Algunas interpretaciones que se han realizado de esta novela han frivolizado sobre las referencias eróticas. En muchas ocasiones se ha supuesto una apología sobre la infidelidad, o un ataque contra la iglesia católica, cuando lo cierto es que cuenta lo que cuenta y no se puede desviar el análisis de la novela a la vida del autor o querer entender lo que cuenta en función de un contexto político determinado, ya que todo esto únicamente  sitúa algunos rasgos de la narración.  Joyce teje por un lado hilos de la realidad y por otro los que él crea desde su interior para lograr una atmósfera que hace que el lector pueda penetrar en ella y sólo desde dentro de la historia, metiéndose en ella, podrá entender qué se cuenta, lo mismo que sucede con la novela «La montaña mágica» de Thomas Mann.


En «Ulises» las frases son piezas de un puzzle. Aparecen fogonazos de temas, que luego desaparecen, para volver sobre el mismo en otro contexto. Por ejemplo sobre la religión aparece en las conversaciones de diversos personajes, como Stephen a quien Mulligan le llama «jesuita enjuto«. Considera que tiene la vena jesuítica inyectada al revés. Se negó a arrodillarse y rezar cuando se lo pidió su madre en sus últimos momentos de vida, pues consideró que se ofendería a sí mismo. Luego explica que la iglesia es una farsa.


La crítica que gotea a lo largo de toda la obra es sobre la contradicción de la moral religiosa en relación a la sexualidad y también por asegurar una respuesta ante la muerte, sin que al respecto haya otra certeza más que el dolor por la desaparición de los seres queridos y el miedo o la incertidumbre ante ella. La promesa de una vida eterna anula la muerte como fin de la vida y de la conciencia para siempre. Desde la religión se ve a la mujer como el pecado en el mundo, lo cual supone un problema. Y hace una alusión directa al contexto del título del libro cuando comenta sobre Helena que al irse con Menelao provoca la guerra de Troya. Joyce une el amor y la muerte en una misma historia con un lenguaje común, para lograr lo que Wittgenstein se propone en «Investigaciones filosóficas«: «Descubrir los más recónditos escondrijos del lenguaje. No se trata de resolver problemas, sino de disolverlos«.


Los temas que recorren la novela aparecen y desaparecen, son recurrentes, pero siempre quedan cortados y se retoman en otro contexto. En el capítulo «Hades» (6) se pregunta sobre el deseo de ver a un sacerdote: «… delirio todo lo que ocultaste toda la vida. La lucha con la muerte». Más adelante en «Lestrigones» (8) recrimina que los sacerdotes digan desde el púlpito «creced y multiplicaos«, cuando ellos no tienen familia. En el «Escila y Caribdis» (9): «sólo los cuervos, los curas y el carbón inglés son negros«. Lo dice después de comparar al clero con los nuevos actores de Europa, como lo fueron los griegos, en una alusión a la mitología, sobre lo cual Mulligan dice » olfateo el sudor pubiano de los monjes«.


En el capítulo «Lotófagos» (5) considera la confesión un arma de la iglesia católica, a cuyos fieles llama «tragasantos«. En el funeral Bloom ve comulgar y un cuerpo que es cadáver: «los caníbales le cogen gusto a eso«. «Esos tipos de Roma dirigen todo el cotarro«, pues el narrador admite que los doctores de la iglesia fraguaron muy bien toda la teología. Vemos que establecieron un lenguaje que mediante la creencia se convirtió en la mentalidad de una gran parte población que fue dominante al adquirir el poder y construyó la realidad, un modelo de realidad.  En el capítulo «Las sirenas» (11) concluye: «la religión es rentable«.


En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) se llama a Jehová «recaudador de prepucios«. El narrador niega su existencia y se refiere a Afrodita como «vida de la vida tus labios avivan«. En «Los bueyes del sol» (14) apunta cómo la madre iglesia de un solo golpe tiene los dineros del nacimiento y de la muerte de las personas, debido a que «las palabras preñadas son» y paren realidades, que se modelan según  lo que la gente cree. La fe religiosa es mucho más que un engaño, se trata de la dominación desde la palabra, mediante la palabra por quienes con ella construyen un tipo de realidad. Se dice luego: «en el vientre de mujer la palabra se hace carne, pero en el espíritu del hacedor toda carne que fenece se convierte  en la palabra que nunca morirá».


