe» (15). Se desarrolla en el mismo un drama de ensoñación en el que Bloom reconoce encontrarse exhausto, abandonado. Admite que ya no es joven. Dice: «me encuentro con una carta sin echar … delante del buzón de la última recogida de la central de correos de la vida humana». Por correo ha comprado dos preservativos que guarda en su cajón, y dos fotos eróticas, una de coito bucal y otra anal (17). En este mismo capítulo Bloom se pregunta sobre quién puede responder a las iniciales de M.C. , referidas a Martha Cliford. Joyce juega a dar pistas sin resolver, sobre esas iniciales, pues aparece más adelante el apellido de su mujer Cooper, por lo que coinciden con las iniciales del nombre y apellido de ella «Marion Cooper», Molly. Bloom guarda en un segundo cajón también una carta de su padre en la que se despide de la vida y de él. Su padre dice que no aguanta más.
Molly, cuando piensa en la cama (18), al lado de su marido, recuerda que le pilló el día anterior escribiendo una carta que tapó al llegar ella. Poco después rememora cuando él le escribió cartas al poco de conocerse. Ella recuerda también que de más joven se escribió cartas a sí misma con trocitos de papel dentro. Añoraba que alguien la escribiera: «ni una carta de un alma viviente excepto las que yo misma me mandara…. «. En su pensamiento nocturno Molly recuerda que por la mañana anterior recibió la carta de Boylan y la postal de Milly que le escribió a Bloom., «ella le escribe la carta a él«. Milly no la escribe a ella. Ya se vio en «Las sirenas» (11) que madre e hija son diferentes, «Milly no tiene gusto por la música«. En sus pensamientos Molly echa en cara muchas actitudes de su hija. Se llevan mal. La hija le contesta de mala manera. Una vez le dio dos cachetes por esta causa. Milly habla mucho con su padre, a quien ha salido, según su madre ladina. Pero piensa que si le ocurriera algo grave a su hija se lo contaría a ella. Sabe que su hija fuma. No le gusta que lleve tanto escote. La miran, igual que a ella la miraron cuando tuvo su edad. Espera que Milly encuentre a alguien que se desviva por su hija, como lo hizo ella. Considera que su hija no siente aún nada a fondo respecto a un amigo con el que sale. Recuerda en «Penélope» (18) que ella no se corrió como es debido hasta que tuvo 22 años. Recuerda que empezó a tener relaciones sexuales a la misma edad que tiene su hija, quince años. Piensa que su hija no debe precipitarse, que tiene tiempo de sobra después. Molly considera que a pesar de los años que ya tiene está guapa.
En su pensamiento (18) Molly recuerda la última carta que recibió, una de Mrs Dwenn después de muchos años, desde Cánada para saber una receta de pisto madrileño. Le fastidia contestar porque le corrige las faltas. Espera que si ella le gusta le escriba otra carta más larga la próxima vez. Aquella carta le dio ánimos en un lugar aburrido como en el que vive. Recuerda otra carta, la de una amiga para decirla que ya se había casado.
Molly espera en su imaginación una carta de amor: «me gustaría que alguien me escribiera una carta de amor«. Una que le escribió Boylan desde Madrid no fue gran cosa, y eso que ella le dijo que podía escribir lo que quisiera. Piensa que puede escribir la contestación a la última carta de Boylan en la cama.
Recuerda Molly (18) la primera carta que recibió, fue de Mulvey. Se la llevó a la cama la señora Rubio, junto con un café. Ella le quiso ligar. Él le rozó cuando la siguió en la cale. Le escribió proponiendo una cita. Molly llevó la carta dentro del corpiño y la estuvo leyendo todo el día. Fue el primer hombre que la besó bajo la muralla mora. Recuerda las cartas que Bloom le escribió al comenzar su relación, «sus locas cartas disparatadas«, lo que le hizo pensar en él, por sus citas en las que se refirió a ella como la de cuerpo glorioso. Ahora piensa que sacó aquella frase de algún libro. Le excitaban sus cartas y se masturbaba pensando en ellas. Fue la palabra de Bloom lo que le cautivó, cuando él le dice «el sol brilla para ti» (18) y ella se entregó a él. También ésta es una frase célebre que indica que Bloom es un personaje que ha leído. Dicha frase va a ser el impulso final de «Ulises». Es lo que Ramses II dijo a su esposa Nefertari, que precisamente quiere decir «por la que brilla el sol». Joyce había leído mucho sobre el antiguo Egipto. La misma frase que pasa de un faraón, un hombre dios y una mujer diosa que han de batallar contra los pueblos del mar que quieren invadir su reino, a una pareja cuya guerra de cada uno es batallar consigo mismo en el transcurrir de la vida cotidiana. De esta manera Joyce convierte muchas frases que coloca en la novela en auténticos personajes de la misma.