En «Eolo» (7) se alude a la fundadora de la Sociedad Teosófica, Blavatsky, como una fullera, en cuyo contexto aparece la teoría de los planos de conciencia. En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) sale a relucir la obra teosófica «Isis al descubierto» (Isis sin velo) de esta mujer rusa. Comenta sobre Buda que es un «embaucador de almas«, que mete en baúles espirituales a sus fieles con su doctrina y le considera un «embaucador». En la biblioteca de Bloom hay un libro (17) que es «La vida oculta de Cristo» y varios de astrología. Stephen concluye en un momento determinado de disquisiciones metafísicas que «un sombrero es un sombrero». Los irlandeses aparecen considerados como vasallos de la caballería católica de Europa y del imperio del espíritu. Un comentario de Myles Crawford es significativo: «… si se supiese la pura verdad de Dios Todopoderoso». En otro momento (14) Lenehen comenta que los dioses también son comprensivos. Stephen comenta que los teósofos, sacerdotes y egipcios, poniendo a todos en el mismo rasero, se iniciaron en el misterio de la ley kármica. En contraste la ciencia trata de fenómenos tangibles. Hay cosas en lo que la ciencia carece de respuesta. Una de las cosas que a Bloom le gusta pensar es sobre los estudios comparativos de las religiones (17).


En «Circe» (15) se le ocurre a Bloom la idea de una iglesia laica libre. Stephen siente horror ante la farsa de las cosas de la religión. También dice que es en la cabeza donde él tiene que matar al sacerdote y al rey. En «Penélope» (18) Molly recuerda un sermón de un obispo sobre la alta misión de la mujer, dice al respecto: «Dios le dé a él muchos luces  y a mí dinero«, lo que le lleva a recordar sus primeras aventuras sexuales. También hace responsable a Dios de acostarse con los hombres, pues por eso, se dice a sí misma, las hizo tan  atractivas. No niega la existencia de Dios, incluso considera que los ateos «van berreando a por un cura cuando mueren«. Molly considera que quienes no creen en Dios tienen miedo por su mala conciencia.


El tema judío también rezuma a lo largo de la obra, pero nada se desarrolla a través de un discurso o una argumentación, sino mediante detalles o frases sueltas que funcionan a modo de chispazos. Haines le dice a Stephen que no quisiera ver su país en manos de judíos alemanes. Más adelante se lee: «los destructores judíos están maquinando su plan destructor; la vieja Inglaterra se muere». El texto aclara que Irlanda tiene la honra de ser el único país que no persiguió a los judíos. También se dice que la historia es una pesadilla, a la espera de su meta que es la manifestación de Dios. Resulta que Bloom, el protagonista, es judío, una persona  que no supone ningún peligro, que se hace protestante y luego católico para casarse con Molly, en 1888 (17). Molly tiene, dice ella (18), aspecto de judía, como su madre, que lo fue. Lo que indica que su religiosidad es instrumental y fuera del marco de la fe. En un momento de su soliloquio en la cama (18) Molly piensa que ella nunca tuvo los cuidados de una madre. Bloom dice como judío (12) «pertenezco a una raza que es odiada y perseguida«.


El padre de Bloom iba a una asociación para la conversión de los «pobres» judíos. En el capítulo «Escila y Caribdis» (9) se lee: «Los judíos, a quienes los cristianos tachan de avariciosos, son de todas las razas los más dados a matrimonios entre parientes». Curiosamente Bloom tiene recuerdos del padre, pero de la madre sólo alguna referencia con casi ninguna información, sólo sobre lo que le dijo a Bloom su padre antes de morir, en cuanto a que fuera un buen hijo con mama. También cuando está en el cementerio la recuerda. Molly dice (18) que su suegra siempre estaba mirando sus cosas.  En el espacio del subconsciente que Joyce crea en el capítulo «Circe» (15), Bloom llama a su madre, ¿»dónde  te has metido?». Su padre leyó a Spinoza (11). Cuando se indican los libros que tiene en una estantería (17) uno de ellos es la filosofía de este pensador holandés que dejó el judaísmo y fue excomulgado por los rabinos y expulsado de Amsterdam. Molly le echa en cara a su marido (18) que una vez que fueron al teatro un hombre  la miraba con unos gemelos mientras que él no paraba de hablarle sobre Spinoza. Bloom es un agente de publicidad cuya modesta fortuna invierte en fondos de la Bolsa (14). Molly piensa que el padre de Bloom se arruinó (18).


Cuando Bloom yendo por la calle recibe un panfleto de un joven cristiano se le ocurre pensar que Dios quiere «víctimas de sangre«. En «Circe» (15) Bloom es acusado de querer derrocar la santa fe. Piensa que el peregrinar de los judíos les sacó de Egipto, para llevarles a la casa de la servidumbre, lo cual es la fiesta de Pascua judía. Capítulo «Eolo» (7): «Todo el mundo comiéndose a todos los demás».

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Stephen piensa que es judío, pero Bloom sabe que no lo es (17). Los dos fueron bautizados en el catolicismo. Bloom tres veces. Considera que Moisés, Maimónides y Mendelssohn pueden ser considerados como rastreadores de la verdad pura. Un cuarto sería Aristóteles. En su pensamiento Molly recuerda (18) cuando una noche se enfadó Bloom con ella, por no acceder a una relación sexual y él se tumbó en el suelo desnudo «a la manera como los judíos hacían cuando se muere uno de los suyos». He aquí una relación más, de manera clara y contundente, entre la sexualidad y la muerte.


Sobre el tema del nacionalismo Joyce lanza una pulla nada más comenzar (1), cuando Mulligan comenta que su nombre es absurdo porque suena a helénico, por haberse helenizado «esta isla«. En «Eolo» (7) achaca que los irlandeses están como están por el imperio romano. Las posibilidades de ir contra el imperio, se supone que el inglés, el de Shakespeare, el de Hamlet, es «la de una bola de nieve en el infierno«, o sea hay poco que hacer. El profesor MacHugh dice de los irlandeses que son fieles a causas perdidas. El éxito para ellos es la muerte del intelecto y de la imaginación. Los ingleses hacen del tiempo dinero en una dominación material. Va dedicarse al griego, en contrapartida al imperio romano, un imperio material de gentes que hicieron excusados y cloacas, por lo que no pueden ser un imperio del espíritu. «El griego es la lengua de la mente«, dice, sin embargo observa que perdieron frente al imperio romano, puramente material. El inglés dice que es igual que el romano, llevó a cada orilla que pisó su «obsesión cloacal«. También tienen el derecho romano y a su profeta Poncio Pilatos, lo que fue en contraposición al código de Moisés. El primero es un código probatorio.


En 1902 Joyce escribe una carta a un amigo  en la que le cuenta algo de un escritor sobre el que comenta «hubiera escrito bien de no padecer la enfermedad del patriotismo«. Reconoce al mismo tiempo que Irlanda tiene una historia de creencias absurdas y estrechas.  En su obra anterior «Retrato del artista adolescente» escribe desde uno de sus personajes, Etevie: «Cuando el alma de un hombre va a nacer en este país (Irlanda), se  encuentra con unas redes arrojadas para retenerla, para impedirle la huida. Me estás hablando de nacionalidad, de lenguaje, de religión. Estas son las redes de las que yo he procurado escaparme«. Stephen llega a decir en «Retrato del artista adolescente»: «¿Sabes lo que es Irlanda?. Una cerda vieja que devora su propia lechigada».


En «Lestrigones» (8) Bloom se plantea el republicanismo como la mejor forma de gobierno. Sobre el Sinn Fein, que lo conoce Stepehen, dice que se organizan en grupos de diez, para si alguien delata no lo haga del resto y que a quien abandona le apuñalan. Nombra a Garibaldi, escuetamente. Así refiere la lucha por la independencia que tiene otros antecedentes en otros lugares. En el capítulo «Las rocas errantes» (10) Bloom define la lengua irlandesa, la de sus abuelos, de maldita. Da a entender que el nacionalismo irlandés está unido al anglosajón porque se apoyan uno en el otro mutuamente. En «El cíclope» (12) Wyse ironiza comentando que Bloom es quien da las ideas al Sinn Fein, con sus discursos sin norte ni guía, de manera que Joyce parece definir de esta manera el nacionalismo. Según Molly los nacionalistas dicen paridas (18). Se define Irlanda como isla de santos y sabios. Wyse pregunta por qué un judío no puede amar a su país. John Jameson contesta que cada judío lo hará cuando esté seguro de cuál es su país. La cuestión judía sale a la palestra, desde ser llamados tacaños hasta cantar una canción sobre ellos. Pero se admite que los hombres relevantes de la historia de la humanidad son judíos. J.J. alude a que Mendelson. Marx, Mercande y Spinoza,  son de origen judío. Incluso lo es Jesucristo.