Más adelante en su reflexión Molly hace un cambio de sentido en cuanto a las cartas que se escriben para pasar a las cartas de tarot, que piensa echarse a sí misma al levantarse para ver si le dicen que se va a relacionar con Stephen, que acompañó a su marido hasta casa. Él es joven y culto. La mañana anterior también echó las cartas de tarot. Ella es supersticiosa, piensa (18) que no debería usar el cuchillo al desayuno porque trae mala suerte. También considera que los viernes son días de mala suerte. Refiriéndose a Bloom en su pensamiento medita sobre el resultado de echar las cartas: «si supiera cómo salió en las cartas esta mañana tendría algo por lo que suspirar». Hay un juego simbólico sobre las cartas de tarot como referente de Molly, la mujer, que se deja llevar por el azar y una carta epistolar que Bloom, el varón, escribe a una mujer que no conoce. También el azar, pero de manera diferente.
2.- Metempsícosis
La mañana en la que se despiertan se cae un libro de la cama que Molly lee al acostarse. Queda abierto por una página en la que se lee la palabra «metempsicosis«. Ella pregunta qué significa. Él lo sabe, reencarnación. Las almas vuelven a nacer. Él se lo explica. Es una cuestión ajena a la historia en que están de desayunar, las cartas que han recibido, sin embargo forma parte, como hecho substancial, de la novela acompañándola y envolviendo la historia: «El día. Luego la noche». Lo cual es el recorrido de la novela, por la mañana y finaliza a la noche. Lo cual es una pista, al día siguiente vuelven a reencarnarse los personajes repitiéndose la historia. Los pensamientos de Molly puede que mueran a la mañana siguiente en la vida cotidiana y renazcan otra vez durante la noche.
En «Lestrigones» (8) Bloom recuerda que para su esposa la transmigración de las almas es una chorrada, para él una palabra altisonante. Más adelante piensa sobre el karma que consiste en la transmigración por los pecados, aunque aclara: «pero de todas formas no se lo traga uno de ninguna manera«. En el siguiente capítulo vuelve a aludir al karma, que ha de evitarse el malo por parte de la gente corriente.
En el capítulo «El cíclope» (12) Bloom cita el desarrollo átmico y los círculos devacánicos. Bloom no obstante prefiere las explicaciones científicas. También se pasaría, según Molly, «una hora hablando de una paja sin parar«. Discute también de historia y de leyes. En el siguiente «Nausica» (13) alude a la metempsicosis nuevamente, al pensar Bloom que podría reencarnar en el árbol del sufrimiento, el sauce llorón, cuando piensa en la relación que su mujer tiene con otro hombre, Boylan. En el capítulo «Los bueyes del sol» (14) se considera que el milagro de la metempsicosis es una novia eterna, siempre virgen.
3. – Hamlet
Haines le pregunta a Stephen que qué piensa de Hamlet. El joven escritor le dice que no está para Tomás de Aquino, a quien más adelante define como barrigón, pero le dice que espere a que se meta unas cervezas. Pasadas las horas (9) dice que este sabio medieval habla del incesto como «avaricia de las emociones«. Luego llamará al autor de la Summa Teológica «dogo«. Le recuerda su amigo los libros que iba a escribir, que alguien habrá de leerles… pasados miles de años. Y le habla de vender su alma para lograr el éxito. Stephen dice que un mercader es aquel que compra barato y vende caro, pero «¿ese es el mundo del artista?» se pregunta, y «¿quién leerá alguna vez en algún lugar estas palabras?, signos en un campo blanco«. Ahora bien estos signos adquieren significado en la conciencia. Es en el mundo de los pensamientos donde Stephen incuba el amor, el deseo de amar, lo cual es lo que le impulsa a escribir, para ver su mundo interior: «toca ojos suaves, mano suave, suave, suave … un barco silencioso».
En «Lotófagos» (5) Bloom ve un cartel de la obra «Lear» que representarán esa noche. Una actriz que participa había representado anteriormente a Hamlet, haciendo de hombre, aunque el narrador dice que Hamlet podría ser una mujer, a lo cual achaca el suicidio de Ofelia. En «Hades» (6) salen a relucir los sepultureros de Hamlet: «muestra el profundo conocimiento del corazón humano«. En este personaje de Shakespeare la muerte y el amor están unidos en su historia. Joyce lo une en el pensamiento de Bloom, en su vida no hay aventura, sólo el trajín cotidiano en el que también aparecen la muerte y el anhelo de amor.