En la novela se habla del Sinn Fein en el capítulo «El cíclope» (12) y comenta que la maldición de Irlanda es la bebida: «Irlanda sobria Irlanda libre«. Y «no sois más que esponjas de vino» (14). En «Euneo» (16) considera al campesino católico irlandés la espina dorsal del imperio (irlandés). Para Joe los sajones entraron porque timaron a los campesinos y a los pobres. Ellos, los irlandeses, los dejaron entrar. La causa de todo: una esposa deshonrada. Aparece por segunda vez el ejemplo de la guerra de Troya, de donde parte el regreso de Ulises.  Joyce parece anticipar las tesis de Wilhelm Reich sobre que el fondo de todos los problemas, personales y colectivos, es una cuestión sexual, lo que Reich defiende con su teoría de la energía orgónica,  por la cual el ser humano necesita expresar y sentirse liberado con la actividad sexual. En «Nausica» (13) dice Bloom: «las vírgenes terminan por volverse locas, supongo«. De no ser satisfecha la sexualidad se generan conductas neuróticas tanto a nivel personal como colectivamente, un ejemplo de sus consecuencias es el establecimiento de estados totalitarios. Controlar la sexualidad es un mecanismo para el control de las masas. Luego Bloom se fija en las piernas de una camarera.  Pero hay otros problemas que hace que alguien diga «salvad los árboles de Irlanda para la Irlanda del futuro».


Bloom habla (12) con Joe sobre Irlanda y su historia. No de una manera discursiva, sino en forma de comentarios, frases muy significativas. No es un discursos, sino expresiones, una tras otra. Llama a Inglaterra la gran Irlanda al otro lado del mar. También que los sajones  quisieron matar de hambre a los irlandeses, pues vendían sus cosechas en Río de Janeiro. Echaron a los campesinos en masa. 20.000 murieron. Bloom se manifiesta a favor de la propiedad de los campesinos (16). Llama a los sajones «hijos de puta tragones de salchichas«. John Wyse pregunta qué significa «nación». Bloom responde, doctamente: «nación es la misma gente que vive en el mismo lugar». Joe dice que él es una nación porque vive en el mismo lugar desde hace 5 años.

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Más adelante querrán definir el amor: «lo contrario del odio«. Wyse dice que es amar al prójimo. Joe que amar es lo que se aprovecha, y desprecia el modelo de amor de Romeo y Julieta. «El amor ama amar el amor«, dice el narrador. Pero es una abstracción las definiciones caen en palabrería, lo cual pasa cuando se quiere definir palabras como «nación» o «amor». La conclusión es que «tú amas a cierta persona«. Joe saca a relucir la frase «Dios es amor«, lo cual dice sarcásticamente, ya que es una frase «colocada alrededor de las bocas del cañón«. Hace referencia a la noticia que informa de un jefe zulú que visita Inglaterra. Vemos que no argumenta nada, pero muestra una serie de hechos, sin demasiada relación aparente, pero que forman parte de una crítica, en la que Joyce se sitúa en los dos bandos. De alguna manera quiere decir que todo es una cuestión de lenguaje, que al fondo de todo está la sexualidad y la muerte.

En «Circe» (15) Bloom está un barrio de putas en el que hay gente de todas partes. Bloom plantea el uso del esperanto, como idioma universal.  Luego le dirán a él que es un «irlandés de pacotilla«. Parece que con el paso del tiempo ha ido cambiando de opinión, ya que en su soliloquio Molly recuerda que en sus primeros encuentros él le hablaba sobre la independencia de Irlanda (18). Y piensa al respecto: «fui yo imbécil por creerme todas las memeces sobre la autonomía y la independencia irlandesa».


En relación a san Agustín Bloom se plantea que por qué los judíos no aceptan la cultura irlandesa. Considera que los judíos son nómadas y que Israel es débil. Según Bloom (16) los soldados irlandeses han luchado tanto en contra como a favor de Inglaterra. Asegura que cada país tiene el gobierno que se merece. Como no pueden cambiar de país, propone cambiar de tema.


Cuando aparece Bloom en el capítulo «Calipso» (4), las palabras dejan de decir cosas porque son palabras del pensamiento que describen paisajes interiores. El mundo externo se aborda  a lo largo de la novela desde las percepciones subjetivas del protagonista. Cuando Bloom va a la tienda percibe como se mueve la falda de la tendera cuando se mueve detrás del mostrador, lo cual es una visión placentera. El narrador específica que es una visión agradable aunque se daría por supuesto, pero no es algo en lo que Bloom se fije, sino que lo percibe y así lo escribe el autor.  Bloom se recrea en esa visión igual que en la de los pechos, «suspamones rebullentes«. Joyce analiza de manera muy minuciosa las percepciones del protagonista. Bloom no ve la falda, sino que percibe una serie de imágenes que forman su visión: «… la forma de la falda torcida se mueve con cada meneo«, y repite la frase. Al mismo tiempo ve el tranvía que va al muelle y observa como ha subido el valor de esa zona de la ciudad.  También que se sube una mujer que lleva medias de seda, se fija en ella. No tiene que ver una secuencia con otra, pero la percepción es así. Como indica Wittgenstein en su proposición 2.012 «no podemos pensar ningún objeto fuera de la posibilidad de su conexión con otros«.

Joyce va más allá, pues no hay conexión en los hechos, sino que la conexión es la manera  que tiene el lenguaje de explicar lo que percibe para ver distintos aspectos de una misma sensación o cosa de lo que es una masa sin forma del pensamiento. Por este motivo Joyce mezcla escenas de tiempos diferentes y de sensaciones inmediatas que nada tienen que ver, a no ser como punto en común que las capta la mente del personaje. En la psiquis no hay secuencias, sino que se amontonan las percepciones, luego el lenguaje da un orden comunicativo a través del habla o la escritura o para uno mismo mediante la conciencia, en el acto de pensar. Es como la luz que al entrar en contacto con los objetos se diferencia en colores que son los que forman la visión de la realidad, pero el color se forma en el cerebro de tal manera que el objeto, la luz y el cerebro forman parte de una misma realidad real, que como dice Wittgenstein «la realidad se divide en hechos y cosas por el lenguaje«. A lo largo de la novela «Ulises» vemos confirmada la proposición de Wittgenstein 5.621: «mundo y vida son una sola cosa«. Por eso no pensamos los sentimientos sino que son una misma cosa que percibimos por separado solamente al pensar-lenguaje.


Joyce describe el hecho atómico de manera que coincide con  el «Tractatus» en la proposición 2.011: «es esencial a la cosa ser la parte constitutiva de un hecho atómico». Por ejemplo, Molly «recoge unas bragas sucias, una liga gris retorcida, otra«. ¿Qué aporta esta frase en una redacción clásica? Nada. Bloom ve los ojos burlones, juveniles de cuando la conoció «la primera noche después de las charadas«. El recuerdo se hace presente una vez más. A la vez, forma una unidad, pues a Bloom le gusta leer en el retrete, mientras que sucede el vaciamiento del vientre. Lee el periódico, un libro de cuentos. Una vez se limpió con el cuento ganador de un concurso. En su nueva forma de redactar Joyce va colocando las piezas de un puzzle, que sólo en su conjunto se puede.


Esta rebelión al lenguaje la vemos también de manera incipiente y descrita por Joyce en su obra «Retrato del artista adolescente», en la que podemos leer: «El lenguaje que estamos hablando ha sido suyo antes que mío. ¡Qué diferentes resultan las palabras hogar, cristo,cerveza, maestro en mis labios y en los suyos, será siempre para mí un lenguaje adquirido. Yo no he creado esas palabras, ni las he puesto  al uso. Mi voz se revuelve para defenderme de ellas».


Un capítulo se títula «Calipso» (4). Otro «Lotófagos» (5). En la mitología griega Calipso ofrece a Ulises una comida para olvidar su vida anterior a cambio de la inmortalidad. Los comedores de Loto hacen que quien lo coma se olvide de sus amigos y del hogar, de manera que pierda el deseo de volver a su hogar. Esto sucede también en las aventuras de Simbad el marino, durante su quinto viaje. Joyce hace en «Ulises» algo parecido, pero con bebidas alcohólicas.