Irlanda se ha olvidado de Hamlet se dice en «Eolo» (7). Un lenguaje demasiado solemne: «Hamlet soy el alma de tu padre, condenado por un tiempo a vagar…». Está con este pensamiento literario cuando ve unas manzanas en una tienda, por dos peniques. En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) John Eglinton dice que los irlandeses «tienen que crear una figura que el mundo instale al lado del Hamlet del sajón Shakespeare«, a quien admira más acá de la idolatría. En esta referencia tenemos una pista, la intención de Joyce de hacer una figura literaria que se coloque a la altura del «sajón» Hamlet. Eglinton se pregunta quién es Hamlet. Sea quien sea, «sus palabras nos ponen la mente en contacto con la sabiduría eterna, el mundo de las ideas de Platón; lo demás son especulaciones de escolares para escolares«. Stephen responde, tras diversos párrafos que ese escolar modelo hallaría las meditaciones de Hamlet tan superficiales como las de Platón. También dirá que los escolásticos siempre fueron escolares. Se alude a los versos de Mallarmé, el poeta simbolista francés, que hablan de Hamlet, sobre el Hamlet que se transmitió en Francia, aclara el narrador. J0hn Eglinton no admite que Mr. Best diga que Hamlet es una historia fantasma. Stephen se pregunta quién es el Rey Hamlet. «Es el espectro, el rey, el rey y el no rey y el actor es Shakespeare que ha estudiado Hamlet todos los días de su vida que no fueron vanidad para poder representar el papel de fantasma».
¿Un hijo de Shakespeare hubiera sido el hermano gemelo de Hamlet? es una pregunta que aparece en el texto. Joyce nos revela que el autor forma parte del personaje, que es lo que se cuenta. Más adelante dice que cuando leemos la poesía del Rey Lear «¿qué nos importa a nosotros cómo vivió el poeta?». Y dice: «es inmortal, la vida la puede vivir su sirviente«. Y también: «Tenemos al poeta y sus borracheras, el poeta y sus deudas». Para Mulligan, Hamlet es Shakespeare. Mr Best, para quien Hamlet es muy joven, considera la obra «Hamlet» un documento privado de la vida privada de su autor, y dice: «me importa un bledo quién muere o quién es culpable«. De esta manera indica Joyce que lo de menos es la historia de un personaje, sino su interior, en el que se asoma el autor. En las disertaciones de este personaje y Shakespeare el autor de «Ulises» se está mirando a sí mismo en relación a su obra. La amargura de Hamlet emana de su padre, dice Best. Y añade: «pero los pasajes de Ofelia son del hijo«. Utiliza luego una ironía: «él está en mi padre; yo estoy en su hijo«. Lo cual indica un paralelismo entre Hamlet y Bloom, como se verá a lo largo de la novela. Para Stephen el espectro de Hamlet no fue dotado de conocimiento por su creador, por eso va hacia atrás. Considera que su discurso es en un inglés torpe e indecoroso.
Para Stephen el dramaturgo inglés, Shakespeare, se inspiró en la muerte de su hijo para la de Hamlet y otros personajes que inventó. También dice que después de Dios este autor es el que más ha creado. Y advierte «hay algo misterioso en Hamlet«. Luego en una charla libresca se pregunta «¿Estaba loco Hamlet?». Bloom es un reflejo de este personaje que, como Irlanda e Inglaterra, están muy lejos uno de otro y a la vez muy cerca. Bloom también tiene presente la muerte, la de un amigo, la de su hijo. Bloom tiene otrosí algo de Quijote y Sancho, como si ambos fueran un único personaje.
En el capítulo «Las rocas errantes» (10) Mulligan y Haines comentan lo que dijo Stephen en la biblioteca sobre Hamlet. Haines discrepa: «lo siento, pero Shakespeare es terreno abonado para todas las mentes que han perdido el equilibrio«. Entre los libros de literatura que figuran en la librería de Bloom están los de Shakespeare. «Ser o no ser», es una cita para cada año, plantea el capítulo «Las sirenas» (11). Dice que según Shakespeare «la música tiene magia«. Saber frases sueltas, de esta u otro autor, lo ve Bloom como «sabiduría en ocho días«.
En «Nausica» (13) Bloom se refiere a Hamlet, cuando recuerda la satisfacción que ha sentido después de regodearse con la visión de la joven Gerty quien le enseña en la distancia sus piernas y más. Le vino bien aquella visión después de ir al entierro de su amigo. En Hamlet también está el deseo sexual y la muerte entretejidos. En «Itaca» (17) se comenta que leer a Shakespeare es para solucionar problemas reales e imaginarios.