En el capítulo «Lotófagos» (5), cuando lee la carta que le envía la desconocida Martha, Bloom traduce para sí lo que lee, «querido hombreflor«. Su seudónimo es «Flower», «flor«. «Bloom» quiere decir «florido», que según  el capítulo «Eumeo» (16) es un apodo. En la carta va dentro una flor prensada. Se dice: «El lenguaje de las flores nadie lo puede oír«. Bloom se imagina bañándose con una mujer cuando ve una mezquita con sus baños. Vio, imaginándolo, la maraña de oscuros rizos de esa mujer que imagina, de su mata flotando… «lánguida flor flotante«. Genera una imagen en la que  une lo imaginado con lo recordado, con lo visto en el pasado y que quiere volver a ver en el futuro.  Enseña ese devenir de la vida en el que todo es deseo, «en el fluir de la vida rastreamos es más querido queeeee todo«. Rompe en ésta y otras expresiones, la gramática de la frase, para no explicar nada, ni contar algo, sino con el fin de provocar una intuición en el lector. Una reacción que sea capaz de crear imágenes en quien lea la novela. En el siguiente capítulo las flores tienen una relación con la muerte, las del cementerio: «deberían ser flores del sueño» y cuenta que en China en los cementerios crecen adormideras gigantes de las que sale el mejor opio. La metáfora de la flor acompaña toda la novela, símbolo de sexualidad y muerte.


Cuando pasea por el cementerio ve guirnaldas de papel bronce. Piensa en lo que cuestan, pero prefiere las flores naturales, son más poéticas: «Lo otro es más bien aburrido, nunca se marchita. No expresa nada. Siempreviva«. En un recuerdo del capítulo «Lestrigones» ( 8) expresa Bloom: «flores eran sus ojos«.


Cuando Bloom pregunta en una carta a la mujer desconocida si no es feliz en su casa con una interrogación ambigua,  por una parte se hace a él la pregunta, por otra a quien va a escribir, a Martha, y responde él mismo: «flor para consolarme y un alfiler para evitar el desamor«. Y específica: «quiere decir algo, el lenguaje de las flo«, lo cual nos deja ver que las palabras tienen un significado como metáfora, la imagen de la flor transita a lo largo de todo «el viaje» de Bloom. No termina la palabra «flores», se queda en «flo». La camarera Lenehan es «rosa de Castilla«. Cuando se va Boylan del bar Bloom suspira «sobre las silenciosas flores azuladas«. La flor  es un símbolo. La chica a la que mira, Gerty (13) al marcharse Bloom mira su «dulce rostro de rosa«. En «Circe» (15) Bloom pregunta «¿Qué ópera florida es como un árbol de Gibraltar?» Y se contesta él mismo: «la rosa de Castilla«. A Molly la conoció en Gibraltar, ella es de allí. A las prostitutas las considera «últimas rosas de verano» (12).


En otra parte de «Circe» (15) Bloom cuenta su primera experiencia con una chica, cuando «las flores que brotan en primavera«. Cuando en la escenificación del subconsciente aparece Boylan, lo hace con una flor roja en la boca. La flor simboliza la mujer. Y Bloom, florido,  Flower, influenciado por ellas, las flores.


Cuando Molly divaga en la noche (18) recuerda que la primera vez que la besaron excitó a quien le besaba estrujando todas las flores que le llevó en su pecho. Y dice en su pensamiento «hay una flor que brota«. Cuando Molly critica la actitud de su marido (18) le llama «el insigne sabio Don Poldo de la Flora«. El color que Molly se imagina para una bata corta con la que le viera Stephen, si se hubiera quedado, es de color «flor de melocotón«, que recuerda vio en Walpole y hasta recuerda su precio.


En otro momento Molly recuerda (18) cuando Bloom le regaló un delantal de flores, que ella se puso dos veces. Se propone por la mañana comprar algunas flores «para poner por la casa«, por si su marido trajera a Stephen. Se pondrá, piensa, una rosa blanca. Se dice a sí misma que le encantan las flores y que le gustaría tener toda la casa llena de rosas.


Cuando recuerda el día que Bloom se declaró a ella, le dijo que ella es «una flor de la montaña«, «sí, que somos flores todas, el cuerpo de mujer, sí«. La metáfora de la flor adquiere en ese momento de la narración toda su intensidad y su máximo despliegue, a un ritmo que va in crescendo, muy parecido musicalmente al bolero de Ravel. Molly piensa al respecto «fue la única verdad que dijo en todo su vida«.


Hay otra comparación con Proust en su obra «En busca del tiempo perdido», una coincidencia casual que se refiere a la imagen literaria de desflorar en aquella época en que estos autores escribieron y que aún sigue hoy en el lenguaje, como penetración del pene en la vagina, cual el abrir de una flor. El protagonista de la novela de Proust, que también desarrolla la historia contando lo que piensa el personaje, aunque ordenadamente, cuenta lo que recuerda y dice que las mujeres que estuvieron relacionadas con Albertina en el pasado les daba él algo de más real, «más realidad que a las flores nuevas«. Lo cual completa en relación a esta metáfora un poco más adelante de su narración: «En los días claros París me parecía ciertamente todo florido de todas las muchachitas, no que yo deseaba, sino que hundían sus raíces en la oscuridad del deseo y de las noches desconocidas de Albertina«.


Para la crítica literaria y traductora Amparo Azcona afirma: «la importancia de las flores en el sistema proustiano y su relación con la mujer». En el primero tomo «Por el camino de Swann», Odette dice tener miedo de desflorar su cariño por Swann. Y también que cuando pasa una mala noche «no hay catleyas», una orquídea americana. En el tomo «Sodoma y Gomorra» Poust vuelve a usar la flor como imagen sensual: «las jóvenes casadas por un azar inicia el insecto a visitar el pistilo ofrecido y desdeñado… la de la flor macho cuyos estambres se habían apartado espontáneamente para que el insecto pudiera recibirlos mejor la flor hembra arquearía coquetamente sus estilos para que le penetrara mejor«. Cuando el narrador de esta obra, en el tomo «El mundo de Guermantes», va a besar a Albertina pensó que «iba a besar a aquella rosa carnal«. Y en el mismo al referirse a una mujer que ve descotada en una fiesta dice: «su carne aparecía por los dos lados de una sinuosa mimosa o bajo los anchos pétalos de una rosa«.  


En «Sodoma y Gomorra» el protagonista de la novela de Proust es testigo de una relación homosexual: «tomaba una postura con la coquetería que hubiera podido tener la orquídea ante el moscardón casualmente aparecido». Compara a los homosexuales con flores hermafroditas y cuenta como los gestos de los dos personajes que ve son como los que describe Darwin que hacen las flores a los insectos. Curiosamente la palabra «orquídea» viene de orchis, que significa testículo, por la forma de sus dos tubérculos, tallos bajo tierra, aunque sus pétalos sean metáfora de la corola de la mujer.


La metáfora de la flor  podemos observarla también en algunos dramas de William Sakespeare. En «Romeo y Julieta» leemos «no hace flor más linda la primavera de Verona». Muerta Julieta la define como flor que deshojó inadvertidamente la Parca; hoyó nla rosa de sus labios, yace tronchada como la flor. Paris la define como la flor más hermosa que salió de la mano de Dios. En el drama «Cimbelina» habla del tiránico sooplo que mató la flor en el capullo para  describir el amor entre Póstumo e Imógenes. En el caso de Sakespeare la flor es símbolo de inocencia, refiere a la belleza del rostro. Podemos decir que en este dramaturgo la flor significa su aroma, un placer que no se ve, se nota, se siente, se huele.  


Otra obra en la que podemos ver el simbolismo de la flor, como virginidad de la mujer, símbolo la flor que se abre es «La tesis de Nacy», de Ramón Juan Sender. Juega con el significado simbólico y el sentido directo de la palabra «flor». Es muy interesante ver el simbolismo de la flor en esta novela en la que se refiere a las gitanas que van con una flor en el pelo. Curro, el novio gitano de Nancy, una estudiante estadounidense, da una flor a una niña que Nancy le había colocado en el ojal. Una chica que se tiró  aun pozo para matarse sobrevivió. Un día saca de su caja de recuerdos una flor seca, la «flor criminal», porque su novio no apareció, se fue con otra.  


Curro mataría a quien se pusiera al lado de su novia estadounidense, pero no quiere ir a América porque supo que tuvo otros novios allá. Al saber esto, que Nancy le cuenta con naturalidad, se iba a enfrentar a Quin, otro gitano, más intelectual y poeta, pero cuando se van a enfrentar le dice: «No me mato con nadie por una hembra que cuando la conocía estaba sin su flor«. También afirma que no se casará con ella, «quiero a Nancy, pero no para madre de mis chavales«. Nancy escuchó aquella conversación y no entendió la metáfora. Se colocó una flor en el pelo, pensando que eso serviría, al interpretarlo como unja costumbre, «aquí (en España) no debe ir una mujer sin su flor». Más tarde Curro se pelea con Quin porque éste lleva la flor de Nancy en la solapa. Y dice » la flor que da Dios no tiene precio». Todo un símbolo que encaja con el significado en cuento a la flor metáfora sexual de la mujer.

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En Joyce y Proust la flor es imagen viva y atrayente de la parte sexual de la mujer. Julieta en la obra d Sakespeare, sin embargo,  le da el alma a Romeo, Odette a Marcel en la obra de Proust  «la flor» con un claro significado sexual: «si no me llevas no hay catleya», no hay sexo. Y Molly quiere sentirse penetrada para sentirse flor. De esta manera la imagen florida evoluciona en la literatura a través de estos autores de la belleza, al estética a la sensualidad más tangible como imagen del sexo. Algo que a Romeo y a Julieta les atrae, se quieren, buscan el beso y más, estar juntos, poseerse, pero dentro de una sensación más ampliar la que tienen que luchar. El amor moderno, que narran Joyce y Proust, viene dado por unas circunstancias.  


La historia de esos amores  que narran Joyce y Proust  autores son quizá la caída del amor al cuerpo, como si faltara el alma, la inspiración que buscan y acaban siempre desembocando en el cuerpo del otro y desde él sienten, buscan el amor, y todo lo demás. En su obra «Finnegans Wake»  Joyce escribe a su manera críptica «santipasmado, por sus efluvios nocturnos, de amplio espectro, sabe mariposear de su propia mano toda vanesa de flore en flore… esto enriquece nuestra litaraturidad«, la esencia de la literatura. Y en la misma obra escribe: «floripates de florecillas que florvolotean en sus falmígeras flores». Vemos la flor como ese fuego, lo flamígero, de la pasiń humana cuyo símbolo literario es flor.


 El sexto tomo, «La Fugitiva», ahonda Proust en la flor como metáfora, describe a una desconocida como flor oscura.  «Incorporaba aquellas mujeres a mi pasado, les daba más realidad que a las flores nuevas«. «París me parecía ciertamente todo florido de todas las muchachas, no que yo deseaba, sino que hundían sus raíces en la oscuridad del deseo». «Amaba como un salvaje, o hasta como una flor, pues no tenía la libertad de moverme». En «El tiempo recobrado» llama a las jóvenes parisinas «la flor de la elegancia». Y a su Albertina, olvidada, pero siempre recordando el olvido, «la flor misteriosa». También dice en torno a esta metáfora «una muchacha, Albertina, que al principio fue el horizonte del mar, una flor que mis ojos querían cada día ir a mirar, pero una flor pensante«.


La autora de este cuadro comentó que puede verse una flor, al mismo tiempo que la vagina de una mujer sobre sus muslos. Una imagen de la metáfora en que coinciden Joyce y Proust.

El segundo tomo de la novela de Proust se titula «A la sombra de las muchachas en flor». La metáfora de la flor la usa también Joyce para unir el paisaje interno y el de fuera, el que recuerda Molly de su juventud: «las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una flor de la Montaña, sí cuando me ponía la rosa en el pelo, como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja«.   Joyce mantiene esta metáfora en su realidad afectiva y sexual con su pareja, Nora Bernacle, a quien el 2 de diciembre de 1909 escribe una carta en la que dice: «Me agradeces el hermoso nombre que te di. ¡Sí, querida, “mi hermosa flor silvestre de los setos” es un lindo nombre¡ ¡Mi flor azul oscuro, empapada por la lluvia¡ Como ves, tengo todavía algo de poeta«.

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El paisaje se hace recuerdo en «Ulises», se diluye en ella en forma de pasado, presente,  futuro. Literatura y realidad, todo se funde. Cuando Bloom está en el momento álgido de su recuerdo, cuando ella rememora cuándo conoció a Bloom, cuando se dio a él y él la preguntó si ella quería (que él la poseyera), a lo que respondió «sí mi flor de la montaña» y le estrechó a «sus pechos todo perfume». Es la flor una metáfora: Los pétalos que se abren para él, ser florido, Bloom.